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introducción

El desarrollo territorial y urbanístico de Medellín a lo largo del siglo anterior, especialmente durante las décadas recientes, evidencia cómo ha sido posible asumir circunstancias complejísimas y conflictivas. Dicho proceso parte de la construcción colectiva de formas de planeación e intervención sobre la ciudad, avanzando de manera consistente hacia una sociedad que promueva una urbanización incluyente y fomente la convivencia y la vida pública como dos de sus condiciones esenciales.

En el contexto de formación de una nueva democracia municipal, el caso Medellín ejemplifica experiencias de planeación y gestión urbana, social y territorial, que han evolucionado para construir un proyecto ciudadano a largo plazo basado en acuerdos sociales y cívicos, los cuales han permitido acordar una visión y dar continuidad en políticas con miras a obtener resultados transformadores de la vida pública.

Medellín representa y sintetiza una amplia gama de preguntas globales de la sociedad contemporánea sobre la urbanización. Por un lado, es una ciudad joven con una rápida y extrema expansión, desarrollada prácticamente en un siglo, mayoritariamente a partir de dinámicas informales derivadas de la inmigración desde el campo; por otro lado, es una sociedad gobernada desde la presidencia de la república, con sede en Bogotá, bajo una perspectiva unitaria altamente centralizada, inconsciente de la diversidad regional, sin democracia local y con estructuras políticas elitistas y clientelistas; una república que históricamente ha sido gobernada con mínima consideración por las particularidades sociales de las regiones, en especial en las periferias de la ciudad tradicional. Dicho contexto derivó gradualmente en diversos conflictos sociales y territoriales.

Explorar aspectos asociados con la evolución de Medellín es pertinente para comprender su complejidad y la densidad del proceso seguido por la sociedad en las últimas décadas, el cual representa una experimentación de gran riqueza, poco analizada con la profundidad que merece. Con frecuencia dicho proceso ha sido simplificado y caricaturizado. Buena parte del relato instalado en muchos escenarios sobre la historia reciente de la ciudad obedece a la mirada parcial sobre algunos de sus aspectos, a menudo pareciera que es una especie de cuento de superhéroes en el que aparecen villanos, como Pablo Escobar, y salvadores mesiánicos que cambiaron nuestra realidad. Es notable que incluso se ha llegado a hablar del “milagro Medellín” (Maclean, 2015), como si la ciudad fuera resultado casual y coyuntural de alguna acción heroica o hubiera ocurrido algo único y particular en su evolución.

Precisamente me ocuparé de ilustrar cómo construimos un camino de resiliencia y democracia desde la crisis. Propongo mirar a Medellín como un laboratorio territorial y social rico en experimentos, entendiendo este concepto como la acción sistemática llevada a cabo por diferentes sectores y grupos con el propósito de buscar soluciones, crear proyectos y, en general, reaccionar frente a un panorama inviable. En esta travesía no se ha obedecido a ninguna fórmula, no se ha respondido a los lineamientos de ningún líder en particular y no se ha pretendido ejercer un control diferente a la autorregulación ciudadana, resultado de la experimentación comunitaria persistente, con muchos hallazgos y un amplio rango de interrogantes no resueltos. En esta perspectiva la ciudad es vista como el resultado de un proceso social de varias décadas, cuya evolución se basa en la construcción democrática y colectiva.

El presente texto está escrito desde la memoria. Representa experiencias de lo que viví, lo que vi, lo que padecimos y ha quedado inscrito en nuestra historia y en el corazón; sobre todo, está narrado a partir de lo que construimos como sociedad para superar una de las mayores crisis que ciudad alguna haya vivido en el mundo moderno. He escrito confrontando algunas ideas de otras personas, leyendo otras visiones, planteándome preguntas y aventurando algunas respuestas. Asumo el riesgo y la dificultad que implica la cercanía con los hechos, así como las emociones que la realidad nos genera. La subjetividad y la emotividad están presentes de manera inevitable y, sin duda, este texto también es un reto personal en un debate abierto que considero necesario profundizar. Mi compromiso es contribuir al análisis y a la comprensión de muchos asuntos de esta ciudad que no han sido revisados críticamente.

Este libro se ocupa de un proceso que empieza a volverse una historia desconocida, pues el tiempo va dejando atrás muchos datos y hechos importantes, al igual que deja atrás las historias de varias generaciones de ciudadanos. Analizo muchos mitos y, como dije antes, abordo la caricaturización vigente sobre lo que hemos logrado; presento diversas preguntas que aún no encuentran respuesta y describo verdaderos logros de una sociedad, a menudo incapaz de reconocerse en su realidad y sus errores. Al mirar a Medellín aspiro a contribuir para que los diversos asuntos tratados dejen un saldo de aprendizaje, aportando elementos para una valoración más precisa sobre las cuestiones planteadas. Esto es importante, pues buena parte de los elementos que configuraron nuestra crisis aún prevalecen; todavía tenemos factores complejos de pobreza e inequidad, prevalencia de ilegalidad y crimen organizado que generan violencia y muerte, conflictos territoriales y ambientales, dificultades diversas para nuestra sostenibilidad y una economía en general muy frágil. En fin, somos un territorio que requiere volver a preguntarse algunas cosas, retomar el diálogo social y reemprender el camino de trabajo articulado y persistente, a través del cual ha sido posible construir sobre el dolor y la desesperanza. Aprender de nosotros mismos es urgente.

Medellín ha sido desde siempre una ciudad de amor y pasión, una sociedad que emergió luchando y superando barreras. Unas veces territoriales y geográficas; otras de carácter social, religioso, cultural, político y económico. Es un escenario diverso y rico en ideas, con gente muy dedicada al trabajo. Contradicciones de una sociedad que vive entre el amor por la cultura y el pensamiento, con señas profundas de solidaridad en medio de gran inequidad, así como una pasión por los negocios y el comercio, gran pragmatismo e inusitado afán por el dinero son señas de identidad que nos caracterizan. Los antioqueños (“paisas”, según muchos) formamos parte de una región liderada por extraordinarios humanistas e intelectuales, con la ambición de encontrar caminos renovadores y ampliar nuestras visiones, y al mismo tiempo por líderes dogmáticos, atados a tradiciones religiosas, políticas y a una supuesta historia aristocrática que es más ficticia que verdadera, pues en realidad se trata de una élite de comerciantes y negociantes hábiles y ambiciosos, campesinos, ganaderos y mineros con destrezas extremas para dominar territorios difíciles, que se suma a los grupos criminales con una creatividad y capacidades ilimitadas para consolidar sus negocios incluso en mercados internacionales. Somos millones de seres humanos que configuramos nuestra peculiar sociedad, contradictoria e inspiradora (Restrepo, 2009).

La atención mundial sobre la experiencia de la ciudad, expresada mediante premios, investigaciones y diversas valoraciones, evidencia que Medellín es un proyecto experimental muy rico, que inspira una reflexión amplia sobre los retos que onu Hábitat ha llamado la Nueva Agenda Urbana1 frente a la urbanización global.

En las décadas recientes, pocos casos como el nuestro representan la construcción de un camino de planeación y desarrollo democrático y cívico para enfrentar una crisis. La peor etapa de la ciudad, a finales de los ochenta, coincidió con el surgimiento de la democracia local (1987) y la gradual descentralización del Estado colombiano, que derivó en la primera elección de alcaldes, en 1988. Este momento de nuestra historia fue complementado con la adopción de la nueva Constitución Política, en 1991, y sobre todo con una fase de diálogo social y colectivo, que por primera vez nos permitió reconocernos en nuestra complejidad, acordar prioridades y gestar una ciudadanía mediante valores cívicos y democráticos, de manera incompleta e imperfecta, pero también de forma plural e intensa.

[…] la asamblea no reformó la carta, sino que expidió una nueva Constitución que buscó fortalecer el respeto a los derechos humanos, la capacidad de representación de las instituciones políticas, la posibilidad de autogobierno local. Colombia sería ahora una democracia real, con un Senado elegido en forma que garantizara la representación proporcional de los partidos más pequeños, con alcaldes y gobernadores electivos, con una carta de derechos políticos, económicos y sociales [...].

La Constitución de 1991 creó grandes esperanzas, en parte confirmadas y en parte incumplidas.

La descentralización que adoptó estuvo acompañada, para dar autonomía real a los municipios y departamentos, de la cesión de grandes recursos [...].

Mientras que gobiernos locales modernos y responsables, solo se lograron donde, como en algunas grandes ciudades, los conflictos armados no perturbaban tanto la política (Melo, 2017).

Tras varias décadas de extremas dificultades que significaron aislamiento, empobrecimiento, miedo y terror, Medellín forjó acuerdos estratégicos a largo plazo y desarrolló diversos proyectos catalíticos, como un camino inspirador que ahora cuenta con probados resultados e indicadores que representan un cambio profundo, el cual, más allá de la promoción y el marketing, sustenta en la realidad su valoración a nivel global.

Entre los reconocimientos más notorios recibidos por la ciudad en los últimos años, el Lee Kuan Yew World City Prize 2015-20162 tiene un extraordinario significado. Mediante un método comparado e independiente, un jurado del más alto nivel evaluó indicadores y soportes técnicos diversos, visitó la ciudad y analizó su historia reciente, lo cual muestra que no se premiaron percepciones, sino evidencias. Medellín ya había sido distinguida con una mención especial en la edición 2014 de este premio, reconocido por muchos como el “Nobel de las ciudades”. El galardón constituyó un momento culminante del reposicionamiento global y sin duda el de mayor trascendencia recibido hasta ahora. Igualmente fue notable haber sido elegida Ciudad más Innovadora en 2013 (uli, wsj y citi) y ciudad sede del séptimo Foro Urbano Mundial de onu Hábitat (abril de 2014), en un momento de inmenso debate global sobre la dinámica urbana, lo cual brindó la oportunidad a la ciudad para compartir sus experiencias y aprendizajes, plantear retos y agendas de futuro.

El interés global sobre Medellín se justifica si entendemos la magnitud del reto que el mundo enfrenta ante la creciente urbanización, con sus respectivos conflictos, y el calentamiento global, en un contexto de muy difíciles interrogantes derivadas de la pobreza y la inequidad, y en busca de construir un planeta viable hacia el futuro. Pocos casos son tan inspiradores para las ciudades del mundo como Medellín (Jurado del Premio Lee Kuan Yew World 2016).

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