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CAPÍTULO 3

¿Cuál es la predicación aprobada por Dios?

«La exposición de tus palabras alumbra, hace entender a los simples» (Salmo 119:130).

¡ARREBATADO AL TERCER CIELO!

Venga a escuchar el testimonio del misionero xxx, que hace tres años mientras ministraba en el Amazonas, tuvo la experiencia de su vida: ser arrebatado al tercer cielo. Allí vio cosas inefables que ahora viene a compartir con la iglesia del Señor. No se lo pierda.

Día: ______________ Lugar: ______________ Hora: ______________

El poster a todo color anunciando el gran evento, podía encontrarse en las paredes de muchas iglesias de la ciudad de Vancouver. El mismo aviso apareció en todos los periódicos cristianos y seculares. Por la radio y la TV se promocionó esta gran oportunidad de forma masiva. A la hora señalada más de tres mil personas fueron a escuchar al gran conferencista.

Una semana después del evento alguien escribió al periódico secular más importante de la ciudad una carta muy interesante. En ella relataba que el mismo individuo había estado en Vancouver treinta años antes, contando exactamente la misma historia. Y vaya coincidencia, también le había ocurrido tres años antes en el Amazonas... Y para fundamentarlo, envió al diario un recorte con el aviso publicitario de la visita anterior y el reporte periodístico del suceso.

El apóstol Pablo escribiendo a Timoteo le advirtió: «... pues vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias pasiones, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas» (2 Tim. 4:3-4). Esos días definitivamente han llegado. Estamos en pleno en medio de ellos. Ya sea en Canadá, Estados Unidos o Latinoamérica, el espíritu Ateniense (Hch. 17:21) está más vivo que nunca dentro del pueblo evangélico. Hay pasión por escuchar y aceptar «cualquier viento de doctrina», cualquier novelería. En la actualidad hay millares que se pasan de una iglesia a la otra buscando un nuevo éxtasis emocional. Millones corren para escuchar al último conferenciante «súper ungido» buscando recibir alguna poción mágica e instantánea que recomponga sus vidas. Millones andan en busca de sensacionalismo, de la última novelería teológica, de algo fantástico. Y en el proceso la gran mayoría terminan abriéndose a todo tipo de fraudes y engaños.

Reconocemos que la búsqueda sincera de un elevado número de individuos, en la mayoría de los casos, es perfectamente válida y justificada. Nadie puede estar a favor de iglesias muertas, rutinarias y aburridas. Donde si uno visitara uno de sus cultos hoy, y volviera a visitarlos dentro de veinte años, no habría ninguna diferencia. Donde si uno les pregunta cuando fue el último bautismo que tuvieron, tienen que hacer una excavación arqueológica... Sin embargo, al leer que más de tres mil personas habían ido a escuchar la gran conferencia del misionero X, no pude menos que preguntarme: ¿Tan bajo está el nivel de conocimientos bíblicos en esta ciudad? ¿Dónde ha quedado el discernimiento espiritual? ¿Nos hemos olvidado de la exhortación apostólica de 1 Juan 4:1: «Amados, no crean a todo espíritu, sino prueben los espíritus para ver si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido por el mundo». Mucho más importante aún para aquellos que son líderes del pueblo del Señor es ¿cómo podemos proteger al rebaño de estos lobos disfrazados de ovejas? ¿Cuál es la manera más efectiva? Más importante aún, ¿cómo podemos edificar cristianos sólidos que tengan los conocimientos requeridos para reconocer a los lobos que vienen disfrazados de ovejas?

La predicación bíblica incesante siempre ha sido el medio más usado por Dios, porque es el único medio.

En el párrafo de 2 Timoteo que citamos más arriba el apóstol responde nuestro interrogante: «Te suplico encarecidamente delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su Reino, que prediques la palabra y que instes a tiempo y fuera de tiempo. Redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina...» (2 Tim. 4:1-2). El mejor medio de proteger al rebaño de los oportunistas, ladrones, y falsos maestros es ¡predicar la palabra! De manera continua, sistemática, incansable, señalando la gran necesidad humana y también la salvación gloriosa que tenemos a nuestro alcance en Cristo Jesús nuestro bendito Señor y Salvador. La predicación bíblica incesante siempre ha sido el medio más usado por Dios, porque es el único medio. La iglesia nació mediante un sermón, y el evangelio se difundió por todo el mundo de forma poderosa y efectiva mediante la predicación apostólica. Así, una vez más, Pablo nos recuerda a nosotros, del mismo modo que le recordaba a los tesalonicenses en sus días, que las iglesias se establecieron por la predicación de la palabra: «Por lo cual también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes» (2 Ts. 2:13).

Pienso que todos los cristianos genuinos quisiéramos vivir vidas que agraden a Dios y lleven frutos abundantes para gloria de su nombre. En consecuencia, es primordial que nuestras vidas y ministerios tengan un fundamento sólido y una inyección de poder de lo alto. Sin embargo, millones en el presente día olvidan con demasiada frecuencia que es la predicación de la Biblia lo que Dios eligió como el canal favorito para que fluya su poder: «Enviaste tu palabra y los sanaste» (Salmo 107:20), exclama el salmista. Por lo tanto, si queremos ver obras de poder notables, prediquemos la palabra. La mejor contribución que la iglesia puede hacer en el día de hoy para una generación en conflicto, atemorizada y confundida es proclamar la palabra de Dios de manera poderosa, consistente y relevante. Si cumplimos la exhortación del apóstol a Timoteo, edificaremos discípulos sólidos que no serán arrastrados por cualquier viento de doctrina proveniente de tantos «pulpiteros» populares, y tantas veces fraudulentos.

La mejor contribución que la iglesia puede hacer en el día de hoy para una generación en conflicto, atemorizada y confundida es proclamar la palabra de Dios de manera poderosa, consistente y relevante.

Sin embargo, al decir que debemos predicar la palabra alguien justamente puede preguntar: «Pero, ¿qué quiere decir con ‘la palabra’? En nuestra iglesia siempre se ha predicado la Biblia. Después de todo, cuando un individuo sube al púlpito y lee la palabra de Dios a la congregación, ¿no es esa práctica anunciar la palabra? Cuando un pastor hace que la congregación busque y lea mil versículos durante el sermón, ¿no es eso predicar la palabra? Cuando se cuenta una historia actual, y se la bautiza con algunas verdades tomadas de la Biblia, ¿no significa esa práctica que estamos predicando la palabra?». Al preguntar en el título de este capítulo ¿Cuál es la predicación que Dios bendice?, queremos responder: la predicación expositiva de su palabra. ¿Qué significa, entonces, predicar la palabra de Dios en forma expositiva?

La verdadera predicación siempre comienza con un estudio serio, concienzudo y exhaustivo del pasaje bíblico a comunicar, pero es mucho más que eso.

Antes de ofrecer algunas definiciones será útil mencionar dos conceptos erróneos en relación a la predicación expositiva de la Biblia:

1. La predicación expositiva no es un tipo de sermón

Hace tiempo leí a un autor que enseñaba que hay tres tipos de sermones: temático, textual y expositivo. Y explicaba que la diferencia entre el textual y el expositivo es el largo del pasaje que se predica. Este autor tiene un error fundamental de concepto. En el capítulo 6 analizaremos qué clases de sermones se pueden presentar. Sin embargo, desde ya queremos enfatizar que el método expositivo es esencialmente una filosofía en cuanto a nuestra tarea. Debemos recalcar que todo sermón que presentamos, debe estar sustentado en la exposición clara, precisa y práctica del texto bíblico. Ya sea que entreguemos un sermón evangelístico o uno de edificación, siempre debe ser expositivo. Sea que abarque un solo texto, un párrafo de 10 versículos, o que sea la explicación de un determinado tema bíblico, el principio siempre es el mismo, debemos explicar a los oyentes lo que dice el texto bíblico. Si la ocasión es predicar en la iglesia, en una cárcel, o en un congreso, la regla se mantiene. El predicador siempre debe buscar abrir el tesoro que contiene el texto o el párrafo de la Biblia que buscamos comunicar a nuestra audiencia.

El método expositivo es esencialmente una filosofía en cuanto a nuestra tarea.

2. No es un comentario verbal de la Biblia

Usted está familiarizado con la cantidad de comentarios que existen sobre la Biblia. Algunos cubren toda la Biblia, otros todo un testamento, otros solamente un libro. Algunos de ellos son simples y elementales, destinados a ser leídos por la gente que no tiene educación teológica. Otros son eruditos y sofisticados, basados en los idiomas originales, diseñados para educar profesores de seminarios. Algunos son breves, otros son kilométricos. Pero lo que todos tienen en común es el método que emplean, es decir, ir palabra por palabra buscando analizar, explicar e interpretar el texto bíblico. Como veremos en el capítulo 11, la predicación expositiva está basada en el análisis exegético y cuidadoso del texto bíblico, pero es mucho más que un comentario frío, árido y sin vida.

Hace años llegó a nuestra iglesia un predicador invitado para un evento evangelístico que reclamaba para sí mismo el título de ser un predicador expositivo. Ante una audiencia cargada de no cristianos, comenzó con un análisis gramatical del pasaje, palabra por palabra: participios, conjunciones, preposiciones, verbos, etc. Todos salimos muy educados en gramática griega, pero ninguno aceptó a Jesucristo como su Salvador. Un verdadero ejercicio en futilidad. El hombre pensaba que la predicación expositiva es un comentario verbal. La predicación bíblica siempre estará sustentada en un serio estudio del pasaje a comunicar, pero es mucho más que un mero análisis exegético y hermenéutico del texto bíblico. La verdadera predicación siempre comienza con un estudio serio, concienzudo y completo del pasaje bíblico a comunicar, pero es mucho más que eso.

Si la predicación de la palabra de modo expositivo no es un tipo de sermón, ni un comentario verbal de las escrituras presentado en forma oral, ¿qué es entonces la predicación expositiva? Varios autores con años de experiencia y bendición visible de Dios sobre sus ministerios la definen de la siguiente manera:

El Dr. F. B. Meyer dice:

«Es un pasaje de la Biblia sobre el cual el predicador ha concentrado su corazón y mente, sobre el cual ha pensado, llorado y orado, hasta que haya revelado sus secretos más íntimos, y su espíritu ha pasado al espíritu del mensajero»1.

Ray C. Stedman afirma:

«Expositiva es la predicación que deriva su contenido directamente de la Escritura, buscando descubrir su significado divino, observar los efectos que produjo sobre los que primero la recibieron, y aplicarla a los que buscan guía en el presente. Consiste en penetrar y comprender los pensamientos de Dios, presentada con unción para una aplicación a las necesidades contemporáneas. No es un comentario bíblico verbal, sin sentido ni son, ni tampoco es una clase magistral seca como el polvo. Más bien es un cautivante análisis de la realidad, que fluye de la mente de Cristo por el poder del Espíritu y el predicador, hacia las vidas y circunstancias de las personas de este momento»2.

Merill Unger, declara:

«La predicación expositiva tiene lugar cuando el predicador con unción y poder, explica claramente el significado del pasaje bíblico tratado y efectivamente presenta sus verdades a las necesidades de la audiencia. Entonces, y solo entonces, la predicación de la Biblia puede ser considerada expositiva»3.

El Dr. Haddon W. Robinson agrega:

«La predicación expositiva es la comunicación de un concepto bíblico, derivado de y trasmitido a través de un estudio literario, gramático e histórico del pasaje en su contexto, que el Espíritu Santo primero aplica a la personalidad y experiencia del predicador, y luego a través del predicador a sus oyentes»4.

Mi propia definición es:

«Un encuentro personal con el Dios vivo, quien mora en el texto de su palabra, y a quien el predicador tiene la responsabilidad de correr el velo que oculta su presencia, a fin de que los oyentes reciban poder transformador para sus vidas en el diario vivir».

Cuando el apóstol Pablo intentó definir el amor cristiano para los creyentes de Corinto, encontró el mismo problema que hallaron los autores citados al intentar definir la predicación expositiva: el tema es tan vasto y amplio que es casi imposible reducirlo a una definición de diccionario. Por esta razón, el apóstol en 1 Corintios 13:4-8, en lugar de ofrecernos una definición fría del amor, nos presenta una descripción del amor mediante los frutos que debe producir y desplegar en la vida diaria de aquel que dice tenerlo y vivirlo. Igualmente, en lugar de ofrecerle una nueva definición incompleta, imperfecta, o tan larga que es imposible de memorizar, permítame ofrecerle algunas de las características primordiales que se desprenden de las definiciones anteriores y que caracterizan a la predicación que Dios siempre bendice:

La predicación expositiva no es predicar acerca de la Biblia, sino es proclamar la misma Biblia.

La predicación expositiva es bíblica

El predicador busca comunicar con precisión un cierto párrafo del texto bíblico. Para eso lo analiza de modo cuidadoso, utilizando los mejores recursos gramaticales, exegéticos y entendiéndolo tal como los oyentes que recibieron el texto en el primer siglo lo hubieran entendido. Si el predicador no entiende el significado de lo que está escrito, ¿cómo espera comunicarlo con claridad a sus oyentes? Además, «Esto ha dicho el Señor» es la médula y el corazón del método expositivo. Todos los otros materiales que se puedan utilizar, ya sean las experiencias personales, y las ilustraciones tomadas de la historia, de la arqueología, la filosofía, el arte, la ciencia, deben estar dirigidos a un solo propósito: elucidar el significado de la porción de la escritura elegida, e imponer sus demandas sobre los oyentes.

La predicación expositiva primero transforma al que busca transformar

Un chef antes de servir una cierta comida, primero debe gustarla él mismo. Si es agradable a su paladar y es nutritiva para su propio cuerpo, también lo será para sus comensales. De la misma manera, un predicador primero debe haber sido impactado él mismo por la verdad, si espera que su mensaje impacte a otros. Primero, debe haberle salvado, sanado y transformado a él mismo, de otro modo, los oyentes le aplicarán el refrán «médico cúrate a ti mismo». Y creo que aquí es necesario recordarnos a cada uno de nosotros la exhortación que nos hace Santiago: «Hermanos míos, no quieran ser maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos mayor condenación» (3:1). En la actualidad existen demasiados casos de hombres y mujeres que están dispuestos a ofrecer cátedras sobre cómo calmar la sed, cuando ellos mismos no han gustado el agua de la vida. Son como los leones de mármol que vemos en las fuentes de agua de nuestras plazas, que sacan agua por la boca, pero nunca la han gustado. Por el contrario, los ministerios que siempre florecen son aquellos donde el predicador se sienta en reverencia frente a la Biblia y exclama: «Habla Señor, que tu siervo oye». El predicador poderoso puede ser usado por Dios para transformar a otros, porque primero la Biblia le transformó a él mismo.

La predicación expositiva es relevante

Comienza con el texto bíblico para darnos a conocer la voluntad de Dios sobre un aspecto determinado, pero el predicador presenta los desafíos específicos que ese pasaje del pasado conlleva para cada uno de los que vivimos en el presente. De no aplicar el pasaje a los desafíos contemporáneos el sermón se convierte en una mera historia, de cierto valor educativo, pero inefectiva para el diario vivir.

Una de las series más bendecidas que presenté en mi ministerio se titula: «¿Qué enseñó Jesús sobre…? Los temas que traté fueron, qué enseñó Jesús sobre:

- Dios - La raza humana - El reino de Dios - Sí mismo
- El pecado - El cielo - El infierno - La vida en el más allá
- El dinero - La oración - El discipulado - El matrimonio
- El divorcio - Las preocupaciones - La fe - Los valores cristianos

Como puede ver, tal y como decíamos en nuestro capítulo anterior, la predicación bíblica comienza con Dios, pero termina con nosotros mismos. La Biblia fue escrita para nuestro bien supremo. Es el mapa de la vida, es la brújula del viaje que nos ayuda a llegar al puerto de destino. Cuando Jesús habló de estos temas, buscaba enseñarnos a vivir bien, de acuerdo al plan de Dios, siempre en el centro de su voluntad. Buscaba ayudarnos a tomar decisiones acertadas, y al hacerlo tener una cosecha de gozo, amor y paz. Por tanto, la Biblia ofrece un sin fin de temas prácticos y atractivos, que el predicador tiene el privilegio de entregar a sus oyentes. Y cuando tratamos estos temas bien relevantes para el diario vivir, y les ofrecemos desafíos bien específicos a los oyentes, por consecuencia tratamos con todas las necesidades humanas, sentidas y no sentidas. Personalmente, siempre valoro el consejo que Jetro le dio a Moisés: «Ahora, escúchame. Yo te aconsejaré y Dios estará contigo. Sé tú el representante del pueblo delante de Dios y somete los asuntos a Dios. Entonces, enséñales los estatutos y las leyes, y hazles saber el camino en que deben andar y la obra que han de realizar» (Ex. 18:19-20). En otras palabras, enséñales a vivir.

La proclamación de la palabra es una tarea muy solemne porque la hacemos a los ojos de Dios, por tanto, el predicador debe ser un heraldo del rey.

La predicación expositiva involucra toda la personalidad

Cuando Pablo le recomienda a Timoteo que predique la palabra (2 Tim. 4:1-2), le recuerda la solemnidad de la tarea, y también le ofrece cuatro imperativos. La proclamación de la palabra es una tarea muy solemne porque la hacemos a los ojos de Dios, por tanto, el predicador debe ser un heraldo del rey. No debe dudar, no debe pedir permiso, más bien, con la autoridad de un embajador debe proclamar con fidelidad el mensaje que Dios ha creado y le ha comisionado para comunicarlo. Esa proclamación debe contener cuatro elementos distintivos.

El primer imperativo que Pablo utiliza es: «Insta (epistemi) a tiempo y fuera de tiempo». Toda mi vida he vivido en ciudades, por consecuencia, sé muy poco de la vida del campo y la agricultura. Con todo, sé lo suficiente como para no intentar plantar un árbol o grama en mi jardín cuando la nieve cubre la ciudad. Si quiero plantar algo debo hacerlo en la primavera o en el verano. En el mundo de la agricultura hay cosas que tienen su tiempo apropiado. Por el contrario, ¡cuando se trata de proclamar las buenas nuevas de salvación toda época es favorable! Si percibimos que los oyentes son o no son receptivos, no hace diferencia, debemos proclamar la verdad de Dios. Siempre debemos estar listos para hacerlo. Esto requiere valor y determinación por parte del heraldo del Dios.

El segundo imperativo que Pablo emplea es: «…redarguye (elegcho)». El mensaje contiene un desafío a confesar y abandonar ciertas actitudes y conductas que Dios reprueba. Debe señalar el mal de forma específica, no de forma vaga y general.

El tercer imperativo es: «…reprende (epitimao)». Este término implica una reprensión severa y aguda con la advertencia de castigos presentes y futuros. Siempre recuerdo a un joven en Vancouver, que vino a nuestra iglesia durante varios meses y luego se retiró sin haber recibido a Cristo en su vida. Un día me lo encontré en un centro comercial, y después de los saludos de cortesía me dice, con una sonrisa «Jorge te aborrezco… porque desde el día que te escuché predicar ya no puedo pecar con gusto». Si hacemos nuestra tarea bien, las escuchas no pueden seguir siendo lo mismo que han sido o permanecer neutrales. El predicador debe colocarlos frente a una decisión: o aceptan la gracia de Dios para vida eterna, o la rechazan para su propia perdición. ¡Ay del predicador que quiera ser meramente la miel de la tierra!

El cuarto imperativo es, «…exhorta (parakaleo)». Habiendo señalado el mal y sus terribles consecuencias, debemos pasar a las buenas nuevas de la gracia de Dios, su perdón y consolación. Este término, exhorta, históricamente ha sido entendido como «dar palos». Nada puede estar más lejos de la verdad. Su primer significado es consolar y alentar. Esta es la misma palabra que Jesús emplea para describir al Espíritu Santo cuando nos dice que será nuestro Consolador (parakleto). Describe a alguien que se pone a nuestro lado para acompañarnos en el viaje de la vida y ayudarnos con sus recursos infinitos. Y si todo esto fuera poco, Pablo nos recomienda hacer todo esto con una actitud de paciencia (makrozumia), a rehusar enojarse o desalentarse ante la obstinación de ciertos oyentes.

La predicación expositiva es poderosa

Si el propósito de la predicación bíblica es producir un cambio en la vida de las personas, entonces, todo predicador sincero reconoce la necesidad de contar con toneladas de poder para derribar los obstáculos que cierran su paso. ¿Dónde encontraremos el poder que traiga la vida a los muertos espirituales? En la Palabra de Dios y en la obra del Espíritu Santo.

¡Ay del predicador que quiera ser meramente la miel de la tierra!

Jeremías nos recuerda: «¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?» (Jer. 28:29). Pablo agrega: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reprender (redargüir, acusar, mostrar el mal), para corregir, para instruir en justicia…» (2 Tim. 3:16). «Este hombre en lugar de cerebro tiene un adoquín», me decía una hermana hablando de su esposo. En relación a las cosas del Espíritu, todos sin excepción por la obra del pecado en nuestra mente, también tenemos un adoquín (cf. Efesios 4:17-18). No habrá argumento, elocuencia, ni pasión que nos pueda quebrantar. Sin embargo, el predicador que no predica acerca de la Biblia, sino la Biblia misma, cuenta con todo el poder necesario y sobrante para triturar las piedras más resistentes. La Biblia en sí misma tiene poder de transformación. El autor de la carta a los hebreos nos recuerda: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz…». ¡Vaya si lo es! ¡Cuántas personas se convirtieron a Jesús solos, únicamente leyendo la Biblia! Cuánto más podemos hacer de bien, entonces, al predicar la Biblia con fe, denuedo y valentía. Al exponer la palabra de Dios, esta cumple las cuatro obras que Pablo le explicaba a Timoteo. Además, de acuerdo a la promesa de Cristo contamos con una segunda ayuda poderosa.

El Dr. Merril Unger, tal como leímos más arriba, comienza su definición de predicación expositiva hablando de poder y de unción del Espíritu, y luego pasa a considerar los aspectos de estudiar y explicar. Esto es fundamental; no tener la unción es como el Edén sin el rocío de la mañana. ¿Qué significa estar ungido por Dios? C. H. Spurgeon afirmaba: «No sé cuánto tiempo tendríamos que devanarnos los sesos antes de expresar por medio de palabras, lo que significa ‘predicar con unción’. Con todo, el que predica conoce la presencia de ella, y los que lo oyen advierten pronto su ausencia. La unción no se puede fabricar y sus falsificaciones no sirven de nada. Sin embargo, en sí misma es de un precio inestimable y necesaria desde todo punto de vista, si es que deseamos edificar a los creyentes y llevar los pecadores a Jesús»5. E. M. Bounds decía: «La unción es lo indefinible en la predicación. Es lo que distingue y separa la predicación de todos los discursos meramente humanos. Es lo divino en la predicación»6. Todos los autores que han escrito sobre este tema fundamental han hallado que es casi imposible ofrecer una definición adecuada de ella, más bien nos muestran los efectos que produce. Siempre es así.

Un político puede impactar con el poder de sus emociones; un abogado con el poder de su elocuencia. Y un predicador también puede hacer lo mismo. Pero es la unción la que marca toda la diferencia en el mundo espiritual. Cuántas congregaciones están «empachadas» de buena doctrina y enseñanza bíblica correcta, pero están tan muertas como el valle de los huesos secos de Ezequiel. Pero a esa congregación llega una persona ungida, y de golpe se produce una revolución poderosa. Se vuelven a enseñar los mismos textos pero los muertos salen de la sepultura. Es la unción la que demuele los muros tan gruesos como los de Jericó y tan altos como los de Babilonia que separan al púlpito de la congregación. Es la que como un hierro candente penetra el frío de la conciencia; es como un rayo que disipa la oscuridad de la mente; es el calor que derrite el bloqueo emocional del pecador. Es la unción lo que hace que la palabra llegue a ser «viva y eficaz y más penetrante que toda espada de dos filos… y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hch. 4:12). La predicación sin unción es letra que mata. La predicación para ser llamada auténticamente bíblica debe apoyarse sobre la Biblia y la obra del Espíritu Santo que fluye a través del mensajero.

Es la unción la que demuele los muros tan gruesos como los de Jericó y tan altos como los de Babilonia que separan al púlpito de la congregación.

La predicación expositiva fue el método de Jesucristo

Eh… un momento. ¿Usted quiere decir que Jesús predicaba como nosotros lo hacemos? ¿Detrás de un púlpito a las 11 de la mañana, hora oficial evangélica? Él no tenía una Biblia de púlpito… Ni corría por un libro de principio a fin, como lo hacen algunos predicadores contemporáneos. Correcto. Sin embargo…

Si usted piensa de esta manera, le invito a que nos unamos a la marcha de Cleofás y su esposa camino a Emaús. Estos dos discípulos regresaban a casa después de un fin de semana catastrófico. Todos sus sueños, ideales y esperanzas de que Jesús era el Mesías habían muerto, y de la manera más trágica: crucificados en una cruz. Les quedaban hermosos recuerdos del maestro, pero desde todo punto de vista humano, su futuro no existía más. Toda la experiencia con Jesús había sido una mera pérdida de tiempo.

Es entonces cuando el Señor resucitado se les une en la marcha, y al ver sus rostros abatidos comienza el diálogo. Y según nos relata Lucas, al escuchar su modo erróneo de pensar, «... comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declara en todas las Escrituras lo que de él decían» (Lucas 24:17). Si hubiese podido en mi vida elegir asistir a una clase de Biblia, por esta hubiese pagado todo el oro del mundo con tal de escucharla. Así nuestro amante Salvador a estos dos discípulos derrotados les da una cabalgata por todo el Antiguo Testamento a fin de traerlos de regreso a la fe, la esperanza firme y la victoria personal. Notemos bien su método. No se reveló a sí mismo, diciendo, «Yo soy. Aquí estoy resucitado. No contaban con mi astucia...». De ningún modo. Simplemente los llevó a lo que ellos conocían muy bien, pero que por su actitud deficiente no habían podido percibir. Los llevó de regreso a la Biblia. Nada más. Simplemente les fue explicando las Escrituras y de tal manera, que en sus corazones se produjo una auténtica resurrección espiritual.

Momentos más tarde, cuando se da a conocer a estos y desaparece de forma instantánea de su vista, estas dos personas emprenden el regreso a Jerusalén para contar su experiencia. Y mientras van caminando con paso presuroso hacen una confesión, que cada predicador debería orar con pasión para que sus oyentes también la hagan: «¿No ardía nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?» (Lc 24:32) Abrir las Escrituras, tal como lo hizo nuestro Señor es el corazón de la predicación expositiva. En esas cuatro palabras se resume todo lo que estamos tratando de enseñar en este capítulo. Sea en el camino a Emaús, o desde un púlpito de acrílico en un santuario moderno, cuando abrimos las Escrituras como Jesús lo hizo, entonces, tenemos predicación auténticamente bíblica, poderosa y transformadora. Eso es predicación expositiva. Si Jesús utilizó las Escrituras con tanto provecho para sus discípulos, bien haremos nosotros en imitar al Maestro.

¿Cuáles son los beneficios de la predicación expositiva?

Ayudará a los creyentes a ser buenos estudiantes de la Biblia

Los fundamentos del discipulado son la lectura de la Biblia, la oración, la asistencia a la iglesia para adorar y la evangelización. Todo pastor querría que cada asistente de su congregación practicase esas cuatro disciplinas. ¿Pero qué ocurre cuando un predicador sirve ensalada todos los domingos? Las personas se sienten confundidas.

Tantas veces he recibido la queja: «Yo leo mi Biblia, pero no encuentro todo lo que el predicador dice...». Una hermana me dice después de un culto: «¿Cómo hizo ese predicador para sacarle tanto a ese texto?». Mi respuesta fue: «No le sacó, le puso». Cuando un predicador no es expositivo, las personas al escucharle hablar llegan a la conclusión que el estudio de la Biblia debe producir los mismos resultados. Y como los principiantes no pueden hacer lo mismo que hace el palabrero, se desalientan y abandonan.

Por el contrario, cuando las personas oyen al Pastor, y lo ven que avanza por las Escrituras elucidando el texto y trayéndolo a la vida con sus explicaciones relevantes, entonces, pueden ver de primera mano en qué consiste un buen estudio de la Palabra. Cuando el Pastor le enseña a estudiar la Biblia a los suyos tal como él mismo lo hace, los creyentes también son alentados a ser buenos estudiantes de la Biblia. Y siendo que la mayoría aprendemos copiando de buenos modelos, no hay mejor modelo para imitar que el de un predicador que estudia la Biblia tal como veremos en el capítulo 11.

La predicación expositiva produce discípulos maduros

Si el predicador siempre habla de textos aislados, es como si le pidiéramos a alguien que arme el rompecabezas y no le mostramos la tapa de la caja. Si el predicador es fiel a la palabra, no dudamos que el espíritu de los oyentes será alimentado, su fe fortalecida, y sus vidas se harán fructíferas. Pero la efectividad de los discípulos en el servicio será limitada, si toda la vida lo único que reciben son partes aisladas de la verdad. Por otro lado, cuando un predicador combina la exposición de libros de la Biblia, series de sermones temáticos sobre distintos aspectos de la doctrina y la práctica, producirán discípulos balanceados. Si el predicador se propone predicar todo el consejo de Dios (Hch. 20:27) a la congregación, el resultado serán personas completas en Cristo Jesús (Col. 1:28).

El predicador tiene una fuente inagotable de temas interesantes para proclamar

Cuando uno está dando los primeros pasos en esta tarea, qué difícil se hace saber cuál será el tema de nuestro próximo sermón. Empero, cuando uno decide confiar en la sabiduría de la Palabra y se propone predicar un libro de la Biblia, sección por sección, la tarea se simplifica de forma notable. Por ejemplo, cuando llegué a la iglesia que pastoreamos en el presente, me propuse comenzar mi ministerio predicando el evangelio de Marcos en el culto principal de los domingos. Lo hice con la convicción de que la necesidad más imperiosa que todos los humanos, cristianos y no cristianos tienen, es la de conocer a Jesús. Prediqué más de setenta sermones sobre la vida de Cristo siguiendo la estructura del segundo evangelio. Lógicamente, no los prediqué de forma consecutiva, porque a lo largo del año debemos hacer cortes naturales que nos indica el calendario. En diciembre, debemos hablar sobre Navidad; en marzo/abril, sobre los eventos alrededor de la cruz y la resurrección, etc. Sin embargo, si usted observa los temas que trata este evangelio, es imposible ser aburrido. En Marcos vemos a Jesús ejerciendo su autoridad sobre el día de reposo, los demonios, las enfermedades, y la muerte. Nos enseña sobre la oración, la fe, el matrimonio y el divorcio. Lo vemos al Señor enfrentando a los miembros de su propia familia, a los fariseos, al joven rico, a Bartimeo. ¿Cree usted que se puede ser aburrido enseñando la vida de Cristo? ¡Imposible!

¿Cuál fue el resultado de predicar el evangelio de Marcos en nuestra iglesia? La predicación le abrió las puertas a Jesús para que viniese a nuestra iglesia, y hoy somos 10 veces más que cuando empezamos. Lo cual me lleva a darle una palabra de consejo a usted que es más joven. Si usted está plantando una nueva iglesia, si es llamado a ser pastor de una iglesia con décadas de vida, si es llamado a ser Pastor de una iglesia que acaba de tener una división, no importa cuál sean las circunstancias, exalte a Cristo y él se ocupará del resto. En forma especial le recomiendo que predique del evangelio de Marcos si llega a una iglesia donde los hermanos chorrean sangre de heridas emocionales que han tenido por malas experiencias del pasado. Lo que más se precisa en esos casos es forzar a las personas a mirar hacia adelante, a mirar a Cristo y creer que por su poder lo mejor está por llegar. Además, recomiendo el evangelio de Marcos porque es el que mejor responde a la situación de nuestro pueblo en Latinoamérica donde el ocultismo y la brujería abundan, y en consecuencia millones viven oprimidos por demonios y sufren de enfermedades que tienen su origen en el mundo invisible. Y nada los podrá ayudar fuera del nombre de Jesús y su poder.

El sermón para quien predica en forma expositiva, ya está creado. Es el escritor bíblico quien le ha dado forma para nosotros.

El predicador no tiene que crear el sermón, porque ya está hecho

Cuán difícil es hacer un buen discurso cuando no tenemos una base de la cual partir. Los oradores seculares deben luchar para reunir información que le dé sustento sólido a su exposición y luego deben usar todas sus capacidades mentales para presentar lo que han reunido de forma atractiva. Esta es una tarea ciclópea. Los predicadores cristianos que no usan la exposición del texto bíblico, igualmente, deben recurrir a todas sus capacidades mentales, educativas y emocionales para producir un sermón atractivo. El resultado es que en el 90% de los casos fracasan rotundamente. En mis clases de Homilética, el primer sermón que le pido a mis estudiantes es que proclamen: «Mi mejor sermón». Ese sermón es el mejor que han producido hasta aquí. Ese es el sermón que demuestra todas sus habilidades mentales, capacidad de razonamiento y argumentación, que demuestra su nivel educativo y habilidades comunicativas. Tristemente, la gran mayoría al no haber sido formados en la ciencia de la exposición bíblica usan un texto y sobre él tratan de construir un palacio. Tristemente, por lo general construyen apenas una choza.

Por el contrario, cuando mis estudiantes aplican lo que estamos compartiendo en este libro, al final del curso el nivel de calidad de sus sermones siempre crece de forma increíble. Mientras al principio ofrecían algo endeble, al final de dos semestres de clases y práctica terminan ofreciendo algo bien sólido. La razón es simple, el sermón para quien predica en forma expositiva ya está creado. Es el escritor bíblico quien le ha dado forma para nosotros. Para el expositor la tarea es mucho más sencilla porque el sermón ya está hecho. Él solamente debe ser creativo y usar su imaginación para ofrecerlo de forma inspiradora para el bien de sus oyentes. El predicador expositivo, cuando finalmente aprende a usar sus herramientas correctamente, tiene una tarea mucho más sencilla que aquel que parte de cero.

La predicación expositiva glorifica a Dios

La predicación bíblica que reúne las características que mencionamos produce resultados visibles, genuinos y poderosos porque Dios siempre se ocupa de bendecir esa predicación. Dice Dios a través de Isaías: «Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, …pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra» (Isaías 66:2). Cuando un ser humano toma conciencia que en él no mora el bien, aprenderá a desconfiar de sí mismo y a confiar solamente en las promesas de Dios. Cuando desprecia la arrogancia intelectual y su autosuficiencia, y aprende a apoyarse solamente en Dios y su palabra eterna, siempre tendrá poder espiritual creciente y sobrante. Cuando no forma sus convicciones mirando a otros predicadores y celebridades de moda, sino que tiembla delante de la palabra de Dios, y la predica con pasión, Dios se ocupará de que su ministerio sea fructífero y creciente. Cuando un predicador tiembla frente a la Biblia y la anuncia con fe, el reino de las tinieblas retrocede, las almas son libradas de la muerte y el nombre de Cristo es glorificado. Dios, tal como lo promete, mira a esa persona y honra su mensaje. «Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para lo cual la envié» (Isaías 55:10-11).

Los predicadores expositivos que honran a Cristo y a su palabra siempre pastorean iglesias que crecen. Al producir buenos estudiantes de la Biblia y discípulos maduros, se libran de la plaga número 11 de Egipto: las divisiones de la iglesia evangélica. Al exponer la Biblia en su totalidad siempre traen a Dios al dolor humano, y las personas son transformadas. Al abrir las Escrituras sus temas son variados y relevantes, nunca aburridos. Sea que prediquen temas independientes, o una serie de temas; que prediquen sobre un versículo o un libro entero, mientras sean fieles a Dios y a su palabra siempre verán resultados alentadores en sus ministerios. C. H. Spurgeon decía: «Jamás cruzaría la calle para escucharme predicar a mí mismo». Amén, decimos nosotros. Con todo, si usted hiciese una encuesta en la iglesia que tengo el privilegio de servir en el presente, y preguntara: «¿Por qué asiste usted a Comunidad de las Américas?», encontraría que posiblemente el 90% le respondería: «Por la calidad de la predicación». Y con ese veredicto cualquier predicador puede estar más que feliz.

Por tanto, permítame preguntarle: ¿Tiembla usted frente a la palabra de Dios? ¿La considera el alimento más deseado para su alma, la base de su ministerio y el tema de su predicación? ¿Comprende lo que significa «predicar la palabra»? ¿Predica cada semana con toda paciencia y doctrina, redarguyendo, reprendiendo y consolando? Si usted está dando los primeros pasos en esta tarea gloriosa, lo aliento a llevar al corazón y al púlpito lo que acabamos de exponer. Si usted es uno de aquellos que se apartó del camino siguiendo a algún predicador popular y espurio de la TV, le ruego que vuelva al lugar de donde cayó. Si usted es alguien que a pesar de los vientos huracanados que el enemigo le ha lanzado ha perseverado con determinación férrea en el timón, lo aliento a perseverar hasta el fin. Muy pronto llegaremos al puerto de destino, y la sonrisa de nuestro Salvador valdrá más que los aplausos de una multitud de ciegos espirituales que van a oír una conferencia sobre lo que ocurre en el tercer cielo. «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad» (2 Tim. 2:15).

Cuando un predicador prepara y entrega un mensaje que Dios puede bendecir, los resultados se percibirán con claridad en los corazones y en las vidas de los oyentes. Ellos mismos, al igual que los discípulos de Emaús, testificarán que el mensaje les hizo bien. Que el sermón les introdujo a una nueva comprensión de la grandeza del ser y el amor de Dios, y como resultado adoptaron un nuevo curso de acción. Que las verdades proclamadas los edificaron en la fe, y no sienten más el deseo de escuchar a predicadores fantasiosos como el que citamos al comienzo de este capítulo. Para lograr hacer este bien en la vida de aquellos a quienes amamos, usted y yo debemos llegar a ser predicadores expositivos. La pregunta vital que debe contestar es: ¿Está dispuesto a llegar a serlo? Es muy angosto el camino que lleva hacia esa meta digna de ser lograda, y comienza en nuestro próximo capítulo. Mas las satisfacciones que brinda excederán con creces al costo personal que tendremos que pagar. Así que, ¡Ánimo!

Pablo exhortaba a su discípulo amado: «Predica la Palabra». Ustedes y yo haremos muy bien en escuchar esta orden imperativa, ser obedientes y comenzar a ponerla en práctica. De no hacerlo, las consecuencias para el rebaño serán fatales. Ellos se volverán a las fábulas, y serán víctimas de mil predicadores fraudulentos. Los vientos de doctrina dividirán su iglesia, y no verá mucho fruto en su ministerio. Mucho peor aún, un día cuando usted mismo tenga que comparecer delante de la presencia de Cristo en su tribunal y su obra sea examinada, ¿qué le dirá el Señor? No corra riesgos semejantes. ¡Predique la palabra!

Cuando lo haga fielmente, no muchos llegarán a aplaudirlo. Más bien multitudes de individuos movidos por el espíritu ateniense fluirán a predicadores fantasiosos, falsos y hasta engañadores, tal como se nos describen en 2 Timoteo 3:1-5. Con todo, persevere en la comisión que le ha sido entregada por el Maestro Divino. Redarguya, reprenda, no baje los brazos nunca. Dios honra a quienes le honran, y cuánto más cuando se trata de su mensaje.

En definitiva, la predicación que Dios bendice es la predicación que abre el cofre del tesoro, que coloca a los individuos cara a cara con la persona de Dios, que confronta a sus oyentes con las demandas de la ley de Dios y las soluciones que Jesucristo nos trae, mostrando las riquezas de su gracia que hizo abundar para con nosotros en Cristo Jesús. La predicación expositiva comienza con la Biblia y termina con la Biblia, y produce una transformación poderosísima en nuestra vida. Ese fue el descubrimiento del hombre que nos dejó el salmo 119: «La exposición de tus palabras alumbra, hacen sabio al sencillo».

Preguntas para repaso, reflexión y discusión

1.El autor nos ofrece las definiciones que distintos maestros ofrecen de la predicación expositiva. Si usted es invitado a escribir un artículo para la revista de su denominación, sobre el tema: «La importancia de la predicación expositiva», ¿cuál sería su definición de la misma?

2.«25 razones por las cuales el arrebatamiento de la iglesia ocurrirá en septiembre de 2025». Si le ofrecieran comprar este libro, ¿lo compraría usted? ¿Por qué sí? ¿Por qué no?

3.El predicador al entregar su sermón siempre comunica ciertas actitudes que favorecen la aceptación o el rechazo de su tema. Si un predicador lee su discurso de una manera chata e insípida, ¿ayuda o detrae de la tarea? Comentar a la luz de 2 Timoteo 4:1-5.

4.¿Cuán efectiva es la congregación a la que pertenece, a la hora de cumplir la exhortación de 1 Juan 4:1?


1 F. B. Meyer, Expository Preaching (Predicación expositiva), Hodder & Stoughton, Londres 1912, pág. 29.

2 Ray C. Stedman, On Expository Preaching (Sobre la predicación expositiva), cf. Ray C. Stedman.org.

3 Merrill F. Unger, Principles of Expository Preaching (Principios de predicación expositiva), Zondervan Publishing House, Grand Rapids, Michigan, 1955, pág. 33.

4 Haddon W. Robinson, Biblical Preaching (La predicación bíblica), Baker Book House, Grand Rapids, Michigan, 1980, pág. 21.

5 C. H. Spurgeon, Discursos a mis estudiantes, Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1955, pág. 44.

6 E. M. Bounds, La oración, fuente de poder, Ediciones Evangélicas Europeas, Suiza, 1961, pág. 91.

La predicación

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