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Introducción: El problema inevitable del cristianismo

El cristianismo tiene un problema.

Puede que digas: “¿solo uno?”

A diferencia de otras religiones, el cristianismo arriesga su plausibilidad basándola en supuestos sucesos históricos. Los cristianos no solo dicen cosas inmateriales como “Dios te ama”, “todos necesitamos el perdón” y “el cielo está abierto para todos”. Ninguna de estas cosas ni otras por el estilo se pueden confirmar o falsificar en absoluto. Podemos reírnos de estas afirmaciones espirituales, pero no podemos rebatirlas ofreciendo evidencias de lo contrario.

Pero en realidad los cristianos no hablan así. Si escuchas con atención, a menudo les oirás decir cosas como: “Jesús vivió en la aldea galilea de Nazaret”; “tenía una gran reputación como sanador”; “en torno al año 30 d. C. provocó un escándalo en el templo de Jerusalén” o “fue ejecutado por orden de un gobernador romano llamado Poncio Pilato”; o incluso “unos días después de su crucifixión, el sepulcro, que estaba situado a las afueras de la ciudad, apareció vacío, y sus discípulos le vieron vivo”.

Este tipo de afirmaciones no son totalmente inmunes al escrutinio histórico. Hablan de épocas y de lugares que conocemos bastante bien. Interactúan con otros personajes (como Pilato) de quienes poseemos una información razonablemente sólida. Todos los supuestos sucesos tuvieron lugar dentro de un crisol cultural y político (la Galilea romana y Judea) del que conservamos miles de restos arqueológicos y cientos de miles de palabras, plasmadas en inscripciones antiguas y en documentos escritos.

Cuando alguien proclama algo tan intangible como “el amor universal de Dios”, está a salvo de todo análisis. Pero en cuanto dice que su hombre fue crucificado por el quinto gobernador de Judea, se mete en un terreno abierto a todos, y siempre habrá alguien que quiera poner en duda esa afirmación. ¡Y vaya si la ponen en duda!

ATACANDO LAS AFIRMACIONES

Ya hace unos cuantos años que algunos de los libros más vendidos han sido ataques a gran escala contra las afirmaciones del cristianismo, escritos por los ateos más brillantes de este mundo: Richard Dawkins, Christopher Hitchens, Michel Onfray, Lawrence Kraus, etc. Hitchens, que lamentablemente murió hace algunos años, hablaba de “la muy cuestionable existencia de Jesús” y de “la gran cantidad de invenciones” presentes en los relatos de los Evangelios que hablan de él, es decir, las biografías de Jesús que hoy tenemos en el Nuevo Testamento, la segunda parte de la Biblia cristiana. Hicthens seguía diciendo:

O bien los Evangelios son, en cierto sentido, una verdad literal, o todo este asunto es básicamente un fraude y, quizás ya puestos, un fraude inmoral. Bueno, puede afirmarse con certidumbre, y basándose en su propia evidencia, que los Evangelios no son, casi con toda seguridad, una verdad literal. Esto significa que muchos de los “dichos” y de las enseñanzas de Jesús son rumores de rumores de otros rumores, lo cual contribuye a explicar su naturaleza desordenada y contradictoria. 1

Estas son palabras muy contundentes, y podemos encontrar afirmaciones parecidas a estas por toda la literatura atea popular escrita durante los últimos diez o veinte años. Y se trata de obras tan bien escritas (al menos, la prosa de Hitchens es fabulosa) que resulta fácil dejarse llevar y pensar que estos críticos públicos deben contar con un sólido núcleo de opiniones expertas que los respalde.

UNA FALSA IMPRESIÓN

La impresión con la que nos dejan estos escritores, adrede o no, es que los especialistas en el campo de la historia también hablan de “la muy cuestionable existencia de Jesús” o de “la gran cantidad de invenciones” presentes en los Evangelios. Pero esta impresión es radicalmente falsa. Todo el que hojee la literatura académica sobre el personaje de Jesús descubrirá enseguida que los estudiosos bien formados, independientemente de sus convicciones religiosas o irreligiosas, admiten que sabemos bastante sobre el influyente maestro de Nazaret.

A lo largo de los últimos 250 años se ha ido desarrollando toda una industria de “verificación” para validar las afirmaciones de Jesús de Nazaret. Hoy día el estudio del “Jesús histórico” es una amplia disciplina secular que figura en las principales universidades de todo el mundo, incluyendo las dos con las que he estado más estrechamente relacionado: la Universidad Macquarie y la Universidad de Sídney, en Australia.

Aunque sin duda hay muchos cristianos dedicados a esta subdisciplina de la historia antigua, en ella también trabajan muchos cristianos a medias, ex cristianos y expertos judíos (hay muchos eruditos que profesan esta religión), así como agnósticos y ateos confesos. Esto dificultad sobremanera que cualquiera que escriba y trabaje en este campo se salga con la suya si publica teología disfrazándola de historia, o dé prioridad a los documentos bíblicos antes que a los que no lo son, o afirme que podemos “demostrar” la mayoría de cosas que dice el Nuevo Testamento sobre Jesús.

Es posible que el proceso de revisión por pares (según el cual los expertos publican sus trabajos en diarios profesionales solo después de que los hayan verificado dos o más eruditos probados, independientes y anónimos) no sea infalible, pero sin duda filtra todo ensayo propagandístico. También reduce el riesgo de que surjan tesis fraudulentas, y hace que los eruditos sean conscientes en todo momento de las reglas del juego de la historia.

LOS INTERESES CREADOS

Al mismo tiempo, fuera de las universidades y en la calle, este tema está envuelto en tantas emociones e intereses creados que algunas personas no están dispuestas a aceptar ninguna declaración que apunte, aunque sea vagamente, en la dirección de la historicidad de Jesús. El otro día colgué en una red social una famosa afirmación sobre Jesús que hizo el gran Albert Einstein, y provocó una tremenda reacción por parte de mis amigos y seguidores escépticos.

El gran físico fue entrevistado en 1929 por el periodista George Viereck y, entre muchas otras cosas, este le hizo preguntas sobre algunos temas religiosos. Es bien sabido que Einstein despreciaba “la religión revelada” tachándola de pueril; ni siquiera le atraía el concepto de un Dios personal. Su postura religiosa consistía en poco más que en una difusa intuición de que más allá de las leyes naturales debía haber “algún espíritu infinitamente superior y dotado de raciocinio”. Me parece una conclusión justa.

Pero lo que molestó a mis amigos ateos fue la admiración que sentía Einstein por el personaje histórico (sí, personaje histórico) que figuraba en los Evangelios del Nuevo Testamento. Este es un extracto de la entrevista:

Viereck: ¿Hasta qué punto se ha visto influido por el cristianismo?

Einstein: De niño recibí instrucción tanto sobre la Biblia como sobre el Talmud. Soy judío, pero me siento cautivado por la figura luminosa del Nazareno.

Viereck: ¿Acepta la existencia histórica de Jesús?

Einstein: ¡Es incuestionable! Nadie puede leer los Evangelios sin sentir la presencia real de Jesús. Su personalidad late en cada palabra. No hay ningún mito que posea tanta vida. Qué diferente es, por ejemplo, la impresión que recibimos cuando leemos un relato de los héroes legendarios de la antigüedad, como Teseo. Teseo y otros héroes de su estilo carecen de la auténtica vitalidad de Jesús.2

La admiración que sentía Einstein por Jesús y su confianza en que Jesús era un personaje histórico suponen un agradable contraste frente al dogmatismo más reciente de los ateos que escriben libros superventas, y quizá este sea el motivo por el cual mis amigos escépticos de las redes sociales se resistieron tanto a aceptar que el gran físico llegase a pronunciar aquellas palabras tan halagadoras sobre el fundador del cristianismo.

Hubo algunos que, literalmente, me sugirieron que la entrevista misma de Viereck era un fraude, aunque (como les indiqué) aparece publicada en una de las revistas más leídas en Estados Unidos en el siglo XX.

Tuve que escarbar entre los archivos y publicar fotos de las páginas relevantes de la entrevista para que algunos se creyeran que Einstein concedió esa entrevista. Ni siquiera entonces sé si otras personas lo aceptaron o no. ¡Este es el poder que tienen nuestras preferencias para moldear nuestras creencias! Más adelante seguiremos hablando de este problema.

En parte, este libro es una arrojada defensa de la materia misma de la historia, además de ser (espero) una exposición imparcial sobre una vida histórica en concreto. Pregunto: “Jesús, ¿realidad o ficción?”, pero también “¿cómo y por qué funciona la historia como disciplina?”

Estudiaremos manuscritos antiguos y también métodos modernos. Examinaremos el papel de la “fe” o la “confianza” en todos los proyectos académicos, incluyendo la ciencia. También perfilaremos brevemente qué podemos decir confiadamente sobre personajes históricos como el emperador Tiberio, Poncio Pilato, el sumo sacerdote Caifás y, por supuesto, Jesús de Nazaret, todos los cuales coincidieron durante un periodo breve de sus vidas a finales de la segunda década y principios de la tercera de lo que llamamos el siglo primero.


1. Christopher Hitchens, God is Not Great: How Religion Poisons Everything (Twelve, 2007), pp.114-121. Traducido al español como Dios no es bueno: alegato contra la religión. (Editorial Debate, 2008).

2. “What Life Means to Einstein”, Saturday Evening Post, 26 de octubre de 1929.

Jesús ¿realidad o ficción?

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