Читать книгу ¡Viva Cataluña española! - José Fernando Mota Muñoz - Страница 10

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En esos años el RCD Español está viviendo un gran momento deportivo. En noviembre de 1928 gana al eterno rival, con lo que se proclama matemáticamente campeón de Cataluña. Este derbi no estuvo exento de nuevo de incidentes, pero esta vez fuera del campo. La bronca entre culés y pericos se produjo en el music-hall Eden Concert de la calle Conde de Asalto. Parece ser que la orquesta, por sugerencia de algún cliente, tocó alguna canción favorable al Barça y ahí empezó el jaleo, pues en local había público de las dos aficiones. El ibérico Antonio Ors Martínez, hermano del dirigente del Libre, sacó su pistola de somatenista y amenazó a la orquesta. Se generó un tumulto. Se oyó algún Mori Espanya! Finalmente tuvieron que intervenir las fuerzas del orden, que se llevaron detenido a Ors y al autor del grito antiespañolista.30

En febrero de 1929 el RCD Español se planta en la final de la Copa del Rey tras eliminar en semifinales al Barça. El rival es el Real Madrid. La final se juega en el estadio de Mestalla de Valencia. Se desplazan unos 4.000 pericos. Unos van en barco, otros en tren, los de la Peña Ibérica se desplazan en dos coches. Antes del partido pasean por la ciudad del Turia. Uno de los automóviles luce un curioso letrero: «La Peña Ibérica del Español saluda a Valencia y a su bellísima Reina de la Belleza Española». Los pericos que no han podido desplazarse se reúnen en bares, que instalan altavoces para la ocasión. En un partido poco lucido, por lo embarrado del campo y la lluvia persistente, el Español se impone por 2 a 1 y se proclama por primera vez en su historia campeón de España. A pesar del frío y la lluvia, grupos de seguidores españolistas pasean por Barcelona celebrando el triunfo. La crónica de la final en ABC parece redactada por un ibérico, dice:

... si se tiene en cuenta que el Real Club Deportivo Español ha sostenido durante muchos años una lucha deportiva, pero envenenada por cuestiones políticas, de manera que no había que contender solamente con los equipos contrarios, sino en muchas ocasiones con una gran parte del público, esto hace que el actual triunfo provocara entre los entusiastas del equipo un verdadero delirio.31

El histórico título es celebrado por la Peña Ibérica con fiestas y bailes. La Verdad Deportiva publica un poema dedicado a tan crucial momento, el cual finaliza así:

Ya estamos satisfechos en España.

Un equipo español venció en la liza.

No valió al renegado su artimaña

y han cobrado paliza tras paliza.32

La Peña se expande y en mayo inaugura sede en Terrassa. Participa en la vida social barcelonesa; asisten al homenaje al marqués de Foronda, director de la Exposición Internacional de Barcelona, y participan en un festival benéfico en favor de los dispensarios Acción Social. No olvidan del todo su faceta deportiva y ese mismo año montan un equipo de fútbol que reta a otras peñas del Español como la Zamora, Trabal y Vantolrá.

Poblador sigue ligado al periodismo, ahora de forma profesional. En 1929 había entrado en la redacción de La Razón, órgano oficial de la Unión Patriótica barcelonesa, que tras la desaparición del partido único fue adquirido por el Sindicato Libre, que le dio un tono más obrerista. También era redactor de La Protesta, semanario nacido en mayo de 1930 impulsado por miembros de los Sindicatos Libres partidarios de la Dictadura y disidentes del carlismo oficial, y, además, colaboraba en esos años en La Hoja Oficial del Lunes, en la que se destacaban todos los actos organizados por la Peña Ibérica. Poblador ingresó ese año en el Sindicato Profesional de Periodistas.

Y será Poblador quien dirija una nueva publicación deportiva aparecida en octubre de 1929, Furia Española. A pesar de su título, tiene un carácter menos político que publicaciones anteriores y trata de mantener un tono equidistante entre todos los equipos catalanes. Se trata de un semanario gratuito, financiado por la publicidad, que se repartía los lunes en peluquerías, hoteles, sociedades recreativas y deportivas. Se confeccionaba los domingos, por lo que no recogía crónicas de partidos, sino entrevistas y artículos sobre fútbol y boxeo, los dos principales deportes de masas en esos momentos. No parece que tuviera mucha vida. El último número que hemos localizado es el tercero, de 20 de octubre de 1929.

En febrero de 1930, bajo presidencia de Francisco Palau y en presencia del delegado gubernativo, se celebra la reunión general ordinaria de la Peña Ibérica. Asisten unos ochenta socios. El secretario, Poblador, da lectura a la memoria del ejercicio anterior. El discurso no tiene desperdicio; es una condensación de los ideales de la Peña expresados en el lenguaje rimbombante habitual. Con fuerza, arrancaba con un «aquí nos tenéis presentes enarbolando con orgullo nuestra Santa bandera y la representación directora de esta entidad, conglomerado de hombres de limpio ideal y de sanas condiciones, para laborar por el bienestar y el progreso de nuestra querida patria». Elitismo y virilidad, un clásico de la Peña. Insiste en ello: «Peña Ibérica no recolecta adictos, no tiene nuestra entidad bases de riqueza que sirvan de espejuelo para cazar hombres alucinados por el resplandor del favor y del otorgamiento de cargos y recompensas» no, ellos son «la cuna del españolismo, donde ingresan los hombres que buscan dar al alma lo que le pertenece, desechando por completo la podredumbre material [...] somos hombres desinteresados y batalladores respondiendo al ideal de Patria, Justicia y Libertad», por eso «siempre tropiezan con el mismo inconveniente, con la falta de medios económicos [...] A nuestros enemigos les sobra esta condición y les falta hombría para llevar acabo los planes; a nosotros nos sobra hombría y nos falta ese medio económico ejecutor». Avanza un tema que será habitual durante el periodo republicano; la falta de financiación será otro talón de Aquiles de la extrema derecha barcelonesa. Excepto los más numerosos carlistas y los pudientes alfonsinos, el resto de grupos y grupúsculos ultras no encontrarán una fuente de financiación continuada.

Además, Poblador hace referencia a la situación política: «estamos en vísperas de grandes acontecimientos y por ello debemos estar unidos» y ser «los cimientos fuertes y robustos de un nacionalismo sano, el día de mañana; que sin dudarlo ha de ser la única y legítima salvación de nuestra querida patria, indivisible y conquistadora [...] siguiendo nuestro camino fija siempre la mirada en esa palabra que es todo un compendio de dicha y felicidad: ESPAÑA».

A continuación intervienen algunos socios. Se lee la carta de uno de ellos, que pide su baja porque, siendo republicano, cree que la Peña se inclina por la monarquía. Se le aclara que la Peña Ibérica labora «por España indivisible y conquistadora, para alcanzar su legítima grandeza y prosperidad, no fijando en modo alguno la forma y dirección del Estado, por ser todo ello secundario a la idea de patria». Por último, se reelige a Francisco Palau como presidente y Poblador como secretario.

Los ibéricos no abandonan su presencia callejera. En febrero de 1930 le buscan las cosquillas a la Federación Universitaria Escolar (FUE). El día 11 el sindicato estudiantil, que se había destacado en su lucha contra la Dictadura, rinde homenaje a su presidente, el estudiante mallorquín Antoni Maria Sbert, represaliado por el Directorio. El acto se celebra en el Teatro Novedades y los ibéricos no dejan pasar la oportunidad de enfrentarse a unos opositores a su estimado dictador. A la salida del acto provocan y amenazan a los estudiantes. Se intercambian algunos golpes. Ha de intervenir la policía para pacificar el ambiente. Hay un detenido, pronto puesto en libertad.

El 29 de marzo miembros de la Peña Ibérica se desplazan a la estación de Francia para participar en la despedida del general Emilio Barrera, que tras siete años de capitán general de Barcelona ha sido depuesto en su cargo. En los andenes se alinean autoridades y admiradores de la labor represiva llevada a cabo por el general. No faltan monárquicos, upetistas, libreños y algunos personajes que conoceremos pronto, como Pedro Vives o el canónigo José Montagut. Tras la salida del tren, un grupo de jóvenes, entre los que destacan los ibéricos, con una bandera española al frente, tratan de organizar una manifestación. La fuerza pública se lo impide y les arrebata la enseña. Hay garrotazos de la secreta y espadazos de los guardias de Seguridad. Tras ser disueltos, una comisión de los manifestantes se desplaza al cercano Gobierno Civil para reclamar la devolución de la bandera. El gobernador se la entrega, pero les recuerda que no tienen autorización para manifestarse. A pesar de ello, a la salida del Gobierno Civil de nuevo tratan de hacerlo y tiene que actuar otra vez la policía.

En mayo de 1930 participan, junto al Grupo Alfonso, la Juventud Monárquica, los socialistas-monárquicos y otras entidades españolistas, en un homenaje a Carmen Laguarda, una joven estudiante de Letras que había resultado herida en un enfrentamiento con catalanistas en la universidad cuando «con su actitud impidió, en las recientes algaradas estudiantiles, que un grupo de fanáticos cometiesen desmanes con una bandera española».

Justo ese mes una delegación de la Peña Ibérica tiene previsto una visita a Madrid y esta vez no es por motivos futbolísticos. Toda esta actividad españolista, anticatalanista y de calle ha atraído la atención de un curioso personaje que está organizando su propio partido en Madrid, el doctor Albiñana.

***

El 4 de mayo de 1930, en un local céntrico de la capital, está convocado un ágape organizado por el doctor José María Albiñana Sanz. Se trata de un acto del PNE, la organización política que ha fundado y lidera este extravagante neurólogo, un partido que hace gala de un españolismo esencialista y se presenta como adalid de esa violencia que tanto atrae a la extrema derecha. Militares, antiguos upetistas, carlistas españolistas, monárquicos de base y miembros de los Sindicatos Libres nutren sus filas. Son nostálgicos de la Dictadura, antiliberales –que por tanto no se sienten atraídos por los partidos dinásticos– y que a su vez no pueden ingresar en otros grupos monárquicos por el elitismo de estos.

El 13 de abril de ese mismo año se había hecho público su manifiestoprograma: añejo nacionalismo español, defensa del catolicismo y la monarquía tradicional como factor de unidad de la patria, visión conspirativa de la historia –España como víctima de un complot judeo-masónico–, antiparlamentarismo y antiliberalismo. Es un partido que entiende «el uso de la violencia física como componente normal de la acción política y aún de la propia doctrina, a través de la actuación de milicias encuadradas en las propias filas del partido». Estas milicias de choque las constituyen los Legionarios de España, destinados a atacar a los enemigos de la patria siguiendo el modelo de los Sindicatos Libres o los jóvenes mauristas. Pronto pasan a la acción, con agresiones a republicanos y socialistas, asaltos a revistas y diarios y amenazas a periodistas. Se hicieron populares como una partida de la porra. Su fama eclipsará al partido.

Durante el acto se ha desgranado el programa político del PNE. Mediada la comida, es el propio Albiñana el encargado de anunciar a la concurrencia la llegada de los delegados de la «españolísima entidad barcelonesa de la Peña Ibérica que a tantos obstáculos ha de hacer frente en Cataluña». Aparecen en la sala José María Poblador, Manuel del Castillo Arechaga, Matías Colmenares y Pedro Pujol. Una atronadora ovación recibe a los barceloneses.

La delegación ibérica llevaba en Madrid desde el día 2, llegada «con el exclusivo objeto de conferenciar con el doctor Albiñana y recibir personalmente sus instrucciones». El día siguiente los ibéricos, acompañados del propio Albiñana, habían participado en el banquete mensual que organizaba el órgano primorriverista La Nación. Allí pudieron departir con su director, Manuel Delgado Barreto, y con José Antonio Primo de Rivera, principal accionista del periódico, que presidía el banquete. Ahora, día 4, son presentados ante los correligionarios de Albiñana.

El neurólogo ve en los ibéricos a unos españolistas viscerales que no rehúyen la violencia física y que además actúan en territorio hostil. Dan el perfil de esos Legionarios de España que está promoviendo. A la Peña Ibérica le ha atraído el discurso españolista y violento del PNE y se han puesto en contacto con ellos. Acuden a Madrid a confirmar su adhesión al proyecto y a estudiar con el líder su organización en Cataluña. Será la Peña Ibérica la plataforma que utilice Albiñana para extender su proyecto a territorio catalán. Se trataba de un refuerzo importante «por su peso en el conjunto de la derecha radical catalana y porque permitía al PNE dotarse sin esfuerzo de la colaboración de una organización ya consolidada».33

Albiñana está encantado con sus aliados barceloneses. En un artículo en La Nación afirma con su retorcido estilo:

Hay en Barcelona una fuerte agrupación españolista –¡Y no es poco tratándose de Cataluña!– llamada Peña Ibérica [...]. Los ibéricos, bravos campeones de pértiga, manejan tan gentilmente el Código Nacional, con nudos y contera, que siembran el pánico en las desatentadas hordas separatistas. Los jefes del separatismo, personas adineradas y que no quieren «líos», cuando presumen que van a perder, en vez de hacer frente a tan bravos españolistas han inventado un artilugio, cómodo y barato, para atenuar, ya que no anular la acción de los «ibéricos». Consiste en denunciar a las autoridades, «como agentes provocadores», a los patriotas de la Peña Ibérica [...] creen deshacerse de sus adversarios fichándoles como alborotadores.34

La alianza entre la Peña Ibérica y Albiñana acaba de sellarse con la visita del líder del PNE a Barcelona a finales del mismo mes de mayo de 1930. Albiñana conoce la ciudad, ha estado matriculado, siempre por libre, en diferentes ocasiones, en la Universidad de Barcelona. En el curso 1905/1906 se matriculó en cinco asignaturas de Medicina, en 1912/1913 lo hizo en cinco de Farmacia y en el curso siguiente en cuatro asignaturas de Filosofía y Letras, Sección Historia. Además, en 1913 y 1914 visitó la Ciudad Condal como presidente de la Federación Nacional de Sanidad Civil, la última vez pronunciando una conferencia en el Ateneu Barcelonès. Fueron estancias fugaces, para matricularse y realizar los exámenes, para conferenciar, pero seguramente le sirvieron para percibir el crecimiento de lo que para él acabará convirtiéndose en «el auténtico talón de Aquiles de la construcción nacional española», el catalanismo.

El día 27 llega al apeadero de Gracia. Lo espera una nutrida representación de ibéricos, que lo acompaña, entre vítores, hasta el local social en la calle Aribau. Allí pronuncia un discurso de agradecimiento en el que deja fluir toda su retórica demagógica. Afirma que el PNE «tiene como uno de sus primordiales fines rescatar Cataluña de las garras del separatismo», que no es más que «un fantasma explotado por unos cuantos negociantes para obtener directa o subrepticiamente todas las gangas del poder». No deja de utilizar tópicos anticatalanistas: «la moneda española tiene las armas nacionales, y a pesar de esto ningún catalán la rechaza» y, como es habitual en sus mítines, defiende la violencia, habla de virilidad, patriotismo, anticomunismo y en una misma frase hace gala de su antiintelectualismo y antisemitismo, criticando a esos «seudointelectuales, monopolizando las columnas de una prensa judía y sin entrañas para dar al mundo el timo de una España revolucionaria y decadente». Finalmente, como doctor, ofrece su diagnosis y da su receta: «España padece en estos momentos una forma de psitacosis, especie de verborrea fétida localizada en la región izquierda, que se cura fácilmente con jarabe de estaca legionaria, médicamente novísimo y activo, que viene a enriquecer la farmacopea nacional».35 El público congregado no esperaba menos de él, palmas y vivas lo aclaman.

Albiñana pasa algunos días en la Ciudad Condal. Se desplaza a Terrassa, donde pronuncia un mitin en el local de la Peña Ibérica egarense y es agasajado por los ibéricos con una cena en el Hotel Metropolitano, de la avenida Tibidabo. Según la prensa afín, son trescientos los asistentes al banquete. En el comedor se coloca una enorme bandera española, que ocupa toda una pared y que es izada a los acordes de la Marcha Real. A la hora de los brindis toma la palabra el canónigo José Montagut Roca, que aprovecha para recordar «la inmensa obra de progreso espiritual y material que Cataluña debe a la Dictadura». Se escuchan los primeros vítores en la sala, resuena un ¡Viva Primo de Rivera, salvador de la Patria!

José Montagut Roca, originario de Mora d’Ebre, era un anticatalanista furibundo e integrista católico que, procedente del carlismo, había pasado por el mellismo y se había convertido en un reconocido propagandista de la Dictadura. Había sido uno de los oradores estrella de los círculos de la Unión Patriótica de Barcelona, además de consiliario de su Agrupación Femenina. También había tomado la pluma para ensalzar las bondades del régimen. En 1928 publicó El Dictador y la dictadura, donde se deshacía en elogios hacia Primo de Rivera y su obra. En 1930 había escrito una réplica al libro crítico con la Dictadura de Francesc Cambó y, a pesar de la caída de la Dictadura, seguía siendo un firme primorriverista, como el propio Albiñana.

Tras Montagut, toma la palabra el agasajado, «que pronuncia una oración grandilocuente, plena de masculinidad y patriotismo». Así lo escribe La Nación, que denuncia que la prensa regional ha ocultado la visita de Albiñana y «se ha conjurado para silenciar esta campaña de vindicación patriótica». En su discurso, Albiñana denuncia a la izquierda, que «pretende destruir los altos valores de España, poniendo la Religión, el Ejército y la Monarquía a los pies de un desvergonzado comunismo ruso, que avanza por Europa impulsado por el dinero judío», un comunismo que «se ha enroscado en Cataluña al separatismo, comenzando su obra con la ruptura de la unidad nacional». Afirma que «todo el esplendor actual de la magnífica Barcelona es debido a la gestión honrada y fecunda de la Dictadura» y finaliza entusiastamente: «¡Españoles! ¡Catalanes de Prim! i Los Legionarios de España, amos de la calle, al servicio de la Patria, conquistaremos el Poder para imponer la prosperidad y el engrandecimiento y el respeto a nuestra nación ¡inmortal!».36 El desatado ponente es aclamado por un público entregado.

Albiñana deja todo atado para la fundación de la delegación del PNE en Barcelona y Terrassa. En junio la Peña Ibérica queda autorizada por el Comité Central del PNE para organizar el partido en Barcelona. Sitúa su sede en Aribau 21, su propio local. En julio, una vez el PNE es legalizado en Madrid, se convoca asamblea general de la Peña Ibérica. La junta dimite «no por disensiones sino para que se designe nueva ahora que Albiñana los ha escogido para que organicen en Cataluña el PNE y Legionarios de España». Son designados «para que sean los que única y exclusivamente se encarguen de los trabajos de organización del PNE» Manuel del Castillo, Catalá de Bezzi y José María Poblador. La Peña Ibérica, a pesar de ser la base de la nueva organización, no perderá su personalidad y mantendrá su autonomía. Francisco Palau seguirá como su presidente.37

A mediados de julio también se inicia la organización del PNE en Sabadell. «El enrolamiento de adeptos [...] es a base de momento de excombatientes de las campañas de África».38 Uno de los que se acercan al albiñanismo en Sabadell tiene este perfil; se trata del comandante retirado Carlos López Manduley, y pronto se convertirá en el nuevo líder.

El 16 de julio se realiza en Madrid la asamblea nacional del PNE, que aclama a José María Albiñana como jefe supremo. En su discurso fustiga a «los restos putrefactos de los partidos sin contenido y sin hombres, porque todos desaparecieron con Primo de Rivera» y afirma «que los legionarios no colaboraron con la pasada dictadura, pero que impondrán la próxima». Aprovecha para declararse «amante de Cataluña» y presumir de sus amigos barceloneses, «los diez mil afiliados de la Peña Ibérica de Barcelona, capaces de tomar la ciudad en 24 horas». La Peña Ibérica no llegaba al centenar de militantes.

Los albiñanistas barceloneses no descuidan sus relaciones con otros monárquicos. El 3 de agosto, miembros de la Peña Ibérica, en representación del PNE, asisten al mitin de la UMN en el Cine Reina Victoria que sirve de presentación en Barcelona del partido monárquico. Para ello han llegado personalidades de Madrid, como el conde de Guadalhorce, jefe del partido, o José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador. José Antonio no regresará a Madrid hasta dos días después. En la estación lo despedirán, con vítores y aplausos, la dirección de la UMN catalana, miembros de la Juventud Monárquica e ibéricos.

Los ibéricos, presentados ahora por la prensa como Legionarios de España, no olvidan su faceta más bronca. El 6 de septiembre de 1930 está anunciada la conferencia «El cas del Centre de Dependents», de Frederic Roda Ventura, miembro de la Lliga y secretario del Colegio de Abogados, en el local de la Joventut de la Lliga Regionalista en Gracia. El tema del CADCI se había ido envenenando. En 1926 los del Libre se habían hecho, gracias al apoyo del ministro Martínez Anido, con la dirección de esta entidad sindical de orientación catalanista. La junta usurpadora había sido nombrada a dedo saltándose los estatutos de la entidad. En ella estaban algunos ibéricos como Fernando Ors o Gaspar de la Peña. Para mantenerse en el poder, los libreños recurrieron a pucherazos en elecciones y a peleas y tiros en las asambleas. Los del Libre «españolizaron» el CADCI. La recuperación de la entidad se convirtió en objetivo del catalanismo y las fuerzas democráticas durante la «Dictablanda». Este acto, en el que se denuncia la ilegalidad en la que vive la entidad, forma parte de esa campaña. Entre el público se encuentran algunos ibéricos. No les gusta lo que oyen, gritan un provocador ¡Viva Martínez Anido! e interrumpen al orador. La conferencia acaba a silletazos. Tres ibéricos son detenidos. El CADCI no será devuelto a sus legítimos socios hasta febrero de 1931.39

En noviembre de 1930 la Peña Ibérica inaugura su nuevo local en el segundo segunda de la plaza Universidad número 1. Se sitúan, así, «en el mismo enclave de comunicaciones urbanas, en el mismo centro de Barcelona, donde los universitarios hacen su formación» y allí hacen «que ondee la bandera española». Para celebrarlo organizan una serie de charlas. Del ciclo programado destaca la conferencia pronunciada por Ramón López de Jorge, que lleva por título «Orientación nacionalista». En ella define a la Peña Ibérica como nacionalista, «fue formada por los que quizás, sin darse exacta cuenta de lo que el nacionalismo en sí significaba, lo sentían, quedando cristalizado en los estatutos de la entidad». Destaca que la

novedad en la política española la constituye el Partido Nacionalista Español que tiene muchos puntos de contacto con la Peña Ibérica, pero que no está identificado con ella. Peña Ibérica le interesa concretar en un programa sus ideales nacionalistas y ver cuáles son los partidos o grupos que aceptan el mismo programa. [...] Consiste la verdadera fuerza de Peña Ibérica en la íntima compenetración y hermandad entre sus componentes, que no sienten ambiciones personales de clase alguna; y así, es necesario que quienes se unan a Peña Ibérica lo hagan con el mismo espíritu de abnegación y sacrificio qué anima a los actuales componentes.40

En esta conferencia se hacen públicas, por primera vez, las discrepancias que están surgiendo entre ibéricos y albiñanistas. No todo ha ido como se esperaba. Los nuevos militantes que se acercan al PNE barcelonés no son jóvenes nacionalistas dispuestos a pelear por España, no casan con las ganas de acción de la Peña Ibérica. La mayoría son veteranos militares y acomodados profesionales, provenientes de la Unión Patriótica, que no quieren saber nada de peleas callejeras. Los ibéricos más antiguos creen que se están repitiendo las circunstancias que los llevaron a romper en su día con el carlismo, la oposición de casino, el abandono de la acción directa. Tampoco son entusiastas del discurso reaccionario que despliega el PNE, con su lema «Religión, Patria y Monarquía». Creen que el albiñanismo se está convirtiendo en un remedo de la Unión Patriótica. En el discurso de la Peña Ibérica, la religión y la monarquía han dejado de tener un papel central. Solo su ultraespañolismo y el elogio de la violencia los unen, el resto los separa.

Los ibéricos siguen cultivando sus relaciones con el españolismo barcelonés. En diciembre participan en un mitin de afirmación nacional, junto a otras entidades españolistas. Ese mismo mes, ante la sublevación republicana de Jaca, acuden a Capitanía General, junto con miembros del Libre, para ofrecerse a los militares. No los necesitan, la sublevación fracasa. En fin de año reciben la visita en su local de una delegación de la UMN; con ellos comparten la llegada del año nuevo, que celebran haciendo «flamear por vez primera en el balcón social el sacro santo emblema de la Patria. A las doce de la noche quedó izada la bandera española a los acordes de la Marcha Real y al sonoro grito de ¡Viva España!».41 En estos actos toman contacto con otros españolistas, tan reaccionarios como los albiñanistas, pero al menos más dispuestos al combate. Inician su alejamiento del PNE y la aproximación a ellos.

Como veremos, tras la ruptura con los ibéricos, el PNE prácticamente dejó de tener vida pública en Barcelona al menos hasta 1933. En cambio, la Peña Ibérica se embarcó en un nuevo proyecto, breve, pero ruidoso, el Comité de Acción Española. Allí confluyó con personalidades españolistas de Barcelona y con los mellistas del Círculo Católico Tradicionalista, con los que ya habían participado en octubre de 1930 en un acto conjunto en conmemoración de la Fiesta de la Raza. Hablaremos más a fondo de este acto, pero antes conozcamos a los mellistas.

TRADICIÓN, CATOLICISMO, PATRIA, MONARQUÍA: LOS MELLISTAS42

Unos doscientos comensales llenan el 7 de junio de 1921 el salón de actos del Hotel Majestic para escuchar a Juan Vázquez de Mella. Este concluye su intervención así: «Gracias a todos desde el fondo de mi corazón, y, para expresaros mi sincera gratitud, dos vivas que resumen mi pensamiento: ¡Viva la Religión! ¡Viva Cataluña!». Los asistentes aplauden y le contestan con más vivas a la religión, Cataluña y España. Desde la mesa presidencial el político saluda. Detrás de él una enorme bandera española. Está acompañado de la Junta Regional Tradicionalista de Cataluña, sus correligionarios en su nueva aventura política.

Juan Vázquez de Mella lleva ya tres días en Barcelona. Ha pronunciado un mitin en el Teatro Goya y tiene otro programado en el Centro del Ejército y la Armada. Ha venido de gira propagandística para defender su programa político. Su proyecto ha dividido a los carlistas. Ha roto con el pretendiente don Jaime y los jaimistas no se lo perdonan. En su llegada al apeadero de Gracia se dieron los primeros incidentes; las fuerzas del orden tuvieron que recurrir a mangueras de riego para separar a mellistas y jaimistas. Al día siguiente, durante el mitin, nuevas trifulcas entre jaimistas que habían entrado a reventarlo y mellistas que tratan de expulsarlos a patadas. El carlismo barcelonés muestra, una vez más, su perfil más bronco.

Juan Vázquez de Mella había destacado como diputado tradicionalista en las Cortes, en las que ocupó escaño desde 1893 a 1916. Tanto como parlamentario, como en los innumerables mítines en los que participó, destacó por su oratoria, acompañada de un tono de voz áspero y duro. Director de prensa y teórico del tradicionalismo, rompió en 1918 con el pretendiente don Jaime. Las primeras desavenencias habían estado motivadas por la postura ante el conflicto europeo. Vázquez de Mella, admirador de los imperios centrales, se mostró como un decidido germanófilo, frente a la defensa de los aliados que hacía el pretendiente. Esta fue una de las causas de la escisión, pero no la única.

En 1919 Vázquez de Mella presenta su nueva organización, un partido católico tradicionalista. Su programa político trata de dar una salida posibilista al carlismo, dotarlo de más realismo para conseguir su desarrollo político. Habla de monarquía tradicional, voto imperativo, representación por clases y regionalismo federativo. Se pone el énfasis en la unidad de la patria, pero respetando el foralismo y, en el tema social, se muestra partidario del corporativismo. A pesar de participar en las elecciones, aboga por una dictadura militar que acabe con el parlamentarismo liberal. La cuestión dinástica, fundamental para los jaimistas ortodoxos, se convirtió en algo secundario. El mellismo aspiraba a superar el enfrentamiento entre ortodoxia carlista y alfonsismo liberal. Añadían a su credo una defensa cerrada del catolicismo, una postura integrista respecto al tema religioso. Su lema era «Tradición, Catolicismo, Patria, Monarquía». Aspiraban así a liderar un gran proyecto contrarrevolucionario, una federación de extremas derechas, pues según su fundador la lucha había de ser con las extremas izquierdas, ya que los partidos moderados estaban condenados a desaparecer.

Es un proyecto político antiliberal y contrarrevolucionario con semejanzas a otros que surgieron en Europa tras la Primera Guerra Mundial. En suma, una derecha autoritaria que veía con buenos ojos el golpe de Primo de Rivera, convirtiéndose en firmes defensores de la Dictadura. Esto lo acercó a un reconocimiento de facto de la rama alfonsina.

En Cataluña, las ideas de Vázquez de Mella, ya antes de la escisión, habían seducido al sector más españolista del carlismo, opuesto a los acuerdos y las alianzas con la Lliga Regionalista. Además, este sector era el más clerical y ultraderechista del tradicionalismo catalán. Francisco de P. González Palou, fundador del Círculo Obrero Tradicionalista La Margarita y del Requeté en Barcelona, explicaba las razones que le llevaron a separarse del jaimismo y abrazar el mellismo: «la estrecha alianza con el catalanismo, la negativa de don Jaime a contraer matrimonio, la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles en mayo de 1914 por el rey don Alfonso XIII [...] y el manifiesto de Don Jaime [...] desautorizando a los que durante la guerra mundial de 1914 se pusieron de parte de los imperios centrales». Españolismo, integrismo y germanofilia.

Los mellistas catalanes convocaron una asamblea regional en mayo de 1920 en el Círculo Tradicionalista El Loredán de Badalona para organizarse. Asistieron más de un centenar de delegados. Allí estaba su jefe regional, el abogado Teodoro de Mas, el también abogado Pedro Vives, el canónigo José Montagut o Ildefonso Cebriano, director de Monarquía Cristiana. Mella puso especial interés propagandístico en Cataluña, donde pensaba que sus ideas autoritarias y tradicionalistas podían encontrar eco en unos momentos de grave enfrentamiento social y político, donde ya existía un «partido militar» y una derecha que pedía mano dura. En junio de 1921 Vázquez de Mella se embarcó en la gira propagandística por Cataluña que hemos visto y que, además de a Barcelona, lo llevó a Badalona, Vic, Girona, Olot y Tarragona.

En Barcelona, los mellistas se habían agrupado en 1920 en el Círculo Católico Tradicionalista. En agosto abren la que será su primera sede, en Alta San Pedro, hasta entonces local de sindicatos católicos. En el momento de su inauguración no llegaban a la cincuentena de socios. Crecerán. Su presidente es el abogado Pedro Vives Garriga, un veterano carlista, ferviente germanófilo, sospechoso de espiar para los alemanes. Vives es, además, hombre de acción. Había estado implicado en peleas callejeras en sus años mozos, en 1909 fue detenido por atropellar a Santiago Gubern, diputado del Centre Nacionalista Republicà, y era acusado por los cenetistas de haber pagado a pistoleros del Sindicato Libre y de servirles de enlace y coordinador desde el Círculo. Durante el mitin de Vázquez de Mella en Barcelona, Vives no dudó en ir a buscar a los alborotadores jaimistas que habían silbado y pataleado al inicio del acto. De resultas de la trifulca resultó mordido en un dedo.

En Badalona, la escisión mellista se hizo durante unos años con la dirección del Círculo Tradicionalista El Loredán, la principal entidad carlista de la ciudad. De sus filas saldrán algunos de los fundadores de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS). Pero eso es una historia que conoceremos más adelante.

Los mellistas del Círculo Católico Tradicionalista dieron un apoyo entusiasta a la Dictadura de Primo de Rivera. En noviembre de 1923 celebraron una asamblea para reorganizarse tras el golpe militar. Se nombró una nueva directiva y se aprobó «exteriorizar un aplauso fervoroso y una felicitación efusiva a la gestión purificadora realizada por el Directorio». Como premio por su apoyo, Pedro Vives será nombrado concejal del Ayuntamiento de Barcelona en 1924. En ese cargo se mantendrá hasta 1930. Disuelto el mellismo como organización política tras la muerte de su fundador en 1928, sus antiguos partidarios barceloneses se convirtieron en un grupo de apoyo a la Dictadura. Sus características, más ultraderechistas que tradicionalistas, las vieron reflejadas en el nuevo régimen. Vives siempre defenderá que «en el terreno político» debían cooperar con la labor de Primo de Rivera «ya que después de haber barrido a los partidos políticos que empobrecieron a España, nos libró de la anarquía, que amenazaba hundirnos en el caos, y ha resuelto el problema de Marruecos merced a su clarividencia y energía». A pesar de ello nunca se disolvieron dentro de la Unión Patriótica, como sí hicieron sus correligionarios de Badalona o Manresa.

El Círculo tiene juventudes, sección dramática y de Excursiones y Tácticas, que encubre actividades paramilitares. Pronto llegarían a ser dos centenares de socios. Además de por su españolismo, la entidad destaca por su integrismo católico. En 1925 son los principales promotores de un peregrinaje a Roma con motivo del Año Santo. Esos días, por las salas de la entidad atruena la voz del canónigo José Montagut, organizador de la expedición. Montagut, proveniente de la corriente integrista del tradicionalismo, se había convertido en un firme defensor del programa de Vázquez de Mella. Sus ortodoxos principios católicos y el decidido españolismo del mellismo casan a la perfección con el integrismo religioso y feroz anticatalanismo del padre Montagut. Para el canónigo está claro el objetivo de la peregrinación: «una manifestación de españolismo en la capital del cristianismo». Además, como sabemos, se convirtió en un fanático primorriverista y publicista de la Dictadura.

En octubre de 1926, el Círculo Católico Tradicionalista lanza su propia publicación, Plus Ultra. Su objetivo es «elevar en cada corazón español un altar de veneración perpetua a la SANTA MADRE ESPAÑA». El españolismo, el antiseparatismo y la defensa de la religión llenarán sus páginas, sin descuidar las loas al Directorio y al dictador. A pesar de salir con pretensiones de «semanario de batalla», solo publicaron seis números en su año y medio de existencia.

El mellismo barcelonés no estuvo exento de tensiones internas. En marzo de 1924 se organizó, al margen del Círculo Católico Tradicionalista, la Juventud de Acción Tradicionalista. La presidía Francisco de P. González Palou, al que ya conocemos. Duró poco, ya que un año después se disolvió cuando un sector cuestionó su colaboración con la Dictadura. El secretario era José M. Thió Rodés, que en 1920 había participado en la Unión Española de Estudiantes de Cataluña, y como bibliotecario figuraba Ildefonso Cebriano, al que conoceremos mejor.

Otros disidentes del Círculo Católico Tradicionalista crearon en febrero de 1927 el Círculo Social Tradicionalista de Barcelona. Estaba presidido por el médico Ramon M. Condomines. Tenían su sede en el local del Centro de Defensa Social de la calle Cucurella. Más que una organización política, se trataba de una entidad cultural dedicada a conmemorar la onomástica del rey, el aniversario del golpe de Estado y a organizar actos musicales y de exaltación católica.

RECOGIENDO EL SENTIR ESPAÑOL DE CATALUÑA: EL COMITÉ DE ACCIÓN ESPAÑOLA

El salón de actos del Círculo Católico Tradicionalista, sito desde 1922 en el principal de la calle de la Boria 17, junto a la plaza del Ángel, aparece ese 19 de octubre de 1930 engalanado para la ocasión con banderas y gallardetes. Es una amplia sala en la que se han celebrado veladas musicales y representado obras teatrales de carácter religioso. En una de sus paredes se encuentra fijada una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, al que los mellistas, faltos de pretendiente real para su causa, hacían invocaciones monárquicas. Se ha convocado un acto en conmemoración de la Fiesta de la Raza y de afirmación españolista.

La Fiesta de la Raza, oficial desde 1918, había sido popularizada durante la Dictadura como forma de «propagar el discurso primorriverista contra la Leyenda Negra, destacar la supremacía del castellano frente a las demás lenguas españolas y exaltar el legado del imperio español». Se le dio un carácter militar y católico, ya que coincidía con la celebración de la Virgen del Pilar, patrona de España. El régimen organizó para ese día desfiles y marchas, ceremonias de santificación de la bandera y misas de campaña. Para ello movilizó a los delegados gubernativos, al Somatén y a la Unión Patriótica. Ese año de 1930, tras la dimisión de Primo de Rivera, «el gobierno de Berenguer eliminó las connotaciones militaristas de la Fiesta de la Raza y optó por una celebración más discreta» (Quiroga, 2009: 251-253). Los mellistas no quieren rebajar el tono de la celebración.

Dando los últimos toques se mueve nervioso por la sala Emilio Guiamet Borrás, que desde hace pocos meses es el presidente de las reorganizadas juventudes del Círculo, las Juventudes Tradicionalistas. Guiamet es un barcelonés de 27 años, trabaja de albañil y es miembro de los Sindicatos Libres. Es otro españolista que no desdeña el enfrentamiento directo con sus rivales sindicales. Tendrá una larga trayectoria en el mundo ultra.

El salón se llena. Preside el acto Pedro Vives, al que acompañan en la mesa representantes de entidades afines, como Carlos Comamala, de la UMN de Gracia, o José Ponz, de la Peña Ibérica. El acto pretende también ser un paso en la unidad de acción de los grupos españolistas barceloneses más lanzados. Toman la palabra Emilio Guiamet, el ibérico José Ponz y el abogado Juan Sabadell Mercader, que se había iniciado políticamente en las filas del tradicionalismo, para pasar después por el integrista Centro de Defensa Social antes de acabar en 1930 en el mellismo. Además, era socio de la Peña Ibérica.43 Pedro Vives resumirá los exaltados y entusiásticos parlamentos:

... estos ardores bélicos día llegará que la religión y la patria, necesite de ellos, y entonces tendremos ocasión de reverdecer pretéritas gestas que costaron dolorosos sacrificios; pero ello ha de ser aliento para emular a aquellos héroes, nosotros como ellos, hemos de levantar muy alta la bandera de España y no abatirla hasta que sea vencida la revolución y exterminado el separatismo que pretende alterar la vida normal; o perecer, si es preciso envueltos con sus sagrados colores.44

Este proceso de unidad españolista tendrá su continuidad. En enero de 1931 se formará un comité de acción política encargado de «reunir las adhesiones y la colaboración de todas las entidades constituidas que deseen ir a una acción común de intensa campaña españolista, que recoja y dirija el sentir español de Cataluña».45 Lo bautizarán como Comité de Acción Española. Un nombre que rememora el de Action Française y que se convierte en el reverso españolista de la que entonces se consideraba que sería la principal fuerza catalanista, Acció Catalana. Un nombre que evoca el irracionalismo nietzscheano y el maurrismo.

A la llamada españolista responde la Peña Ibérica, ya desligada del PNE, que nombra a José Ponz para el Comité, las Juventudes Tradicionalistas, representadas por Emilio Guiamet, y la UMN de Gracia, que envía a René Llanas de Niubó. Más adelante se sumarán los mauristas disidentes de Derecha Nacional. Acuerdan nombrar presidente a Pompeyo Claret Martí.

Pompeyo Claret se había licenciado en derecho en 192446 y pronto había destacado como orador en actos españolistas. Interesado en la historia, había editado en 1927 la versión catalana de Obra dels alcayts e dels jutges, un texto del siglo XIII del Maestro Jacobo sobre derecho romano. Se había adherido al partido único. En 1927 era presidente de la Comisión de Propaganda de Unión Patriótica del Distrito III. Pompeyo Claret se convierte así en orador de referencia para los círculos upetistas de Barcelona. Un ejemplo de su tono lo tenemos en marzo de 1928, cuando habla en el Círculo de Unión Patriótica de la Derecha del Ensanche. Su conferencia, «Los sentimientos españolistas de Cataluña a través de la historia». Así lo explicaba La Vanguardia:

Empezó su disertación el conferenciante aportando datos históricos, desde el siglo XV hasta la época memorable de septiembre de 1923, haciendo resaltar de una manera especial en la forma que el canciller Casanova perdió la vida, siendo un verdadero patriota españolista y no un separatista, como lo pretenden demostrar los que así les conviene a sus fines. Citó la coincidencia de los movimientos separatistas registrados en Cataluña con los gobiernos débiles que han existido, terminando el doctor Claret su peroración, expresando que España se engrandará en breve, volviendo a su antiguo poderío y alentando a la fe en nuestro triunfo.47

Además, en 1927 Claret había sido nombrado presidente de la comisión encargada de organizar el Homenaje a los Mártires de la Independencia Española. Esta comisión se había puesto en marcha en 1909, coincidiendo con el centenario del fusilamiento de ocho patriotas barceloneses por las tropas francesas. A partir de entonces se institucionalizó un homenaje cada 3 de junio, fecha del ajusticiamiento. En 1911 se trasladaron los restos de los inmolados a la capilla de San Gabriel, en los claustros de la Catedral. Poco a poco el acto fue tomado tintes españolistas, sobre todo a partir de 1924, cuando se encarga de la organización la «domesticada» Liga Patriótica Española y la Junta Fe y Patria, que preside el coronel y reconocido anticatalanista Pío Berzosa Tablares. En 1927 toma el relevo en la dirección Pompeyo Claret.

Como ya hemos visto con la Fiesta de la Raza, la Dictadura había fomentado la celebración de fiestas y conmemoraciones patrióticas como forma de difundir el nacionalismo español entre la población, de construir «memoria colectiva nacional basada en mitos históricos». El fusilamiento de los patriotas barceloneses era un hito que no podían dejar pasar; «las fiestas, ceremonias y monumentos son utilizados para consolidar los mitos y símbolos nacionales en la conciencia de los ciudadanos y tienen como objetivo hacer que las masas se sientan parte de la nación» (Quiroga, 2009: 240). El impulso que se da a este homenaje tiene ese fin.

Desde los inicios, la comisión organizadora demanda la construcción de un monumento que recuerde a los patriotas. La oportunidad llegará en 1929. En 1928 el concejal Andrés Garriga Bachs compró dos casas en la calle del Obispo situadas frente a los claustros de la catedral para derribarlas. En su lugar se construyó una plaza –que llevará el nombre del concejal–con la idea de dar visibilidad a los claustros, a la iglesia de San Severo y al Palacio Episcopal. Fue entonces cuando se inició la construcción de un monumento a los Mártires de la Independencia. Se le encargó al escultor Josep Llimona, pero no la finalizó a tiempo. La plaza fue inaugurada por la reina en noviembre de 1929, con el pedestal, pero sin el conjunto escultórico. De hecho, este no se instalará hasta 1941. Como veremos, el homenaje decaerá en los primeros tiempos republicanos para ser recuperado a partir de 1935 como acto unitario de la extrema derecha españolista.

Con este bagaje, a partir de enero de 1931, Pompeyo Claret se convertirá en la cabeza visible del Comité de Acción Española, que fijará su sede en el local de la calle Boria.

La actividad del Comité es frenética porque se prevé la convocatoria de elecciones generales para marzo. A finales del mes de enero se reúne el Comité Político de la Peña Ibérica «para formar la candidatura que luchará en Barcelona en las próximas elecciones, con una tendencia exclusivamente españolista». El PNE anuncia que la apoyará. Son los últimos coletazos del pacto que les unía. Los ibéricos no olvidan su componente social y, a pesar de la situación política, no dejan de programar, como en los últimos años, bailes de carnaval en la Sala Capsir. Pero frivolidades aparte, siguen enfrascados en tratar de formar una candidatura electoral españolista que se enfrente a la Lliga y Acció Catalana.

Finalmente, renuncian a la suya propia y participan en las reuniones que, durante las primeras semanas de febrero, mantienen españolistas de la ciudad para fraguar una propuesta unitaria. En el local de la UMN se encuentran miembros de la entidad monárquica, mauristas de Derecha Nacional, integristas del Centro de Defensa Social, albiñanistas, socialistasmonárquicos, la Juventud Monárquica, el Comité de Acción Española y los ibéricos. Acuerdan una candidatura que no se presentaría como monárquica, sino como españolista y de orden. Como sabemos, tras la dimisión de Berenguer, estas elecciones no se celebrarán.

A pesar de ello, los del Comité de Acción Española continuarán su actividad proselitista. En las siguientes semanas programarán diferentes actos de «acción españolista». Los ponentes acostumbran a ser dirigentes del Comité, como Claret, Vives, Guiamet, Ponz o Llanas de Niubó, a los que se unen otros publicistas, como el abogado y periodista de origen segoviano Pablo Sáenz de Barés, autor de novelitas patrióticas y católicas, exdirector de la Gaceta de Cataluña y miembro del Secretariado de la Confederación Nacional Católico-Agraria, que había pasado por la UMN para acabar recalando en el PNE; Pablo Bayle, administrador del Banco Comercial de Tarrasa, que ejerce de presidente de la Comisión de Estudios Económicos del Comité; Alberto de Avilés, maurista y miembro del Grupo Alfonso, o Juan Vidal Salvó, exupetista y miembro de la Juventud Monárquica, un abogado al que conoceremos a fondo. Las conferencias sirven para enaltecer «el amor a España» y exponer los principios del Comité, que, sin elecciones a la vista, no esconden que han «nacido al calor de los tres grandes amores: Religión, Patria y Monarquía».

También pondrán el énfasis en defender a los maestros, muchos destinados a Barcelona desde otras provincias españolas. Los maestros nacionales serán uno de los colectivos proclives a escuchar los cantos de sirena del españolismo.

Los ibéricos, rotos sus acuerdos con los albiñanistas, se vuelcan en el Comité de Acción Española, pero sin renunciar a su autonomía política. A pesar del apoyo a la retórica reaccionaria del Comité, el discurso de la Peña Ibérica es diferente.

HABLAN LOS HOMBRES

La Sala Emporium, en la calle Muntaner, esa mañana del 5 de abril de 1931 no ofrece su habitual aspecto. Lo que acostumbra a ser una sala de baile se ha transformado en un auditorio. Está programado un acto de afirmación nacionalista, en este caso española. En La Protesta lo han anunciado como «Interesantísimo. La simpática entidad Peña Ibérica celebra un mitin el próximo domingo en que van a hablar los hombres. Ya era hora. Porque hasta ahora solo han cacareado gallinas y graznado grullas. ¡Interesante, interesantísimo!».48 Efectivamente, el acto lleva por título, de forma algo petulante, «Hablan los hombres».

Preside el acto Francisco Palau. La sala presenta bastantes claros. No han llenado. Abre el mitin José María Poblador. Explica que el acto tiene por objeto contrarrestar las campañas separatistas que están realizando las fuerzas políticas catalanistas de cara a las elecciones municipales. Critica el pacto de San Sebastián, que solo busca constituir una República separatista, y que al amparo del fuero universitario se haga política antipatriótica. Llama a la masa obrera a oponerse a estos manejos y acaba apelando a la valentía para luchar contra esta situación; se «precisa que vivamos un cuarto de hora como leones, para no ser toda la vida borregos», dice.

Seguidamente toma la palabra Domingo Batet. Comienza atacando a separatistas y comunistas y afirma que la «Peña Ibérica no está con nadie, ni con Monarquía, ni con República, pero estará siempre al lado de quien haga España grande». Pide protección para la clase obrera y ataca vehementemente a Macià, «el problema catalán no existe», afirma con contundencia. Tampoco se salvan de su diatriba los viejos políticos de la Monarquía. Realiza una apología de la Dictadura y acaba con un estruendoso ¡Viva España!, ¡Viva la Peña Ibérica!

Después sube al estrado Juan Sabadell. Se queja de que, en Barcelona, donde tantas veces se derramó sangre por la patria, se tengan que hacer actos de afirmación españolista. Critica duramente la campaña separatista y les advierte de que si quieren triunfar «habrán de hacerlo con sangre, no con votos».

Le sigue Enrique Catalá de Bezzi, que aclara el lema del acto. Afirma que en él hablan los hombres de la Peña Ibérica, que es española y democrática, pues en ella caben todos. Se extiende en críticas al alcalde de Barcelona y a Cambó y su nefasta política monetaria. Realiza una encendida defensa del marqués de Foronda y finaliza gritando ¡Todo por España y para España! ¡Viva España!

El siguiente orador es José Ponz, que inicia su parlamento lamentando los huecos que se ven en el auditorio; los achaca a la falta de valentía, a que es un país de pusilánimes y egoístas. Dedica un afectuoso saludo a las señoritas que sí se han atrevido a asistir al acto. La Peña Ibérica no busca popularidad, solo «salen a la calle a barrer las vergüenzas». Ataca a los trusts mundiales «que persiguen el hambre del proletariado para así, luego, poder alcanzar con el dinero cuanto se les antoje con miras al negocio». Remata con una llamada a trabajar «por una Cataluña grande dentro de España».

Después toma la palabra Ramón López de Jorge, quien afirma que «España no necesita de grandes tribunos ni de grandes oradores, solo precisa de hombres fuertes que creen riqueza y de hombres honrados que la distribuyan equitativamente». Pide políticas sociales para «evitar que haya quien sufra hambre» y afirma que «hoy hemos de pedir, mañana tal vez exigiremos, que todo español tenga asegurada su vejez». Acaba su inflamado discurso explicando que la Peña Ibérica «no es plante de chulo y sí amor y dolor» pero, a diferencia de Jesucristo, que murió en la cruz por amor a los hombres, «ellos morirán matando».

Cierra el acto el presidente Francisco Palau. En tono belicoso afirma «que para conseguir la paz deben prepararse para la guerra, y que en España no habrá paz mientras no desaparezcan los que viven y medran aprovechando los momentos tristes de la patria». Luego arremete contra el peligro comunista, contra Macià y contra los intelectuales, diciendo que la Peña Ibérica «se ofrece para luchar cara a cara y para el bien de España».

Según la crónica que seguimos, seguramente escrita por Poblador, «todos los oradores, que usaron lenguaje verdaderamente agresivo, fueron muy aplaudidos».

Una vez acabado el acto, los participantes se dirigen en manifestación hasta su local de plaza Universidad. No debían de ser muchos. La prensa catalanista se mofa de ello. Según La Rambla de Catalunya eran quince «comptant-hi la bandera, els agents de policia i dos guàrdies de seguretat a cavall que acompanyaven als manifestants». Durante el recorrido ondean una bandera con los colores rojigualdas. Al ser increpados, los ibéricos responden con puñetazos y golpes. Finalmente ha de intervenir la policía para separar a los contendientes.49

Los parlamentos escuchados resumen cuáles eran los planteamientos políticos de la Peña Ibérica poco antes de la proclamación de la República. De su carlismo disidente y su españolismo vehemente han ido evolucionando; ahora se presentan como un grupo cuasi fascista. En los temas desgranados en el acto podemos reconocer los lemas del fascismo: ultranacionalismo, elogio de la violencia y la virilidad, regeneracionismo, antiparlamentarismo, anticomunismo, antiintelectualismo, elitismo, todo ello trufado de un tono obrerista y retórica anticapitalista y con el añadido local del anticatalanismo y el recuerdo del añorado imperio. El monarquismo y la religión, temas clásicos de los grupos reaccionarios, no tienen cabida en el discurso. Para ellos no importa si el régimen es monárquico o republicano, lo importante es que sea español. Según Palau, ya en un artículo de La Verdad Deportiva, se declararon fascistas. No lo hemos encontrado, pero sus posicionamientos recuerdan a planteamientos netamente fascistas. Les falta, además de más seguidores, un líder carismático claro. Está Poblador, pero también Palau.

A pesar de que nunca pasarán del centenar, la Peña Ibérica será una auténtica cantera de la extrema derecha barcelonesa. De sus filas saldrán militantes y dirigentes de diferentes organizaciones ultras de los años treinta. Los reencontraremos a lo largo del texto.

EL FASCIO DE LAS RAMBLAS

Pero no solo es la Peña Ibérica la que endurece el tono; el lenguaje empleado por sus aliados del Comité de Acción Española no es menos belicoso. Pedro Vives, en un acto en febrero de 1931, afirma que «si un día, por desgracia, se viesen atacados los cimientos de la sociedad, que son la Religión y la Patria, no necesitarían ningún estimulante para que Acción Española descolgase sus armas para blandirlas libre de miras particulares y no pararse hasta ver restablecido el reinado de Cristo y sin mancha el estandarte español». En el mismo mitin Pompeyo Claret y René Llanas, que ahora es además vicesecretario de la Liga Social de Cristo Rey e imparte clases de historia en la Juventud Ciudadana Cultural, entidad ligada al reaccionario Centro de Defensa Social, se encargan de dar la visión histórica, mientras Guiamet apela a los jóvenes y escolares a adherirse a la organización y justifica «la organización militar de la juventud para defender la intangibilidad de la patria y poder titularse español, sin miedo a represalias». En marzo ya hablan de crear unas Escuadras de Acción Española. Vives afirma que «a España hay que servirla con el cerebro y con la fuerza».50

El Comité de Acción Española y la ensoñación de sus escuadras saltan a la luz pública con fuerza el 8 de abril. Ese día el diario madrileño El Liberal lleva a su portada una noticia con el título de «Fascio de las Ramblas». En ella se afirma que, en la Ciudad Condal, Acción Española estaría reclutando a militantes de organizaciones ultraderechistas para crear una milicia de 10.000 miembros que, uniformados con camisa negra y gorro legionario, estaría lista para desfilar por el paseo de Gracia a mediados de mes. Habla de libreños, upetistas, somatenistas, oficiales monárquicos e incluso de la Lliga. En días posteriores, otros medios añadirán al Grupo Alfonso, la Peña Ibérica y los Legionarios de Albiñana. La dirección técnica de la milicia estaría en manos de fascistas italianos. Agregan que financian la operación determinados grupos bancarios y que son dos generales los que organizan todo en reuniones secretas, con el visto bueno de algunas autoridades. El objetivo final sería organizar una marcha a Madrid como la de Mussolini a Roma. Incluso añaden que el Mussolini español será un civil, no ajeno a la dictadura.

El mismo día El Socialista se hace eco de la noticia, pero, con tono más realista, se pregunta «¿Será todo esto una fantasía o tendrá algún viso de realidad? Nosotros nos inclinamos más bien por lo primero». La Voz, también de Madrid, publicará un breve, «¡Qué risa señores! Conque camisas negras», donde se hará eco de la jocosidad que había provocado esta noticia, y finaliza: «La Peña Ibérica incubadora de este sueño fantástico pierde el tiempo. Y el que hemos empleado en este comentario es ya excesivo». Esta es la tónica con la que se recibe la noticia en Madrid y en Barcelona. Los principales diarios barceloneses no le dan ninguna credibilidad.

Pero en la prensa foránea continúa la campaña sensacionalista. El diario republicano valenciano El Pueblo publica en portada el día 11 una entrevista con un militar sobre el supuesto complot fascista. En ella se dan más datos. Se pretende crear varias legiones formadas por elementos de la extrema derecha local. Estarían organizadas en centurias con un capitán al frente. Los legionarios cobrarían 15 pesetas diarias y tienen la promesa de incorporarse a una milicia nacional si triunfan. Esperan reunir a 10.000 en Barcelona y luego trasladar el proyecto a otras regiones y organizar una gran marcha a Madrid.

También se desvela que los dos dirigentes de esta embrionaria milicia eran, en la parte civil, Pablo Bayle, al que conocemos como presidente de la Comisión de Estudios Económicos del Comité de Acción Española, y en la militar, el general Federico de Araoz, presidente del Casino Militar. El local de reclutamiento sería la sede mellista de la calle Boria y el nuevo partido se llamaría Legión Española. El apoyo económico lo recibirían del Banco de Tarrasa, Banca Arnús y Banca Arnús Garín. También habría ofrecido su apoyo la Federación Patronal de Barcelona. El Pueblo afirma que Bayle había hablado con el rey y con Martínez Anido en una reunión a la que asistió el general Barrera. En Italia confeccionaron los uniformes, por eso viajó Anido y por eso habían visitado Barcelona dos personalidades italianas. Además, citan como implicados a Cambó, el conde de Montseny, el barón de Viver, Albiñana y Ramón Sales.

Precisamente Ramon Sales echó más leña al fuego. Fue entrevistado ese mismo 11 de abril por La Razón, publicación cercana a los Sindicatos Libres. En ella afirmó que, como apolítico, el sindicato no tenía nada que ver con el Fascio del que se hablaba, pero que veía con simpatía una acción paramilitar anticomunista. Defendía que miembros del Libre participaran a título individual.51 Esto daba cierta credibilidad a la noticia.

Pero la prensa de Barcelona sigue sin tomárselo en serio. Las Noticias afirma que es todo fantasía, que se han hecho algunos movimientos, pero no hay dinero para tirar adelante. Quien sí le da cierta credibilidad es Solidaridad Obrera, que afirma el 12 de abril que ese día estaba prevista la salida a la calle de 400 legionarios armados. Incluso informa del recorrido que tienen previsto y de su objetivo, promover algaradas para justificar un estado de excepción ante el posible triunfo republicano. Ningún legionario salió a la calle ese día.

Seguramente, lo que había detrás de estas noticias sensacionalistas era el intento del Comité de Acción Española de hacer ruido, hablando de unas escuadras que nunca pasaron del plano teórico. Pero la noticia le pasó factura a alguno de sus protagonistas. Como hemos visto, algunas de las entidades señaladas en estos artículos acabaron saqueadas el 15 de abril y Federico de Araoz, el supuesto cabecilla militar del Fascio barcelonés, será señalado por la prensa tras la proclamación de la República. Publicará un desmentido el 17 de abril, en el que afirma que nada había dicho porque consideraba la noticia ridícula, pero finalmente se verá obligado a dimitir de su cargo en el Casino Militar.

LA EXTREMA DERECHA ANTE LAS ELECCIONES DE ABRIL DE 193152

La extrema derecha españolista no fue capaz de articular una única candidatura de cara a las elecciones municipales de abril de 1931. En Barcelona se presentaron candidaturas de esas características en diferentes distritos. Parece que hubo algún acuerdo tácito a la hora de repartírselos entre las distintas facciones ultras. En este contexto, algunos candidatos decidieron apostar fuerte por un perfil españolista como signo de identidad.

Hubo los que se presentaron como administrativos, como los antiguos upetistas Javier Girona y Jaime Maciá Panicello por el Distrito II. Hubo los que optaron por no camuflarse, como el mellista Pedro Vives y el maurista Alberto de Avilés, que se postularon por el Distrito IV como candidatura católico-monárquica con un programa dirigido «a todos los amantes del orden social, a todos los católicos, a los españolistas, y a los elementos sociales que simpaticen con el programa netamente derechista». Sus apoyos no eran menos reaccionarios. En su mitin de presentación, realizado en el Círculo Católico Tradicionalista, además de los candidatos, tomaron la palabra, para recordar los «siete años [de la Dictadura] que parecieron un sueño» y fustigar a reaparecidos viejos partidos, Pablo Sáenz de Barés, Pompeyo Claret, Llanas de Niubó y Emilio Guiamet.

Tampoco escondieron su perfil los candidatos del Distrito VI por el Partido Liberal Catalán, los abogados Francisco de P. Holgado Galofré, que había sido presidente de la Juventud Liberal Monárquica y del Círculo de Acción Monárquica del Distrito VI –donde coincidió con Salvador Palau–, y Eduardo Stern Castells, que también había pasado por la UMN y la Unión Patriótica. Se presentan como «patriotas amantes de España», considerándose «la única candidatura monárquica, de significación netamente española» del distrito. Los liberales romanistas se habían reconstituido en Barcelona en febrero de 1930 y pronto destacaron por su españolismo. Recibieron el apoyo de la Peña Ibérica, la UMN y Juan Rosich, antiguo secretario de la Liga Patriótica Española.

También se presentaban como españolistas y monárquicos los candidatos liberales por el Distrito V o Francisco Balañá, antiguo concejal y exupetista, que se presentaba por el VII. En el Distrito VIII, barrio de Gracia, se postulaba el tradicionalista Félix Oliveras Cots, expresidente del Requeté de Barcelona y dirigente del Círculo Obrero Tradicionalista La Margarita.

En el Distrito IX se presentaba como candidato el abogado y veterano maurista Manuel Casals Torres, concejal durante la Dictadura, presidente de la Unión Patriótica del Camp de l’Arpa e impulsor, en abril de 1930, de la Unión Nacional, un partido que se presentó como «el más adaptado a cuantos han militado en la Unión Patriótica, actuando bajo los lemas de Patria, Orden y Progreso», pero que a diferencia de la UMN y otros «no hace cuestión de principio la forma de gobierno». Abrió hasta seis delegaciones en Barcelona, pero no cuajó. A las elecciones acude como Coalición Española y «se presenta sin otro matiz político que el de su sincero y ardiente españolismo». En los pasquines de la candidatura, de color rojigualda, apelaba: «si te sientes español antes que monárquico o republicano y crees que el progreso y engrandecimiento de la ciudad querida solo es posible dentro de la paz pública y del orden social, constantemente perturbadas, vota esta candidatura de Coalición Española». Le apoyaron durante la campaña Llanas de Niubó, la Peña Ibérica y la UMN.

Los resultados de todas estas candidaturas fueron desastrosos. Solo el exupetitsta Javier Girona en el Distrito II y Pedro Vives y Alberto de Avilés en el IV llegaron a los mil votos. Todos quedaron muy lejos de los triunfadores, ERC, y de las candidaturas de la Lliga, radicales o Acció Catalana.

1 González Calbet (1987: 130-141); Quiroga (2008 y 2009: 239-245).

2 Ucelay (2004: 1394-1401); Saz (2004: 84-86); González Calleja (2011: 125-131); Thomàs (2011: 42-46); El Sol, 24 de marzo de 1923; La Vanguardia, 13 de agosto de 1924; ABC, 10 de octubre de 1924; España Nueva, 46 (6 de enero de 1925), y La Traza, 1 (9 de agosto de 1924) y 3 (31 de diciembre de 1924).

3 González Calleja (1999: 346-352) y El Año Político (1918: 463-464).

4 España Nueva, 7 de enero de 1925.

5 Para una historia de los Sindicatos Libres, véase Winston (1989).

6 Expediente de la Unión Monárquica del Distrito VIII, Registro de Asociaciones, Archivo de la Delegación de Gobierno en Cataluña, Subdelegación del Gobierno en Barcelona (ADGC).

7 Expediente de Renato Llanas de Niubó, Fons Col·legi d’Advocats de Barcelona, Arxiu Nacional de Catalunya (ANC).

8 Expediente de Derecha Social, Registro de Asociaciones, ADGC.

9 La Vanguardia, 25 de julio de 1926, y Boletín del Grupo Alfonso, Sección del Clot, 2, septiembre de 1928.

10 La Vanguardia, 10 de marzo de 1931.

11 La Vanguardia, 16 de diciembre de 1927 y 1 de marzo de 1930.

12 Expediente de Salvador Palau Rabassó, Fons Col·legi d’Advocats de Barcelona, ANC, y «Palau Rabassó, Salvador», en Els diputats de la Mancomunitat de Catalunya. Disponible en línea: <http://diputatsmancomunitat.cat/mancomunitat/content/palau-rabassó-salvador>.

13 La Vanguardia, 15 de marzo de 1930.

14 Expediente de Acción Nacional, Registro de Asociaciones, ADGC. Rafael Suñén volvería a España. En 1936 residía en Madrid y no pasó desapercibido su pasado ultraderechista. Comenzada la guerra estuvo oculto, hasta que fue detenido. Sería fusilado en Paracuellos del Jarama.

15 Expediente del Centro Laborista de Barcelona, Registro de Asociaciones, ADGC.

16 Archivo José María Poblador; Entrevistas a Montse Poblador Bordas, Barcelona, 4 de diciembre de 2013 y 4 de mayo de 2015; Declaración de José M. Poblador Álvarez, Causa General, Pieza segunda de Barcelona, Del Alzamiento Nacional, Antecedentes, Ejército Rojo y Liberación, Archivo Histórico Nacional (AHN) y Expediente de José M. Poblador Álvarez, Arxiu UB. En este expediente solo figuran sus estudios de bachillerato.

17 Seguimos su propio relato, contrastado con la prensa y otras fuentes: Declaración de Francisco Palau Rabassó, Documentación de José del Castillo, Arxiu Joan M. Thomàs (AJMT), y Declaración de Francisco Palau Rabassó, Causa General..., AHN. La Vanguardia, 12 de noviembre de 1915 y 16 de abril de 1917.

18 El Pistolero, 2 (28 de enero de 1922). Este es el único número que hemos localizado.

19 Sobre historia del RCD Español, Historial (1953), Segura (1974) y Casals (2007: 340-354).

20 La Vanguardia, 25 de noviembre de 1918; Història (1999) y Quiroga (2014: 48).

21 Declaración de Juan Segura Nieto, Causa General... AHN.

22 Declaración de Francisco Palau Rabassó y José M. Poblador Álvarez, Causa General... AHN; Declaración de Francisco Palau Rabassó, Documentación de José del Castillo, AJMT; Declaraciones juradas de antiguos socios de la Peña Ibérica, Archivo José María Poblador; Expediente de la Peña Ibérica, Registro de Asociaciones, ADGC; Castillo-Álvarez (1958: 119-122); Casals (2007: 340-354) y Anguera (1999: 120).

23 La fecha de fundación no está clara. En las declaraciones juradas del Archivo de Poblador hay quien cita 1924, marzo o agosto de 1925. Nos inclinamos por 1925, sin precisar mes, que es también cuando Palau sitúa la ruptura de los Grupos Deportivos Iberia.

24 La Noche, 4 de mayo de 1926.

25 ABC, 16 de diciembre de 1927.

26 Xut, 7 de febrero de 1928. Siguiendo con ese tono irónico afirmaba que a Palau «li fou regalada una nova tranca, ja que la seva va quedar esbocinada». Francisco Palau también destacaba por esas fechas en actividades menos violentas. En 1927 se había proclamado campeón de ajedrez de su pueblo y participa en competiciones de ese deporte en Barcelona. El Baix Penedès, 9 de abril de 1927.

27 Expediente de la Peña Ibérica. Registro de Asociaciones, ADGC.

28 La Vanguardia, 3 de mayo de 1928; Xut, mayo de 1928, y Mundo Deportivo, 4 de mayo de 1928.

29 Hoja Oficial del Lunes, 24 de septiembre de 1928 y 1 de octubre de 1928.

30 La Vanguardia, 27 de noviembre de 1928.

31 ABC, 5 de febrero de 1929.

32 La Verdad Deportiva, 38 (16 de febrero de 1929).

33 Gil Pecharromán (2000: 12, 53); La Nación, 1 y 5 de mayo de 1930; El Sol, 6 de mayo de 1930, y ABC (Sevilla), 17 de junio de 1930.

34 La Nación, 20 de mayo de 1930.

35 La Nación, 28 de mayo de 1930.

36 La Nación, 30 de mayo de 1930.

37 Expediente de la Peña Ibérica, Registro de Asociaciones, ADGC.

38 La Vanguardia, 23 de julio de 1930.

39 Declaración de Francisco Palau Rabassó, Documentación de José del Castillo, AJMT; Winston (1989: 229-233, 273), y La Vanguardia, 7 de septiembre de 1930.

40 La Vanguardia, 11 de noviembre de 1930. Ramón López de Jorge aparece en esta conferencia como un teórico, pero, como buen ibérico, también tiene su lado pendenciero. En julio había tenido que pasar por el juzgado tras protagonizar una pelea en un bar con el también ibérico Juan Gual Botines. Durante el lance sacó su pistola del Somatén y disparó. El rebote de la bala hirió a una mujer. Fue detenido. Pronto sería puesto en libertad, aunque su pistola fue confiscada. En diciembre pasaría de nuevo por los juzgados, está vez por agredir en la calle Arco del Teatro a un obrero cenetista. De nuevo fue arrestado y al ser cacheado se le descubrió otro revólver, para cuyo uso ya no tenía licencia.

41 Recogido de la prensa de UMN por La Publicitat, 3 de enero de 1931.

42 Andrés (2000); Expediente Círculo Católico Tradicionalista, Registro de Asociaciones, ADGC; Declaración de Francisco de P. González Palou, Causa general... AHN, y La Vanguardia, 7 de junio de 1921, 6 de noviembre de 1923 y 1 de febrero de 1927.

43 Expediente de Juan Sabadell Mercader, Fons Col·legi d’Advocats de Barcelona, ANC.

44 La Vanguardia, 21 de octubre de 1930.

45 La Vanguardia, 10 de enero de 1931.

46 Expediente de Pompeyo Claret Martí, Arxiu UB.

47 La Vanguardia, 8 de marzo de 1928.

48 La Protesta, 4 de abril de 1931.

49 Hoja Oficial del Lunes, 6 de abril de 1931; La Razón, 7 de abril de 1931, y La Rambla de Catalunya, 6 de abril de 1931.

50 La Vanguardia, 22 de febrero de 1931 y 14 de marzo de 1931.

51 El Liberal, El Socialista y La Voz, 8 de abril de 1931; La Veu de Catalunya, 9 de abril de 1931; La Publicitat, 10 de abril de 1931; La Razón y El Pueblo, 11 de abril de 1931, y Winston (1989: 270-271).

52 La Vanguardia, 29 de marzo de 1931, 5 y 11 de abril de 1931; Expedientes de Francisco de P. Holgado Galofré, Eduardo Stern Castells y Manuel Casals Torres, Fons Col·legi d’Advocats de Barcelona, ANC, y Fulls volander, Álbum 25, «Electores», 1 de abril de 1931, Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona (AHCB).

¡Viva Cataluña española!

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