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2 Dales a Jesús

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“¡Es un tonto! Me volvió a hacer lo mismo”, dijo Alisa.

¿Qué hizo?”, le preguntó uno de los miembros de nuestro grupo.

“Lo mismo que siempre hace—cancelar a última hora, cuando es su turno de recoger a las niñas para el fin de semana. Y cuando hablo con él acerca de eso, él me intimida e intenta amenazarme. Me asusta. Y constantemente estoy pensando cómo voy a salir adelante económicamente si él no nos apoya. La mitad del tiempo no quisiera que las niñas estén con Él, pero sé que ellas necesitan ver a su padre. Yo no quiero verlo ni hablar con él. ¡Es muy intimidante! No puedo continuar con esto. Constantemente estoy preocupada y me cuesta mucho trabajo dormir”.

El esposo de Alisa la engañó con su mejor amiga. Y debido a eso, el matrimonio había terminado en divorcio. Ninguno de los dos creía en Jesús. Además, poco después de que la engañara, la casa de Alisa fue destruida en un incendio, y ella perdió todo.

Alisa fue presentada a nuestra comunidad cuando Clay y Kristie, quienes eran nuevos cristianos y miembros de nuestra comunidad misional, preguntaron si estaríamos dispuestos a ayudarla. Ellos conocían a Alisa a través de un amigo en común, y nuestros hijos asistían a la misma escuela. Sin esposo y sin una casa, era evidente que Alisa necesitaba la ayuda de la familia de Dios.

Así que nos organizamos para comprar comida y proveerle de dinero para comprar ropa y otros artículos que eran necesarios. Por una temporada, ella y sus dos hijas vivieron con Clay y Kristie y sus dos hijos, Emma y Keagan. Con el tiempo, Alisa comenzó a salir con nuestra comunidad misional y comenzó a aprender acerca de Jesús con nosotros.

“No te preocupes”, dijo uno de los hombres de nuestro grupo. “¡Nosotros nos encargamos de él! No vamos a dejar que te trate de esa manera”.

Y alguien más intervino diciendo: “¡Alisa, no puedes soportar esto! Tienes que enfrentarte a él. Y si tú no lo haces, lo haremos nosotros. No nos vamos a quedar simplemente viendo qué es lo que te ocurre”.

La conversación continuó en el mismo tono durante algunos momentos, hasta que me di cuenta de lo que estaba pasando.

“¡Esperen un minuto, todos!” dije. “Eso no es lo que Alisa necesita en este momento. Ella no necesita que nosotros hagamos que el asunto gire en torno a su esposo más de lo que ya lo hace”.

Yo sabía que mucho de su problema tenía que ver con el hecho de que le había permitido a su esposo que tuviera mucha influencia sobre ella. Él había tomado un lugar central en su vida, hasta el punto en el que ella era controlada emocionalmente por cada una de las acciones de este hombre. En un sentido, él se había convertido en un dios para ella.

Y entonces yo dije: “Lo único que estamos haciendo es ratificarlo a él como el problema. Nos estamos enfocando en que él cambie. Y es verdad, lo que él hace está mal. Pero no podemos hacer que todo gire en torno a él. ¿Qué tal si él nunca cambia? Alisa seguirá estando esclavizada a su espíritu quebrantado. Nosotros no podemos cambiarlo. Alisa tampoco puede. Sólo Dios puede hacerlo”.

Lo que Alisa necesitaba era que la dirigiéramos hacia Dios para que Él la ayudara. Ella necesitaba algo mucho mejor que ocupara el lugar central de su vida y de su atención— alguien que verdaderamente pudiera liberarla y cambiarla desde su interior. Así que, dije: “Necesitamos darle a Jesús, no nuestros esfuerzos por cambiar a su ex esposo. No estoy diciendo que no deberíamos tener una conversación con él acerca del mismo punto, o que no deberíamos hacer algo para protegerla. Sin embargo, tenemos que comenzar con Jesús en primer lugar”.

Y me dirigí a Alisa diciendo: “Necesitas a Jesús para que te ayude a vencer tu temor. Necesitas que Jesús sea tu fuente de seguridad y amor. De hecho, también necesitas a Jesús para que te ayude a perdonar y amar a tu ex esposo”.

Yo he visto que este patrón se repite muchas veces a lo largo de los años. Y yo mismo he sido culpable de eso. Las personas comparten sus problemas y, con muy buena intención, otros dan consejos y tratan de actuar para ser ellos mismos la solución. Las personas sí necesitan respuestas. Se encuentran necesitadas de ayuda. Pero nosotros fracasamos en nuestro intento de ayudarles si no les damos a Jesús. Él es la mejor respuesta y la ayuda más poderosa que ellos pueden recibir.

Habla la verdad

El apóstol Pablo, en su carta a la iglesia de Éfeso, dice: “Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error; sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo” (Efesios 4:11–15 LBLA).

La intención de Dios es que cada persona que llegue a tener una relación con Él a través de Jesucristo finalmente crezca en madurez. Y la madurez luce como Jesús. Él es un humano perfecto, el cual nos provee de un ejemplo de lo que nosotros deberíamos ser. Un cristiano maduro es uno que se parece a Jesucristo en pensamiento, actitud, emoción, y comportamiento. Y uno de los caminos más significativos a través del cual crecemos en madurez, es por medio de hablar la verdad en amor unos a otros.

Muchos creen de manera errada que hablar la verdad en amor en realidad es sólo hablar palabras duras hacia otras personas, con corazones amorosos: “Tienes mal aliento, pero como te amo, tengo que decirte la verdad”. “Queremos que estés en nuestro grupo, pero no eres muy amable con otros, y como resultado, las personas no quieren estar a tu alrededor. Solo te estoy diciendo la verdad en amor”. Pero eso no es de lo que Pablo está hablando aquí. Es verdad, tenemos que hablar con sinceridad a cada persona y debemos hacerlo con amor, pero Pablo tiene algo más en mente.

Y necesitamos leer sólo unos cuantos versículos más para descubrir a qué se refiere. En el versículo 21, él aclara cuál verdad debemos hablar unos con otros, él declara “la verdad que está en Jesús”. “Hablar la verdad en amor”, para Pablo, es el equivalente a “hablar de lo que es verdad acerca de Jesús” unos con otros, es decir, hablar del evangelio unos con otros. Pablo sabe que, si las personas van a crecer en Cristo en todo sentido, ellos necesitan escuchar las verdades de Jesús (el evangelio) y aprender a hablarlas en todo.

Como le gusta decirlo a mis amigos Steve Timmis y Tim Chester: “¿Cuál es la pregunta? Jesús es la respuesta. ¿Cuál es el problema? Jesús es la solución”.

Muy a menudo, cuando les damos respuestas a las preguntas de las personas o les damos soluciones para sus problemas, les estamos dando algo que no es Jesús. Si están luchando con sus finanzas, les damos los mejores planes para la elaboración de presupuestos que conocemos. Si están pasando por discordias dentro de una relación, les enseñamos técnicas de comunicación. Si están luchando con la duda, los desafiamos a que sólo crean, prometiéndoles que todo va a mejorar si lo hacen.

Pero si no les damos a Jesús, entonces hemos fracasado.

En algunos casos, los animamos a leer sus Biblias o a orar, lo cual por supuesto es maravilloso. Sin embargo, si no les enseñamos a encontrarse con Jesús y a conocerlo a través de la lectura de la Biblia y la oración, corremos el peligro de alejarlos de Jesús a través de cosas muy buenas. Así es el corazón de la idolatría, toma cosas buenas y las convierte en “dioses”. Tomamos algo que Dios nos ha dado para dirigirnos a Él, pero amamos y dependemos más de ese algo que de Él. Y como resultado, no nos acercamos a Él a través de eso.

Perdiendo de vista a Jesús

Los líderes religiosos de los días de Jesús eran grandes eruditos de la Biblia y los que hacían las oraciones más religiosas. Sin embargo, habían perdido completamente de vista a Jesús. En una ocasión, Jesús les dijo: “Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:39–40 LBLA). Ellos amaban las Escrituras que apuntan hacia Jesús, pero ellos no amaban ni dependían de Jesús. ¡Ellos perdieron completamente de vista el punto central!

He conocido a muchas personas que aman sus Biblias y que no tienen una relación genuina con Jesucristo. En realidad, ellos no Lo conocen. Ellos no Lo aman verdaderamente. No Lo adoran de verdad. En lugar de eso, ellos adoran a sus Biblias. No están creciendo en madurez porque no están creciendo en Cristo.

Los estudios de la Biblia son maravillosos. La oración es asombrosa. Aplicar la sabiduría para planeaciones financieras, para la construcción de relaciones interpersonales, y para cualquier otra área de la vida es muy importante y necesario. Sin embargo, si fracasamos en darles a otros a Jesús, los estamos alejando de Él. Y de esa manera podemos crecer en conocimiento de la Biblia, pero no en amor por Jesús. Podemos convertirnos en las personas que oran de la manera más religiosa que otros y aun así podemos estar hablando del dios equivocado. Podemos tener nuestras finanzas en orden, al mismo tiempo que nuestros corazones están completamente desordenados, porque estamos haciendo todo por las razones incorrectas. Podemos ser excelentes en nuestra manera de comunicarnos y en la resolución de conflictos, pero si no estamos reconciliados con Dios a través de Jesucristo, entonces nuestras relaciones serán superficiales y temporales por naturaleza.

Piénsalo de esta manera: si hemos de ayudarnos unos a otros a crecer en Cristo en todas las áreas, necesitamos aprender cómo hablar las verdades de Cristo en todas las áreas—en cada aspecto de la vida, en cada situación que enfrentamos, y en cada problema que buscamos resolver.

¿Qué es lo que el evangelio de Jesucristo nos enseña acerca de nuestras finanzas? ¿Cómo debemos abordar las discordias que surgen en nuestras relaciones a la luz del evangelio? ¿Cómo es que lo que sabemos acerca de Jesús moldea la manera en la que lidiamos con la ansiedad y el temor? Si hablamos de las verdades de Jesús en medio de todos estos asuntos o situaciones, vamos a crecer juntos en cada área con Cristo, lo cual significa que también vamos a crecer en cada área en Cristo.

En otras palabras, si vamos a crecer en semejanza a Cristo, debemos crecer con las verdades de Jesús.

Sin embargo, si tratamos de instruir, aconsejar, o crecer unos con otros utilizando algo aparte de las verdades de Jesucristo, entonces cada área en la que hablemos algo que no sea las verdades de Cristo será un área en la que nos alejaremos de Él. Esta es la razón por la que muchas personas buscan a Jesús sólo para su vida después de la muerte; porque se les han dado las verdades de Jesús principalmente como la respuesta para ir al cielo después de la muerte. Pero ellos tienen poco conocimiento de cómo es que Jesús les da una mejor respuesta para saber qué hacer con su dinero, su sexualidad, su trabajo, o su familia. Jesús es la buena noticia para ellos después de la muerte, pero ellos erradamente creen que Él tiene poco o nada que ver con sus actividades cotidianas de la vida.

Pero Él tiene verdad que ofrecer—para todo. Él tiene una mejor verdad y Él es una mejor verdad.

Jesús es el verdadero y mejor humano, y todo en la vida es mejor si Jesús es parte de ello. Él ha hecho que todo sea mejor. Él puede hacer que todo sea mejor. Y las verdades acerca de Quién es Él y qué ha hecho por nosotros, cuando son aplicadas a nuestras vidas, siempre son una mejor respuesta que cualquier otra cosa. Hay una buena noticia y una gran ayuda para absolutamente todo en la vida, la persona, y la obra de Jesucristo.

Jesús y el sexo

Por ejemplo, consideremos ahora la sexualidad. Yo recuerdo que, cuando estaba creciendo, escuché personas que decían: “Debes esperar hasta que te cases para tener relaciones sexuales porque el sexo siempre es mejor si esperas”.

Bueno, en primer lugar, eso no es completamente cierto. Como hombre casado, me he dado cuenta de que el sexo es mejor cuando más lo practicas. En serio, eso es cierto.

De hecho, le digo a la mayoría de las parejas que vienen por consejería antes del matrimonio que su primera noche juntos probablemente será la peor relación sexual que tendrán, pero que mejorará con la práctica. No es que la noche de bodas vaya a ser mala. Involucrarte en un intercambio sexual con una persona a la cual te has comprometido de por vida es una experiencia increíblemente sagrada y agradable. Es un plan bueno y correcto de Dios que la intimidad sexual sea reservada para el matrimonio.

Sin embargo, el motivo de la abstinencia sexual no es porque las relaciones sexuales en el futuro son mejores. De hecho, esa motivación lleva hacia una experiencia opuesta. ¿Por qué? Bueno, porque si la razón principal para esperar a involucrarte en la intimidad sexual es tu propia satisfacción, entonces has socavado el propósito de la intimidad sexual. El propósito no es el cumplimiento de tus deseos egoístas. De hecho, la mayoría de los problemas matrimoniales que me encuentro cuando aconsejo a cónyuges tienen que ver con la mentalidad defectuosa de que el matrimonio se trata de ellos y del cumplimiento de sus propios deseos. Las parejas en los mejores matrimonios entienden que darse a sí mismo para agradarle a su pareja es algo que glorifica a Dios, satisface al otro, y también trae un gran gozo personal. Los grandes matrimonios buscan dar, en lugar de buscar ser servidos.

¿Cómo sé eso? Porque el sexo y el amor fueron creados por Dios, y Jesús nos mostró, en Su vida y en Su muerte, cuál es la mejor manera de amar.

Así que, ¿cuál es la razón que le vas a dar a las personas para que se abstengan de la actividad sexual antes del matrimonio?

Dales a Jesús.

Diles que la imagen que Dios nos ha dado de Su amor por Su pueblo es la imagen de un esposo en busca de su esposa. Dios amó a Su esposa de tal manera que la buscó fielmente durante cientos de años. Y finalmente, Dios Se hizo carne en forma de un bebé llamado Jesús, y vivió humildemente como humano por 33 años. El escritor de Hebreos dice que Jesús es capaz de compadecerse de nuestras debilidades porque fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado (Hebreos 4:15). Él nos entiende plenamente, a Su iglesia, Su esposa, porque se puso en sus zapatos. Por lo tanto, Él es capaz de vivir con Su esposa de una forma en la que la entiende, así como Pedro instruye a los esposos (1 Pedro 3:7). Jesús realmente conoce a Su esposa, así que Él es empático con ella. Él la entiende mejor de lo que cualquier hombre puede entender a una mujer.

Jesús amó a Su esposa lo suficiente para servirle y dar Su vida en rescate por ella. Ella le fue infiel. Ella se entregó a otros. Ella no lo esperó, sino que se llenó de impaciencia y fácilmente se unió a aquellos que no estaban comprometidos con la relación de pacto. Y, aun así, Él pagó el precio de Su esposa con Su propia vida para sacarla de su esclavitud adúltera. Su muerte en la cruz pagó la deuda de los pecados de ella y la limpió de todas sus inmundicias. Con Su propia vida, Él compró para ella un vestido de novia perfectamente puro. De hecho, el vestido que ella usa es Su justicia, la cual la cubre de la vergüenza de su pecado. Él murió para darle libertad, pureza, y amor eterno. Después, Él resucitó y fue a preparar un lugar para ella. Un día, Él vendrá por Su novia y la llevará a Su hogar en el que morará con Él por siempre. Y, aunque han sido más de dos mil años, Él está esperando pacientemente por el día en el cual Su novia estará preparada por completo, y Él consumará el matrimonio en la fiesta de bodas más grande de la eternidad. Todo este tiempo, Él ha estado esperando a su novia con paciencia. Habla acerca de un amante fiel, amoroso y paciente, el cual está dispuesto a esperar por el amor de Su vida.

La razón por la que debemos esperar a tener relaciones sexuales hasta que nos casemos es por causa de la fidelidad de Jesús hacia nosotros. Nosotros somos Su novia, y vivimos para contar la historia de Su amor por nosotros.

Jesús compró nuestras vidas para que nosotros podamos desplegar Su amor puro, santo, desinteresado, y perfecto para con nosotros. Y si fallamos— cuando fallamos—recordamos el amor de Dios por nosotros y corremos a la cruz en fe, confiando que Jesús murió por nosotros. Creemos que Su muerte pagó por nuestros pecados y nos limpió de toda injusticia; que ahora estamos vestidos con Su justicia; que hemos sido cambiados; que somos hechos nuevos; y que Dios nos ha declarado puros a través del amor puro de Jesucristo.

Esto no sólo cambia quienes somos. También cambia la manera en la que vivimos.

Por causa del amor puro de Jesús hacia nosotros, nosotros queremos contar la historia de Su amor, desplegándolo a través de nuestra propia pureza sexual. Queremos ser sexualmente puros no por motivos egoístas sino por razones piadosas: queremos que el mundo sepa que, aunque hemos traicionado al amor de nuestra vida, hemos sido perdonados y hechos nuevos, y Él no nos ha abandonado por causa de lo que hemos hecho. Queremos que las personas puedan ver eso en nuestra pureza sexual. También queremos que lo escuchen en Su perdón. Queremos que escuchen que, aunque hemos pecado—y ellos también—tenemos a Alguien que puede hacernos puros porque Él nunca pecó. Su pureza es nuestra y la nuestra es Suya.

¿Qué le debemos decir a las personas acerca de la pureza sexual y la inmoralidad sexual?

¡Les debemos dar a Jesús!

Somos el pueblo de Jesús, que habla las verdades de Jesús en las actividades cotidianas de la vida.

Habla de las verdades de Jesús para ordenar correctamente nuestros presupuestos. Habla de las verdades de Jesús para encontrar un cónyuge. Habla de las verdades de Jesús para saber cómo responder a nuestros empleadores y a nuestros empleados. Habla de las verdades de Jesús para saber cómo criar a nuestros hijos. Habla de las verdades de Jesús para todo.

Alisa necesitaba que las verdades de Jesús—el evangelio—fueran habladas hacia ella cuando estábamos reunidos en nuestro grupo.

“Alisa”, le dije, “Jesús es el único hombre que nunca te va a desamparar”. Todos los otros hombres te van a fallar, pero Él nunca. Dios quiere que dejes de mirar a tu ex esposo, o a cualquier otro hombre como si ellos pudieran ser para ti lo que sólo Jesús puede ser. Él quiere que Jesús sea el centro de tu corazón, de tus afectos, y de tu esperanza. Jesús quiere que sepas que Él te ama mucho y que quiere ser tu supremo protector y proveedor”.

“Pero ¿cómo puedo estar segura de que Él me va a cuidar?” ella preguntó.

“Bueno, Dios te amó tanto que Él envió a Su único Hijo para morir en la cruz por tus pecados. Siendo enemiga de Dios, Dios te amó lo suficiente para morir por ti, para que puedas ser perdonada. Y puedes tener la certeza de que Él puede proveerte. Si Él no escatimó a su único Hijo, puedes tener la certeza de que Él también te dará cada buena dádiva que necesites.

“Y no sólo te amó y quiere proveer para ti”, continué diciendo: “sino que Él quiere liberarte de tu pasado. Jesús sufrió por el pecado—el tuyo y el de otros—no sólo para que tú seas perdonada, sino también para que seas capaz de perdonar a otros y seas sanada de las heridas que has recibido por causa de los pecados cometidos en tu contra. Dios quiere que vayas a Él a través de la fe en Jesús para el perdón y la sanidad.

“Con el tiempo podemos hablar con tu ex esposo si así lo quieres, pero lo que es más importante es que te encuentres con Jesús, y empieces a entender Su amor por ti, y seas sanada por Él. Lo que es más importante es que Jesús se convierta en el centro de tu vida, en lugar de tu ex esposo o de cualquier otra cosa. Sólo Dios puede perdonarte y proveer lo que necesitas en realidad, y amarte por siempre a través de lo que Jesús ha hecho por ti” (vea: Juan 3:16; Romanos 5:8; 8:32).

Ese fue el inicio de muchas conversaciones similares con Alisa acerca de Jesús.

Así es como luce el hablar de las verdades de Jesús en las actividades cotidianas de la vida. Así luce el que las personas conozcan a Jesús en su vida cotidiana, no sólo después de la muerte.

Esa es la fluidez del evangelio.

Ahora, consideremos lo que se requiere para convertirnos en personas con fluidez en el evangelio.

La vivacidad del Evangelio

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