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PRÓLOGO
por Russell Moore

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Una vez, la novelista Flannery O’Connor escribió: «En resumen, al leer mis propios escritos he descubierto que el tema de mis historias de ficción es la acción de la gracia en el territorio mayormente dominado por el diablo». Medito en esa idea con frecuencia porque me parece que su aplicación va mucho más allá de la esfera literaria. Lo más real del cosmos es precisamente eso: la acción de la gracia en un territorio mayormente dominado por el diablo.

Como cristianos, vemos el horror de la maldad y, en contraste con él, la belleza triunfante del evangelio de Jesucristo. No vemos el mundo, la historia ni la trama de nuestra propia vida como narrativas moralizantes y sentimentales, tampoco como historias de terror góticas. Mientras seguimos a Jesús, vemos al mundo que nos rodea bajo el prisma de la cruz. Y en la cruz, vemos el quebranto nauseabundo de este universo atormentado por el diablo y aún más que eso: la gracia del que derramó Su propia sangre para salvarnos.

Por lo tanto, los cristianos deberíamos entender la realidad del trauma mejor que nadie. Y deberíamos saber mejor que nadie que el trauma no es insuperable para la obra de la gracia. Vemos las vidas humanas, incluida la nuestra, a la luz del Lugar de la Calavera, una escena que hace que los corazones quebrantados se aparten con dolor y una escena que también hace que los corazones quebrantados griten de gozo por la realidad de que, aunque el valle de sombra de muerte es una realidad concreta, allí hay un Pastor que está junto a nosotros.

Este libro es el testimonio de alguien que pasó por el trauma y que, como nos dice la Biblia, puede gemir por la ruina del mundo satanizado y clamar «Abba, Padre» por el Espíritu (Romanos 8:12–17). Cuando leas estas reflexiones conmovedoras, es posible que descubras que te ayudarán a lidiar con eventos de tu propio pasado o presente porque te harán verlos a la luz del evangelio de la esperanza. Y si, al igual que yo, no has enfrentado personalmente esa maldad, es posible que te detengas a preguntarte cuántas realidades terribles te rodean ahora mismo, realidades de las que puedes estar apartando la mirada con apatía.

Mi oración es que todos nos preguntemos de qué maneras —maneras que varían mucho de una vida a otra— la gracia de Dios ha transformado a las personas, o puede transformarlas, de «víctimas» a «sobrevivientes». Esas preguntas pueden llevarnos a luchar por la justicia para los que están siendo heridos. También pueden impulsarnos a recordar lo que muchos de nosotros aprendimos a cantar antes de entender verdaderamente lo doloroso que puede ser vivir:

Su gracia siempre me libró

Y me guiará feliz.

Russell Moore

The Ethics and Religious Liberty Commission

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