Читать книгу Cuarentena atenuada - Jorge Antonio Alonso Freire - Страница 12

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MIEDO

El miedo dejó de ser circunstancia

y se convirtió en constante.

Habitaba en los bolsillos,

en las patillas de las gafas,

en los arcos de las frentes,

en senderos y anaqueles,

en los estantes.

Adquirió protagonismo,

se granjeó enemigos,

ocupaba las portadas,

tertuliaba en las ondas,

se aplaudía a sí mismo cada tarde,

y fundó su Gran Hermano,

con los mismos perros,

con distintas mascarillas,

con precaución de guante roto,

las manos bebiendo alcohol,

las bocas secas.

El miedo castigaba los afectos,

vaciaba las calles,

encerraba por dentro,

acorralaba por fuera,

miraba raro,

imponía vigilancias,

admitía corolarios,

concedía visados,

aplazaba deudas,

extendía recetas,

decomisaba pedidos,

enfrentaba niños adultos,

en patios lujosos de colegio,

con delegados,

testigos,

portavoces,

señorías;

sus actas intactas,

sus bolsillos sin agujeros,

sus caras sin vergüenza,

sus carteras sin mácula.

El miedo se escribía con mayúsculas,

con puntos suspensivos,

con tinta fuerte,

fuente grande,

doble espacio,

y conquistó casillas,

supermercados,

comedores,

antesalas,

bancos.

Se hicieron colas lentas en las calles,

en los pasillos,

como en un rito,

el ritmo lento,

la mirada perdida,

las bolsas colgando de los ganchos de los brazos,

los carros levitando;

los suelos se llenaron de la viruela de las marcas,

el dinero se ofuscó,

las tarjetas echaron humo

y los extintores lloraron su desamor,

sin manos desprovistas que quisieran tocarles

y aliviarles su presión.

El miedo engordó

por exceso de pábulo;

se lo creyó,

se pavoneó,

abusó y lo grabó con el móvil,

lo difundió,

y cuando se marchó, no lo hizo para siempre;

se quedó cerca, caminando de puntillas.

Cuarentena atenuada

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