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4. La madrastra, la señora Bukchon

Después de tomar el tren, cuando bajaron en la estación, ya había oscurecido. Al bajar, en vez de dirigirse hacia Salgang, la tía tomó la dirección opuesta.

—Tía, ¿por qué no vamos a Salgang? —preguntó Monsil.

Quería ir rápidamente a Salgang para ver a su papá, a Hi-suk y a sus otros amigos.

—Tu papá ya no vive en Salgang. ¿Crees que podría vivir allá, después de la vergüenza que le causó la huida de tu madre? ¿Cómo podría vivir en ese lugar?

—Entonces, ¿se mudó a otro pueblo?

—Sí, se fue a Norusil.

Monsil pensó que ya no podría ver a Hi-suk y a sus amigos.

En la oscuridad caminaban por la carretera y, al poco tiempo, pudo ver a un adulto que se acercaba a grandes pasos. Al aproximarse, vio a su padre Chung. “¡Papá!”, gritó Monsil por dentro, porque no pudo decir nada. De repente sintió un viento frío en el corazón y se le endureció la garganta.

El señor Chung la abrazó fuertemente y gimió sin decir nada. Monsil pensó que su padre lloraba. Desconfiaba de él, le pareció que no era como antes.

En el crepúsculo el señor Chung se secó las lágrimas con la manga de su camisa. Un poco avergonzado dijo:

—Monsil, tu mamá ha sido tan mala que merece que la maten. Olvídate de tu malvada madre y vivamos juntos. No te haré pasar tragos amargos, ni me iré lejos, ni te gritaré.

Monsil no dijo una palabra.

El pueblo de Norusil estaba al pie de la montaña y la casa del señor Chung, hecha con sus propias manos, era la última de la ladera y estaba apartada del pueblo.

Monsil, su tía y su padre entraron a la habitación. Cuando la lámpara iluminó el lugar, Monsil vio que en el piso había una estera de caña tejida y que la pared era de tierra mezclada con pegamento de bellotas. Era una habitación tan humilde como un establo.

—¿Tienes arroz para la cena? Tengo hambre —preguntó la tía al señor Chung, que señaló un saco que estaba en la parte fría1 de la habitación.

—Allí tengo mijo.

Monsil miró el saco de mijo. Era del tamaño de una almohada y estaba mugroso.

La tía llenó una jícara con mijo, añadió un puñado más, luego retiró medio puñado, otra vez quitó un poco más y enseguida se lo llevó a la cocina.

Se oyó el ruido de las ramas de pino al encender el fuego. También el producido al mover y chocar los trastes de la cocina y el del agua hirviendo que caía en la caldera caliente. La tía preparó la comida rápidamente y tomaron la cena de mijo amarillo con una ensalada de minari2 preparada con sal y polvo de chile seco. El señor Chung comió en un tazón y la tía y Monsil comieron juntas de la jícara de calabaza.

Al terminar de cenar, Monsil se levantó como de costumbre para recoger la mesita. En ese momento Monsil se tambaleó del lado izquierdo y el señor Chung la miró con atención.

—Monsil, acabo de verte cojear. ¿Tienes alguna herida?

Monsil se paró con los platos vacíos en las manos.

—Monsil, muéstrale la pierna a tu papá. Dile lo que te pasó —dijo la tía con frialdad.

De repente a Monsil se le oprimió el corazón y le pareció que era la oportunidad para desahogar la tristeza que había padecido en casa del señor Kim en Detgol. Monsil se sentó dejando a un lado los vasos que había recogido.

Sollozando, Monsil recordó la historia de su pierna y de cómo se quedó coja.

—Mamá y yo nos caímos por un empujón de mi papá.

—¡Por qué llamas papá a ese hombre! —gritó fuertemente el señor Chung.

Monsil se encogió de hombros por la sorpresa.

—Allá se acostumbra llamarle padre. Desde ahora no lo llamarás así —explicó la tía en lugar de Monsil.

—Te fuiste para vivir y comer bien y ahora regresas enferma, te lo mereces —dijo el señor Chung con un tono de voz burlón y golpeando con fuerza el piso—. ¡Maldito! Destruiste a mi familia y dejaste coja a mi hija. ¿Cómo puedes hacerme esto? No voy a dejarte sin castigo. Maldito…

Los labios del señor Chung temblaban y lloraba como un niño. Llorando se acercó a Monsil y la tomó entre sus grandes brazos. Ella lloró en los brazos de su padre, que la abrazaba, y la tía, que los miraba, lloraba también.

El señor Chung, llorando, se quejó:

—¿Monsil, sabes de quién eres hija? Aunque tu mamá me abandonó sin compasión, te salvé a ti y a tu madre, casi perdí la vida por una bomba en Tokio. Aunque tu pobre hermano Chong-ho murió después de sufrir mucho, no he cometido ninguna mala acción.

El señor Chung repitió un par de veces la misma historia, que él las había salvado, que casi muere en un bombardeo en Tokio antes de la independencia. Su resentimiento hacia la señora Milyang era evidente.

—No podía quedarme en Japón porque todos queríamos regresar a la tierra de Chosun3 ya independiente. Nadie sabía que sufriríamos al volver al terruño por no tener un pedazo de tierra. Si Chong-ho no hubiera muerto, no estaríamos así.

Sus quejas continuaron hasta muy tarde y los trastes se quedaron sin recoger en la parte fría de la habitación. Los tres durmieron aquí y allá sin orden. El señor Chung cobijó a Monsil con una manta pequeña y usada y le dio palmaditas en la espalda.

Al día siguiente la tía se marchó a la casa de sus suegros. Al salir, la tía habló a solas con el señor Chung. Le dijo que se casara de nuevo. Aunque la tía cuchicheaba, Monsil escuchó.

—Buscaré y te traeré una buena cuñada. No te preocupes, hermano.

Cuando la tía se fue, Monsil se quedó pensando todo el día. Si su papá se casara de nuevo, tendría una madrastra. Se sentía sola sin saber porqué.

Recordó a su madre en Detgol y quería ver a Young-deuk.

“Mamá se casó con el papá de Young-deuk en vano. Sería mejor que mamá y papá vivieran juntos, aunque fueran pobres.”

El señor Chung salía de madrugada y regresaba muy tarde por las noches, pues trabajaba como sirviente en una casa grande de tejas en el pueblo vecino. Monsil pasaba todo el día sola.

Afortunadamente había muchos niños de su edad en Norusil y Monsil fácilmente hizo amistad y jugaba con ellos.

A veces las señoras del pueblo la visitaban, pero al marcharse se iban chismorreando.

—Tiene nueve años, pero parece no tener vergüenza.

—Es la hija de la mujer que abandonó a su esposo vivo y se casó de nuevo.

—De todos modos, está pasando un trago amargo.

—Espero que su papá consiga otra esposa lo más pronto posible, pero ¿quién quiere casarse con un sirviente?

—Tch, tch…

Monsil abrió sorpresivamente la puerta. Al darse cuenta de que Monsil las escuchaba, las señoras se dispersaron sintiendo un poco de vergüenza.

Monsil sufría mucho a causa de estas señoras. Entre ellas había una señora que sentía sincera compasión por la situación de Monsil. Era la mamá de Nam-ju.

Nam-ju estudiaba en la escuela primaria que estaba en el pueblo de la estación de tren. Monsil tenía la edad de Nam-ju, pero no podía ni pensar en ir a la escuela.

—Monsil, ahora las mujeres también tienen que aprender. No eres nadie si no sabes leer y escribir. ¿Por qué no vienes y estudias por las noches con Nam-ju? —sugirió amablemente la mamá de Nam-ju. También le dio un lápiz pequeño y un papel amarillo como cáscara de árbol. Monsil aprendía el hangul4 todas las noches en casa de Nam-ju escribiendo y leyendo el abecedario.

Monsil manejaba bien la pequeña vida doméstica porque había trabajado diligentemente en la casa del señor Kim en Detgol. Su padre Chung hacía las tres comidas en casa del patrón y Monsil comía sola. Recogía hierbas de la montaña y preparaba sopas, lavaba los harapos de su papá y limpiaba la casa.

Monsil era solitaria. Solía sollozar distraídamente sentada en la terraza. Lloraba cuando se sentía llena de tristeza. El padre Chung la consolaba cuando lloraba, y como lo hacía con mucha frecuencia, el señor Chung se enojaba mucho.

—¿Por qué quieres ver a tu mamá que es una puta? Si quieres verla, vete ya —le dijo el señor Chung golpeando la mejilla de Monsil con su manota.

Monsil lloró desconsoladamente cubriendo su mejilla hinchada y roja.

El señor Chung se emborrachaba a menudo, regresaba tarde por las noches y tumbado con las piernas y brazos extendidos roncaba mucho. Monsil tenía que dormir en un rincón enroscada como un camarón.

Pensaba en el señor Kim de Detgol y lo comparaba con el señor Chung, sin poder distinguir entre uno y otro. Había mucho parecido entre ambos.

El señor Chung golpeaba muy duro a la señora Milyang. Los hombres eran iguales cuando estaban borrachos.

Llegó el verano. Una noche Monsil fue a recoger caracoles de río con Nam-ju y Kyung-e. El verano era muy largo y tedioso. Cierta vez que Monsil regresó a casa con la falda mojada y la jícara de calabaza llena de caracoles de río, tenía visita. Eran la tía y una desconocida. De repente le palpitó el corazón a Monsil: “¿Madrastra?”

Tenía una cara más o menos bonita y parecía un poco flaca porque era alta. Tenía el cuello largo y llevaba un chuksam5 de cáñamo amarillo.

Monsil imaginó que la tía había llevado a la nueva esposa de su padre. La tía miraba continuamente de reojo a Monsil y, ya entrada la noche, la llevó a un rincón del patio y le dijo:

—Monsil, ¿te agrada esa señora?

—…

Monsil dejó caer su cabeza sin decir nada.

—Cuando vivas con ella, verás que será una buena mamá. Pensando en ti me esforcé mucho para conseguirte una buena madre. Esta señora tiene el defecto de ser débil, pero tiene buen corazón. Tienes que llamarla mamá, y ambas estarán en manos de la otra.

—…

Monsil no podía hablar. Cada vez bajaba más la cabeza y se soltó a llorar en ese instante. La tía le secó las lágrimas con la manga de su blusa y sintió un poco de pena.

La madrastra se llamaba señora Bukchon y venía del norte de Norusil. Era una mujer muy callada. A veces tenía un semblante doloroso y no se sabía la razón de su debilidad. Ella llevaba con sencillez la casa pobre y solitaria. Remendaba muy bien el chogori roto y limpiaba los zapatos de goma del papá.

—Monsil.

La señora Bukchon la llamaba en voz baja. Monsil, sin saber porqué, no podía dejar de sentirse incómoda. No podía tutearla como a su mamá y sólo respondía con un sí respetuoso.

Esto impedía el acercamiento entre las dos. Más que antes, Monsil añoraba a su mamá que vivía en Detgol y también a Young-deuk.

Todas las noches lloraba contando las estrellas, acostada en la estera del patio. En sueños veía a su mamá que se había quedado en Detgol.

11 La habitación de una casa coreana se divide en dos partes: caliente y fría, por la localización del brasero de la cocina que, en el invierno, sirve como calefacción de la casa.

22 Especie de perejil que se siembra en agua pantanosa.

33 Nombre antiguo de Corea y de la última dinastía de Corea, llamada también Chosun.

44 Alfabeto coreano.

55 Blusa tradicional coreana, ligera para el verano.

Monsil

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