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CAPÍTULO DOS
Jonathan Edwards,
el hombre y su vida

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Aprendiendo de un Evangélico no Moderno69

¿Por qué una biografía?

Además de que leer biografías es placentero, ¿qué otra justificación hay para este capítulo? Jonathan Edwards mismo nos da una y la Biblia otra. Edwards publicó La Vida de David Brainerd en 1749, y explicó en su prefacio por qué lo hizo: “hay dos maneras de promover la verdadera religión y la virtud en este mundo, las cuales ha sido usadas por Dios: una es doctrina y precepto y la otra es ejemplo e ilustración.”70 Lo que Edwards dijo para justificar el relato de la vida de Brainerd justifica el relato de su propia vida. La historia de una vida buena y santa es una fuerte defensa y confirmación del verdadero cristianismo y la belleza de la bondad. La Biblia dice, “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.” (Heb 13:7). Esto nos manda a considerar la vida de los líderes fieles, a trazar el resultado de sus vidas hasta el fin e imitar la manera en que la fe dio forma a su conducta.

Edwards fue un líder que nos habló—y sigue hablando—la Palabra de Dios. Lo que él habló (y escribió) en El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo sería suficiente justificación para la publicación de este libro. Pero su sus palabras y sus escritos son lo que son por causa de lo que él era. Y nos será de gran ayuda si vemos algo de lo que John De Witt quiso decir cuando escribió, “[Edwards] fue el más grande en su atributo de prevalente, penetrante e irradiante espiritualidad.”71 Detrás de la grandeza de su pensamiento estaba la grandeza de su alma. Y su alma fue grande porque estaba llena de la plenitud de Dios. En nuestro día necesitamos ver a su Dios y ver el alma que vio a este Dios.

Cómo No Imitar lo Grande

Por supuesto la imitación a través de los siglos y las culturas es un asunto delicado. Las simulaciones serviles y externas de estilo o lenguaje evidenciarán una falla en entender lo que Edwards mismo buscaba en la creativa adaptación de la solida y antigua verdad bíblica a su propio día. Requiere sabiduría discernir como las fortalezas de un antiguo santo deberían aparecer en otra era. Como es en los proverbios lo es en la biografía, “Espinas hincadas en mano del embriagado, Tal es el proverbio en la boca de los necios”. (Pro 26:9). “Las piernas del cojo penden inútiles; Así es el proverbio en la boca del necio.” (Pro 26:7). Por lo tanto, cuidémonos no sea que terminemos poniéndonos el chaleco y la peluca de Edwards y hagamos el ridículo. Él tiene mucho para darnos de lo que desesperadamente necesitamos.

Nacimiento, Familia, Intelecto Juvenil

Jonathan Edwards nació el 5 de Octubre de 1703 en Windsor, Connecticut. Era el único hijo varón entre los once hijos de Timothy Edwards, el pastor congregacional de la localidad. La tradición dice que Timothy solía decir que Dios lo había bendecido con sesenta pies (18 metros) de hijas. Le enseno latín a Jonathan cuando tenía seis años y lo envió a la universidad de Yale cuando tenía doce. En aquellos días la universidad había comenzado apenas hacia quince años y luchaba por mantenerse a flote. Pero aun así fue un lugar de explosivo estimulo y crecimiento intelectual para Jonathan Edwards.

Mientras estudiaba allí, cuando cumplió quince años leyó lo que vino a ser una influencia formativa en su pensamiento, Ensayo Sobre el Entendimiento Humano de John Locke. Años más tarde dijo que eso le había dado más placer “de lo que encuentra el más miserable de los codiciosos cuando junta montones de plata y oro de algún recién descubierto tesoro.”72 Ya a esta temprana edad había iniciado un patrón de escritura y pensamiento que canalizaría sus grandes capacidades mentales y del corazón hacia una extraordinaria productividad literaria.

Siendo aun un muchacho comenzó a estudiar con su lápiz en su mano, no con el propósito de copiar el pensamiento de otros, sino de escribir y preservar los pensamientos sugeridos a su propia mente mientras estudiaba. Esta tan útil práctica la inició en varias materias de sus estudios desde muy temprano; y consistentemente la practicó en todos sus estudios a lo largo de su vida. Su lápiz parecía en un sentido haber estado en su mano siempre. De esta práctica aplicada con consistencia, él derivó las muy grandes ventajas de pensar continuamente durante cada uno de sus periodos de estudio, de pensar minuciosamente, de pensar coherentemente y de pensar habitualmente siempre73.

Se graduó de Yale en 1720, dio el discurso de graduación en latín como el más destacado, y luego continúo sus estudios allí por dos años más para prepararse para el ministerio. A los diecinueve años recibió la licencia para predicar y tomó un pastorado en la Iglesia Presbiteriana Escocesa de Nueva York por ocho meses de agosto 1722 a abril 1723.

La Intensidad y Enfoque Mental de Su Vida Espiritual

La intensidad de su vida interna en esos tempranos años fue extraordinaria. Sus famosas “Resoluciones” capturan algo de la asombrosa pasión de este periodo de su vida. Había un enfoque de pensamiento que gobernaba su vida y lo capacitaba para realizar cosas asombrosas. Por ejemplo, la resolución #44 dice, “Resuelvo, que ninguna otra meta sino la religión tendrá ninguna influencia en ninguna de mis acciones y que ninguna acción será guiada, en la más mínima circunstancia, más que por la religión.”74 La resolución # 61 dice, “Resuelvo, que no daré lugar a ese desgano que encuentro que afloja o relaja mi mente de estar plena y fijamente establecida en la religión, no importa la excusa que pueda tener para ello.”75

Esto era una aplicación radical del dictado bíblico, “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado”. (2Tim 2:4). Fue precisamente este enfoque mental en la “religión” lo que dio lugar a una vida entera de estudios y escritos centrados en Dios. La religión, para Edwards, significaba vivir y pensar cristianamente. Y todo estaba enraizado en un sistema de conocimiento—una “ciencia” gloriosa llamada divinidad. En una ocasión predicó un sermón en Hebreos 5:12 (“deberíais ser maestros”) en el cual describió en qué tenía él enfocada su mente, es decir:

Dios mismo, el eterno Tres en uno, es el principal objeto de esta ciencia; y luego Jesucristo, como Dios-Hombre y Mediador, y la gloriosa obra de la redención, la obra más gloriosa que jamás fue efectuada: también los grandes temas del mundo celestial, la gloriosa y eterna herencia comprada por Cristo, y prometida en el evangelio; la obra del Espíritu Santo de Dios en los corazones de los hombres; nuestra responsabilidad ante Dios, y la manera en podemos llegar a ser…como Dios mismo de acuerdo a nuestra medida. Todos estos son los objetos de esta ciencia.76

¡Oh, si este fuese el foco central y todo inclusivo de los pastores y líderes cristianos en nuestros días! Pero ha habido una gran pérdida de confianza de que tal foco y devoción de energía sean “exitosos”. Esta es una de las razones por las que los escritos de Edwards y su ejemplo son tan necesarios en nuestros tiempos.

Enamorándose

En el verano de 1723, entre su primer corto pastorado y su regreso a Yale, él se enamoró de Sarah Pierrepont. En la primera página de su libro de gramática griega él escribió la única clase de canción de amor de la que su corazón era capaz:

Se dice que hay una joven dama en [New Haven] que es amada por el Gran Ser que hizo y gobierna el mundo y que durante ciertas épocas este Gran Ser viene a ella de alguna u otra manera invisible y llena su mente de dulces y rebosantes delicias, y que casi nada le importa excepto meditar en Él…Ella posee una maravillosa dulzura, serenidad y universal benevolencia de mente, especialmente después de que el Gran Dios se le manifiesta. A veces va de un lugar al otro cantando dulcemente y parece estar siempre llena de gozo y placer sin que nadie sepa por qué. Le gusta caminar sola en los campos y alamedas y parece que alguien invisible estuviese siempre conversando con ella.77

¡Sarah tenía entonces trece años de edad! Pero cuatro años más tarde, cinco meses después de que Edwards fue instalado como pastor de la prestigiosa iglesia de Northampton, Massachusetts, se casaron el 28 de Julio de 1727. Él tenía veintitrés años y ella diecisiete. En los próximos veintitrés años tuvieron once hijos, ocho mujeres y tres varones.

Educación y Establecimiento Ministerial

En septiembre de 1723, Edwards regresó a Yale por dos años más de estudio. Allí obtuvo su título de maestría y se convirtió en tutor. Pero en septiembre de 1726 renunció a su posición de maestro para aceptar el llamado a ser asistente de su abuelo Salomón Stoddard, quien había sido pastor de la prestigiosa iglesia congregacional de Northampton, Massachusetts desde 1672. En 1707, Stoddard había introducido una perspectiva de la Cena del Señor que la consideraba como una “ordenanza convertidora” y gente que decía no ser regenerada era animada a unirse a la iglesia. Esto llegaría a ser funesto para Jonathan Edwards cuando posteriormente él llego a una conclusión muy diferente. Mientras tanto, uno de los efectos de esta perspectiva sobre la congregación fue que produjo gente muy floja y degenerada al arribo de Edwards.

Los jóvenes se hicieron adictos a hábitos de disipación y libertinaje; el gobierno de las familias generalmente fracasaba; el día de reposo era extensamente profanado; y el decoro del santuario era frecuentemente perturbado. También había prevalecido por mucho tiempo en el pueblo un espíritu de contención entre dos grupos los cuales habían estado divididos por muchos años, lo cual mantenía vivo un mutuo celo que los preparaba para oponerse unos a otros en todos los temas públicos. Estas fueron las circunstancias en las cuales el señor Edwards entró al ministerio en Northampton.78

Stoddard murió el 22 de febrero de 1729, y Edwards fue pastor de la iglesia por los próximos 23 años. Era una iglesia congregacionalista tradicional que en 1735 tenía 620 asistentes.79 Durante su ministerio en esta iglesia Edwards predicaba sus dos mensajes usuales de dos horas cada semana, catequizaba a los niños y aconsejaba a la gente en su estudio. Él no visitaba regularmente de casa en casa, sin embargo: “solía predicar frecuentemente en reuniones privadas en vecindarios particulares.”80 Esto significaba que podía pasar de trece a catorce horas al día en su estudio.81 Puede ser que esto no fuese pastoralmente sabio, pero Edwards pensaba que los pastores deberían “analizar sus propios talentos y circunstancias y visitar más o menos, de acuerdo al grado en el cual esperasen promover las metas más grandes de su ministerio…A él le parecía que podía hacer el mayor bien a las almas de los hombre y promover más la causa de Cristo predicando, escribiendo y conversando en su estudio con personas que estuviesen bajo impresión espiritual.”82

El Asiduo Estudiante Pastoral de la Escritura

De manera que Edwards estableció para sí mismo un curso en el ministerio que sería preponderantemente estudio y predicación. Y la mayoría de ese esfuerzo iba dirigido al estudio de la Escritura. Su bisnieto, Sereno Dwight dijo que cuando Edwards llego al pastorado en Northampton, “había estudiado teología, no principalmente en sistemas o comentarios sino en la Biblia.”83 Esto fue consistente con el consejo de Edwards a todos los cristianos, “sean asiduos en leer las Santas Escrituras. Esta es la fuente de donde todo conocimiento teológico debe ser derivado. Por lo tanto no dejen que este tesoro sea por ustedes desatendido.”84

Y él dio un asombroso ejemplo de su propio consejo de estudiar la Biblia misma. Yo visité la biblioteca Beinecke de Yale donde se han recopilado la mayoría de las obras no publicadas de Edwards. Un amigo me llevo al nivel inferior a un pequeño cuarto donde dos o tres hombres estaban trabajando en un antiguo manuscrito con microscopios y luz especial. Allí pude ver algunos de los manuscritos de los sermones de Edwards (incluyendo “Pecadores en las Manos de un Dios Airado”), su catálogo de lecturas y su Biblia intercalada.

Su Biblia intercalada fue hecha evidentemente por él mismo. Despegó una Biblia grande pagina por pagina insertando una hoja de papel blanca entre cada página, cosiendo de nuevo toda la Biblia. Luego trazó una línea en el centro de cada página en blanco haciendo dos columnas para sus notas. Pagina tras pagina, aun en las partes más remotas de la Escritura había extensas notas y reflexiones con su diminuta, casi ilegible letra a mano.

Así que hay una buena razón para creer que Edwards realmente hacia lo que dijo en su resolución # 28: “Resuelvo: Estudiar las escrituras tan continua, constante y frecuentemente como pueda y percibir claramente mi crecimiento en el conocimiento de ellas.”85 Esta fue la aplicación personal de Edwards de 2 Pedro 3:18, “creced en…el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” Él se entregó “asiduamente” al estudio de las mismas palabras de Dios, y no se permitió a si mismo descuidarlas. Esta fue la fuente de su profunda reconsideración bíblica de los grandes temas teológicos.

Disciplina Extraordinaria por Causa de la Obra

Los seis pies de Edwards no eran de complexión robusta, y su salud siempre fue precaria. Sin embargo, “en ningún momento de su turbulenta carrera hubo el más mínimo indicio de inestabilidad mental o emocional.”86 Él mantuvo el rigor de su horario de estudio poniendo estricta atención únicamente a la dieta y el ejercicio. Todo era calculado para optimizar su eficiencia y poder en el estudio. Dwight nos dice que “observaba cuidadosamente los efectos de las diferentes clases de comidas y seleccionaba las que se ajustaban mejor a su constitución y le capacitaban más para la labor mental.”87 De modo que se abstenía de cualquier cantidad y clase de comida que le enfermase o le causase somnolencia. Él estableció este patrón cuando tenía 21 años y escribió en su diario, “a través de la moderación en la dieta y de comer solo comida ligera y fácil de digerir, sin duda seré capaz de pensar con más claridad y de ganar tiempo: 1. Prolongando mi vida; 2. Necesitando menos tiempo para la digestión después de comer; 3. Siendo capaz de estudiar más atentamente sin dañar mi salud; 4. Necesitando menos tiempo para dormir; 5. Teniendo menos problemas con dolores de cabeza.”88 De aquí lo siguiente, “Resuelvo: mantener la más estricta templanza en la comida y la bebida.”89

Además de vigilar su dieta para maximizar sus poderes mentales, él también cuidaba de su necesidad de ejercicio. En el invierno cortaba leña para el fuego media hora cada día y en el verano cabalgaba en los campos y caminaba solo en meditación. Pero había más que eficiencia mental en esas caminatas en los bosques.

Un Amante de la Naturaleza y del Dios de la Naturaleza

A pesar de su racionalismo, Edwards poseía una sana dosis de romanticismo y misticismo. En su diario escribió: “Algunas veces, en días claros y gratos, me siento más particularmente inclinado a considerar las glorias del mundo que a dedicarme al estudio serio de la religión.”90 Pero el romanticismo no es el fondo de tales experiencias con la naturaleza. Mark Noll se aproxima más a explicar esto al decir, “Edwards predicaba tanto fieros sermones sobre el fuego del infierno como expresaba una apreciación lirica de la naturaleza porque el Dios que creó el mundo en toda su belleza también era perfecto en santidad.”91 Edwards realmente creía que “los cielos cuentan la gloria de Dios” (Sal. 19:1). Él describió así una de sus experiencias:

Una vez mientras cabalgaba en los bosques por el bien de mi salud en 1737, habiendo descendido de mi caballo en un lugar retirado, como comúnmente ha sido mi costumbre, para caminar en contemplación divina y oración, tuve una visión, que para mi fué extraordinaria, de la gloria del Hijo de Dios, como Mediador entre Dios y el hombre y Su maravillosa, grande, plena, pura y dulce gracia, y amor y humilde y compasiva condescendencia. Esta gracia que parecía tan serena y dulce, también parecía grande por encima de los cielos. La persona de Cristo parecía inefablemente excelente con una excelencia tan grandiosa como para absorber todo pensamiento y concepto—lo cual continuó, hasta donde puedo juzgar, por casi una hora; lo que me mantuvo la mayor parte de este tiempo en un torrente de lágrimas y de estrepitoso llanto.92

Con tales palabras en nuestros oídos no es tan difícil creer las palabras de Elisabeth Dodds cuando dice, “La imagen mítica que se tiene de él es la de un severo teólogo. Pero él era de hecho un amante tierno y un padre cuyos hijos parecían genuinamente apegados a él.”93 No es fácil saber como lucía su vida familiar bajo la clase de riguroso horario de estudio que hemos visto. Sabemos que él creía en llenar cada momento de la vida en plenitud sin desperdiciar nada de ello. Su sexta resolución era simple y poderosa: “Resuelvo: vivir con toda mi fuerza mientras viva.” Y la quinta era similar: “Resuelvo: Nunca perder un momento de tiempo, sino usarlo de la manera más provechosa que me sea posible.”94

Un Hombre de Familia

Tenemos algo de razón para pensar que Edwards consideraba que su familia era digna de esa clase de tiempo no malgastado. Sereno Dwight dice, “Por la tarde, usualmente él se permitía un tiempo de relajación con su familia.”95 Pero en otro lugar Edwards mismo dice (en 1734, cuando tenía treinta y un años de edad), “Juzgo que es mejor, cuando estoy en buen ánimo para la contemplación divina, o inmerso en la lectura de las Escrituras, o algún estudio de temas divinos, no ser interrumpido para ir a cenar, sino renunciar a mi cena, en lugar de ser interrumpido”96 Uno pensaría que Sarah Edwards se resentiría con esto y se desilusionaría con la teología de su esposo. Pero no era así. Su hospitalidad y piedad eran legendarias.97 Creo que sería justo decir que la clave indispensable para criar once hijos creyentes98 en la casa de los Edwards fue la “unión inusual” que Edwards disfrutaba con su esposa, enraizada en una gran teología del gozo. Su biznieto dijo, “la religión de ella no tenía nada de sombrío o prohibitivo en su carácter. Tan inusual como era en medida era también eminentemente una religión de gozo.”99 La historia de Sarah es bien relatada en Marriage to a Difficult Man [Casada con un Hombre Difícil] de Elisabeth Dodds, y presentada en una versión histórico-ficticia por Edna Gerstner en Jonathan and Sarah Edwards: An Uncommon Union, [Jonathan y Sarah Edwards: Una Unión Inusual].100

Un Líder del Gran Avivamiento

Como a los cinco años del ministerio de Edwards como pastor en Northampton se sintieron los estremecimientos de un avivamiento. Estos habrían de continuar intermitentemente por cerca de quince años, con la cima de este Gran Avivamiento llegando a su iglesia a mediados de la década de los 1730s y el inicio de los 1740s. Edwards estuvo en el corazón de este avivamiento, encendiéndolo, defendiéndolo, analizándolo y relatándolo. Él fue conocido por toda Nueva Inglaterra como un líder en este avivamiento y estuvo dispuesto a emprender “recorridos misioneros” para promoverlo. Por ejemplo, el 8 de julio de 1741 predicó “Pecadores en las Manos de un Dios Airado” en Enfield, Connecticut, “el cual fue causa de un inmediato avivamiento de la religión por todo el lugar.”101

Una serie de sermones que predicó en 1742 y 1743 mientras la última cresta del intenso fervor religioso estaba declinando en Northampton fue publicada en 1746 bajo el titulo Tratado Concerniente a los Afectos Religiosos. Este libro es la reflexión madura y sazonada de Edwards, y el más profundo análisis de la diferencia entre la verdadera y la falsa experiencia cristiana que surgió durante el periodo del Gran Avivamiento. De hecho, es probablemente uno de los tratados bíblicos más penetrantes y convincentes jamás escritos sobre la manera en que Dios trabaja para salvar y santificar el corazón humano. Con frecuencia digo a las personas que este es un buen lugar para comenzar en su lectura más amplia de Edwards.

El Fruto Permanente y Mundial de la Vida y Muerte de un Hombre Joven

Lo que le debemos a las inesperadas y no planificadas providencias de la vida es incalculable.102 En 1743, Jonathan Edwards conoció a David Brainerd en New Haven. Brainerd era un joven misionero a los Indios, cuya vida habría pasado a los anales del cielo sin que la tierra supiera nada si no hubiese sido por su fortuito encuentro con Edwards. Se estableció un lazo. En marzo de 1747, Brainerd estaba muriendo de tuberculosis y vino a vivir con la familia Edwards. Jerusha, la hija de Edwards de diecisiete años de edad cuidó de él. Brainerd murió el 9 de octubre de 1747 a la edad de veintinueve años. Para angustia de su padre, Jerusha murió cinco meses más tarde, el 14 de febrero de 1748. Edwards lo lamentó:

Le plació a un santo y soberano Dios, llevarse a esta, mi amada hija por la muerte, el 14 de febrero, después de una breve enfermedad a los 18 años de vida. Ella era una persona con mucho del mismo espíritu de Brainerd. Le cuidó y atendió constantemente durante su enfermedad por diecinueve semanas antes de su muerte; dedicándose a ello con gran deleite, porque veía en él a un eminente siervo de Jesucristo.103

Su padre compartía su aprecio, tanto que se dio a la tarea de editar y publicar los diarios de Brainerd—un acto de devoción a él y a la gran causa de la evangelización mundial por la que su corta vida se destacó. Las reverberaciones de esta publicación para las misiones mundiales por los siguientes 250 años han sido, como dije, incalculables. Este libro nunca ha dejado de imprimirse.

Casi inmediatamente desafió el espíritu de los grandes aventureros para Dios. Gideon Hawley, uno de los misioneros protegidos de Edwards, lo llevaba consigo en su alforja como el único libro aparte de la Biblia mientras viajaba entre los Indios.104 John Wesley compuso una versión abreviada de La Vida de Brainerd de Edwards en 1768, diez años después de la muerte de Edwards.Wesley desaprobaba el calvinismo de Edwards y de Brainerd,105 pero dijo que predicadores con el espíritu de David Brainerd serían invencibles.

El movimiento misionero protestante moderno recibió gran inspiración para su surgimiento de Edwards y de Brainerd. Por ejemplo, a principios de 1800 en India, William Carey redactó un pacto para su equipo misionero que incluía las palabras, “miremos constantemente a Brainerd.”106 Andrew Fuller, el gran “sostenedor de la soga” en Inglaterra (en su apoyo a William Carey y las misiones extranjeras) se lleno de consternación meses antes de su muerte en 1815 al escuchar que la gente estaba minimizando la influencia de Jonathan Edwards sobre su colega John Sutcliff, y por implicación, sobre los miembros del equipo que habían ido a la India y que pensaban como ellos. Él escribió una carta a su amigo John Ryland:

Tenemos algunos que últimamente han estado con que “si Sutcliff y los otros hubiesen predicado más de Cristo y menos de Jonathan Edwards, habrían sido más útiles.” Si los que dicen estas cosas predicaran a Cristo la mitad de lo que lo hizo Jonathan Edwards, y fuesen la mitad de útiles de lo que Edwards fue, su utilidad seria el doble de lo que es ahora. Es muy singular que las misiones del Este se originaron con hombres de principios similares, y sin pretender ser un profeta digo que si la obra cae en manos de hombres que critican de esta manera, pronto se convertirán en nada.107

La lista de misioneros que han testificado de la inspiración e influencia de Jonathan Edwards a través de la labor de amor realizada al escribir La Vida de David Brainerd108 es más grande de lo que cualquiera de nosotros sabemos: Francis Asbury, Thomas Coke, William Carey, Henry Martyn, Robert Morrison, Samuel Mills, Fredrick Schwartz, Robert M'Cheyne, David Livingstone, Andrew Murray. Pocos días antes de morir, Jim Elliot, quien fue martirizado por los Aucas en 1956, escribió en su diario, “Confesión de orgullo—sugerido por el diario de David Brainerd ayer—es algo que debo hacer cada hora.”109 Por 250 años Edwards ha dado combustible al movimiento misionero con su biografía de David Brainerd.

Este impacto sobre el movimiento misionero moderno no fue planeado por Jonathan Edwards, como la mayoría de las vueltas de nuestra vida no son planeadas por nosotros. Brainerd llegó a la vida de Edwards, murió en su casa, su hija murió casi después de Brainerd, y luego estaban los diarios con los que tenía que hacer algo en medio de su dolor con la esperanza de que surgiera algo bueno de todo esto.

La Ignominiosa Destitución

De forma similar, Edwards no planeó el último capítulo de su vida en el cual llegaría a ser también un misionero para los Indios y en el cual escribió cuatro de sus más importantes libros. Todo sucedió de una forma que él jamás habría planeado o deseado.

En 1750, él fue destituido ignominiosamente de su pastorado después de veintitrés años de ministerio. Tales cosas son siempre más complejas y dolorosas de lo que cualquiera se imagina, pero hay algunas razones a las que podemos referirnos. En 1744, algunos jóvenes de la congregación de Edwards estaban distribuyendo “libros licenciosos” y usando un lenguaje obsceno. Cuando Edwards lo supo llamó a un concilio con la aprobación de la iglesia, pero entonces, aparentemente sin sabiduría, leyó en público la lista de los jóvenes que debían reportarse a su casa, sin distinguir entre los acusados y los testigos. La oposición fue tanta en la iglesia, dice Sereno Dwight, que “pareció en gran medida poner fin a su utilidad en Northampton e indudablemente sentó la base para su remoción.”110

Pero el conflicto decisivo surgió en la primavera de 1749. Era del conocimiento común que Edwards había llegado a rechazar la perspectiva de su pastor previo sobre quiénes debían ser admitidos a la Cena del Señor. Salomón Stoddard había creído que la ordenanza de la Cena del Señor podía ser un medio de conversión y que la gente podía tomar la comunión con la esperanza de convertirse a través de ella. En Agosto, Edwards escribió un detallado tratado para probar “que nadie debería ser admitido a la comunión y los privilegios de los miembros de la iglesia visible de Cristo, sino los que por su profesión de fe y ante los ojos del juicio cristiano de la iglesia fuesen personas piadosas y conocedoras de la gracia.”111 El tratado apenas fue leído, y hubo una clamorosa protesta general para destituir a Edwards.

El Sermón de Despedida

Después de casi un año de tensa controversia, la decisión de la destitución fue leída a la gente el 22 de Junio de 1750. Nueve días más tarde, en Julio 1, Edwards predicó su famoso sermón de despedida, el cual fue impreso en la edición de sus Obras112 por The Banner of Truth [El Estandarte de la Verdad]. Fue un mensaje, como todos sus mensajes, absolutamente serio y sin rencor personal. Concluye con palabras de deseos llenos de gracia por el bien de su gente:

Ahora me voy y me despido de todos ustedes; deseándoles y orando por su mejor prosperidad. Encomiendo sus almas inmortales a Él, quien previamente me las encomendó a mí, esperando el día cuando habré de reunirme con ustedes de nuevo delante de Él quien es el juez de los vivos y los muertos. Deseo nunca olvidar a este pueblo, que ha sido por largo tiempo mi especial responsabilidad y nunca dejar de orar fervientemente por su prosperidad. Que Dios les bendiga con un pastor fiel, familiarizado con Su mente y Su voluntad, que advierta fielmente a los pecadores y que sabia y hábilmente discierna a los que profesan la fe y les conduzca por el camino de la bendición eterna. Que ustedes verdaderamente tengan una ardiente y brillante luz en este candelero; y que, no solo por un tiempo, sino durante toda su vida estén dispuestos a regocijarse en esa luz.

Y que me recuerden en las oraciones de aquellos entre el pueblo de Dios que poseen un espíritu sereno y que son pacíficos y fieles en Israel, cualquiera sea la opinión que tengan respecto a los términos de la comunión de la iglesia. Y recordemos todos sin nunca olvidarlo, nuestro futuro solemne encuentro en aquel gran día del Señor; el día de la decisión infalible y de la eterna e inalterable sentencia. Amén.113

Edwards tenía cuarenta y seis años.Tenía nueve hijos que sostener, el más joven, Pierrepont, había nacido tres meses antes de su despido. Jerusha había muerto en 1747, y Sarah, la mayor, se había casado con Elihu Parsons el 11 de Junio, once días antes de que Edwards fuese destituido. Podemos sentir algo de la crisis en las propias palabras de Edwards por una carta escrita una semana después de su despido:

Ahora estoy separado de la gente con la cual hubo una vez la unidad mas grande. Notable es la providencia de Dios en este asunto. En este evento tenemos un impatante ejemplo de la inestabilidad e incertidumbre de todas las cosas en esta tierra. La dispensación es de hecho terrible en muchos sentidos, requiriendo una seria consideración y humillación en mí y en mi gente. El enemigo, lejos y cerca, triunfará por ahora; pero Dios puede vencer todo para Su propia gloria. No tengo nada visible de lo cual depender para mi futura utilidad, o para la subsistencia de mi numerosa familia. Pero yo espero en tener al Dios del pacto que es todo-suficiente y fiel para depender de él. Deseo poder someterme, caminar con humildad ante su presencia y poner toda mi confianza en Él. Deseo, apreciado Señor, sus oraciones por nosotros bajo las presentes circunstancias.114

La Mudanza a Stockbridge

La iglesia le proveyó sostenimiento por los siguientes meses y hasta le pidió algunas veces que predicara. A principios de Diciembre de 1750, la iglesia de Stockbridge, Massachusetts, como a cuarenta millas al oeste de Northampton,un pueblo que hacía frontera en las orillas de Nueva Inglaterra, llamó a Edwards para que considerara ser su pastor. Simultáneamente la sociedad en Londres para la propagación del evangelio en Nueva Inglaterra y las partes adyacentes también lo llamó para evangelizar a los indios del rio Housatonnuck en Stockbridge. En enero de 1751 Edwards fue de visita a Stockbridge y estuvo allí durante el invierno. En Junio aceptó el llamado y se mudó solo al pueblo para asumir sus responsabilidades. Su familia se mudó para reunirse con él en agosto, y el 8 de agosto de 1751 fue instalado como pastor de la pequeña iglesia de colonizadores e indios.

En Northampton, Edwards había tenido una buena posición financiera recibiendo (en sus propias palabras) “el mayor salario de cualquier ministro en Nueva Inglaterra.”115 Pero en Stockbridge la presión por el dinero antes de vender su casa en Northampton era tanta que no tenía ni el papel necesario para escribir. La misión y la iglesia en Stockbridge estaban acosadas por muchos problemas que demandaban su atención. Una casa tenía que ser construída, sermones tenían que ser preparados y predicados (frecuentemente a través de su intérprete indio,John Wonwanonpequunnonnt),116 había que resolver problemas especiales de los indios convertidos (por ejemplo, el tema del lenguaje y la clase de escuelas que necesitaban), había que reconciliar grupos divididos, había que confrontar el mal uso de los fondos de la misión. Edwards se dedicó a estas cosas con fidelidad.

El Mayor Propósito de Dios en el Dolor

Pero el mayor propósito de Dios en la extraña y dolorosa providencia de la destitución de Edwards y su mudanza a Stockbridge, me aventuro a decir, tenía que ver con el pensamiento y los escritos que Edwards produjo en los siete años antes de ser llamado a la presidencia de Princeton. Cuatro de sus libros de más peso e influencia fueron escritos en los años 1752-1757. Paul Ramsey dice que ellos “no son para nada indignos de ser aclamados como ‘cuatro de las más acertadas y valiosas obras que la iglesia de Cristo tiene en su posesión.’”117 Yo describo mi propio encuentro personal con estos libros en el capitulo tres. Que Edwards interactuara con los escritos filosóficos dominantes de su era y escribiese libros teológico-filosóficos en este pueblo fuera de lugar bajo estas primitivas condiciones es asombroso.

La Pasión por el Compromiso Filosófico

Hay pocos modelos para comprender la pasión de Edwards por vindicar el cristianismo filosóficamente en el contexto de una vida pastoral y misionera. Norman Fiering ha argumentado que “su meta, si se puede expresar en una oración, fue darle a la piedad puritana del siglo diecisiete una estructura filosófica respetable, que la hiciera racionalmente creíble y más duradera de lo que sería sin la ayuda de la filosofía."118 Una manera más apropiada de decirlo es que Edwards creía que su teología Bíblica era, de hecho, una verdadera representación de la realidad y que por lo tanto podía prevalecer con confianza en el mercado de ideas filosóficas y dar cuenta de sí misma—lo cual, en sus manos, sucedería.

Pero Fiering está en lo correcto al decir que Edwards no es completamente “comprensible en términos de su trasfondo puritano de Nueva Inglaterra solamente. Él era demasiado filosófico para ese contexto; sus especulaciones lo llevaban más allá de los intereses inmediatos del ministerio a un compromiso con la metafísica y la ética el cual era más que un ejercicio académico.”119 Una de las razones por las que esta dimensión del ministerio de Edwards es ignorada, es que la mitad y mejor conocida parte de su vida no consistió principalmente en investigaciones filosóficas sino en la experiencia y el análisis del Gran Avivamiento. Pero Fiering señala que “los intereses estrictamente filosóficos de Edwards surgieron en dos fases. La primera comenzó en sus días iniciales en la universidad extendiéndose hasta su tutoría en Yale, y duró hasta que asumió su labor pastoral en Northampton en 1727. La segunda fase comenzó aproximadamente en 1746 y se extendió hasta su muerte en 1758. Los veinte años entre 1727 y 1746 fueron absorbidos en gran parte resolviendo las preguntas respecto a la vida espiritual provocadas por el Gran Avivamiento, y por sus responsabilidades y problemas pastorales.”120

De manera que en esta última parte de la vida de Edwards que transcurrió en Stockbridge lejos de los centros académicos de enseñanza filosófica, la mente de Edwards se volvió de nuevo a la posición filosófica de su preciada visión bíblica de la realidad. Pero eso no fue un abandono de los fundamentos bíblicos y teológicos, como se ve claramente en El Fin por el Cual Dios Creó el Mundo, en la segunda parte de este libro. Fiering describe el “método de utilizar filosofía moral en sus argumentos, pero ultimadamente, apoyarse en la teología moral para sus conclusiones” de Edwards121. Lo que simplemente significaba para Edwards que al final todo se apoyaba en la Biblia.

Como Ian Murray lo dice claramente, aun en las obras mas filosóficas de Edwards, “la clave para comprender a Jonathan Edwards es que él era un hombre fiel a la Palabra de Dios antes que a cualquier otra consideración.”122 Es por esto que “Edwards pertenece apropiadamente a la compañía de Leibniz, Malebranche y Pascal con cincuenta años de anticipación, figuras que como él filosofaron libremente, pero dentro de una tradición dogmatica.”123 Tal gente pudo penetrar más profundamente en la realidad a causa de su perspectiva teológica enraizada en la Biblia, pero ellos “confundieron e irritaron a sus oponentes precisamente porque amaban a Dios más que a la filosofía.”124

La Libertad de la Voluntad

La primera de las cuatro grandes obras de Edwards de este periodo en Stockbridge fue La Libertad de la Voluntad.125 El editor de este libro en la edición critica de Yale, Paul Ramsey, dice que esta obra “con amplia razón ha sido considerada el más grande producto literario de Edwards.”126 Esto es más asombroso debido a las condiciones de su composición, las cuales son probablemente típicas de las condiciones para cada una de las cuatro obras más importantes:

Hay que recordar que El Ensayo Sobre la Libertad de la Voluntad…fue escrito en el espacio de cuatro meses y medio; y no fueron meses de tiempo libre, sino de presión por las demandas de las responsabilidades de una iglesia y de dos diferentes misiones indias, teniendo en cuenta también las preocupaciones, perplejidades y deshonra de una furiosa controversia cuyo propósito era privar al autor y a su familia de su pan diario.127

El Fruto de Una Vida Entera Redimiendo el Tiempo

El libro fue finalizado en abril de 1753 y fue publicado un año más tarde después de que los pagos vinieron de Escocia al publicador en Boston. La clave practica para escribir bajo circunstancias tan imperfectas era redimir el tiempo en cada momento, lo cual Edwards había aprendido a hacer a través de muchos años de rigurosa disciplina. Aun en sus más tempranas resoluciones él se había determinado a resistir el debilitante poder de dejar las cosas para más tarde. La resolución #11 dice: “Resuelvo: cuando piense en cualquier teorema teológico que deba ser resuelto, haré todo lo que pueda para resolverlo de inmediato si las circunstancias no me lo impiden.”128

Agreguemos a esto que por más de treinta años, Edwards no había sido un lector pasivo. Él leía con el propósito de resolver problemas y retenía sus reflexiones por escrito. La mayoría de la gente tiene una lamentable tendencia hacia la lectura pasiva. Leen de la misma manera que ven televisión; no hacen preguntas, lo cual Mortiner Adler dice que es la esencia de la lectura activa.129 Pero ya hemos visto130 que Edwards leía con insistente enfoque y con la visión de resolver problemas teológicos, escribiendo y registrando siempre sus pensamientos. Se ha dicho que “quizá no haya existido persona que tan habitual y cuidadosamente registrara sus ideas sobre casi cada tema, por escrito, como el anciano Presidente Edwards. Sus estudios ordinarios eran realizados con lápiz en mano y con sus libros de notas delante de él; y con frecuencia, si era necesario, no solo se detenía en sus cabalgatas diarias al lado del camino sino que se levantaba a medianoche para poner en papel cualquier pensamiento importante que se le ocurriera."131

Aun sin un libro en la mano, su mente siempre estaba trabajando. El bisnieto de Edwards nos dice cómo él usaba las muchas horas que le tomaba ir en caballo de un pueblo al otro meditando en la solución de algún tema y luego pegando a su saco un pedazo de papel y cargando su mente para recordad la secuencia de pensamiento cuando se quitara el papel habiendo vuelto a casa.132

Él aprovechaba al máximo la oportunidad para estudiar levantándose temprano. De hecho, probablemente decía muy en serio lo que escribió en su diario en 1728, “creo que Cristo nos recomendó levantarnos temprano al resucitar y salir de la tumba muy temprano por la mañana.”133 Por eso él se levantaba entre las 4:00 y las 5:00 a.m. para estudiar, siempre con pluma en mano, elaborando cada idea que brotaba en su mente tanto como pudiese y registrándola en sus libros.134 Después de una vida entera de esta disciplina, no es como si él hubiese comenzado a escribir sus grandes cuatro obras de la nada mientras estaba en Stockbridge. Había miles de notas y treinta años de reflexión listas para ser vertidos en esos libros.

Dos Libros Más: Cuál es el Fin y Cuál es el Bien

Esto es especialmente verdad de las otras dos obras que Edwards escribió, El Fin por el Cual Dios Creó el Mundo y La Naturaleza de la Verdadera Virtud, las cuales intentaba publicar juntas (lo cual sabemos porque en La Verdadera Virtud él se refirió varias veces a El Fin como “el tratado previo”). Él comenzó la composición en la primavera de 1755 después de la más larga y penosa enfermedad de su vida. “Debería haber escrito hace mucho tiempo,” le escribió a un amigo el 15 de abril de 1755, “de no haber sido detenido por la más larga y tediosa enfermedad que he sufrido en mi vida: seguida de ataques agudos que vinieron sobre mi a mediados de Julio pasado, los cuales fueron por un largo tiempo bastante severos, y consumieron excesivamente mi carne y energía, de modo que parezco un esqueleto."135 Las Dos Disertaciones no fueron publicadas hasta 1765, siete años después de la muerte de Edwards. Esto es probablemente debido al hecho de que aun cuando habían sido básicamente completadas, él intentaba hacer algún trabajo adicional en ellas.136

Sabemos por sus Misceláneas que Edwards tenía copiosas notas preparadas para insertarlas en estas obras cuando llegara el tiempo de escribirlas. Toda su vida había luchado, por ejemplo, con el tema del fin por el cual Dios había creado el mundo. Harvey Townsend hace una lista de veintitrés apuntes en los libros de notas de Edwards que tratan con este asunto, algunos de estos hasta de nueve páginas y con fechas de cuando él estaba en sus veintes.137 En estas dos disertaciones es verdad, como dice Iain Murray, que Edwards en esencia, “está diciendo nada adicional a lo que enseñó a los hijos de los indios en ‘el fin principal del hombre’ de la primera pregunta del catecismo menor”138 Sin embargo, mucho más que esto estaba tomando lugar. Su mente “se elevaba como un águila hacia el sol,”139 y con una visión de la creación y la virtud radicalmente centrada en Dios “él responde a…la ‘nueva filosofía moral’ del siglo 18—es decir, a la ética sentimental que estaba arrasando al mundo de habla inglesa a través de las obras del Conde de Shaftesbury (1671-1713), Francis Hutcheson (1694-1746) y Samuel Clarke (1675-1720).”140

La Última Obra

La última obra literaria de Edwards fue La Gran Doctrina Cristiana del Pecado Original,141 la cual finalizó en mayo de 1757. El libro no fue escrito en el vacío, por supuesto, sino en respuesta directa a un ataque particular contra la doctrina ortodoxa histórica. Esto es evidente por el resto del título: “Evidencias de su verdad producidas, y argumentos en su contra respondidos, Conteniendo en particular Una Réplica a las Objeciones y Argumentos del Dr. John Taylor, en su libro titulado ‘La Doctrina Escritural del Pecado Original Propuesta para un Libre y Sincero Examen, etc’.”

Otra Extraña y Dolorosa Providencia

Cuatro meses después de completar su última gran obra,el yerno de Edwards y presidente de la Universidad de Princeton, Aaron Burr, murió el 24 de septiembre de 1757. Dos días más tarde, “la corporación de la universidad” se reunió e “hizo la elección del Sr. Edwards como su sucesor,”142 Es un tributo a la fe de Edwards y a su paternidad que Esther, su hija viuda quien había estado casada por solo cinco años, respondiera con tanta confianza en la bondad de la soberanía de Dios. En una carta a su madre dos semanas después de la muerte de su esposo ella escribió,

Diré para gloria del nombre de Dios, que creo que él se ha, en un grado no común, mostrado a sí mismo como un Dios todo-suficiente, una fuente repleta de todo bien. Que aunque las vertientes sean cortadas, aún la fuente se mantiene llena. Creo que se me ha permitido poner mis cargas sobre él, y he encontrado gran paz y calma en mi mente, tanto como la que el mundo no puede dar o quitar... Permítanme suplicarle a ambos, que rueguen fervientemente al Señor, que yo nunca desprecie sus reprensiones, ni desmaye bajo su severo golpe.143

Su Inútil Resistencia al Llamado de Princeton

En cuestión de siete meses, la madre de Esther le escribiría una carta similar a su hija cuando su esposo Jonathan recibió el mismo “severo golpe”. Pero nada de eso pudo ser detectado en el momento, y Edwards estaba “no pocamente sorprendido” al recibir la noticia de que había sido elegido como presidente de Princeton, si lo aceptaba. Él no estaba seguro que fuese una decisión sabia. En una carta a la corporación el 19 de Octubre de 1757, delineó sus reservas. Además de “apenas haber comenzado a tener nuestros asuntos en una situación comoda” el desaprobaba su capacidad para el papel de presidente:

Soy de una constitución, que en muchos sentidos es, peculiarmente desafortunada, pues sufro de flacidez, de fluidos insípidos, viscosos y escasos y de un bajo nivel de energía que con frecuencia me ocasiona una cierta debilidad infantil, una conversación, presencia y conducta menospreciables y una desagradable pesadez y rigidez que me inhabilitan para conversar, y especialmente para el gobierno de una universidad…también soy deficiente en algunas áreas del conocimiento, particularmente en algebra, las partes elevadas de las matemáticas y el griego clásico; mi conocimiento del griego ha sido principalmente del Nuevo Testamento.144

Además de su incapacidad personal, como él lo veía, tenía a la vista proyectos para escribir que consumirían el resto de su vida; y describió esos proyectos con algún detalle en su carta diciendo: “creo que puedo escribir mejor de lo que hablo. Mi corazón está tanto en estos estudios que no puedo desear ponerme en la incapacidad de proseguirlos en parte futura de mi vida.”145 Pero concluyó la carta con la promesa de buscar consejo y considerar el asunto seriamente.

El concilio asesor tuvo lugar el 4 de enero de 1758 en Stockbridge y decidió que era la responsabilidad de Edwards aceptar el llamado. Cuando se le comunicó la decisión “rompió en llanto por la ocasión, lo cual era muy inusual para él hacer en presencia de otros.”146 Él protestó que ellos hubiesen pasado por alto tan fácilmente sus argumentos, pero al final accedió. La sociedad misionera en la que servía dio su permiso y se fue hacia Princeton en Enero, planeando mudar a su familia en la primavera.

Gran Fe Antes de la Fatal Defensa por la Vida

El 13 de febrero de 1758, un momento después de haber asumido la presidencia de Princeton, Edwards fue vacunado contra la viruela. Pero esto tuvo el efecto opuesto a lo que se buscaba. Las pústulas en su garganta crecieron tanto que no podía tomar fluidos para combatir la fiebre. Cuando supo que no había duda de que estaba muriendo, llamo a su hija Lucy—la única de su familia en Princeton—y le dio sus últimas palabras. No hubo quejas por tener que irse en la plenitud de su vida sin haber cumplido sus grandes sueños de escribir. Más bien, con confianza en la buena soberanía de Dios, habló palabras de consolación a su familia:

Querida Lucy, me parece que es la voluntad de Dios que pronto tenga que dejarlos; por lo tanto dale mi más tierno amor a mi querida esposa y dile que la unión inusual que ha subsistido entre nosotros por tanto tiempo ha sido tal que confío que es espiritual y continuará por siempre: y tengo esperanza de que recibirá apoyo durante esta gran prueba y que se someterá gozosamente a la voluntad de Dios. Y en cuanto a mis hijos ustedes se van a quedar sin padre, lo cual espero que sea un estimulo para que busquen un Padre que nunca les fallará.147

Él murió el 22 de marzo. Su médico escribió la difícil carta a su esposa que estaba aun en Stockbridge. Ella estaba bastante enferma cuando la carta llegó, pero el Dios que sostuvo su vida fue el Dios a quien Jonathan Edwards predicaba. Así que el 3 de abril ella escribió a su hija Esther:

Qué diré: un Dios santo y bueno nos ha cubierto con una nube negra. ¡Oh que pudiéramos besar la vara y poner nuestras manos sobre nuestras bocas! El Señor lo ha hecho; Él me ha hecho adorar su bondad que hemos tenido de Él por tanto tiempo. Pero mi Dios vive; y Él tiene mi corazón. ¡Oh qué heredad nos ha dejado mi esposo y tu padre! Estamos entregados a Dios: ahí estoy, y amo estar.

Tu siempre afectuosa madre

Sarah Edwards148

La Búsqueda de Visión Espiritual

Así terminó la vida terrena de uno cuya pasión por la supremacía de Dios fue probablemente sin igual en la historia de la iglesia. La búsqueda fue con vehemencia porque él sabía lo que estaba en juego y que el mero conocimiento especulativo o racional de Dios no podía salvar su alma o bendecir la iglesia. Toda su energía estaba inclinada a servir a lo que es la verdadera meta de todas las cosas, es decir a la manifestación de la gloria de Dios en una visión espiritual al disfrute de esa gloria.

Una verdadera conciencia de la gloria de Dios es la que nunca podrá ser obtenida por la especulación [razonamiento]; si los hombres se convencen a sí mismos con argumentos de que Dios es santo, eso nunca les dará conciencia de Su amable [i.e., agradable, admirable] y gloriosa santidad. Si argumentan que Él es muy misericordioso, eso no les dará conciencia de Su gloriosa gracia y misericordia. Tiene que ser un descubrimiento más inmediato y sensible el que habrá de darle a la mente una verdadera conciencia de la excelencia y la belleza de Dios.149

En otras palabras, no sirve meramente creer que Dios es santo y misericordioso. Para que esa creencia tenga algún valor salvador tenemos que tener “conciencia” de la santidad y la misericordia de Dios. Es decir, debemos tener un verdadero conocimiento de esa fe y deleitarnos en ella por lo que es en sí misma. De otra manera el conocimiento no difiere del que tienen los demonios.

La meta de la Vida en la Labor de la Mente

¿Significa esto que todo estudio racional e inteligente es en vano? No. Porque él dice, “mientras más conocimiento racional de las cosas divinas tengas, mas oportunidad habrá, cuando el Espíritu sea soplado en tu corazón, de ver la excelencia de estas cosas, y de probar la dulzura de ellas.”150 Pero la meta de todo su estudio era este conocimiento espiritual consistente no solo en conocer a Dios sino deleitarse en Él, saborearlo y apreciarlo. Pero a pesar de todo su poder intelectual, Edwards estaba muy lejos de ser un académico frío, desconectado, neutral y desinteresado.

Él dijo en su resolución #64, “Resuelvo: cuando encuentre esos ‘gemidos indecibles’ de los cuales habla el apóstol, y esos ‘suspiros del alma por los deseos que tiene’ de los cuales habla el salmista…no me cansaré de procurar con diligencia ventilar mis deseos, ni de las repeticiones de tal diligencia.”151

En otras palabras, él cultivaba intencionalmente su pasión por Dios a la vez que cultivaba su conocimiento de Dios. Forzaba su avance en la sujeción de su carne no solo por la verdad sino por más gracia. La resolución #30 dice, “Resuelvo: procurar cada semana ser conducido a un lugar más elevado en la religión y a un más elevado ejercicio de la gracia de lo que lo fui la semana anterior.”152

Y ese avance era para Edwards intensamente práctico. Él le dijo a su gente lo que buscaba para sí mismo,

No busques crecer en conocimiento principalmente por causa del aplauso, y para permitirte poder disputar con otros; búscalo para el beneficio de tu alma y para practicarlo…practica de acuerdo al conocimiento que tienes. Esta será la manera de conocer más… [de acuerdo al Salmo 119:100] “Más que los viejos he entendido, Porque he guardado tus mandamientos” (Salmo 119:100).153

El gran fin de todo estudio—toda teología—es un corazón para Dios y una vida de santidad. La gran meta de todo el trabajo de Edwards fué la gloria de Dios. Y las más grandes cosas que he aprendido de Edwards, y de la visión que conduce este libro, es que Dios es glorificado no meramente por ser conocido, ni por meramente ser obedecido, sino por ser disfrutado en el conocimiento y la obediencia.

Dios hizo el mundo para poder comunicar, y la criatura recibir su gloria; pero eso puede [ser] recibido por la mente y el corazón. El que testifica que tiene una idea de la gloria de Dios [no] glorifica a Dios tanto como el que testifica también su aprobación y se deleita en eso.154

Así que la exhortación final y más importante para nosotros de la vida y la labor de Jonathan Edwards es esta: en todo en nuestra vida, en nuestro estudio y en nuestro ministerio busquemos glorificar a Dios encontrando nuestra satisfacción en Él sobre todas las cosas. Avancemos en conocer en lo profundo de nuestro ser que su “misericordia es mejor que la vida” (Salmo 63:3). De esta manera, descubramos la libertad de este mundo que exalta a Dios y nos hará los más radicales y sacrificados siervos de Dios en la tierra— que los hombres puedan ver nuestras buenas obras y se nos unan en glorificar a Dios disfrutando de Él por siempre.

Disfrutar de [Dios] es la única felicidad con la que nuestras almas pueden ser satisfechas. Ir al cielo y disfrutar plenamente a Dios es infinitamente mejor que las más placenteras comodidades en la tierra. Padres, madres, esposos, esposas, hijos, o la compañía de los amigos terrenos son solamente sombras; pero Dios es la substancia. Éstos no son sino destellos esparcidos, pero Dios es el sol. Ellos no son sino arroyos, pero Dios es el océano.155

La Pasión de Dios por Su Gloria

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