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INTRODUCCIÓN

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Donde crece el fruto de la aflicción

Tres clases de frutos

Las aflicciones de John Bunyan nos dieron El progreso del peregrino. Las aflicciones de William Cowper nos dieron “Hay un precioso manantial” y “God Moves in a Mysterious Way [Dios se mueve de manera misteriosa]”. Y las aflicciones de David Brainerd nos dieron un Diario publicado que ha movilizado a más misioneros que cualquier otra obra similar. El horno del sufrimiento produjo el oro de la guía y la inspiración para vivir la vida cristiana, adorar al Dios cristiano y difundir el evangelio cristiano.

Existe cierta ironía en el fruto de estas aflicciones. El confinamiento de Bunyan le enseñó el camino peregrino de la libertad cristiana. La enfermedad mental de Cowper produjo una dulce música de la mente para las almas atribuladas. La ardiente miseria de aislamiento y enfermedad de Brainerd explotó en misiones globales más allá de toda imaginación. La ironía y desproporción son maneras de actuar propias de Dios. Nos mantiene fuera de balance con Sus impredecibles conexiones. Creemos que sabemos cómo hacer algo grande, y Dios lo hace pequeño. Pensamos que todo lo que tenemos es débil y pequeño, y Dios lo hace grande. La estéril Sarah da a luz al hijo de la promesa. Los 300 hombres de Gedeón derrotan a 100 000 madianitas. Una honda en la mano de un pastorcillo derriba al gigante. Una virgen concibe al Hijo de Dios. Los cinco panes de un muchacho alimentan a miles. La violación de la justicia, la envilecida conveniencia política y una tortura criminal en una horrible cruz se convierten en el fundamento para la salvación del mundo.

Esta es la forma de actuar de Dios –quitar todas las jactancias del hombre y ponerlas en Dios. “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia… para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Corintios 1:26-29, 31).

No es sorprendente (1 Pedro 4:12), por lo tanto, que el sufrimiento encaje dentro del diseño de Dios en maneras que a veces nos desconciertan y nos ponen a prueba hasta el límite. El desconcierto y la prueba son parte del diseño: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:2-4).

¿Diseña Dios el sufrimiento para Sus hijos?

Pero muchos tropiezan con la palabra diseño. ¿Sería el sufrimiento el diseño de Dios? ¿Podemos hablar de esa manera? ¿O deberíamos hablar de Dios trabajando con lo que se le ha dado? En otras palabras, ¿Dios supervisa y maneja los asuntos del mundo de manera que podemos hablar del sufrimiento como Su voluntad y Su designio, o Él maneja el mundo, más bien, como un jugador de ajedrez que no decide cuáles son los movimientos de Su contrincante, pero siempre puede controlarlos y convertirlos en bien? ¿Planifica Dios el lugar del sufrimiento en la vida de Sus hijos con buenos fines, o está Él siempre en la posición de responder al dolor que otras fuerzas le dan para utilizar?

Todos los cisnes en este libro cantan al unísono sobre esta pregunta. Dios gobierna el mundo y todo lo que sucede en él, con propósito y diseño para el bien de aquellos que le aman. Esta fue la última lección que Job aprendió de todo su sufrimiento: “Respondió Job a Jehová y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti” (Job 42:1-2). Satanás puede desempeñar su papel perverso en el drama y llevarse a los hijos de Job y herirlo con sarna de pies a cabeza, pero Job no le dará a Satanás la eminencia como causa primera de todo. Esto solo le pertenece a Dios, incluso si no podemos entenderlo por completo. Cuando los diez hijos de Job murieron aplastados, él “se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:20-21). A esta increíble confesión de que Dios se había llevado a sus hijos, el autor del libro responde con confirmación: “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:22). Del mismo modo, incluso cuando el texto dice explícitamente que “Satanás… hirió a Job con una sarna maligna”, la respuesta de Job fue, “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?”. Y nuevamente el autor endosa la teología de Job con las palabras, “En todo esto no pecó Job con sus labios” ( Job 2:7, 10).

Este es el mensaje uniforme de la Biblia, sea que estemos hablando del sufrimiento que proviene de la enfermedad12 o del procedente de la calamidad13 o de persecución14: “[Dios] hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios 1:11). Dios tiene un propósito bueno y sabio en todo lo que sucede15. Desde la mañana hasta la noche, sobre todas las situaciones de nuestras vidas, debemos decir: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (Santiago 4:15). ¿Por qué? Porque Dios dice, “Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:10). “Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; mas el consejo de Jehová permanecerá” (Proverbios 19:21). “El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos” (Proverbios 16:9). “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre” (Mateo 10:29). “Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina” (Proverbios 21:1). “La suerte se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de ella” (Proverbios 16:33).

Voces opuestas

Sin embargo, hay quienes no están de acuerdo. Hay liberales anticuados que dicen: “Creo que el dolor y el sufrimiento nunca son la voluntad de Dios para Sus hijos… No puedo concebir que sea la voluntad de Dios que alguien sea atropellado por un conductor bajo la influencia del alcohol, o que una joven madre muera de leucemia, o que alguien en su mejor momento de juventud deba enfrentar la creciente impotencia de la arteriosclerosis”16.

Y luego están los “teístas abiertos”17 de hoy en día quienes dicen: “Dios no tiene un propósito divino específico para todas y cada una de las apariciones del mal… Cuando un niño de dos meses contrae un incurable y doloroso cáncer de huesos que significa sufrimiento y muerte, es un mal sin sentido. El Holocausto es un mal sin sentido. La violación y el desmembramiento de una niña es un mal sin sentido. El accidente que causó la muerte de mi hermano fue una tragedia. Dios no tiene un propósito específico en mente para estas ocurrencias”18. “Cuando un individuo inflige dolor a otro individuo, no creo que podamos ir en busca del ‘propósito de Dios’ en ese suceso… Sé que los cristianos con frecuencia hablan sobre ‘el propósito de Dios’ en medio de una tragedia causada por alguien más… Pero considero esto simplemente como una manera de pensar piadosamente confusa”19. “Ni Jesús ni Sus discípulos asumieron que tenía que haber un propósito divino detrás de todos los eventos en la historia… La Biblia no supone que cada mal en particular tenga un propósito piadoso particular detrás de él”20.

“Más Dios lo encaminó a bien”

Y luego está la Biblia misma con Su rotunda afirmación sobre cada mal perpetrado contra el pueblo de Dios: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Génesis 50:20). Esto es lo que José les dijo a sus hermanos quienes habían pecado contra él al venderlo como esclavo y mentirle a su padre Jacob. Lo que él dice no es simplemente que Dios cambió este mal para bien después de que sucedió, sino que Dios lo pensó (utilizando en hebreo el mismo verbo que se usó al hablar de la intención de sus hermanos) para bien. Esto es confirmado en Génesis 45:7, donde José dice: “Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra”. De hecho, en siglos posteriores, el pueblo de Israel celebró precisamente este diseño soberano de Dios en las tribulaciones de José, junto con la convicción de que Dios planeó traer el hambre que hizo tan necesaria la presencia de José en Egipto, y la convicción de que Dios probó a José con dificultades severas:

[Dios] Trajo hambre sobre la tierra,

Y quebrantó todo sustento de pan.

Envió un varón delante de ellos;

A José, que fue vendido por siervo.

Afligieron sus pies con grillos;

En cárcel fue puesta su persona.

Hasta la hora que se cumplió Su palabra,

El dicho de Jehová le probó.

Salmo 105:16-19

Lo que dicen los cisnes que sufren

Y luego están los cisnes que sufrieron. Para John Bunyan, William Cowper y David Brainerd, el propósito amoroso de Dios en el dolor fue una de las verdades más preciosas en la Biblia y una de las experiencias más poderosas de sus vidas. Cowper lo expresó en uno de sus himnos más famosos. Observa especialmente las líneas, “Él atesora Sus resplandecientes designios” y “Detrás de una ceñuda providencia”, y “Sus propósitos pronto madurarán” y “Y escudriña Su obra en vano”. Cada una de estas líneas apunta a la convicción profunda y llena de esperanza de que Dios tiene “designios” y “propósitos” en Su dolorosa “providencia” y enigmática “obra”.

En lo profundo de minas insondables

Hechas con una habilidad que nunca falla,

Atesora Sus resplandecientes designios

Y obra Su soberana voluntad.

No juzguen al Señor con sus débiles sentidos,

Sino confíen en Él por Su gracia;

Detrás de una ceñuda providencia

Él esconde un rostro sonriente.

Sus propósitos pronto madurarán,

Revelándose hora tras hora;

El capullo podrá tener un amargo sabor,

Pero dulce va a ser la flor.

La incredulidad ciega yerra con toda seguridad,

Y escudriña Su obra en vano;

Dios es Su propio intérprete,

Y es Él quien nos lo explicará todo21.

David Brainerd compartía la confianza de Cowper en que Dios gobernaba todo lo que le sucedía. Esto despertó en él lo que llamó una “dulce resignación” en todos sus extraordinarios sufrimientos con la tuberculosis y soledad y peligros y toda clase de privaciones lejos de la civilización. Escribió en su diario el domingo 10 de marzo de 1744: “Mi alma estaba dulcemente resignada a lo que Dios dispusiera de mí, en todos los aspectos; y vi que nada me había sucedido que no fuera lo mejor para mí”22. Incluso las desilusiones de ministrar en una condición espiritual “seca y estéril” las vio como algo dentro de los designios del cuidado de su Padre:

Le agradó a Dios dejar que yo estuviera muy seco y estéril; tanto que no recuerdo haber sido enderezado de tal forma durante los últimos doce meses seguidos. Dios es justo, y Él ha hecho que mi alma acepte Su voluntad en este aspecto. Es contrario a la “carne y sangre” estar alejado de toda libertad en medio de un amplio auditorio [audiencia], donde las expectativas son muy altas; pero así eran las cosas conmigo: y Dios me ayudó a decir “Amén” a ello; buena es la voluntad del Señor23.

Si alguien comienza a preguntarse si tal sumisión a la voluntad soberana de Dios sobre todas las cosas produciría un fatalismo pasivo, todo lo que tiene que hacer es mirar honestamente la vida de Brainerd. Produjo lo opuesto. Él fue facultado para seguir adelante contra inmensos obstáculos con la confianza de que Dios estaba obrando a su favor en cada prueba. “Esto, por medio de la gracia, puedo decir en el presente, con respecto a la vida o la muerte: ‘Que el Señor haga conmigo como bien le parezca’”24.

El contexto del Antiguo Testamento para esa última cita confirma el efecto de empoderamiento y liberación de creer en la soberanía triunfante de Dios sobre las batallas de la vida. Joab y su hermano Abisai, con el ejército de Israel, estaban armados contra los sirios y los amonitas. El resultado parecía precario. Entonces Joab le dijo a su hermano: “Si los sirios fueren más fuertes que yo, tú me ayudarás; y si los amonitas fueren más fuertes que tú, yo te ayudaré. Esfuérzate, y esforcémonos por nuestro pueblo, y por las ciudades de nuestro Dios; y haga Jehová lo que bien le parezca” (1 Crónicas 19:12-13). El Señor tenía el control del resultado. Pero esto no paralizó a Joab con fatalismo; lo fortaleció con esperanza. Pase lo que pase –derrota o victoria– el Señor tiene el control y tiene Sus “brillantes designios”. Incluso si el “capullo” sangriento de la batalla resulta tener un sabor amargo, “dulce” será la “flor” del diseño de Dios.

El consejo de Bunyan para los que sufren

John Bunyan escribió más sobre el sufrimiento y lo fructífero de la aflicción que Cowper o Brainerd. Él fue aún más explícito en que hay un propósito y diseño divino en el sufrimiento para el bien de los hijos de Dios y para la gloria de Su nombre. El gran Progreso del peregrino, como dijo George Whitefield, “huele a prisión”. Nació en el sufrimiento, y retrata la vida cristiana como una vida de aflicción. Pero Bunyan veía que su encarcelamiento no era más que lo que Dios había diseñado para él: “Así que, habiendo sido entregado en manos del carcelero, convirtieron la prisión en mi hogar, y he permanecido allí doce años completos, en espera de ver lo que Dios va a soportar que esos hombres me hagan”25.

La fuente más rica de enseñanzas sobre el sufrimiento en los escritos de Bunyan es un libro que escribió para su propia congregación titulado Seasonable Counsel, or Advice to Sufferers [Consejo a tiempo, o ayuda a los sufrientes]26. Apareció en 1684 justo antes de los “Juicios Sangrientos”27. La necesidad de este “consejo a tiempo” no era teórica. Algunos de sus feligreses ya habían sido encarcelados con él. La amenaza era tan real nuevamente que Bunyan transfirió todas sus posesiones a su esposa Elizabeth ante la posibilidad de que fuera encarcelado y obligado a pagar multas que le quitarían todas sus posesiones28. No fue una exageración cuando Bunyan escribió: “Ciertamente, nuestros días han sido días de tribulación, en especial desde que se descubrió el complot papista, porque entonces comenzamos a temer que nos degollaran, que nos quemaran en nuestras camas y que destrozaran a nuestros hijos delante de nuestros rostros”29.

Entonces, ¿qué le diría él a su pueblo para prepararlos ante la probabilidad de sufrir por Cristo? ¿Diría, con el liberal anticuado, “creo que el dolor y el sufrimiento nunca son la voluntad de Dios para Sus hijos”? ¿Diría él con el teísta abierto de hoy en día, “los cristianos con frecuencia hablan sobre ‘el propósito de Dios’ en medio de una tragedia causada por alguien más… pero esto lo considero simplemente como una manera confusa de pensar piadosamente”? No, esto habría sido bíblica y pastoralmente impensable para John Bunyan, cuya sangre era “bíblica”30.

El texto se basa en, 1 Pedro 4:19: “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien”. Entonces él explica este texto, haciendo las siguientes observaciones:

No es lo que quieran los enemigos, ni lo que ellos hayan decidido, lo que va a suceder, sino lo que Dios quiera, y lo que Dios disponga, eso será hecho… Y así como ningún enemigo puede hacer sufrir a un hombre cuando la voluntad de Dios es otra, de igual manera, ningún hombre se puede salvar a sí mismo de sus manos cuando Dios lo entregue a ellas para Su gloria… Sufriremos o no, según le plazca a Él… Dios ha dispuesto quién ha de sufrir. El sufrimiento no viene por casualidad, ni por la voluntad del ser humano, sino por voluntad y designio de Dios31.

Él continúa diciendo que Dios ha designado no solo quién ha de sufrir sino también cuándo, dónde, de qué manera, por cuánto tiempo y por qué verdad sufrirá32.

“El garfio de Dios está en su nariz”

Si ha habido pastores serios y amorosos en la historia de la iglesia quienes en tiempos de gran persecución han señalado a su pueblo a un Dios que no tiene control ni propósito en su sufrimiento, no lo sé. Pero tal consejo habría sido visto como falso y falto de amor por Bunyan, Cowper y Brainerd. Ellos conocían a otro Dios y vivían con una confianza diferente. Bunyan resumió así la participación de Dios en las persecuciones de Su pueblo:

Todos los caminos de los perseguidores son de Dios. Daniel 5:23. Por consiguiente, así como deberíamos, al mismo tiempo no deberíamos, tener temor de los hombres: les deberíamos tener temor porque nos van dañar, pero no les deberíamos tener temor como si se les hubiera dejado sueltos para que nos hicieran, e hicieran con nosotros, lo que les pareciera. La brida de Dios está sobre ellos, el garfio de Dios está en su nariz: sí, y Dios ha determinado los límites de Su ira, y si les permite llevar a Su iglesia al mar de la tribulación, no va a ser sino hasta el cuello, y hasta donde Él permita, y sin ser ahogados. 2 Reyes 19:28; Isaías 37:29; 8:7-8. Lo que sostengo es que el Señor los tiene bajo Su control y les da órdenes; en ningún momento se pueden lanzar contra Su pueblo sino con Su permiso y compasión en cuanto a lo lejos que pueden ir, y dónde se deben detener33.

Esta sólida visión del dominio de Dios sobre Sus enemigos es el fundamento del consuelo de Bunyan mientras ministra a su pueblo:

En pocas palabras, he hablado de todo esto… para mostrarles que nuestros sufrimientos son ordenados y dispuestos por Él, de manera que puedan siempre, cuando se vean metidos en tribulaciones por causa de Su nombre, no vacilar ni sentirse desorientados, sino mantenerse firmes, compuestos y resueltos en sus mentes, y decir, ‘Hágase la voluntad del Señor’. Hechos 21:14 … Por consiguiente, con cuánta bondad nos trata Dios cuando decide afligirnos por un poco de tiempo, para poder tener misericordia de nosotros con una bondad eterna. Isaías 54:7-834.

“Me dará lo que es mejor”

Esta es la visión de la bondad soberana y misteriosa de Dios que ha sostenido a los cristianos en cada siglo y en todas partes del mundo. Es la visión que subyace en decenas de himnos que el pueblo de Dios ha cantado a través de muchas tormentas. De hecho, los grandes himnos generalmente provienen de la experiencia del sufrimiento y demuestran por su existencia la verdad de su mensaje–que las aflicciones dan fruto para el pueblo de Dios. Los ejemplos no solo provienen de William Cowper, sino también de otros.

Karolina Wilhelmina Sandell-Berg (Lina Sandell) “era la hija de Jonas Sandell, pastor de la iglesia luterana en Fröderyd, Suecia. A la edad de veintiséis años, acompañó a su padre en un viaje en barco a Gotemburgo, durante el cual él cayó por la borda y se ahogó ante sus ojos. La tragedia afectó profundamente a Lina y la inspiró a escribir himnos”35; uno de los más conocidos es “Día en día”.

Día en día Cristo está conmigo,

Me consuela en el medio del dolor.

Pues confiando en Su poder eterno,

No me afano ni me da temor.

Sobrepuja todo entendimiento

La perfecta luz del Salvador.

En Su amor tan grande e infinito

Siempre me dará lo que es mejor.

Esta es la misma visión de la bondad soberana de Dios que encontramos en Seasonable Counsel [Consejo a tiempo] de Bunyan. Nuestro Dios es bondadoso más allá de toda medida. “En Su amor tan grande e infinito” cada día nos “dará lo que es mejor”. Con Su poder eterno y amorosamente distribuido nos “consuela en medio del dolor”. La verdad y la belleza de este himno fue el fruto de la aflicción y continúa ayudándonos a tenerlo todo “por sumo gozo” (Santiago 1:2) para que la aflicción de nuestras propias vidas pueda dar “fruto apacible de justicia” (Hebreos 12:11).

Bautista, anglicano, congregacionalista:

Todos justificados por medio de la fe

El sufrimiento de la persecución no fue otorgado igualmente a John Bunyan, William Cowper y David Brainerd. Sin embargo, hubo otra forma de aflicción que une a estos tres, y todos apreciaban el remedio, a pesar de que dio frutos muy diferentes en sus vidas. La aflicción fue la terrible agitación mental y oscuridad de la culpa delante Dios, y el remedio para ello fue la gran verdad bíblica de la justificación por gracia únicamente a través de la fe. Bunyan era bautista, Cowper anglicano y Brainerd congregacionalista. Una de las grandes misericordias de Dios es que, en sus tiempos, la doctrina de la justificación era clara y común para todos ellos.

“Entonces sí que cayeron las cadenas de mis piernas”

La Segunda confesión de Londres fue forjada por bautistas en la época de Bunyan y fue publicada en su forma final en 1689, el año después de su muerte. Construida sobre la Confesión de fe de Westminster, fue totalmente clara con respecto a la justificación.

A quienes Dios llama eficazmente, también justifica gratuitamente, no infundiéndoles justicia y rectitud sino perdonándoles sus pecados, y considerando y aceptando sus personas como justas; no por nada que hay en ellos o hecho por ellos, sino solamente por causa de Cristo; no imputándoles la fe misma, ni la acción de creer, ni ninguna otra obediencia evangélica como justicia; sino imputándoles la obediencia activa de Cristo a toda la ley y Su obediencia pasiva en Su muerte para la completa y única justicia de ellos por la fe, la cual tienen no de sí mismos; es don de Dios.

La fe que así recibe a Cristo y confía en Él y en Su justicia es el único instrumento de la justificación; sin embargo, no está sola en la persona justificada, sino que siempre va acompañada por todas las demás virtudes salvadoras, y no es una fe muerta sino que obra por el amor36.

Esta fue la verdad que rescató a Bunyan de los terrores de sentirse irremediablemente condenado. “Oh, nadie conoce los terrores de esos días, excepto yo”37. Luego vino lo que parecía ser el momento decisivo.

Un día, mientras entraba al campo… esta frase cayó sobre mi alma. Tu justicia está en el cielo. Y pienso que además vi con los ojos de mi alma a Jesucristo a la diestra de Dios; allí, digo, estaba mi justicia; de manera que dondequiera que estuviera, o hiciera lo que hiciera, Dios no podría decir de mí: él carece de mi justicia, porque la tenía justo delante de Él. También vi, además, que no era mi buen corazón el que haría mejor mi justicia, ni tampoco mi mal estado de ánimo el que la hacía peor, porque mi justicia era el propio Jesucristo, “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”, Hebreos 13:8. Entonces sí que cayeron las cadenas de mis piernas. Fui liberado de mis aflicciones y mis hierros… Ahora también me volví a casa regocijándome por la gracia y el amor de Dios38.

“Creo que habría muerto con gratitud y gozo”

El fundamento sólido de Los treinta y nueve artículos de religión de la iglesia de Inglaterra (formulados en 1571) había existido por casi 150 años cuando William Cowper, el anglicano, experimentó el poder de su verdad sobre la justificación. El artículo 11, “Sobre la justificación del hombre”, dice:

Ante los ojos de Dios somos estimados como justos pero sólo por el mérito de nuestro Señor y Salvador Jesucristo por medio de la fe y no por nuestras propias obras o merecimientos. Por lo cual el hecho de que estamos justificados por la fe es sólo una doctrina muy benévola y reconfortante…39.

Ciertamente era consuelo para el joven Cowper que había sido enviado a un manicomio por su depresión suicida. Allí, un hombre de Dios le presentó las verdades del evangelio una y otra vez. lentamente, Cowper comenzó a sentir algo de esperanza. Un día abrió la Biblia al azar, y el primer versículo que vio fue Romanos 3:25, “A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”. Él marca su conversión a partir de este momento, porque, como él dice,

De inmediato recibí la fortaleza necesaria para creerlo, y los rayos del Sol de Justicia resplandecieron sobre mí. Vi la suficiencia de la expiación hecha por Él, mi perdón sellado en Su sangre, y la plenitud y totalidad de Su justificación. En un instante creí, y recibí el Evangelio… Si no me hubiera sostenido el brazo del Todopoderoso, creo que habría muerto con gratitud y gozo. Se me llenaron los ojos de lágrimas, y mi voz quedó entrecortada por la gran emoción que sentía; lo único que pude hacer fue mirar al cielo en silencioso temor, abrumado por el amor y asombro40.

Nuevamente es “la totalidad de la justificación [de Cristo]” lo que el Espíritu Santo utilizó para despertar y rescatar a Cowper de la oscuridad de la condenación que se había asentado sobre él. La guerra por el alma de Cowper no había terminado, pero la batalla decisiva había sido peleada y ganada por el evangelio de la justificación por gracia a través de la fe.

“Este camino de salvación, enteramente por la justicia de Cristo”

El Catecismo menor de Westminster formó el fundamento doctrinal de la vida y ministerio para David Brainerd, el congregacionalista (con inclinaciones presbiterianas41). Lo usó entre sus conversos indígenas42, ya que él mismo había crecido en él. La pregunta 33 es la siguiente: “¿Qué es la justificación?”, y responde: “La justificación es un acto de la libre gracia de Dios, mediante la cual perdona todos nuestros pecados y nos acepta como justos ante sus ojos, solamente a causa de la justicia de Cristo que nos es imputada, y que recibimos solamente por la fe”43. En el Día del Señor, 12 de julio de 1739, a la edad de veintiún años, Brainerd experimentó una conversión que marcó el resto de su vida.

En aquel momento, el camino de salvación se me abrió con tal sabiduría, eficacia y excelencia infinita, que me preguntaba si alguna vez debería pensar en algún otro camino de salvación; estaba asombrado de no haber dejado antes de lado mis propias maquinaciones para aceptar este camino tan encantador, bendito y excelente. Si mis propios deberes, o cualquier otra de las formas que antes había ideado, me hubieran podido salvar, mi alma entera [ahora] los habría rechazado. Me asombraba que todo el mundo no viera y acatara este camino de salvación, enteramente por la justicia de Cristo44.

Al igual que con Bunyan y Cowper, el “camino de salvación, enteramente por la justicia de Cristo”, es lo que rompe la oscuridad de la duda e incredulidad y despierta una nueva vida.

Y no solo al comienzo de su caminar con Dios, sino también al final de su vida, esta es la verdad que lo sostuvo. El sábado 19 de septiembre de 1747, menos de tres semanas antes de morir, escribió sobre cómo Dios lo sostuvo en un momento de auto-recriminación:

Casi de noche, mientras trataba de caminar un poco, mis pensamientos se volvieron así: “¡Qué infinitamente dulce es amar a Dios y estar totalmente entregado a Él!”. Sobre esto, se me sugirió: “Tú no eres un ángel, no eres vivaz y activo”. Ante lo cual, mi alma entera respondió de inmediato: “Tengo un anhelo tan sincero de amar y glorificar a Dios, como cualquier ángel del cielo”. Entonces se me sugirió de nuevo: “Pero tú eres inmundo, no apto para el cielo”. Entonces al instante aparecieron las benditas vestiduras de la justicia de Cristo, en las cuales no pude hacer menos que regocijarme y triunfar45.

Donde crece el fruto de la aflicción

¿No es notable que el canto de estos tres cisnes sufrientes fuera tan similar en los momentos cruciales de sus conversiones? La justicia de Cristo, fuera de ellos mismos, imputada a ellos únicamente por medio de la fe, no los hizo a ellos inútiles sino adoradores. No los condujo a la vida libertina, sino que los impulsó a la búsqueda de la santidad. No los dejó satisfechos de sí mismos, sino que los puso a predicar, escribir y evangelizar. Los sostuvo a través de todo el sufrimiento (para Cowper, con dificultad –1 Pedro 4:18) y formó la tierra sólida donde el fruto de la aflicción podía crecer sin que el árbol se rompiera.

Bajo la gracia soberana de Dios, entonces, lo que tenemos que agradecer por la gran alegoría de Bunyan y los himnos de Cowper y la vida de Brainerd es, primero, la gloriosa verdad bíblica de la justicia de Cristo imputada por la gracia únicamente por medio de la fe, y segundo, el misericordioso regalo de la aflicción. Hoy somos los beneficiarios del fruto de su aflicción. Y el designio de Dios en ello es que no nos desanimemos, sino que confiando en Él sepamos que alguien también se verá fortalecido por el fruto de la nuestra. Detrás de una ceñuda providencia, Él esconde un rostro sonriente. Puede que lo veamos mientras vivimos, o puede que no. Pero la Biblia entera está escrita, y todos los cisnes están cantando, para convencernos de que está allí, y que podemos y debemos “gloriarnos en las tribulaciones” (Romanos 5:3).

La Sonrisa Escondida de Dios

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