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II

Una revisión valorativa de la bibliografía sanjuanista

1. Una biografía colateral: José de Velasco, Vida, virtudes y muerte del venerable varón Francisco de Yepes (1616).

Antes de que apareciera ninguna biografía de san Juan de la Cruz se publicó en Valladolid, en 1616, una biografía de su hermano Francisco de Yepes redactada por el carmelita calzado fray José de Velasco. Vio la luz, por tanto, 25 años después de la muerte del Doctor Místico.

Algunos afirman (como Nicolás Antonio) que hubo una edición anterior, en 1615 en Medina del Campo, de la que no se conocen ejemplares[18]. Hubo otra edición (corregida y aumentada) en 1617, también en Valladolid. A ello hay que añadir una tercera de la que se conserva un solo ejemplar, que carece de algunas hojas –como la portada, de ahí que se ignore lugar y fecha de edición– en el Archivo Silveriano de Burgos, posiblemente acabada en 1619. Finalmente, una cuarta en Barcelona en 1624.

Este libro apareció incluido en el índice de los libros prohibidos por la Inquisición en 1634. En 1992 Ana Díaz Medina hizo una excelente edición de este libro que fue publicado por la Junta de Castilla y León.

Aunque se trate de una obra sobre su hermano Francisco, es importante resaltar que se dedican a fray Juan seis capítulos del libro segundo (apenas una veintena de páginas). Y que fray José de Velasco no conoce a Francisco de Yepes de oídas o a través de terceros, pues fue su confesor durante sus últimos tres años de vida. El hermano es, por tanto, la principal fuente de información que maneja José de Velasco[19]. Esto es importante porque, aunque en el libro se incurran en algunas exageraciones o excesos (como ciertas revelaciones ingenuas o exageraciones de difícil verosimilitud), sin embargo se apuntan datos que responden a la realidad de los hechos[20]. Pero no porque aparezcan estos extraños ingredientes hay que renegar in toto del libro[21], que constituye una espléndida fuente de información de la familia Yepes y, además, fuente única de la etapa infantil de Juan de Yepes, transcurrida en Fontiveros y en Arévalo hasta 1551, cuando Juan tiene alrededor de los diez años[22].

Esta obra no se inserta, en nuestra opinión, dentro de la corriente plenamente barroca, ya que, si nos atenemos a la cronología, daría comienzo unos años más tarde. Por eso consideramos que no se la debe incluir en la llamada “historiografía barroca”. Más bien parece que, por su estilo y su época, es de corte cervantino, poniendo el acento en un estilo narrativo muy llano y sencillo y en ciertas exageraciones sin alejarse de la realidad a la que se quiere referir.

El resultado es un libro extenso y un tanto pesado (por ser bastante reiterativo), por lo que creemos sinceramente que son muy pocos los lectores modernos que lo han leído en su integridad.

2. Una biografía frustrada y ayudada: José de Jesús María (Quiroga), Historia de la vida y virtudes del Venerable padre fray Juan de la Cruz (1628).

Esta es, en rigor, la primera biografía que se escribió sobre san Juan de la Cruz. Curiosamente, apareció la primera edición en Bruselas. La obra sale de España poco después de 1625, llevada tal vez por un pariente de Quiroga, y se entregó a las religiosas carmelitas de Bruselas. Estas lo ofrecieron, como un tesoro, a la Archiduquesa e infanta de España, Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, que era muy devota del Doctor Místico. Hacia 1626 la princesa gobernadora decidió la impresión y la divulgación de esta obra histórica. Encargó a un cronista de la Orden cisterciense la revisión del texto original. La obra llevaba únicamente una brevísima aprobación dada en Bruselas a 19 de diciembre de 1627, debida al teólogo Enrique Smeyers, canónigo de Bruselas y Censor ordinario de libros.

El libro se agotó en menos de cuatro años y medio y se volvió a editar en Bruselas en 1632. Unos años más tarde se tradujo al italiano, al francés y, más tarde aún, al latín. Fue un éxito relativo. Aunque no tanto para el autor…, por la grave falta de no tener la aprobación de su Orden, lo que se interpretó como una desobediencia grave a sus superiores carmelitas.

Así es. Esta obra de Francisco (su nombre de pila verdadero) Quiroga, que disfrutó poco más de año y medio del cargo de un beneficio de racionero en el Cabildo Catedral de Toledo (era sobrino de don Gaspar de Quiroga, durante muchos años canónigo del cabildo catedral de Toledo y en los últimos años de su vida arzobispo de Toledo[23], cardenal e Inquisidor general)[24]; se publicó sin la aprobación de sus superiores. Los censores hispanos denunciaban algunos juicios u opiniones (sobre aspectos teológicos y otros de carácter conventual) que no compartían. Por eso fue castigado severamente (le prohibieron escribir) y desterrado a un convento recién fundado en Cuenca, donde falleció poco después, el 13 de diciembre de 1628.

Realmente el libro tiene mínimo valor historiográfico porque presenta muchas deficiencias. El padre Jerónimo de San José criticó esta obra con las siguientes palabras: “Dictio eius facilis, stilus mediocris, ordo suboscurus, rerum delectus, examen ac iudicium (sed quod historici aiunt, crisis) haud omnino exacta…” Y añade: “At non ideo omnia ibi contemnenda. Nec quia dissidia alique inter olim admissa refert, ideo damnandus…”[25] No pudo decirlo mejor.

Quizá un episodio destacable sea la narración en la que cuenta cómo era la celda en la que el santo de Fontiveros estuvo recluído ocho meses y medio en el convento Nuestra Señora del Carmen de Toledo[26]. Más que poner el acento en los datos históricos concretos se fija, y este quizá sea el aspecto más positivo, en la doctrina y en los milagros de fray Juan.

3. Una biografía oficial: Jerónimo de San José (Ezquerra), Historia del Venerable padre fray Juan de la Cruz (1641).

Se trata de una obra con un bien granado estilo literario, inserta plenamente en un contexto barroco, como se aprecia en la lucha contra Satán y en la exaltación del aspecto milagroso del santo carmelita. Pero esto es compatible con la exigencia metodológica del historiador, que compagina con la reflexión propia del filósofo. Para decirlo de otro modo: el hagiógrafo (que intenta demostrar las virtudes heroicas del personaje que estudia) no engulle al historiador, que en este caso particular ha teorizado y escrito, además, sobre el papel de la historia[27].

Jerónimo Ezquerra de Rozas (así se llamaba) fue nombrado en 1626 cronista general de la Orden. Por eso esta obra se inserta en un contexto mucho más amplio: el de escribir una Historia general de la Reforma carmelitana, que finalmente no llegó a terminar (publicó una Historia del Carmen descalzo en 1637). Pero, eso sí, este objetivo le llevó a visitar muchos conventos en busca de datos e información, de modo que pudo manejar una amplia documentación.

El estilo refleja que el autor tenía, en verdad, una auténtica vocación de escritor, como lo demuestra su enorme producción literaria, pues escribió muchos libros de temática variada (teológicos, canónicos, obras preceptivas, poemas[28], etc.)[29]

El padre Crisógono de Jesús considera con razón que este libro “ha sido hasta el siglo XX la mejor biografía, tanto por la abundancia de información como por el clásico estilo del autor” [30].

4. Una biografía inédita y publicada tardíamente: Alonso de la Madre de Dios (Asturicense[31]), Vida, virtudes y milagros del santo padre fray Juan de la Cruz (1629-30).

El padre Alonso de la Madre de Dios conoció personalmente a Juan de la Cruz, cierto día que el Santo estuvo de paso en el convento de Segovia, donde fray Alonso hacía su noviciado. Fue parte destacada en los procesos para la beatificación de Juan de la Cruz como postulador entre 1614 y 1618.

Sin embargo su libro no fue publicado. Pero su trabajo fue empleado por otros biógrafos (estaba en el Archivo General de la Orden en 1635 y tras la exclaustración pasó el manuscrito autógrafo a los fondos de la Biblioteca Nacional de Madrid). Posiblemente no fue publicado porque se considerase un borrador (en el texto hay tachones, correcciones y espacios en blanco) que debería ser perfeccionado más tarde. Precisamente por esta razón, por no haber sido escrita con vistas a su publicación, Teófanes Egido considera que resulta una biografía útil, menos elaborada y más espontánea[32]. El padre Alonso de la Madre de Dios (cuyo nombre era Alonso Martínez Fernández, hijo de Alonso e Inés) murió en Segovia el 28 de agosto de 1635 y fue enterrado en la iglesia de san Juan de la Cruz en Alba de Tormes, que pertenece a la diócesis de Salamanca.

Maneja un material histórico abundante y de primera mano. Para el padre Fortunato Antolín es “la más fácil de leer de las biografías primitivas”[33]. Éste autor insiste en que la valía de este libro queda confirmada por el hecho de que presenta “datos aún desconocidos, es un testimonio de máximo valor por el autor, conocedor personal del Santo y, por añadidura, procurador de la mayor parte de los Procesos ante los Ordinarios, y es bien sabido que tenía a su disposición no sólo el texto procesal, sino también el contacto inmediato con los testigos de quienes pudo saber detalles tal vez no incluidos en las declaraciones. Además, no hay que olvidarlo, fue testigo presencial de “milagros” sanjuanistas y de hechos relacionados con el culto del Santo”[34].

Pero lo cierto es que esta biografía, extensa y difusa, resulta más pesada de leer que la biografía de Francisco de Yepes y, además, en gran parte es irrelevante.

5. La primera biografía moderna: Jean Baruzi, Saint Jean de la Croix et le problème de l ‘experiénce mystique (1924).

El volumen San Juan de la Cruz y el problema de la experiencia mística fue la tesis doctoral que defendió en 1923 Baruzi, que llegó a ocupar una cátedra de Historia de las Religiones en el colegio Stanislas de París, desde el año 1911, cátedra que venía desempeñando Alfred Loisy.

Jean Baruzi (1881-1953) fue alumno de la prestigiosa Escuela Normal Superior. Fue discípulo de Émil Boutroux. Como Agregado de Filosofía enseñó en L’École Gerson desde 1908.

El volumen vio la luz en 1924 en París y la segunda edición, que incluía algunas recensiones y opiniones que se vertieron sobre este libro, apareció en 1931. Incomprensiblemente se tradujo la primera edición de 1924 y no la segunda de 1931, que estaba revisada y que incluía como novedad una nota final. Lo primero que llama la atención es que pasaron 67 años hasta que fue traducida al español por el poeta vallisoletano Carlos Ortega. Ello se debió sin duda a las críticas acerbas de los carmelitas historiadores, sobre todo el P. Silverio, que denunciaban el subjetivismo del original de Baruzi. Ello no obsta para que en la biografía de Bruno de Jesús María se le cite con frecuencia.

La novedad procede, fundamentalmente, de dos aspectos: por parte del autor, supone un acercamiento al santo de Fontiveros no desde la fe, sino desde un punto de vista externo en cuanto el autor no se distingue por su profesión de fe en la ortodoxia católica[35]. Y, en segundo lugar, esto se pone de relieve en su enfoque, pues intenta secularizarle o, para decirlo mejor, se quiere hacer hincapié sobre todo en su dimensión humana. Como dice Jiménez Lozano, “baja a Juan de la peana y el nicho”[36]. Se trata, en definitiva, de un enfoque más positivista o racionalista, en el sentido de que pretende despojar la biografía sanjuanista del aspecto hagiográfico, y presentarlo así para creyentes y no creyentes[37]. En opinión de Jiménez Duque, Baruzi acentúa en su análisis el aspecto neoplatónico, “que no explica prácticamente nada de la mística palpitante y cristiana de san Juan de la Cruz. Pero la obra de Baruzi sacudió el ambiente…”[38]

Baruzi realiza un juicio muy severo de las biografías anteriores: “Las biografías de San Juan de la Cruz resultan enormemente monótonas. Tienen la sosería habitual de las obras hagiográficas, y reproducen, con blanda complacencia, toda una serie, trivial por otro lado, de inevitables prodigios. A la infancia no la ven en su sencillez, falsean el período salmantino, y no dan cuenta de las persecuciones desde sus verdaderos orígenes”[39].

Se trata de un libro que profundiza en la interpretación mística de la doctrina sanjuanista. El aspecto histórico queda seriamente limitado por prescindir de muchas de las fuentes que permiten reconstruir la vida del Santo. Esto se debe a que este libro no es en realidad una biografía (Baruzi dedica tan solo 140 páginas a la parte biográfica de su obra). Pero marcará una línea nueva a las biografías modernas que se escribirían después.

El libro de Baruzi, escrito al margen de la hagiografía y de la teología tradicional, no fue visto con buenos ojos o suscitó muchos recelos en el ambiente de la Orden carmelitana[40]. Ello explica el retraso a la hora de acometer su traducción. Y, además, las biografías de Bruno de Jesús María, de Silverio de Santa Teresa y de Crisógono de Jesús pretendían ser, en cierto modo, una respuesta o corrección al modelo biográfico que presentaba Baruzi.

6. Una biografía desde el Carmelo francés: Bruno de Jèsus Marie, St. Jean de la Croix (1929).

La huella de san Juan de la Cruz, llevada a Francia y Bélgica por carmelitas españolas muy cercanas a la madre Teresa y al mismo fray Juan, dio frutos admirables en el siglo XVII, y así continuó hasta hoy día. La corriente de espiritualidad suscitada por santa Teresa del Niño Jesús dejó claro el influjo de los escritos de san Juan de la Cruz sobre la carmelita de Lisieux y originó un nuevo mérito del Místico de Fontiveros: su declaración por Pío XI como Doctor de la Iglesia Católica en 1926 (el 21 de agosto). Nunca se había debilitado en el mundo francófono la humilde figura de san Juan de la Cruz, especialmente desde 1726, año de su canonización[41].

Ya en 1867 se publica en París la segunda edición de Les Mystiques Espagnols del ilustre académico Paul Rousselot, que se ocupa de autores como santa Teresa, san Juan de la Cruz, fray Luis de León, Malón de Chaide, san Juan de Ávila, fray Luis de Granada y otros más. Se trata de una obra muy interesante y bien escrita, que contribuirá al conocimiento y al aprecio de la obra sanjuanista.

En 1929 apareció el volumen Saint Jean de la Croix del P. Bruno de Jesús, cuya primera edición se publicó en París (editado por la Librería Plon). Se tradujo del francés por un traductor anónimo y se publicó en Ediciones Fax, Madrid, en 1943, con motivo de la celebración del IV centenario del nacimiento del santo. Hubo una segunda edición corregida y aumentada en 1961.

La obra es fruto de un esfuerzo notable por acudir a todas las fuentes manuscritas antiguas, principalmente a los expedientes conservados en los archivos de la Sagrada Congregación de Ritos para el proceso de beatificación de san Juan de la Cruz. El Padre Bruno de Jesús María termina el prólogo advirtiendo que se ha esforzado en cumplir con la siguiente advertencia del papa León XIII: “La primera ley de la Historia es no atreverse a mentir; la segunda, no tener miedo de decir la verdad”[42].

Es una biografía muy completa, que busca poner de relieve tanto los grandes temas de la personalidad y la espiritualidad de fray Juan de la Cruz, como el marco geográfico de las ciudades donde vivió y el entorno del santo en el Carmelo Teresiano. Quizá el mayor descuido sea el no prestar suficiente atención a algunos comportamientos y costumbres españoles (no se aborda el tema de la limpieza de sangre ni el de la honra), por no haber dedicado tiempo a familiarizarse con los pormenores de la historia de España.

También es destacable el interés por describir la Granada del siglo XVI y su intensa memoria de la historia medieval, con el influjo del Islam, que era estudiado con pasión por las escuelas de arabistas española y francesa[43]. Escuela que desbordó la fecha de 1929 de la obra del P. Bruno, con los grandes logros de investigadores tales como Miguel Asín Palacios, Emilio García Gómez y los profesores galos Levy Provençal y Louis Massignon.

7. Una biografía desde la Historia del Carmen hispano: Silverio de Santa Teresa, tomo V de Historia del Carmelo Teresiano y de su espiritualidad desde el siglo XVI hasta el XX. En España, Portugal y América (1939).

El P. Silverio de Santa Teresa, que fue el fundador de la editorial El Monte Carmelo, dedicó el tomo V de su Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América a la vida del Doctor Místico. La obra consta de 15 volúmenes publicados desde 1935 hasta 1948. El tomo dedicado a fray Juan de la Cruz vio la luz en 1939.

Es muy de agradecer el esfuerzo de este historiador, que escribe una obra esmerada, pero que, al formar parte de una obra monumental, no tuvo la difusión que merecía.

8. La biografía oficial: Crisógono de Jesús, Vida de San Juan de la Cruz (1946).

Una de las obras que marcó un antes y un después en las biografías sobre el poeta de Fontiveros fue Vida de San Juan de la Cruz del padre Crisógono de Jesús Sacramentado. El éxito editorial habla por sí solo: lleva más de trece ediciones y ha sido traducida a muchos idiomas.

El libro, que es considerado por la Orden de los Carmelitas Descalzos como la biografía oficial, se publicó de forma póstuma (el autor nació en el pueblecito leonés de Villamorisca y murió el 5 de marzo 1945 a los cuarenta años en el pueblo guipuzcoano de Usúrbil) y fue, después, enriquecido con las notas que introdujo el P. Matías del Niño Jesús. El P. Crisógono apunta ya en la introducción de su libro su esfuerzo por hacer una biografía con un gran rigor metodológico: “Ni un hecho sin prueba documental, ni un lugar sin descripción hecha sobre el terreno: ésa ha sido nuestra norma. Para lo primero hemos tenido la fortuna de haber a las manos los documentos originales primitivos, y para lo segundo hemos recorrido los lugares que pisaron los pies descalzos de fray Juan de la Cruz. Ningún historiador ha tenido hasta el presente estas ventajas”[44].

Sobre este libro Efrén de la Madre de Dios y Otger Steggink escriben lo siguiente: “esta biografía moderna, literaria e históricamente bien compuesta, ha desterrado la idea truculenta del san Juan de la Cruz penitente y adusto, mantenida todavía por el P. Bruno, el francés. Por otra parte, el P. Crisógono crea una ruptura entre la tradición carmelitana y la Reforma teresiana del siglo XVI, separándose de los biógrafos clásicos susodichos, arraigo carmelitano que fue subrayado, en cambio, por el P. Bruno de Jesús María. Es una riqueza la cantidad de textos puestos en las notas, a veces una exhibición de abundancia documental. Es deficiente, sin embargo, en el rigor de la cronología, sin señalar fechas exactas en muchos dichos y hechos que lo merecen”[45].

El P. Emilio J. Martínez considera que las biografías de Bruno Jesús María, de Silverio de Santa Teresa y de Crisógono de Jesús resultan insuficientes por dos razones: 1) siguen dependiendo de los “hagiógrafos” a la hora de tratar algunos temas esenciales de la vida de san Juan de la Cruz (como los que se refieren a sus orígenes y a su infancia), y 2.- carecen de instrumentos imprescindibles para confeccionar una biografía rigurosa (se refiere a la categoría, a nuestro juicio un poco estricta e imprecisa, del análisis histórico de las mentalidades)[46]. Desde luego que hay algunos aspectos de la vida del Santo sobre los que se cierne una sombra difícil de esclarecer (como la que se refiere a sus orígenes). El historiador debe dar cuenta de todo lo que rodea la vida del Místico de Fontiveros e incluso a veces ir un poco más allá planteando hipótesis fundadas o apoyadas en determinados hechos. Y, desde luego, que la teoría de las mentalidades es tan sólo una teoría sobre una manera de hacer la historia, como otras concepciones de la historia. Se trata de un análisis que presenta sus riesgos, como ya advertimos en el epígrafe anterior.

Si hay una característica que con justicia puede predicarse de esta biografía es el rigor. Un rigor fruto del anhelo de un investigador joven muy bien preparado que, después de dos tentativas biográficas que precedieron a ésta (en 1935 y en 1941), culmina en un trabajo bien documentado y que todavía representa una biografía del Santo que, como tal, no creemos que haya sido superada.

9. Una biografía desde el punto de vista de la mujer: Josefina de la Maza y María Jiménez Salas, Vida de San Juan de la Cruz (1947).

Este libro, que tiene en su pórtico un poema de Gerardo Diego sobre la soledad, es una de las más bellas biografías de san Juan de la Cruz que, sin embargo, apenas es citada. Escrita en colaboración por dos escritoras de gran sensibilidad que aspiran, como confiesan en el primer párrafo, a “contar la gloria y la belleza de la vida de san Juan de la Cruz”[47]. Dejan a un lado la obra del Santo para ocuparse de su vida, y este es uno de los méritos del volumen.

Las amplísimas fuentes que manejan las autoras (hay una dependencia de los mejores biógrafos: P. José de Velasco, Bruno de Jesús María, las antiguas biografías del siglo XVII y, especialmente, las obras de Crisógono de Jesús Sacramentado y del P. Silverio) aseguran a este libro unos sólidos cimientos.

Pero en su afán encomiástico de la persona de san Juan de la Cruz, las autoras toman la antigua vía y método de los biógrafos barrocos del siglo XVII, llenando su obra de hechos milagrosos a la manera de las florecillas de san Francisco de Asís.

10. Una biografía fraterna: Pablo María Garrido, San Juan de la Cruz y Francisco de Yepes (1989).

Uno de los principales méritos de este inteligente libro del padre Pablo María Garrido es insistir en la valía de los datos aportados por la primera biografía que se realizó en 1616, por el padre José de Velasco, al hilo de exponer la vida de su hermano Francisco de Yepes. Por un lado, indaga con acierto en algunos de los datos que se aportan en ese libro, que se habían puesto en duda, a nuestro juicio de forma injusta, por parte de algunos investigadores. Por otro, coteja los datos que se desarrollan sobre el hermano mayor del Santo. Y, además, el volumen incorpora un material bibliográfico importante para los estudiosos sanjuanistas: los seis capítulos que se refieren a Juan de la Cruz, facilitando así la divulgación de esos apartados tan interesantes para la reconstrucción de su vida.

Se trata de un libro lleno de sugerencias, propuestas y tesis que enriquecen el análisis sobre la vida del Doctor Místico. Precisamente la primera parte del libro lleva como título “En torno a la biografía de San Juan de la Cruz (Precisiones, rectificaciones, sugerencias)”.

Se trata, en definitiva, de un libro muy bien escrito y que abre muchas puertas para acceder al misterio de la vida de san Juan de la Cruz.

11. Una biografía entre el periodismo y la literatura: José María Javierre, Juan de la Cruz, un caso límite (1991).

Este voluminoso libro del padre J. M. Javierre, de 1.121 páginas, le costó escribirlo 5 años. El libro combina diferentes perspectivas: la de la literatura y el lenguaje periodístico junto con la información histórica.

En el jugoso capítulo introductorio el padre Javierre explica que asusta la imagen tan deformada que se tiene de san Juan de la Cruz. Su propuesta pretende situarse, por utilizar una idea aristotélica, en un justo medio: no se trata de hacer una pura hagiografía, porque supone encajar de forma artificial al biografiado en una imagen preconcebida o prefabricada, pero tampoco explicar la vida desde una historia aséptica o fría, que solo se preocupa de los hechos y en la que el personaje carece de latido, en un estilo aburridísimo. Este es el ánimo del autor, aunque, como no podía ser de otra manera, por su conocida trayectoria y porque recibió el encargo de escribir esta biografía en un lenguaje vivo, se escora hacia el lado periodístico, que quizá atrapa más al lector pero deja más frío al historiador. El autor lo que pretende, como explica con claridad, es dar a san Juan de la Cruz “una segunda oportunidad” de vida[48].

Un aspecto importante de esta biografía es la conexión que intenta hacer el autor entre la vida de san Juan de la Cruz y la de la Madre Teresa. En el volumen se recrean episodios de la vida del Doctor Místico y también se comentan datos y textos históricos, advirtiéndolo al lector con el empleo de la letra cursiva. Desde luego, en esta faceta literario-periodística el padre Javierre, como puso de manifiesto en otras biografías de fundadores de órdenes religiosas, es un auténtico maestro. Murió el 17 de diciembre de 2009 a los 85 años.

12. Una biografía desigual: Efrén de la Madre de Dios y Otger Steggink, Tiempo y vida de San Juan de la Cruz, 1992.

En este libro, también muy voluminoso, los autores pretenden mejorar la biografía del santo y para ello se proponen “depurar precisiones históricas” y hacer hincapié en “la exactitud ambiental”, pues “no es posible conocer a San Juan de la Cruz sin investigar el clima y el humus donde se cría y crece, como tampoco se puede desconocer su contexto familiar, cultural y religioso que respira a todas horas”[49]. Esta idea aparece ya reflejada, como una declaración de intenciones, en el título. Y se aprecia en el capítulo introductorio, que se dedica a glosar el contexto histórico de la época en la que nace san Juan de la Cruz.

Por tanto, el libro se inscribe en una visión de la historia que presta mucha atención al contorno, es decir, el clima familiar, social, económico, cultural y religioso del Místico de Fontiveros. Esto convierte tal empresa en una tarea monumental, con un enorme despliegue de datos y documentación.

El libro está escrito con un espíritu crítico, con el ánimo de corregir algunas inexactitudes, aunque no por ello los autores se libran de incurrir en otras.

Los autores hacen una crítica dura al profesor Teófanes Egido, al que califican de pedante por referirse a la obra de Alonso de la Madre de Dios como una “biografía barroca”. Aquí pensamos que lo relevante es hacer un puente que comunique la historia y la biografía barroca, pues es conveniente extraer lo que hay de histórico en la narración barroca y las dificultades de construir la biografía del Santo de espaldas a la consideración que se tenía de él en aquella época. Estamos más cerca de la opinión que sostiene Olegario González de Cardedal cuando, criticando la postura de Teófanes Egido, juzga excesiva “la contraposición entre biografía y hagiografía, como si aquella perteneciera al real género histórico y ésta más bien a la creación mitopoética. Junto a la admirable lucidez crítica de su análisis, en la línea de la historia de las mentalidades, uno pregunta si la sospecha no ha pasado los límites. Y siempre se puede sospechar del sospechante. Con su libro sobre San Ignacio de Loyola: “Solo y a pie” (Salamanca, 1991) Juan Ignacio Tellechea nos ha evidenciado hasta dónde se pueden conjugar ambos géneros literarios para ganancia de ambos”[50].

Los autores de esta biografía ya habían realizado otra obra anterior sobre Santa Teresa[51]. Aunque los autores afirman en el último párrafo del prólogo que la obra no está escrita en partes atribuibles de forma separada a cada autor, sino que la suscriben in solidum, la realidad es que se aprecian diferentes estilos que hacen pensar que no se trata de una suma de ideas sino de una mezcolanza. Esto añade al libro una dosis negativa de desequilibrio.

13. Una visión desde el Carmelo anglosajón: Wilfrid MacGreal, John of the Cross, 1996.

Este libro, que fue traducido el castellano en 1997, constituye una buena Introducción a san Juan de la Cruz. Precedidos sus cinco capítulos por una breve introducción, dedica el primero de ellos a La vida y el entorno de san Juan de la Cruz.

Para centrar su corta biografía comienza escribiendo: “El siglo XVI fue una época de convulsiones, descubrimientos y cambios... En España, la figura política dominante es Felipe II, mientras que san Juan de la Cruz es el poeta más importante de su tiempo y también un excepcional maestro para los cristianos que buscan a Dios”[52].

Estas páginas biográficas dependen de la historiografía de los Padres Carmelitas españoles de la Antigua Observancia (los calzados). En lo que se refiere al tema de los orígenes familiares, sobre Catalina Álvarez escribe que “se cree que era de origen árabe, es decir, descendiente de los invasores musulmanes. La familia de Gonzalo se asustó. Temió que este matrimonio atrajera la atención sobre ellos y que sus orígenes judíos llegaran a ser descubiertos”[53].

El intento de lograr una semblanza biográfica adecuada, exacta, en pocas páginas, sólo se consigue a medias[54]. Sabe el autor resumir la vida del Santo con pinceladas curiosas. Así, afirma que “además de ser un gran poeta y un extraordinario maestro, san Juan de la Cruz siempre fue muy hogareño”[55]. Este dato responde a la realidad: amaba a su familia.

El mérito de esta obra no está en la parte biográfica, sino en la excelente caracterización como poeta y místico. La exposición de los temas de la “Nada”, la noche, la dirección espiritual es acertada. Hoy se pone de relieve la espontaneidad del amor humano en la expresión amorosa del Cantar de los Cantares. En este estudio el autor insiste en señalar que “si la realidad del amor erótico proporciona al místico imágenes y un lenguaje para expresar la relación entre lo divino y humano, de un modo inverso, lo que el místico quisiera pedir a los hombres y mujeres de nuestro tiempo es que reconsideraran su actitud ante la sexualidad y las relaciones sexuales… Con el mismo espíritu del libro del Génesis, la poesía de san Juan nos habla, en la actualidad, de la bondad de la creación, de la bondad de la sexualidad”[56].

14. Una biografía novísima: Emilio J. Martínez, Tras las huellas de Juan de la Cruz. Nueva biografía, 2006.

La obra del padre Emilio Martínez es digna de elogio. Es un trabajo depurado, en el que las fuentes y los textos se someten a una evaluación crítica. Maneja con soltura muchas fuentes de investigación. Y reconoce aspectos de la vida del santo carmelita que se abren a muchos interrogantes, permitiendo así, necesariamente, el planteamiento de hipótesis.

Raices históricas de san Juan de la Cruz

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