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1. La historia continúa


Este libro abarca veinte años de historia del siglo XXI, desde el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre del 2001 hasta la toma de Kabul en manos de los talibanes el 15 de agosto del 2021. Tiene como objetivo que el lector se haga una idea de lo que han supuesto estas dos décadas a escala mundial. Tengamos en cuenta que no se había producido con anterioridad una acumulación de cambios tan trascendentales y en un período de tiempo tan corto. El orden internacional se ha alterado por completo, la crisis de las instituciones es gradual, y la sociedad emite señales de incertidumbre ante lo que le deparará

el futuro.

El ojo del historiador analiza lo sucedido con el fin de predecir lo que puede llegar a suceder en el horizonte 2050, sabiendo que el azar es la noción fundamental del presente. Puede ocurrir cualquier cosa. Lo mejor y lo peor. Por tanto, la Fortuna mueve de nuevo la rueda, la ronda del tiempo. Es la danza de los elementos que sostienen la vida social. La economía va hacia la política, y la política hacía la economía en un vaivén que hace pensar en los poemas de Píndaro. Es después del 2008, o sea, después de la crisis financiera de Lehman Brothers, cuando el mundo reconoce que no ha llegado el fin de la historia, como se había profetizado sin demasiado acierto. Se inicia entonces una larga década de cambios bruscos, hasta el 2019. En esa fecha, llegan noticias de un brote epidémico en Wuhan, China. Hay ahí algo como una venganza ante el orgullo desmedido de Occidente. Para iluminar esos hechos atenderé una sugerencia de la escritora Zadie Smith: “No se puede aprender del pasado si se escribe a conveniencia”.

La covid ha hecho que la sociedad tome conciencia de la quiebra de la continuidad de la historia mundial. Mientras la vacuna se difunde, con notables resistencias, se llega a la conclusión de que la vida humana no se entiende solamente desde el horizonte de esperanza en un futuro prometedor; se entiende también desde la asimilación de lo desconcertante, ese rasgo de la realidad que la novela de Bretaña del siglo XII identificó con lo maravilloso. A partir de esa asimilación, más resignada que entusiasta, resulta fácil comprobar que la historia continúa.

El desafío del presente es la necesidad de recuperar el momento de contacto humano para hablar, sentir o razonar los conocimientos almacenados en las bases de datos de los modernos ordenadores como también la necesidad de abordar sus efectos en la educación y en la cultura. Nos apremia liberarnos del peso de la identidad y valorar la levedad, siguiendo el ejemplo del mito de Perseo, a la hora de promover soluciones que eviten la Medusa, encarnada hoy en la propaganda política.

No es la primera vez que se percibe un hecho así. Recuerdo la que Italo Calvino formuló en Seis propuestas para el próximo milenio (ese próximo milenio del que hablaba en Harvard en 1984 es el actual), cuando aconsejó que “con los mitos no hay que andar con prisa; es mejor dejar que se depositen en la memoria; detenerse a meditar los detalles, razonar sobre lo que dicen sin salir de su lenguaje de imágenes”. Y eso es lo que quiero hacer aquí para fijar el diseño de una historia del siglo XXI.

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La historia del siglo XXI se ha desarrollado primero por el efecto traumático del 11 de septiembre del 2001, luego por las dudas ante el proceso de civilización suscitadas por la guerra preventiva contra el terrorismo que redimía viejos esquemas de conflictos religiosos; en paralelo al ajuste de la revolución digital y al poder del algoritmo; más tarde por los efectos de una ceñuda crisis financiera que en el 2008 dio una lección (gélidamente pragmática) sobre la fragilidad del sistema económico mundial; luego por el culto al populismo en las formas de gobierno; a lo que siguió la inclinación por el soft power del que habla Joseph Nye y por el utilitarismo proyectado en el ocio vacacional; por la geopolítica forjada alrededor de la expansión de China; y, finalmente, por el miedo a la epidemia y por la explosión emotiva ante el retorno a la normalidad. Así, durante veinte años, una sucesión de acontecimientos se trabó en la vida de la gente hasta el punto de que hoy, entrados en los años veinte, se puede decir que la historia está más viva que nunca.

Vayamos ahora al principio, al punto de partida del brusco giro en el curso de los acontecimientos que dio lugar al siglo XXI, a ese lugar donde un día cualquiera se convirtió en ese momento de no retorno donde tantas veces el azar ha conducido a la humanidad.

Es una propuesta. Una guía de perplejos.

Breve historia del siglo XXI

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