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Mito y épica incaicos

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“Un afán de perennidad y de perpetuación del pasado” es la frase empleada por Porras para expresar la voluntad de la cultura incaica por conservar su tradición. ¿Cómo entender este culto a la memoria y su resistencia al cambio?

La sociedad andina incaica tenía una concepción circular del tiempo, de acuerdo con la cual situaciones del pasado podían reaparecer por acción de los ritos. Esto explica, entre otras cosas, que hubiera una adhesión atávica a las tradiciones, expresada en sus prácticas cotidianas y en sus costumbres. Por tal razón, recordaba Porras el culto a las momias (malquis) o la adoración a las huacas como formas de cultos populares, en las que el pasado estaba en perpetua conexión con el presente. Afirmaba también que todos los ritos y las costumbres de la sociedad incaica tenían un “sentido recordatorio y propiciador del pasado”.

¿Qué destaca Porras del derrotero del pueblo incaico?

Destaca la circunstancia de que, tratándose de un pueblo agrario, deviniera en guerrero. Sin embargo, ello no implicó que perdiera su carácter rural, lo cual explica la vinculación de sus mitos con la tierra. En el Incanato, la casta guerrera estuvo conducida por la aristocracia, sector social que orientó la expansión territorial de sus dominios. En términos de la memoria histórica, señala Porras la existencia de una historia oficial de los incas, cultivada por los quipucamayocs. Una de sus prácticas residía en que cada panaca cantaba las hazañas de su inca fundador. Esto le dio a la historia un carácter parcial y selectivo; es decir, solo era motivo de recordación colectiva las acciones de los soberanos que hubieran encarnado los valores y los preceptos de la clase dirigente. De allí surge la relación oficial de los catorce incas. La historia presentaba también un sentido moralizante, pues solo se recordaba aquellos hechos que fueran dignos para la memoria colectiva: los incas que hubieran gobernado de forma deficiente o que no hubieran cumplido con los principios morales de la sociedad, eran excluidos de los relatos históricos.

Sabemos que el cuento popular y la poesía mítica anteceden a la historia. Representan manifestaciones culturales que entreveran hechos reales e imaginarios para evocar —e incluso glorificar— la asombrosa historia de los incas. ¿Cómo debiera leerse el legado de estos testimonios artísticos?

Por ser un pueblo ágrafo, los relatos entre los incas tuvieron carácter oral. A ello se debe su propensión a narraciones como el cuento popular, la poesía mítica y la leyenda, en los que se entremezclan hechos reales e imaginarios. Por tanto, este tipo de fuente oral o tradicional no debe ser aceptada como un relato histórico; sin embargo, nos puede dar una idea del sentido de la historia. A través de la leyenda y del mito, se buscaba consagrar modelos de conducta que rigieran las acciones sociales del presente. Además, cumplían la función política de legitimar el poder que venía del pasado.

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