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Cómo es Venecia

Sus habitantes

Aunque a primera vista los venecianos pueden parecer fríos y distantes, es gente que resulta muy amable y hospitalaria, dispuesta a atendernos en cualquier momento. Como es lógico, en una ciudad invadida constantemente por turistas, quien no vive de esta industria da la sensación que está un poco harto de tanta gente. Otra cuestión, que también les hace parecer distantes, es el dialecto que hablan entre ellos y que resulta incomprensible para los demás. Los venecianos están encantados con su ciudad y, aunque ellos puedan ser muy críticos, no consienten que lo hagan los que la visitan.

Aunque pueda parecer una ciudad-museo por la cantidad de monumentos históricos, Venecia actualmente cuenta con unos 60.000 habitantes en el centro histórico y unos 270.000 en todo el municipio. En los barrios más alejados del centro es donde se puede percibir que la ciudad aún está viva con sus bulliciosas plazas y bares poblados de lugareños. Pero vivir en Venecia es tarea difícil; primero por la invasión turística durante todo el año, luego por el precio de los alquileres y, por último, por la incomodidad de los desplazamientos. Por estas circunstancias, cada vez son más las personas que prefieren trasladarse a tierra firme por la comodidad que significa. Venecia va perdiendo población continuamente y hoy en día es la localidad de Italia con gente de mayor edad.


Cafetería en la plaza de San Marcos.

Venecia es visitada cada año por miles de personas, la mayoría de las cuales se concentran en la plaza de San Marcos y alrededores. Si marcamos este lugar como epicentro y trazamos círculos a su alrededor, nos daremos cuenta de que cuanto más nos alejamos de él, más opciones tenemos de descubrir otra Venecia, de plazas y calles más tranquilas, donde sentarse en las terrazas de los bares resulta un verdadero placer… sin tener que pagar sumas desorbitadas.

Sus barrios

Venecia fue construida sobre el agua en lo que fuera el delta del río Po. Los arrastres del río y las arenas traídas por las corrientes marítimas crearon las numerosas islas que hay en la laguna de Venecia. Sobre esta tierra firme, un entramado de pilotes de madera petrificada y losas de piedra sostienen suntuosos palacios, iglesias que lucen todos los estilos, alegres plazas y apacibles rincones donde parece que se haya detenido el tiempo. Todo un conjunto arquitectónico único en el mundo cuya protección ha hecho saltar a menudo numerosas voces de alarma. Venecia, con el acqua alta, parece que pueda ser engullida por el mar, cuya erosión constante se deja notar en los cimientos de las casas. Muros de protección exterior, sistemas de drenaje y limitaciones de velocidad, para no provocar oleaje, son algunas de las medidas que se han puesto en macha para paliar el deterioro. Venecia debe sobrevivir para admiración de generaciones posteriores.


Campo San Giacomo dell´Orio.

La ciudad se divide en seis barrios (sestiere): Cannaregio, Santa Croce, San Polo, Dorsoduro, San Marco y Castello. La numeración de las casas es un sistema algo complicado; incluye el nombre de la calle, del barrio donde se ubica y un número que en casi todos los sestiere llega a los cuatro guarismos.

La ciudad de Venecia está declarada Patrimonio de La Humanidad desde el año 1987. Para hacerse una idea del interés histórico, basta con decir que hay unas 150 iglesias y más de quinientos palacios, evidentemente no todos en estado impecable. La ciudad está formada por numerosas islas e islotes unidas por unos 430 puentes que salvan la presencia de una intrincada red de aproximadamente 150 canales. Hay que saber que dentro del lenguaje urbano, campo significa plaza y fondamenta es la calzada adyacente a un canal.

Por la influencia de determinados factores como son las bajas presiones, las fases lunares y los vientos que soplan del sur (siroco), entre octubre y marzo se produce el fenómeno bautizado como acqua alta (marea alta). El nivel del mar sube e inunda las partes más bajas de la ciudad. En la plaza de San Marcos se habilitan pasarelas de madera y las botas de agua se convierten en un elemento imprescindible para recorrer algunos rincones. Hay en marcha un proyecto experimental para mitigar los efectos de estas periódicas inundaciones, pero mientras tanto, el objetivo fotográfico puede captar imágenes curiosas como el reflejo de los edificios en las plazas inundadas.

Venecia en la literatura

Venecia, por sus características arquitectónicas, el clima y la amalgama de personajes y culturas que se han alojado en ella, ha servido de fuente de inspiración a numerosos escritores. Primero, cuando era rica y floreciente y luego, cuando derrotada cayó en un ambiente lleno de melancolía. Sus múltiples caras han seducido a muchos autores de todos los tiempos y si los palacios son símbolo de grandeza, los desconchones y las humedades reflejan el deterioro arquitectónico y humano.

En los siglos XIII, XIV y XV, Dante Alighieri, Petrarca y Erasmo de Rotterdam ya habían incluido algunos aspectos de Venecia en sus relatos literarios. A finales del siglo XVI, William Shakespeare retrata en El mercader de Venecia la sociedad de la época y, al final, termina imponiendo la razón por encima del orgullo y el mercadeo. Otelo se inspira en un personaje que había vivido en campo de Santa Margherita.

Los siglos XVIII y XIX son prolíficos en obras dedicadas a Venecia. En Historia de mi vida, de Giacomo Casanova, las comedias de Carlos Goldoni y las obras teatrales de Carlo Gozzi se retrata una ciudad distinta, de costumbres liberales y situaciones anecdóticas. Wolfgang Goethe, en su Viaje a Italia (1786-1788), comentaba que esta ciudad no podía compararse a ninguna otra. Lord Byron vivió un par de años en un palacete del Gran Canal; luego escribiría Las peregrinaciones de Childe Harold (1812-1818) y Los dos Foscari (1821). Francisco Martínez de la Rosa, en La conjuración de Venecia (1830), recreaba la ciudad del siglo XIV. Charles Dickens escribía Imágenes de Italia (1846) y se entusiasmaba con Venecia diciendo que esta ciudad «superaba la capacidad imaginativa del más fantástico soñador». Henry James, en Italian Hours (1872-1909), la consideraba como una atracción turística muy explotada; en cambio en Las piedras de Venecia (1849), de John Ruskin, este escritor inglés resaltaba su belleza arquitectónica.

Durante el siglo XX diversos escritores siguen encontrando en Venecia un telón de fondo para sus obras. Thomas Mann, en su Muerte en Venecia (1912), convierte al joven Tadzio en una belleza inalcanzable de la que queda prendado el escritor Aschenbach. Jan Morris, escritora británica que nació varón, dedicó a Venecia uno de sus libros de viajes. Michael Dibdin en Laguna muerta (1994), Juan Manuel Prada en La tempestad (1997) y Donna Leon en Muerte en La Fenice (1992) y Acqua Alta (1996), sitúan sus historias novelescas en la ciudad de los canales.

Venecia en el cine

Venecia es una ciudad que está muy ligada al séptimo arte, ya sea porque sirve de decorado para muchas películas o por el Festival Internacional de Cinema de Venecia, que se celebra desde 1932 y en el que se entrega el codiciado León de Oro.

En 1935 Mark Sandrich rueda su famosa comedia musical Top Hat (El sombrero de copa), con Fred Astaire y Ginger Rogers. Los años 1950 fueron testigos del nacimiento de películas como Una noche en Venecia, de Georg Wildhagen, y Ombra sul Canal Grande (Sombras sobre el Gran Canal), de Glauco Pellegrini. Pero el esplendor cinematográfico de la década se produce en 1954. Es el año de la primera de las dos obras maestras de Luchino Visconti, Senso, adaptación al cine de la novela de Camillo Boto, mientras que Renato Castellani rueda la historia de Romeo y Julieta, en la que los palacios de Venecia sustituyen a los de Verona (esta película le valió un León de Oro). En ese mismo año, el inglés David Lean une a las estrellas Rossano Brazzi y Katharine Hepburn en Vacaciones en Venecia y en 1959 Alberto Sordi interpreta a un gondolero en una comedia de Dino Risi titulada Venecia, la luna y tú, cuya canción del mismo título se hizo famosa en toda Italia.


Puente de Rialto.

Los años 1970 y 1980 también fueron prolíficos en lo que a filmografía se refiere. Joseph Losey filma Eva (1962), protagonizada por Jeanne Moreau, Stanley Baker y Virna Lisi. En 1970 Enrico Maria Salerno rueda Anónimo veneciano, una conmovedora historia de amor cuyos protagonistas fueron Florida Bolkan y Tony Musante, con una banda sonora que se hizo muy famosa. En el mismo año, Luchino Visconti dirige Muerte en Venecia, su segunda obra maestra, inspirada en la famosa novela de Thomas Mann y ambientada principalmente en el Lido. En 1973, Amenaza en la sombra, de Nicolas Roeg, sitúa en Venecia la historia de una pareja que intenta superar la muerte de su hija restaurando una iglesia. En 1976 es Federico Fellini quien asalta la ciudad con su célebre Casanova y ese mismo año, Dino Risi decide situar aquí la acción de la película Almas perdidas, basada en la novela del escritor italiano Giovanni Arpino, con Vittorio Gassman y Catherine Deneuve como protagonistas. En 1979 Joseph Losey vuelve a los alrededores de Venecia para rodar en las villas paladinas una versión cinematográfica de la obra maestra de Mozart, Don Giovanni. Y como no podía ser menos, el agente 007 —esta vez protagonizado por Roger Moore—, también tenía que volar por los canales con el film Moonraker (1979).

Antonioni rueda en 1982 Identificación de una mujer y ese mismo año se filma una serie para la televisión que tiene como protagonista a Marco Polo, que es encarnado por Ken Marshall. En 1986 la explosiva Laura Antonelli es la protagonista de La veneciana, de Mauro Bolognini, donde se recrea la ciudad del siglo XVI. Indiana Jones y la última cruzada (1988), interpretada por Harrison Ford, transforma la iglesia de San Barnaba en centro de su acción.

La vida de Dora Carrington y Litton Strachey fue llevada al cine en 1995 por Christopher Hampton en Carrington, que utilizaba Venecia como telón de fondo. Woody Allen, en su serie de películas sobre ciudades, incluyó Venecia con el título Todos dicen I love you (1996). En Las alas de la paloma (1997), de Iain Softley, se urde un plan amoroso entre góndolas, palacios y canales. Pan y tulipanes (2000), de Silvio Soldoni, recrea una ciudad sin turistas, un hecho realmente insólito. El mercader de Venecia, de Michael Radford, inspirada en la novela de William Shakespeare, se estrena en 2004 en el Festival Internacional de Cinema de Venecia, con el enfrentamiento estelar entre Al Pacino y Jeremy Irons. Finalmente, La pequeña Venecia (2011), de Andrea Segre, profundiza en la relación entre dos personas de culturas alejadas (china y eslava) que se encuentran en la isla de Chioggia, situada en la laguna de Venecia.


Palacio Ducal.

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