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Introducción

El cardenal newman y su concepción de universidad

The Idea of a University (1852),5 del cardenal inglés John Henry Newman (1801-1890), es considerado un clásico sobre la educación universitaria. Pocos tratados en torno al tema de la educación superior han tenido tanto impacto en la concepción de la universidad moderna como esta obra. El autor, un reconocido académico y educador, amante de los clásicos y la historia, destacó asimismo por ser ensayista, novelista, poeta, filósofo y teólogo. No es raro entonces, que se le considere como uno de los intelectuales católicos más influyentes en el pensamiento del siglo xx. Parte importante de su legado intelectual y educacional quedó plasmado en este tratado, quizá el más célebre del autor.

Los escritos de Newman difícilmente se comprenden si no es a la luz de su historia personal. Como pastor de la Iglesia anglicana, reaccionó ante las malas prácticas y nociones religiosas confusas de sus días. Llevado por su afán de purificar la Iglesia anglicana de estas influencias nocivas, se volcó al estudio del cristianismo remontándose a sus mismos orígenes en el estudio de los Padres. Como resultado de su incesante búsqueda de la verdad y de su profunda oración, al final encontró respuesta a sus inquietudes en la Iglesia católica.

Tras su conversión al catolicismo, cesó su cargo de capellán en Oxford y se avocó a la fundación de la Universidad Católica de Dublín (hoy University College Dublin) encomendada por la Santa Sede a la jerarquía irlandesa. En 1852, con ocasión de su fundación y siendo rector de ella, pronunció una serie de conferencias en las que expuso su visión de la misión e identidad propia de una universidad católica.

Newman dictó sus discursos siendo ya un hombre maduro y con una sólida trayectoria académica. Se dirigía a una audiencia del mundo intelectual en una época de gran confusión teológica y expansión de fuertes corrientes ideológicas (racionalismo, laicismo y secularismo, utilitarismo, cientificismo), que planteaban grandes desafíos a los católicos. En sus discursos, acusa una crisis de pensamiento en las universidades británicas a causa del enfoque utilitarista reinante, dominado por la técnica, la experimentación y aplicación práctica del conocimiento. En plena revolución industrial, la universidad se tornaba altamente profesionalizante, con el consiguiente descuido de los conocimientos que trascendieran lo puramente utilitario. Ante estos retos que se imponían a la universidad del siglo xix, el nuevo rector ofrece orientaciones para hacer frente a los desafíos emergentes y previene al mundo académico del riesgo de una educación basada solo en la utilidad y la especialización que limitaba la formación integral de los estudiantes. Dentro de este marco, abogaba por una universidad donde se enseñara lo que él denominaba “conocimiento universal”, que abarcara todas la ramas del saber a fin de desarrollar una “cultura intelectual” que proporcionara una educación amplia para formar las mentes de los alumnos, más que proveerlos de títulos profesionales.

A lo largo de sus discursos aborda temas claves de la noción de universidad y de la formación que esta debía impartir, tales como: su ordenación al saber universal y a la verdad; el lugar de la teología en el currículo y su relación con las demás ciencias; el valor del conocimiento como un fin en sí mismo; la unidad de todas las ramas del saber como un todo; el carácter de comunidad académica; el rol de las artes liberales, la literatura y la cultura humanista, entre otros. A diferencia de la postura de los católicos de su tiempo, Newman argumentaba que una universidad católica debía estar abierta a todas las disciplinas y exhortaba a no descartar ni temer a ningún tipo de conocimiento. Invitaba al mundo culto de sus días a buscar la verdad sin miedo en todas las ramas del saber, argumentando que todo lo humano, en su propio lugar, de manera natural conduciría a la verdad. Recordaba que la misma Iglesia “siempre ha hecho uso de toda verdad y sabiduría que ha visto en las enseñanzas de otros”,6 incluso la de los no creyentes. Convencido de la postura abierta de la Iglesia afirmaba que ella se “regocija en el más amplio y filosófico de todos los sistemas de educación intelectual, pues está íntimamente convencida de que la Verdad es su auténtica aliada”.7 Recordaba a su audiencia que ella no ha temido nunca a ningún área de estudio, puesto que entiende que todas amplían los horizontes de la razón humana.

Su proyecto educativo proponía una visión inclusiva del saber, en la cual todas las disciplinas se enriquecían de forma mutua y contribuían a la totalidad y unidad del círculo del conocimiento. Sostenía que una educación así concebida entregaba las herramientas para una comprensión integral de la realidad, que permitía ver con claridad el todo y a la vez cada una de las partes en su verdadero lugar y dimensión.8

Dentro de este enfoque holístico, explicaba que la omisión de una disciplina dejaría un vacío que causaría una visión incompleta y deformada de la realidad. Con esto prevenía que cualquier forma de reduccionismo en la explicación de la verdad a una ciencia específica o campo parcial era una contradicción con la idea misma de universidad.

Sin duda, uno de los puntos más innovadores del pensamiento de Newman es el valor que otorgaba al conocimiento como un fin en sí mismo –independiente de su aplicación–, lo que representaba un abierto desafío en un contexto utilitarista. Fundaba esta osada afirmación en el principio que tanto el conocimiento que se adquiría como las virtudes intelectuales que se desarrollaban en el proceso eran bienes intrínsecos.

Exponía que la misión de la educación universitaria debía proporcionar capacidades y habilidades que permitiera a los jóvenes a discernir, juzgar, pensar, contemplar y admirar. Para él esta preparación intelectual se alcanzaba por medio de lo que denominaba educación liberal, la que en su tratado define como “un hábito de la mente que dura toda la vida, cuyos atributos son la libertad, la equidad, la calma, la moderación y la sabiduría, o lo que en otro discurso he llamado un hábito filosófico”.9 En esto veía la auténtica utilidad de la universidad. Esto no quiere decir que Newman rechazara la idea de utilidad. Para él el problema surgía cuando la enseñanza universitaria se reducía únicamente a la transmisión de información útil para el ejercicio profesional.

La teología en el currículum universitario

Newman consideraba que el verdadero objetivo de una universidad solo se podía alcanzar si se ubicaba la teología al centro del currículo, ya que ella por su objeto –el estudio de Dios10– era la más alta de las ciencias y que como tal, se relacionaba y aunaba a todas las demás. Lo explicaba diciendo: “La verdad religiosa no es una parte, sino una condición general del conocimiento”.11 Su planteamiento era que lo humano y lo divino estaban implicados mutuamente; que se podían y debían distinguir, pero no separar; menos aún afirmar lo uno en desmedro de lo otro. La comprensión global de la que gozaba le hacía entender que no se podía dividir el conocimiento en humano y divino, en secular y religioso, sin referir el uno al otro.

En su planteamiento, el reconocimiento de Dios y de la teología no implicaba una amenaza para el conocimiento humano y secular, para las ciencias de la naturaleza. Muy por el contrario la teología ejercía una influencia sustancial sobre todas las demás ciencias, “completándolas y corrigiéndolas, ya que al ser la ciencia de la Verdad, no puede ser omitida sin perjudicar la enseñanza de las otras”.12 Con esto, Newman ponía el gran desafío en el estudio y la comprensión de la realidad de todo lo creado, y el sentido trascendente de esta tarea como un camino de la búsqueda de Dios.

Actualidad de su pensamiento

Newman fue un idealista, un visionario. Es certero asegurar que cuando dictó sus conferencias en Dublín, no imaginó que sus reflexiones llegarían a una audiencia tan lejana, temporal y geográficamente, como la Pontificia Universidad Católica de Chile, en 2015. Como tampoco se habrá figurado que estas se tornarían en un referente para la reflexión sobre la educación superior, incluso para instituciones cuyas posturas filosóficas y religiosas difieren de manera considerable de la orientación católica.

Lo más notable de su pensamiento es su actualidad. Su visión de universidad, en parte conservadora, forjada por sus estudios clásicos en Oxford, fue también demasiado moderna para sus tiempos y su propuesta fue incomprendida por sus contemporáneos. No obstante, vino a ser apreciado un siglo más tarde. Muchos de los temas abordados entonces fueron recogidos por San Juan Pablo II en la constitución apostólica Ex Corde Ecclesiae (1990)13 en la que señala el rumbo e identidad de una universidad que sea católica. Citando a Newman, el Papa destaca aspectos claves de su Idea, tales como formar las mentes en la libertad y la sabiduría, aspirar a una síntesis más elevada del conocimiento, y consagrarse a la causa de la Verdad.14

Se puede decir que The Idea of a University constituye su herencia en el ámbito de la cultura. En ella advirtió a sus contemporáneos sobre los posibles desvíos que en la posmodernidad vemos difundidos con creces. A la vez, anticipó una mirada a la institución universitaria que hoy resuena sorprendentemente familiar. Muchas de las nociones que introdujo entonces, hoy, en el siglo xxi, están al centro de la discusión sobre el fin de la universidad moderna. Así podemos entrever algunas de ellas, aunque estas sean tratadas hoy con una nueva terminología. Por mencionar algunas podemos decir que:

La interacción e interdependencia de las ramas del saber en el estudio de los fenómenos donde cada uno hace una contribución desde su disciplina, alude a lo que hoy en día llamamos multidisciplinariedad.

El pensamiento filosófico, referido a la capacidad de pensar y juzgar por sí mismo a fin de formarse ideas propias, se asemeja al pensamiento crítico.

La formación en virtudes humanas y sociales, o los buenos hábitos que caracterizan al gentleman,15 evoca a lo que hoy denominaríamos habilidades blandas.

La visión general y acabada de los temas, identificando el todo y la vez cada parte de la realidad en su verdadera dimensión y sus relaciones entre ellas, se acerca a una visión holística de la realidad.

El fin práctico de la educación universitaria como la preparación en el arte de la vida social para formar buenos miembros de la sociedad, capaces de desenvolverse en el mundo, se asemeja a nuestro desarrollo de competencias.

El aprendizaje en comunidad como parte del proceso educativo en el cual los estudiantes aprenden los unos de los otros compartiendo sus conocimientos, se relaciona con lo que ahora designaríamos como aprendizaje colaborativo por medio de trabajo en equipo.

El desarrollo de una mente que ve las cosas de modo distinto y enfoca la comprensión de la realidad desde su perspectiva, sugiere una forma de pensamiento divergente.

El cultivo de las actividades mentales de “comprensión”, de “especulación y pensamiento original” y el “hábito de remontarse a los primeros principios de las cosas”, es lo que ahora llamaríamos habilidades cognitivas de orden superior.

El modelo del estudiante que ha recibido esta formación para ser un profesional cristiano comprometido, buen miembro de la sociedad para el servicio de ella, sería nuestro perfil del egresado.

La educación del intelecto para razonar bien en todo asunto, de manera que pueda dirigirse al bien y a la verdad íntegra, resuena en lo que hoy se entendería como la relación entre virtudes intelectuales y morales.

Igualmente se podría argumentar a favor de muchas otras nociones afines que llamamos modernas, pero parecen ser menos originales de lo que creemos en la actualidad.

Sobre el estilo de la obra y su traducción

La lectura del texto original no es tarea fácil. Es un tratado extenso y denso, escrito en una prosa reconocidamente compleja, conforme a la retórica erudita de la época. Esta favorece las oraciones largas y complicadas que se caracterizan por múltiples frases coordinadas, la abundancia de cláusulas relativas subordinadas, insertas de manera reiterada unas dentro de otras. A esto se suma una gran riqueza léxica que comprende términos poco frecuentes y un profuso uso de sinónimos para denotar una misma entidad o cualidad.

A pesar de que los textos fueron editados por el mismo autor antes de su publicación, estos fueron escritos para exponerlos oralmente y todavía acusan algunas de esas características de la oralidad, en especial por las referencias a la audiencia. Se dirige a ella por medio de un discurso dialógico formulado en base a la argumentación y contra argumentación y rico en preguntas retóricas. El uso de estos recursos lingüísticos en su discurso, acompañados de la fuerza del orador, debe haber causado un fuerte impacto en sus oyentes, pero no logran el mismo efecto en forma escrita, sino más bien por el contrario, dificultan su lectura.

Algo propio de sus discursos es la repetición. Reitera una y otra vez las ideas centrales, ya sean parafraseadas o a menudo con las mismas palabras. La explicación radica en que Newman recapitulaba los puntos de los discursos previos, que se distanciaban en el tiempo, para reciclar esas ideas y conectarlas con las nuevas. Este recurso puede hacer tediosa la lectura para quien lo lee en forma continuada. En este caso, a modo de alivianar esta traducción, muchas de estas repeticiones fueron omitidas, pero aun así se percibe esta nota distintiva.

Una de las causas de la dificultad del tratado son las numerosas alusiones ligadas al contexto en que los discursos fueron concebidos: personas, lugares y controversia del momento. Por medio de estas menciones, Newman hacía frente a polémicas de sus días y respondía a críticas y acusaciones de las que fue objeto. Estas referencias se dan en extensas citas y digresiones que ocupan largas secciones del escrito y pueden confundir al lector moderno no familiarizado con esas circunstancias. Por lo mismo algunas fueron omitidas o reseñadas genéricamente a modo de enfocarse en las ideas que el autor deriva de esas situaciones puntuales.

Por todo lo anterior la edición implicó un recorte no menor para extraer las ideas principales. Esta consistió en la revisión, parafraseo o reformulación de muchas oraciones, la reestructuración de la mayoría de los párrafos del texto, la lamentable eliminación de ideas secundarias, la elisión de las referencias culturales o contextuales ya mencionadas, entre otras. Dado que el objetivo era favorecer el contenido por sobre el estilo, se sacrificaron aspectos de su retórica que le dan un especial encanto al texto, tales como comentarios agudos e irónicos –propios del humor flemático inglés– y un discurso directo, que hoy sería tildado de políticamente incorrecto.

Claramente, la pérdida es grande: el estilo de Newman es uno de los más distinguidos de la prosa británica del siglo xix, pero basados en palabras del mismo en el prefacio de su libro, el objetivo del texto no era servir como una pieza de museo de un estilo particular, sino propagar ideas que serían, y han probado ser, claves en el desarrollo de la educación superior católica.

En términos más formales, la traducción respetó las divisiones internas de cada discurso e intentó mantener el uso de las cursivas y comillas del original, dentro de lo que la edición permitió y de la irregularidad en su uso, a veces incluso en un mismo párrafo. Esta arbitrariedad se observa con mayor claridad en ciertos términos que resalta por estos medios para indicar que él les otorga un sentido especial, distinto y en gran medida propio pero sin proporcionar una definición o explicación de lo que él entiende por ellos. La significación que él les asigna se comprende a lo largo de su trabajo a medida que los va desarrollando, pero aún así, con frecuencia se refiere a estas mismas nociones con nombres distintos a los empleados previamente lo que es causa cierta confusión.16

Cabe mencionar si que el texto se escribió según las nuevas normas ortográficas de la Academia Española de la Lengua (2010), que elimina algunos tildes y pone en minúsculas cargos, títulos, disciplinas, carreras, conceptos y nombres comunes de denominaciones que en inglés van normalmente con Mayúscula inicial. Sin embargo, se procuró mantener en Mayúsculas las denominaciones referidas a Dios, aunque en su tratado el mismo Newman no es siempre consistente al uso de ellas.

Con todas las modificaciones y recortes mencionados, el resultado de la edición fue un poco más de un tercio del texto original. Sin embargo, estas se hicieron con el esfuerzo de no excluir ninguna de sus ideas centrales como se aprecia en las páginas que sigue.

Propósito de la traducción

Pese a la notabilidad de su persona y de su obra, este autor inglés es aún poco conocido en el mundo de habla hispana. El contundente contenido académico de sus escritos, puede hoy contribuir a enriquecer el sistema educativo, de tal modo que se valore la adquisición del conocimiento como un fin que contribuye al desarrollo del pensamiento sin que necesariamente proporcione una recompensa inmediata de este arte.

Sus ideas de avanzada para la época, poco comprendida entonces pero tan evidente hoy, le causaron grandes incomprensiones por quienes no entendieron su concepción de vanguardia e incluso por los mismos que le habían asignado la tarea de la fundación de la universidad de Dublín. Sin embargo, han trascendido y la entendemos ahora cuando discutimos muchos de los temas abordados por Newman, que conservan una sorprendente vigencia en nuestros días, tal como en el momento de su publicación. A pesar de la brecha de 150 años que nos separan, numerosas temáticas tratadas en sus discursos resuenan aún con pleno vigor. Si bien su noción de universidad era en esencia católica, la mayoría de los puntos con que argumenta son de aplicación universal, como ha demostrado el respeto y reconocimiento de esta obra en muy variados contextos universitarios

Newman, insaciable buscador de la verdad y fiel seguidor de la conciencia, no se dejó disuadir por las muchas dificultades que encontró su novedoso planteamiento. Desde su santidad y lucidez intelectual, excedió las aspiraciones académicas de su tiempo y con sus cualidades y sobresaliente categoría, fue mas allá de la mera actividad académica, la que puso al servicio de una realidad aún más sublime: la búsqueda de Dios.

La idea de una universidad

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