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Capítulo Tres

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Cuando Taylor pasó por delante, Bran salió del cuarto de la fotocopiadora y la interceptó. De camino a su despacho, había oído la conversación de las dos mujeres y se había dado media vuelta antes de que se percataran de su presencia y las cosas entre él y su secretaria se complicasen aún más.

–Hola, Bran. Vengo de tu despacho.

–Lo sé –replicó y se cruzó de brazos–. Os he oído.

Taylor hizo una mueca, pero enseguida se justificó.

–No te enfades.

Bran la tomó del brazo y la arrastró al cuarto de la fotocopiadora. Luego, cerró la puerta.

–Tienes que dejar de hacerlo.

–¿Hacer qué?

–No puedes hacer que dos personas se enamoren solo porque sean guapos –dijo Bran y arqueó una ceja–. Lo sabes muy bien.

–Ja, ja. Esa no es la única razón.

Por la forma en que Taylor se quedó mirando el suelo, había algo sospechoso.

–¿Qué otra razón habría?

–¿Qué quieres decir?

La conocía lo suficientemente bien para saber que su inocencia era fingida.

–Taylor…

–Solo quiero que seas feliz. Me preocupas.

Taylor era una mujer muy dulce.

–¿Te preocupo?

–Sí. Estuviste a punto de pedirme matrimonio.

–Eso fue un error.

–Es obvio. Pero me gustaría verte con una buena chica. Y a Addi le gustas, a pesar de lo que dice.

–Taylor, no eres mi madre, no tienes que buscarme pareja. Haz caso a Addi. La estás asustando y no quiero que se vaya o quedaré degradado al departamento de tecnología, con Cooper.

Jayson Cooper era el excuñado de Bran. Taylor rio ante el comentario de Bran. Cooper y Gia, la hermana de Bran, trabajaban codo con codo en el departamento de tecnología. Era el alma de ThomKnox.

–Lo único que digo es que tienes derecho a ser feliz.

Le puso la mano en el hombro, contento de tener una amiga que se preocupaba tanto por él.

–Estoy intentando encontrar mi sitio. No estoy celoso de Royce por haber sido nombrado presidente ni nada por el estilo –dijo y le dirigió una mirada significativa–. Además, salir con Addi no va a hacerme más feliz. En todo caso, acabará mal y me sentiré más solo que nunca. ¿No querrás que me busque una secretaria como la de Royce, verdad?

Melinda era muy eficiente, pero también aterradora. Como si estuviera leyendo sus pensamientos, Taylor se estremeció.

–No, mejor Addi.

–Bueno, pues dejémoslo estar –dijo Bran y abrió la puerta del cuarto de la fotocopiadora–. ¿Para qué querías verme? ¿Quieres que vayamos a la sala de reuniones?

–Estoy muerta de hambre. ¿Qué te parece si vamos a picar algo?

–Me parece bien –respondió y se dirigieron al ascensor–. Y para que quede claro entre nosotros, que sepas que Addi y yo estamos intentando seguir comportándonos como compañeros de trabajo después de que le dijeras que tendría que haber algo entre nosotros. ¿Puedes hacerme el favor de no volver a mencionarlo?

Ella suspiró con expresión inocente y hundió los hombros.

–Está bien, pero solo porque me lo pides.

Bran apretó el botón de llamada del ascensor y sonrió.

–Te lo agradezco.

Después de aquel desayuno improvisado con Taylor, Bran se fue a su despacho. Al ver a Addi buscando un pañuelo en un cajón, con lágrimas surcando sus mejillas, se detuvo en seco. Ella forzó una sonrisa.

–Hola –dijo, sin saber muy bien qué decir.

Cada vez que había visto a su madre o a su hermana llorando, se había sentido impotente, al igual que en aquel momento.

–Buenos días. ¿Qué tal la reunión con Frank?

Podía fingir que no se había dado cuenta y ahorrarle el mal rato. ¿Pero qué clase de imbécil sería si lo hacía? Su objetivo era impedir que se fuera y si sus lágrimas tenían que ver con alguna cuestión profesional, tenía que saberlo.

–La reunión fue bien. Me he encontrado a Taylor al volver.

–Ah, estupendo, te estaba buscando.

Addi parpadeó con los ojos húmedos. Su mirada era de tristeza. Algo o alguien le había roto el corazón. Tal vez estaba equivocado y tenía un novio del que nunca le había hablado.

Se sentó en una esquina de su mesa y se fijó en una elegante tarjeta color crema junto a un sobre negro. La clase de papel para…

–¿Una invitación de boda?

Aquellos tristes ojos azules se alzaron para mirarlo.

–No, se trata de… una reunión familiar –contestó y guardó la invitación dentro de la agenda.

–¿Va todo bien?

–Sí, todo bien –respondió con una sonrisa temblorosa–. Los asuntos de familia a veces son un poco peliagudos.

–Imagínate si trabajaras con ellos a diario.

Esta vez la sonrisa de Taylor fue sincera.

–No podía pasar por delante y fingir que no me había dado cuenta. No soy tan obtuso.

–Lo siento, no me hagas caso. Estoy bien, de verdad.

–No pasa nada por llorar.

En contra de todo sentido común, Bran tomó su mano y sintió su calidez subiéndole por el brazo. Fue como si la atracción entre ellos se desatara. Addi lo miraba como si fuera un depredador.

Le apretó la mano antes de soltársela y se puso de pie.

–Si necesitas salir…

–No, gracias.

Las lágrimas habían desaparecido y la sonrisa volvía a estar en sus labios.

–Luego no digas que no te lo he ofrecido –dijo Bran, y señaló la puerta de su despacho–. Ya sabes dónde encontrarme.

Entró en su despacho y cerró la puerta. Al sentarse en su sillón, leyó la nota pegada en la pantalla de su ordenador: Taylor ha venido a verte. Dice que no es urgente.

La letra de Addi era cuidadosa y delicada, como lo había sido ella misma un momento antes. Fuera lo que fuese lo que le preocupaba, no le había agradado verla tan afectada.

Su teléfono vibró al recibir la respuesta de Ta-mmie al mensaje que le había enviado un rato antes. Cuando lo había mandado, no estaba seguro de si quería que le respondiera. Del mismo modo, tampoco sabía si quería leerlo o no.

Sacó el teléfono, demasiado intrigado para ignorar su respuesta.

Hace tiempo.

Mucho tiempo.

En un esfuerzo por volver a la normalidad, había un asunto del que tenía que ocuparse y del que no había hablado con nadie.

Su libido errante.

No había tenido a ninguna mujer en su cama desde hacía mucho tiempo y se había distraído durante una temporada con Addison Abrams, lo cual no era beneficioso para el equilibrio que estaba intentando restablecer en la oficina.

Esa mañana, la tensión había aumentado. Se había despertado excitado y con una erección, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera sexo. Sexo con Addison. Culpaba de todo a la mala racha por la que estaba pasando. Tenía que delimitar claramente su vida laboral y personal. Necesitaba un buen polvo y lo mejor sería encontrar a alguien fuera del trabajo para satisfacer esa necesidad.

Lo más fácil era ir sobre seguro con Tammie. Después de una ducha revitalizante, le había enviado un mensaje invitándola a una copa.

Demasiado tiempo. Le escribió, contestándole a su mensaje.

Unos segundos más tarde, la pantalla se iluminó con su respuesta.

¿Qué tal el jueves a las siete? ¿En Vive?

Vive era un bar clásico y elegante, con sillones de terciopelo rojo y rincones discretos.

Perfecto. Allí nos veremos.

Dejó el teléfono sobre la mesa. Acostarse con Tammie no solo aliviaría su necesidad, también le haría viajar en el tiempo hasta antes de la designación del nuevo presidente de la compañía. Por entonces, su lema había sido trabajar duro y vivir intensamente. Durante el último año, lo único que había hecho había sido trabajar y trabajar. En muchas ocasiones, Addi se había quedado con él en la oficina hasta tarde.

La miró a través de la cristalera. Estaba escribiendo algo en el ordenador y tenía la vista puesta en la pantalla. La atracción que sentía por ella estaba muy viva, pero no estaba dispuesto a permitir que afectara a su relación laboral.

Quería que se sintiera cómoda en el trabajo y que ni ella ni Taylor se preocuparan por él. Le vendría bien centrar su atención en una mujer a la que solo le interesara acostarse con él.

Su teléfono vibró al recibir otro mensaje de Tammie. Esta vez, el icono de unos labios rojos.

Para el viernes por la mañana, aquel asunto con Addi quedaría olvidado.

«No soy tan obtuso».

Addison había contenido la risa, pero tenía que darle la razón. No solo se había creído lo de su reunión familiar, sino que después del año que llevaban trabajando juntos seguía sin darse cuenta de lo que sentía por él. Obtuso o no, el hecho de que la hubiera consolado al verla llorar le había tocado la fibra sensible.

–Justo cuando había decidido olvidarme de él –murmuró para sí.

Tomó el teléfono y le mandó un mensaje a su amiga Carey. Aunque estaba de viaje en el extranjero por trabajo, necesitaba hablar con alguien.

–Mi jefe me ha pillado llorando.

Se recostó en su asiento y fijó la vista en la invitación que había guardado en el bolsillo interior de la agenda. La tarjeta venía en un sobre negro con su nombre y dirección cuidadosamente escritos con tinta dorada. Una enorme tristeza la invadió. Joe era demasiado joven para morir.

Había recogido la invitación del buzón aquella mañana, la había metido en su agenda y enseguida se había olvidado de ella. Cuando se había acordado y había abierto el sobre, se había sorprendido al encontrarse la invitación para la celebración de vida de Joe.

Había muerto hacía un mes y había sido incinerado siguiendo sus deseos. Según su familia, lo había dejado todo planeado para cuando muriera. Había seleccionado un grupo de amigos y familiares para asistir a una fiesta privada en un resort en el lago Tahoe. Había dejado pagados los gastos de alojamiento, además de un programa de actividades y el servicio de catering.

La última vez que había visto a Joe había sido en Navidad. Le había resultado muy doloroso verlo tan frágil. A él tampoco le había gustado que lo viera así.

–Ni se te ocurra volver, Addi. No quiero que me recuerdes así –le había dicho.

Había contenido las lágrimas que se había prometido no derramar. Aunque llevaban años sin verse, significaba mucho para ella y resultaba muy duro perder a alguien tan querido.

Probablemente aquella visita había hecho que lo que sentía por Bran se intensificara. En un momento dado le había hablado de su jefe a Joe, con la única intención de cambiar de tema. Su amigo la había animado a ir a por todas. Había llevado una vida intensa gracias a una familia que nadaba en la abundancia y que lo colmaba de caprichos. Era mucho más fácil ser valiente con una cuenta bancaria más que saneada.

Al abrir el sobre había sentido el mismo dolor que aquel día de diciembre. Addi era una persona reservada y si Bran no se hubiera mostrado tan atento, se habría sentido avergonzada por haberse venido abajo. Cerró los ojos y recordó su olor cuando se había sentado a su lado.

«Ya está bien».

Se había propuesto olvidarse de él. Si lograba reforzar su independencia, aseguraría su puesto de trabajo y, por tanto, su estabilidad económica. Además, le ayudaría a sanar su corazón.

El viaje al lago Tahoe cerraría otra herida de su pasado. No había vuelto a ver a los padres de Joe desde que había dejado de trabajar en Hart Media, algo que sus padres no habían encajado bien. El lago estaba a unas cuatro horas conduciendo, un viaje que podía hacer con su viejo coche.

Satisfecha de que al menos su vida personal avanzaba, anotó el viaje en su agenda. Lo único que le quedaba por hacer era buscar quien la sustituyera en su puesto unos días.

Un fin de semana de celebración sería la despedida perfecta de Joe y el momento ideal para enterrar lo que sentía por Brannon Knox.

Un beso apasionado

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