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SEGUNDA NOCHE Los seres vivos nacen, crecen y toda esa parafernalia

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Cuando era niño me enseñaron en la escuela que los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. Pues una de las cosas más geniales que he aprendido en toda mi vida es que las estrellas también nacen, crecen y mueren; y que luego se reproducen.

Aunque, por lo que yo sé, solo hay dos maneras de aprender esto, y la primera es ser niño durante toda la vida. Esto lo supe cuando leí Peter Pan y Wendy, de James M. Barrie, y ahora puedo decir con seguridad que eso de que las estrellas nacen, crecen, mueren y se reproducen, Peter Pan debía saberlo muy, pero que muy bien. El pobre era un despreocupado y un descarado de lo peor; no creo que hubiera nada en el mundo que le importara más que más bien poco —como no podía ser de otra manera, dicho sea de paso, ya que no tenía una mamá ni un papá—, pero lo que sí es cierto es que ser niño durante tanto tiempo le había enseñado muchísimas cosas. Peter podía volar, incluso sin polvo de hadas, y comprendía el lenguaje de las estrellas. Tanto es así que a menudo jugaba a bromear con ellas: se cuenta que cuando estaba aburrido se les acercaba volando por detrás en silencio y trataba de apagarlas de un soplido. Y, de hecho, fue precisamente una estrella, la más pequeña del cielo, la que le avisó que los papás de la niña Wendy estaban fuera de juego para que Peter pudiera entrar en casa a buscar su sombra, que había perdido en su última visita. Posiblemente fue la estrella número 61 de la constelación del Cisne, yo diría… Pero a lo que iba, que eso de que las estrellas nacen, crecen, mueren y se reproducen, Peter seguro que lo sabía.

Sin embargo, aun siendo niño durante toda una vida, uno corre el riesgo de olvidarlo todo si crece, como temo que me pasará a mí si algún día bajo de este barco, lo que me lleva de forma inevitable a la segunda manera.

La segunda manera, pues, es ser de mayor algo que se llama astrofísico.

Pero hay que andarse con ojo, porque se trata de una de esas palabras raras, como… anacrusa, por ejemplo; una de esas palabras que cuando la gente las escucha responde con caras aún más raras: como si de la noche a la mañana te hubieras convertido en un monstruoso insecto, como en un cuento que leí una vez, o con esa admiración burlesca que no resulta menos incómoda… Y aunque para llegar a ser astrofísico es un requisito indispensable aprender que las estrellas nacen, crecen, mueren y se reproducen, aun así, son pocos los que consiguen llegar a aprehenderlo de verdad, con hache intercalada; y esto significa asimilarlo como algo real, algo que te acompaña cada noche cuando miras el cielo, poder interiorizarlo y hacerlo propio, creértelo de corazón.

Me temo que ahora estoy obligado a contar por qué esto es así, y es que la maldición más grande de los adultos es que uno puede ponerse a estudiar un pez con tanto detalle en alguno de sus laboratorios que se olvida de que lo que está viendo es un animalito que juega dentro del mar entre colores de arrecifes de coral. El olvido es ese triste castigo que se nos puso hace mucho tiempo por querer crecer demasiado rápido, en todos los sentidos que uno pueda imaginar. Por ejemplo, de tanta prisa y desencanto, las personas, los animales y todas las cosas, hemos olvidado que una vez, hace mucho tiempo, vivíamos juntos dentro de una misma estrella. Y es que en toda buena aventura que se haya relatado, los protagonistas siempre acaban olvidando su vida anterior de una u otra manera. Esto es importante, pero me estoy adelantando…


Así que al igual que al que estudia los peces se le llama biólogo marino, al que estudia las estrellas se le llama astrofísico; y pensándolo bien, eso de las caras raras no es tanto de extrañar: imagina que alguien se te acerca y te dice que su trabajo es estudiar las estrellas. ¡Estudiar las estrellas! En verdad, es de locos.

Aunque, claro está, ni todos los biólogos marinos estudian peces, ni todos los astrofísicos estudian estrellas, pues hay muchas cosas en el mar que no son peces, y muchas cosas en el cielo que no son estrellas.

¿A dónde van las estrellas cuando mueren?

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