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¿QUÉ BUSCÁIS?

Al iniciar la sesión. Cerramos los ojos… nos relajamos… respiramos con calma… Voy a escuchar a Jesús, mi Maestro interior… Dios me va a hablar por medio de él… «Jesús, tus palabras son espíritu y vida».

Juan 1,35-39

35 Estaba Juan con dos de sus discípulos 36 y, fijándose en Jesús, que pasaba, dijo:

–Este el Cordero de Dios.

37 Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.

38 Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:

–¿Qué buscáis?

Ellos contestaron:

–Rabbí (que significa «maestro»), ¿dónde vives?

39 Él les dijo:

–Venid y lo veréis.


Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.


Estamos al comienzo de nuestro recorrido. Vamos a escuchar una pregunta importante de Jesús: ¿Qué buscáis? Con esta pregunta, Jesús puede despertar en nosotros esa actitud de búsqueda, tan importante para iniciar nuestro recorrido. ¿Qué es lo que yo busco realmente en estos momentos?

LEEMOS

El evangelista narra cómo fue naciendo el grupo de discípulos de Jesús. El texto evangélico recoge dos momentos y una conclusión. En la primera escena, Juan el Bautista orienta a dos de sus discípulos a seguir a Jesús. En la segunda escena se describe cómo los dos discípulos entran en contacto con Jesús, su nuevo Maestro. En la conclusión se dice que los dos discípulos vieron dónde vivía y se quedaron con él.

1. Primera escena: orientados por el Bautista, dos discípulos entran en contacto con Jesús (vv. 35-37)

El Bautista está acompañado por dos de sus discípulos. Sin duda, han escuchado su predicación y han recibido su bautismo en las aguas del Jordán, cerca del lugar donde se encuentran en este momento. El Bautista les ha enseñado a vivir esperando la llegada de alguien que es más grande que él. Su llegada es inmediata. Incluso, poco antes, se ha atrevido a decirles: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia» (Juan 1,27-28). Todos han de estar atentos a su llegada.

De pronto, Juan ve que Jesús «pasaba» por allí. No se nos dice de dónde viene ni adónde se dirige. No se detiene junto a Juan. Va más lejos que este grupo que busca ser limpiado de su pecado en las aguas del Jordán. Juan se fija en él e inmediatamente lo comunica a sus discípulos: «Este es el Cordero de Dios».

Jesús viene de Dios, no con poder ni gloria, sino como un cordero indefenso e inerme. Nunca se impondrá por la fuerza, a nadie forzará a creer en él. Nunca se defenderá. Un día será sacrificado en una cruz. Los que quieran seguirlo habrán de acogerle libremente.

Seguramente, los dos discípulos no han entendido gran cosa. Jesús sigue siendo para ellos un desconocido, pero, al oír a Juan, algo se despierta en su interior. Abandonan al que hasta ahora ha sido su profeta y maestro y siguen a Jesús. Se distancian del Bautista y comienzan un camino nuevo.

El texto lo dice de manera clara: «Oyeron a Juan y siguieron a Jesús». Así comienza con frecuencia el seguimiento a Jesús. Estas palabras subrayan lo importantes que son las personas que ayudan a otros a entrar en relación con Jesús. Estos dos discípulos encontraron a Jesús gracias a las palabras y la orientación de Juan. No hemos de olvidarlo.

2. Segunda escena: primer diálogo con Jesús

(vv. 38-39a)

Los dos discípulos que han escuchado a Juan comienzan a seguir a Jesús sin decir palabra alguna. Todavía no ha habido un contacto personal con él. Hay algo en Jesús que los atrae, aunque todavía no saben quién es ni hacia dónde los lleva. Sin embargo, para seguir a Jesús no basta escuchar lo que otros nos dicen de él. Es necesario vivir una experiencia personal.

Es Jesús quien rompe el silencio. Durante un cierto tiempo, los discípulos caminan tras él y Jesús es consciente de que le siguen. El texto sugiere que, cuando alguien se está acercando a Jesús, es él quien sale a su encuentro.

«¿Qué buscáis?». Es la primera palabra de Jesús en el evangelio de Juan y también la pregunta que, desde el Evangelio, Jesús nos hace a los lectores de todos los tiempos: ¿qué buscáis? ¿Qué esperáis de mí? ¿Por qué me seguís precisamente a mí?

«Maestro, ¿dónde vives?». La respuesta de los discípulos es decisiva en este relato evangélico. Ya el título con el que se dirigen a Jesús es significativo: «Maestro». Los dos discípulos sienten que Jesús es alguien que les puede enseñar a vivir. Más aún. Están dispuestos a convertirse en discípulos. Es el primer paso. «¿Dónde vives?», ¿dónde está el secreto de tu vida?, ¿qué es para ti vivir? Jesús los está encaminando hacia un lugar nuevo, y lo quieren conocer: ¿dónde vives? Estos dos discípulos no andan buscando en Jesús nuevas doctrinas. Quieren aprender de él un modo diferente de vivir que todavía no conocen: les atrae aprender a vivir como él. El texto nos plantea a quienes queremos vivir como Jesús esa misma pregunta: ¿dónde podemos encontrar hoy a Jesús? ¿Dónde experimentar su estilo de vivir?

«Venid y lo veréis». Esta es la respuesta de Jesús. Haced vosotros mismos la experiencia. No busquéis por fuera información de otros. Venid a vivir conmigo y descubriréis cómo vivo, cómo oriento mi vida, a qué me dedico y qué es lo que me hace vivir. Esto dice el texto evangélico: solo teniendo la experiencia de un encuentro personal y vivo con él es posible ser discípulo de Jesús.

3. Conclusión (v. 39b)

«Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él». Los discípulos escuchan a Jesús y toman la decisión que cambiará para siempre su vida. Se olvidan de Juan, dejan otros caminos y se quedan con Jesús. Entran en contacto con el lugar donde vive. Se introducen en su mundo y se quedan con él.

Los tres verbos que emplea el autor expresan de forma precisa y clara el camino que conduce a la verdadera fe. Para conocer a Jesús no basta con oír hablar de él, no es suficiente obtener información sobre sus hechos y sus dichos. Es necesario encontrarnos con él, experimentar dónde vive y quedarnos con él. La lectura orante del Evangelio nos ofrece uno de los mejores caminos para ir a Jesús, contemplar cómo vive y dejarnos enseñar por sus palabras.

Este texto que estamos leyendo tiene gran importancia para nosotros. Escuchamos las primeras palabras que pronuncia Jesús en el evangelio de Juan. Nos ofrece el primer diálogo que tiene Jesús con los que comienzan a seguirle. Nos indica en qué actitud podemos empezar a practicar la lectura orante del Evangelio. Nos dice en pocas palabras lo esencial mejor que muchas palabras complicadas.

MEDITAMOS

Nos disponemos a meditar lo que hemos leído. Ahora nos disponemos a escuchar a Jesús, nuestro Maestro interior. Está dentro de mí. ¿Qué me dice a mí a través de este texto?

1. Primera escena: orientados por el Bautista, dos discípulos entran en contacto con Jesús

Leemos con atención cómo se produce el encuentro de dos discípulos del Bautista con Jesús (vv. 35-37).

– ¿He sentido alguna vez que Jesús pasaba por mi vida?…

– ¿Estará pasando hoy?… ¿En estos momentos?…

– ¿Qué es lo que me atrae a encontrarme con Jesús?…

2. Segunda escena: el primer diálogo con Jesús

Leemos pausadamente el primer diálogo entre Jesús y los dos discípulos (vv. 38-39a). Lo saboreamos, lo grabamos en nuestro interior…

«¿Qué buscáis?»

– ¿Cómo respondo yo a esta pregunta de Jesús?…

– ¿Qué busco sobre todo en estos momentos?…

– ¿Qué espero de él?…

«Maestro, ¿dónde vives?»

– ¿Siento a Jesús como Maestro?… ¿Estoy dispuesto a dejarme enseñar por él?…

– ¿Me atrae aprender a vivir como él?…

– ¿Qué es lo que más necesito aprender de él?…

«Venid y lo veréis»

– ¿Cómo respondo yo a esta llamada de Jesús?…

– ¿Me siento llamado a buscarlo en mi interior como Maestro?…

3. Conclusión

Leemos la conclusión del relato tomando conciencia de su contenido (v. 39b).

– ¿Quiero «quedarme» con Jesús… y aprender a vivir como él?…

– ¿Me comprometo a practicar la lectura orante del Evangelio?…

ORAMOS

Hasta ahora hemos estado recibiendo de Jesús su luz y acogiendo sus llamadas. Ha llegado el momento de responderle y dialogar con él. Ofrezco algunas sugerencias para quienes deseen un punto de partida.

– Me llena de alegría saber que sigues pasando por mi vida… Nunca te lo agradeceré bastante…

– Quiero empezar un camino nuevo para seguirte con más fidelidad… Necesito más que nunca de tu ayuda… ¿Cómo me ves?…

– Me preguntas qué busco al acercarme a ti… Creo que nunca te había escuchado estas palabras… No sé si lo tengo claro… Dame tu luz…

– Cómo cambiaría todo si pudiera aprender a vivir como tú… ¿Qué puedes hacer por mí?…

– «Ven conmigo y lo verás». Cómo me animan tus palabras… Siento que son de verdad… Te escucho en silencio…

CONTEMPLAMOS

Vamos acallando nuestra mente para estar en silencio, solo atentos a la presencia de Dios en nosotros, descansando en el misterio de su amor insondable. Si nos distraemos, no perdamos la calma. Volveremos de nuevo, con paciencia, al silencio siempre que sea necesario. Para quienes lo deseen, sugiero unas breves palabras tomadas de los salmos para disponer el corazón al silencio contemplativo.

– Tú sí que eres bueno (Salmo 51,11).

– El Señor me rodea con su misericordia y su cariño (Salmo 102,4)

– Mi corazón se alegra y le canta agradecido (Salmo 27,7).

COMPROMISO

Es el momento de pasar de mi lectura orante del Evangelio al Evangelio traducido a mi vida. Hay diversas posibilidades.

– Concreto mi compromiso para toda la semana.

– Tomo una decisión para un tiempo definido.

– Concreto algún gesto para el día.

***

DESPIERTA, SEÑOR, NUESTROS CORAZONES 1

Despierta, Señor, nuestros corazones,

que se han dormido en cosas triviales

y ya no tienen fuerza para amar con pasión.


Despierta, Señor, nuestra ilusión,

que se ha apagado con pobres ilusiones

y ya no tiene razones para esperar.


Despierta, Señor, nuestra sed de ti,

porque bebemos agua de sabor amargo

que no sacia nuestros anhelos diarios.


Despierta, Señor, nuestro silencio vacío,

porque necesitamos palabras de vida para vivir

y solo escuchamos reclamos de la moda y el consumo.


(Florentino Ulibarri)

Canto: «Busca mi rostro»


Oigo en mi corazón: busca mi rostro.

Búscame en la noche, busca en el silencio.

Búscame en tu hermano, contigo estoy, contigo estoy.

¡Te buscaré, Señor! No me escondas tu rostro.

Tu rostro buscaré. (2)

Oigo en mi corazón: busca mi rostro.


AIN KAREM, CD Busca mi rostro 8

ainkaremccv@yahoo.es

Jesús maestro interior 2

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