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3.1. Evolución y composición de la población

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La evolución y la transformación de la estructura de la población, al igual que en el conjunto de las sociedades desarrolladas, ha estado marcada por el proceso de modernización y cambio conocido como transición demográfica (Recuadro 2), que, aun siguiendo las pautas generales, cuenta aquí con algunas particularidades, al iniciarse más tarde y desarrollarse a un ritmo más rápido, y ha llevado a descensos sobresalientes de la mortalidad y de la natalidad, al aumento de la esperanza de vida y el consiguiente envejecimiento.

El rasgo demográfico más acusado durante la segunda mitad del siglo XX fue la disminución de la natalidad debida a un desplome de la fecundidad, esto es, del número de hijos por mujer. Desde la década de 1970 y en poco más de veinte años, se pasó del baby boom a la escasez de nacimientos, y España dejó de tener la tasa de fecundidad más elevada, junto con Irlanda, para registrar la más reducida, al lado de Italia, de toda la Unión Europea. Esta caída de la fecundidad fue la consecuencia de un conjunto de profundos cambios en las estructuras económicas, sociales, culturales y del sistema de valores, y muy en particular de los que afectaron más directamente a la configuración de la familia, al papel de la mujer y a las condiciones del mercado de trabajo.

Las pautas demográficas descritas y el alargamiento de la esperanza de vida han acarreado un cambio sustancial en la estructura de edades de la población española y han provocado un envejecimiento progresivo (cuadro 1). Los estratos de población de más de sesenta años fueron aumentando a lo largo de todo el siglo xx, alcanzando prácticamente los porcentajes de la Unión Europea (25 por 100 en 2020). Al mismo tiempo, se ha reducido el segmento de población menor de diecinueve años, que ha pasado del 32 a menos del 20 por 100 a lo largo de las últimas décadas.

Sin embargo, durante la mayor parte de la década de 2000 se recuperó la fecundidad, y la tasa de natalidad en España llegó a superar el promedio de la Unión Europea, a lo que contribuyó especialmente el comportamiento de la población inmigrante. Así, las mujeres inmigrantes no solamente registran tasas de fecundidad más elevadas (1,45 hijos por mujer, frente a 1,12 de las nacidas en España, en 2020), sino que comienzan a tener hijos a edades relativamente más tempranas. No obstante, la natalidad se retrajo de nuevo a partir de la crisis financiera internacional, situándose un punto y medio por debajo de la tasa media de la Unión Europea en 2019. Esta diferencia habrá crecido debido a la pandemia de la COVID-19, pues solamente en 2020 ya se redujo la natalidad en España un 6,2 por 100.

Recuadro 2

LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA Y EL DESPLOME DE LA FECUNDIDAD

El proceso de evolución y profundo cambio demográfico que, con unas pautas comunes y ligeras variantes, han recorrido las economías desarrolladas entre la mitad del siglo xviii y los comienzos del siglo xx, es conocido como transición demográfica. Ese proceso ha tenido lugar secuencialmente a lo largo de una serie de etapas: a partir del siglo xviii va cediendo la mortalidad catastrófica y desde la primera mitad del siglo xix la mortalidad ordinaria; en la segunda mitad de dicho siglo comienza a disminuir la natalidad y desde principios del siglo xx es constatable el progresivo envejecimiento de la población; y ya en el segundo cuarto del siglo xx se percibe la desaceleración en el crecimiento poblacional. Los países del Centro y del Norte de Europa han sido los que más fielmente se han ajustado a este calendario de transición demográfica, mientras que en los de la Europa del Sur, incluyendo el caso español, se han registrado algunas significativas especificidades, que han retrasado, primero, y acelerado, después, ese mismo proceso.

La evolución de la mortalidad en España muestra una trayectoria descendente a lo largo de todo el siglo xx, pasando de tasas superiores al 25 por mil al inicio del siglo a otras en torno al 9 por mil al comenzar el siglo xxi. Esa disminución de la mortalidad ha corrido paralela a un muy notable y continuo aumento de la esperanza de vida, ampliamente duplicada en el transcurso del siglo, al pasar de 34 a 76 años en los hombres y de 36 a 83 años en las mujeres.

La trayectoria seguida por la natalidad resulta aún más llamativa y ha registrado una drástica reducción que constituye uno de los cambios demográficos más radicales experimentados en España, reflejo de la espectacular caída de la fecundidad. El número de hijos por mujer en edad fértil, situado en cuatro en el arranque del siglo xx, se mantenía todavía en cerca de tres a mediados del decenio de 1970 y disminuyó drásticamente desde entonces hasta una cota de 1,23 hijos en el año 2000. La ligera recuperación anotada durante la década de 2000 no consiguió alcanzar la tasa que garantiza el reemplazo generacional, establecida en 2,1 hijos. En 2020, la cifra de 1,18 hijos por mujer se ha vuelto a alejar de la tasa de reemplazo.

La evolución conjunta de la mortalidad y la natalidad, lógicamente, ha determinado la dinámica de crecimiento de la población española, al duplicarse en el transcurso del siglo xx, pasando de casi 19 millones en 1900 a 40 millones de personas en el año 2000. La tasa de mortalidad permaneció siempre por debajo de la de natalidad, estableciendo una brecha que casi llegó a cerrarse a finales del siglo y que volvió a abrirse ligeramente en los últimos diez años. El crecimiento vegetativo de la población ha sufrido diversas oscilaciones que desembocaron en un acusado descenso al final del siglo que, a pesar del repunte registrado antes de la crisis de 2008, sitúa las tasas actuales de crecimiento natural de la población española y de la Unión Europea en negativo.

Todo estos cambios demográficos, en suma, revelan el hondo alcance de la transformación experimentada en las pautas tradicionales y pone de relieve hasta qué punto la sociedad española se ha adaptado a las características de los países desarrollados de su entorno. Salvo en el mayor despoblamiento y en la baja densidad de población, el panorama demográfico español presenta en la actualidad rasgos similares, logrados en más breves plazos y, en ocasiones, de manera más radical, a los de sus vecinos europeos. Estos rasgos están cifrados en una baja natalidad y mortalidad, una elevada esperanza de vida, un envejecimiento de la población y unas cifras de crecimiento vegetativo que desde 2017 son negativas y confirman el preocupante estancamiento demográfico actual.

Movimiento natural de la población española, 1901-2020

(en tantos por mil)


Fuente: INE.

Cuadro 1. Indicadores demográficos en España y la Unión Europea, 1985-2020

EspañUE-27
1985199520052015202019851995200520152020
Población total (millones)38,439,643,346,547,3ndnd434,4443,6447,3
Distribución edades (%)
Hasta 1932,225,119,819,819,628,625,122,220,520,3
20-5951,054,358,756,354,753,454,955,954,252,7
60 y más años16,820,521,423,925,718,019,821,925,327,0
Tasa de natalidad(‰)11,99,210,69,07,212,810,710,49,79,31
Índice sintético de fecundidad
(hijos por mujer fértil)1,61,21,31,31,21,71,41,51,51,6
Tasa de nupcialidad (‰)5,25,14,83,61,96,15,24,84,3nd
Tasa de mortalidad (‰)8,18,78,89,110,410,710,49,810,410,51
Esperanza de vida (años)
Hombres73,174,577,079,179,670,972,875,476,978,51
Mujeres79,681,783,585,085,177,879,781,582,884,01
Tasa de dependencia232,937,736,542,547,133,736,139,146,651,4

Notas: (1) La última cifra corresponde a 2019. (2) Mayores de 60 años en porcentaje de la población de 20 a 59.

Fuentes: INE y Eurostat.

Los cambios citados se reflejan en las transformaciones registradas en la pirámide de población española (gráfico 2). La parte inferior de la pirámide muestra el estrechamiento que acompañó al desplome de la natalidad durante las últimas décadas, con la salvedad citada de los años anteriores a la Gran Recesión. La comparación con la pirámide europea subraya perfiles similares, junto con la gran intensidad del ajuste demográfico español, que, a pesar del ensanchamiento anterior a la crisis, muestra que los nacidos en los últimos años conforman cohortes extraordinariamente reducidas, comparables con las de la población septuagenaria.

La convergencia demográfica con Europa también queda reflejada en el ensanchamiento de los estratos superiores y en el grado de envejecimiento característico de los países más avanzados. En este sentido, resulta preocupante para España el efecto a largo plazo del envejecimiento sobre los sistemas de pensiones y sanitario. Al margen de los cambios introducidos en las edades de jubilación en 2011 y de una deseable, pero difícil recuperación de las tasas de fecundidad, la estructura demográfica actual ya permite prever el incremento progresivo de la tasa de dependencia, que superará el promedio europeo cuando la generación del baby boom alcance los 65 o 70 años. A ello contribuirá la mejora progresiva de la esperanza de vida, que venía superando en más de dos puntos a la tasa de la Unión Europea, aunque debido a la pandemia se ha ajustado a los 79,6 años para los hombres y los 85,1 años para las mujeres.

Por último, en relación con los efectos de la pandemia sobre las magnitudes demográficas, las cifras provisionales del INE recogen un incremento de la mortalidad del 17,7 por 100 a lo largo del año 2020, que llevó a la tasa de ese año a superar el 10,4 por mil. Este aumento de la mortalidad, unido al ya citado descenso de la natalidad, explica que la tasa de crecimiento vegetativo en España haya registrado el peor dato desde 1918, con un valor negativo de -3,2 por mil.

Gráfico 2. Estructura por edades de la población en España y la Unión Europea, 2020


Notas: Datos en proporción de la población total. (1) Déficit de nacimientos debido a la Guerra Civil (1936-1939). (2) Mantenimiento de la fecundidad a un nivel relativamente elevado. (3) Declive rápido de la fertilidad. (4) Repunte de la natalidad y posterior recaída.

Fuente: Eurostat.

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