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«Inmóvil en la luz, pero danzante».

Octavio Paz

LA PALABRA

He dejado por todos los ríos y los trenes

instantes de mi vida a la palabra.

La palabra.

La que sabe a antiguo y la moderna;

la que tiene forma rectangular y la redonda;

la transparente;

la que paseaba en una diligencia,

aspa de luz, bahía de mis sueños,

y ahora se pierde en los aviones,

los trenes, el jazz o tu cuerpo.

Gas, relámpago,

explosión en dos mundos divididos.

Es mi sangre

la palabra,

la que brota en el jardín soleado tras el primer bostezo del día

(ayer vi una brizna de hierba llamada oportunidad…).

Astro errante, camino;

la que sueña tu sueño en las llamas verdes del silencio;

la que nace en el viento de mi pensamiento.

Niebla, flor de nubes,

frescor de melodía.

Es trigo

la palabra.

La letra A cae de mi lengua al suelo y crea agua.

La letra M rebota en las esquinas y es ya un pájaro.

La letra O cae hacia arriba y es un sol amarillo y diminuto

la palabra.

Ábreme una palabra con forma de cerveza.

Estoy saboreando la espuma en mis oídos.

Colorea una taza de violeta al pronunciar la palabra violeta,

que la nube que cruza en mitad del cielo sienta tu mirada.

Atraviesa la palabra tiempo con un cúter y escucha atentamente

su crujido.

Estrella rota en la noche,

galeón a la deriva,

pinta las calles color de ánimo,

color de día alegre para muchacha triste.

Pero vamos,

habla

o se seca la palabra.

Di cóndor, di hoguera o profecía,

dile puta o Virginia.

Abre tu camisa,

hola, soy médico:

con un relámpago de sílabas invisibles despertarás de tu infarto.

Tras haber sido pronunciadas,

las palabras

desaparecen como pompas en el aire:

redondas, inquietas, infantiles.

En la radio de mi corazón suena un himno: You’ll never walk alone.

Palabra.

El abecedario de la golondrina

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