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Introducción

Una de las traducciones más antiguas de la Biblia en inglés es la King James. Hace algunos años, se celebraron sus cuatrocientos años, y los medios de comunicación presentaron varios reportajes acerca el impacto de esta notable traducción. Esto es lo que una persona famosa dijo: «No puedes apreciar la literatura inglesa a menos que estés hasta cierto punto familiarizado con la Biblia King James. Desconocer la Biblia King James es ser, de alguna manera, un bárbaro».

Aunque no lo creas, ese comentario positivo lo dijo el conocido ateo Richard Dawkins. Y hubo otros tantos halagos. La mayoría recalcó la influencia de esta traducción en el lenguaje y la cultura. Joan Bakewell afirmó que la versión King James es «una de las mejores obras literarias jamás escritas». Y si bien estas declaraciones fueron realmente ciertas, me pregunto qué habrían dicho Moisés o Jeremías o Pablo en respuesta a tales elogios. Alguien una vez sugirió que es como si se tomara el manuscrito original de Einstein sobre «la teoría de la relatividad» y se dijera, «¡que bella letra!»

Por supuesto, que hay mucho más en la Palabra de Dios que su legado literario, aunque este sea notable. Hace algunos años atrás, un hombre llamado J. B. Phillips estaba trabajando en una paráfrasis de la Biblia y explicó que la experiencia era similar a trabajar con la red eléctrica de una casa, pero con la electricidad aún encendida. Fue una experiencia extraordinaria: el libro estaba «vivo»; Era potente y vigorizante. Como lo dijo Martín Lutero, «La Biblia está viva, tiene manos y me agarra; tiene pies y corre detrás de mí».

La Biblia está repleta de descripciones dinámicas sobre sí misma. Jeremías dijo que la Palabra de Dios era como fuego en sus huesos o como un martillo que pulveriza la roca (Jer 20.9; 23.29). Pablo la describió como la espada del Espíritu (Ef 6.17). La idea se repite en Hebreos 4.12 «la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos…». Jesús dijo que la Palabra era como la semilla que produce una buena cosecha. Y también tenemos la intrigante historia en Lucas 24 de dos discípulos camino a Emaús después de la crucifixión de Jesús en Jerusalén. No reconocieron a Jesús, pero él deliberadamente eligió revelarse a partir de la Biblia: «Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras» (v. 27). ¿Su respuesta? «¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (v. 32).

En otras palabras, mediante las Escrituras ellos encontraron al Cristo vivo. Esta es la razón por la cual nuestras iglesias están comprometidas a escuchar, entender y explicar la Palabra de Dios, y es por eso que los movimientos de Langham Predicación se enfocan constantemente en las Escrituras. Creemos que la Palabra de Dios tiene el mismo impacto dinámico el día de hoy. La predicación es importante. Cuando se predica la Biblia fielmente y de manera pertinente, transforma nuestro entendimiento y nuestras actitudes, desafía y reconfigura nuestras cosmovisiones y, más importante aún, nos conduce a una relación viva con Dios por medio de Cristo.

Recuerdo a una amiga que, por causa de las luchas que enfrentaba tratando de criar a un hijo con graves problemas de aprendizaje, descubrió que su fe cristiana tenía cada vez menos propósito. ¿Podría ella realmente confiar en Dios? ¿Esas invitaciones a vivir con esperanza eran sencillamente expresiones sentimentales nacidas de la ilusión? Sin embargo, pasados varios domingos, luego de haber escuchando sermones sobre la vida de Rut desde una perspectiva pastoral, ella me confesó que esta antigua historia, por la gracia de Dios, había transformado su perspectiva sobre su situación familiar y había restaurado su confianza en los buenos propósitos de Dios. Esto ocurre todo el tiempo y por todas partes del mundo.

La Biblia y la predicación

Esta es la convicción que existe detrás de cada predicación bíblica, y es por esta razón que la propia Biblia, la historia de la iglesia primitiva, la historia de los avivamientos, la formación de las sociedades bíblicas y la transformación de seres humanos, dan testimonio al hecho que la predicación es efectiva sólo cuando la Biblia es su centro.

Pero, puedo escuchar a alguien decir, «seguramente que todos los predicadores predican a partir de la Biblia, ¿por qué has escrito un libro sobre un tema tan obvio?» Ciertamente se trata de una pregunta válida. El predicador en cualquier congregación, tradición y país probablemente reconoce que su tarea es explicar la Biblia. Conocemos la intensidad del mandamiento neotestamentario de «predicar la Palabra» y, cuando nos reunimos en nuestros cultos, damos por sentado que después de que el pasaje bíblico se haya leído, el predicador se para frente a la congregación, abre la Biblia, con la intención de proclamar la Palabra de nuestro Señor. Seguro que cada predicador hace esto, ¿verdad?

Lamentablemente no sucede así. Hablé recientemente con un pastor que me comentó que en su país, los pastores y predicadores escriben su sermón y luego buscan pasajes bíblicos para ilustrarlo. Cada vez que cuento esta historia escucho risas avergonzadas, ese pastor seguramente no está solo. Muy a menudo, la Biblia no establece la agenda; es simplemente la música de fondo. En muchos países, la predicación temática (que con frecuencia se basa vagamente en una serie de referencias bíblicas) es lo más común. El peligro con esta clase de predicación es que no permite que la Biblia se exprese, y fácilmente puede sustituir el poder de la Palabra por un conjunto de anécdotas entrelazadas por algún tema que esté de moda. De verdad hay una epidemia de lo que podríamos llamar «predicación light». Esta clase de predicación no tiene poder transformador, porque le falta autoridad bíblica. A menudo he hablado con amigos que, luego de haber escuchado a un conferencista vivaz, pueden describir sus historias entretenidas, pero lamentan no haber escuchado la Palabra del Señor. Las historias memorables y convincentes son vitales para la predicación, pero si se oculta, margina o ignora la Palabra de Dios en las Escrituras, nada cambiará y nada durará.

Así que esta es la proposición clave: La única clase de predicación verdadera es la predicación bíblica. Y por predicación bíblica nos referimos a una predicación que coloca a la Biblia en su centro, y expone así su poder y fortaleza. En casi toda situación, quisiera incluso tomar un paso más y afirmar que: la predicación bíblica es una predicación que expone un pasaje bíblico. Claro que existe un lugar importante dentro de la dieta de la iglesia para la predicación temática, pero también esta clase de predicación se desarrolla de mejor manera a partir de una explicación cuidadosa de un pasaje principal, acompañado por otros pasajes bíblicos. Este libro argumenta que predicar a partir de un pasaje bíblico es la manera más efectiva de proclamar la Palabra de Dios.

La predicación y el crecimiento espiritual

Es de suma importancia la predicación en cuyo centro se encuentra la Biblia. Hace muchos años atrás, el teólogo anglicano Jim Packer, al referirse a la importancia de la Biblia, inició su sermón hablando sobre los árboles secuoya del norte de California. Estos maravillosos árboles están cuidadosamente cercados porque, aunque son enormes, tienen raíces poco profundas, por lo que, a medida que más visitantes caminan alrededor de ellos, el suelo se afloja en torno a sus raíces, colocando a los árboles en una situación muy vulnerable. De hecho, no se necesitaría mucho viento para derrumbarlos. Packer comentó que, aunque hay muchas señales de crecimiento en la iglesia evangélica, existe también una inconfundible superficialidad. Y la razón fundamental, sugirió, es la incertidumbre y confusión con respecto a la naturaleza y uso de la Biblia. Lamentablemente, si hay incertidumbre aquí, puedes esperar incertidumbre en todos lados. Es una paradoja alarmante que, al mismo tiempo que tengamos la Biblia disponible en tantas versiones y formatos, guarde también un silencio impresionante en tantas áreas de la vida de la iglesia.

Hay menos dedicación a la lectura personal de la Biblia, menos tiempo a la lectura de las Escrituras en los hogares y los cultos religiosos, e incluso se margina a la Biblia en la predicación. Todo esto indefectiblemente tiene serias consecuencias. Si la obligación de la iglesia es mantenerse firme contra viento y marea, si los discípulos cristianos deben madurar en la fe, entonces sus raíces deben nutrirse profundamente de la Palabra de Dios. Como Jim Packer lo expresara: «La iglesia debe vivir por la Palabra de Dios como su alimento vital y que esa misma Palabra sea su estrella guía. Sin la predicación, no es concebible que esto se logre ver o realizar».2 Así que la primera tarea del ministerio pastoral es asegurarse que el ministerio de la Palabra (que incluye predicar, pero es más que esto) sea el palpitar de la vida y el trabajo de la iglesia.

La predicación y la congregación

Por tanto, una de las convicciones de este libro es que la predicación es un acontecimiento de la comunidad y que requiere que la congregación tome parte activa. Es importante para todos nosotros, porque es la manera en que la iglesia como comunidad se encuentra con el Dios vivo. Tenemos que encontrar maneras de integrar a nuestros cultos la Palabra que se predica, así como también hacer que esta Palabra sea el centro de nuestros grupos de estudio, utilizarla en el asesoramiento pastoral, proclamarla en el evangelismo y vivirla como ejemplo en nuestra propia vida y familia. A propósito, en varios capítulos de este libro me he enfocado en la participación de la congregación. Por ejemplo, el capítulo 1 aborda la necesidad de asegurarse que la Palabra juegue un papel central, los capítulos 2 y 3 tratan el llamado a orar y a estudiar las Escrituras, y los capítulos 6, 7 y 9 lo hacen en torno a la importancia de su aplicación y, en especial, las distintas formas en que las congregaciones pueden desempeñar su papel en la predicación, que se describen en el capítulo 8.

Veremos varios temas que surgen de una historia dramática, donde la Palabra de Dios tuvo un impacto dinámico en su pueblo durante un momento crítico de su historia. Esta historia quedó registrada en las memorias de Nehemías y, en particular, nos enfocaremos en Nehemías 8.1-12. Usaremos este pasaje como base y, entonces, la estructura del libro seguirá tres elementos dinámicos principales:

* La Palabra de Dios y la esencia de la predicación

* El maestro y el trabajo de la predicación

* La congregación y el propósito de la predicación

Exploraremos cada uno de estos temas a partir de la experiencia del pueblo de Dios en Jerusalén, cuando el maestro Esdras los dirigió hacia un encuentro transformador con el Dios viviente.

Mientras lees los siguientes capítulos, te pido que mantengas a la mano Nehemías 8.1-12 en tu Biblia, en tu móvil o recurriendo a marcapáginas. Y, primeramente, mientras lees este capítulo, hazte la siguiente pregunta: ¿Cuales son los elementos de esta historia que demuestran lo que sucede cuando se abre y proclama la Biblia de la forma adecuada?

Nehemías 8.1-12 (NVI)

Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se reunió en la plaza que está frente a la puerta del Agua y le pidió al maestro Esdras traer el libro de la ley que el Señor le había dado a Israel por medio de Moisés. Así que el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras llevó la ley ante la asamblea, que estaba compuesta de hombres y mujeres y de todos los que podían comprender la lectura, 3 y la leyó en presencia de ellos desde el alba hasta el mediodía en la plaza que está frente a la puerta del Agua. Todo el pueblo estaba muy atento a la lectura del libro de la ley.

El maestro Esdras se puso de pie sobre una plataforma de madera construida para la ocasión. A su derecha estaban Matatías, Semá, Anías, Urías, Jilquías y Maseías; a su izquierda, Pedaías, Misael, Malquías, Jasún, Jasbadana, Zacarías y Mesulán. Esdras, a quien la gente podía ver porque él estaba en un lugar más alto, abrió el libro y todo el pueblo se puso de pie. Entonces Esdras bendijo al Señor, el gran Dios. Y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: «¡Amén y amén!» Luego adoraron al Señor, inclinándose hasta tocar el suelo con la frente.

Los levitas Jesúa, Baní, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maseías, Quelitá, Azarías, Jozabed, Janán y Pelaías le explicaban la ley al pueblo, que no se movía de su sitio. Ellos leían con claridad el libro de la ley de Dios y lo interpretaban de modo que se comprendiera su lectura.

Al oír las palabras de la ley, la gente comenzó a llorar. Por eso el gobernador Nehemías, el sacerdote y maestro Esdras y los levitas que enseñaban al pueblo les dijeron: «No lloren ni se pongan tristes, porque este día ha sido consagrado al Señor su Dios».

Luego Nehemías añadió: «Ya pueden irse. Coman bien, tomen bebidas dulces y compartan su comida con quienes no tengan nada, porque este día ha sido consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza».

También los levitas tranquilizaban a todo el pueblo. Les decían: «¡Tranquilos! ¡No estén tristes, que este es un día santo!»

Así que todo el pueblo se fue a comer y beber y compartir su comida, felices de haber comprendido lo que se les había enseñado.

2. J. I. Packer, ‘Why Preach?’ en Honouring the Written Word of God: Collected Shorter Writings of J. I. Packer, ed. J. I. Packer (Carlisle: Paternoster Press, 1999), 260.

La predicación bíblica transformadora

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