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Prólogo

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El libro que tienes en tus manos es muy importante. ¿Por qué? Porque tiene el potencial para salvar tu vida.

Cada ser humano en la tierra necesita la salvación, no sólo de la ira venidera, sino también de la teología endeble que se ha permeado en las comunidades cristianas. Eso puede sonar un poco extremo, pero en esencia es verdad. La buena noticia ha sido degradada a la posición de un sermón de domingo de Pascua y un llamado al altar, mientras que el pecado y el desánimo causan estragos en el funcionamiento interno de aquellos que se sientan en las bancas de iglesia.

Si le preguntaras a muchos cristianos qué es el evangelio, las respuestas cantarían una canción acerca de la vida, la muerte, la sepultura, y la resurrección de Cristo. La precisión de esas respuestas podría hacerte asumir que existe una aplicación, hasta que planteas otra pregunta, tal como: “¿Cómo aplicas el evangelio a tu vida cotidiana?” Las miradas en blanco y las palabras vacilantes te pueden revelar la desconexión que muchos cristianos tienen entre el evangelio y su poder, no sólo para salvar nuestras almas, sino también para cambiar nuestras vidas.

Yo creo que lo que tienes en tus manos puede ser el catalizador para ese cambio.

Aunque sus contenidos pueden traerte ideas frescas, te aseguro que no está enraizado en nada nuevo. Por el contrario, este libro sigue los pasos de los apóstoles, al entregarte lo que es de primera importancia (1 Corintios 15:3), es decir, la buena noticia de Jesucristo.

Personalmente, he sido impactada por el ministerio saturado del evangelio de Jeff Vanderstelt. Su énfasis en la fluidez del evangelio ha moldeado todo desde mi poesía hasta mi música e incluso la manera en la que disciplino a mi hija de un año. Ha habido muchas ocasiones en las que la he encontrado salpicando el jugo por toda la cocina como si fuera una versión miniatura de Jackson Pollock, y he pensado: “La manera en la que reaccione en este momento va a establecer las bases de la manera en la que ella entenderá la gracia y el evangelio”.

Aunque ella es demasiado joven para entender ahora, el principio seguirá siendo muy pertinente. El evangelio debe impactarnos, no sólo teológicamente, sino también prácticamente. Desde nuestra predicación hasta la crianza de nuestros hijos, la buena noticia nos da los planos para saber cómo funcionar en estas esferas de una manera que glorifica a Cristo.

Yo creo que esa es la razón por la que la fluidez del evangelio debe primero enraizarse en nuestro corazón antes de que esperemos que florezca en nuestros respectivos ministerios. Ya sea que ese ministerio sea la maternidad o las misiones, me he dado cuenta de que, si no tengo la fluidez del evangelio en los pensamientos de mi vida, entonces tampoco la voy a tener al momento de hablar. Si no tengo fluidez al hablar del evangelio, entonces tampoco la tendré en mi evangelismo o en mi discipulado. Me he encontrado con muchos hombres y mujeres piadosos que están caminando a través de la vida con las personas de sus iglesias, enseñándoles cómo estudiar la Escritura, ayudándolos a entender las disciplinas espirituales, las finanzas, las relaciones interpersonales, y muchas otras cosas. Sin embargo, el punto ciego y engañoso de esas relaciones de discipulado es que, ellos discipulan a las personas para que aprendan cómo hacer todas esas cosas exitosamente, pero sin Cristo. ¡Oh, cuán fácil es crear una mujer y un hombre a nuestra imagen! Personas que viven de una manera moralmente correcta al mismo tiempo que son deficientes con respecto al evangelio. Les hacemos un gran daño a las personas que Dios nos ha llamado a discipular, cada vez que los discipulamos en cualquier otra cosa que no sea Cristo.

Cuando somos fluidos en el evangelio, inevitablemente nuestra manera de vivir es moldeada, y por consiguiente eso afecta la manera en la que nos relacionamos con el mundo a nuestro alrededor. Por esa razón este libro es tan profundamente necesario. Ya que, nos hará volver a los fundamentos básicos del cristianismo, en donde la buena noticia es buena noticia otra vez; donde el hermoso recordatorio de lo que Dios hizo por nosotros en Cristo puede romper el caos y llevarnos hacia el amor de Dios; donde el evangelio no es el apéndice del sermón, sino la montaña sobre la cual se sostiene la predicación; y donde podemos reconocer que el evangelio no sólo nos salva sino también nos guarda.

Jackie Hill Perry

La vivacidad del Evangelio

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