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NOTA DEL AUTOR

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Mucho se ha hablado de las causas de la Guerra de la Independencia española, existen opiniones diversas sobre si fue producto de la crisis del Antiguo Régimen, de la influencia de las abdicaciones de Bayona o de las reformas de Godoy. Lo cierto es, que algunas de ellas o todas juntas llevaron al levantamiento popular del 2 de mayo, donde el pueblo de Madrid, se reveló de forma espontánea contra el francés. El ejemplo pronto cundió y se extendió como reguero de pólvora por todo el país.

La población hastiada se sublevó contra el invasor, en un movimiento de resistencia popular, denominado “Guerrilla” o “Partida”. Grupos organizados y jerarquizados, hostigadores incansables del ejército francés; destruían no solo sus campamentos, abastecimientos, infraestructuras sino lo más importante: la propia arrogancia francesa y su sensación de superioridad sobre el doblegado pueblo español.

La Guerrilla supo mantener ese espíritu de lucha y sed de libertad durante toda la guerra. El guerrillero así concebido, no fue un bandido sino un patriota defensor de las libertades usurpadas al pueblo español. Hombres y mujeres que entendieron las necesidades de este y pusieron al servicio de España bienes, haciendas, caudales y hasta la propia vida.

Centrándonos en el propio guerrillero y en concreto en la partida de “Roa”, nos preguntaremos: ¿cuáles fueron los motivos que le impulsaron a sentir que debían participar en esa lucha?, ¿qué empujó a más de doscientas personas a permanecer durante treinta y dos meses en la Sierra del Torcal, tan inhóspita y hostil, de extremas temperaturas, sin tener asegurado el plato de comida de cada día?, ¿qué les instigó a optar a ello?, ¿por qué se privaron de las comodidades que les brindaba la vida en sus poblaciones?

Obtener respuesta hoy en día con nuestra mentalidad es sumamente complicado, vivimos rodeados de comodidades y la más importante, la “falta de compromisos”, se nos antoja imposible e inexplicable y en cierto modo inasumible.

Es la primera “guerra total” de la historia, sin límite temporal o de espacio, esta lucha generalizada, de frentes indefinidos, nace por la incapacidad de combatir al enemigo de otra forma. En los momentos culminantes del conflicto se llegaron a reclutar hasta cincuenta mil guerrilleros en armas.

Antequera contribuyó con dos partidas, la del capitán Vicente Moreno, formada por unos setenta guerrilleros y la de Francisco Roa, que llegó a reclutar a más de doscientos, la mitad “a caballo”, a los que armó, uniformó y mantuvo, de su propio pecunio. Roa estableció la tan conocida hoy en día como “productividad empresarial”, es decir, “¡cuantas más pruebas presentes de acciones contra el francés, más cobras!”.

El mariscal francés Suchet dijo: “la mayor parte de la población, en ocasiones sin diferencias de edad ni sexo, se embarcó en esa activa y obstinada modalidad de oposición que lanzó enemigos contra nosotros desde todas direcciones, lo que nos agotaba mucho más que los enfrentamientos regulares. Cada región creó su propia guerrilla con el objeto de proteger su territorio y participar en la defensa común...” Y añade Suchet: “Campesinos, propietarios, padres de familia, sacerdotes y frailes, abandonaron sus ocupaciones sin dudarlo... con el fin de engrosar las... bandas formadas contra nosotros”.

El oficial francés Rocca en sus memorias dice: “Ningún español se avenía a admitir que España estuviese vencida, y ese sentimiento, que estaba en el alma de todos, era el que hacía invencible a la nación, a pesar de tantas pérdidas y de las frecuentes derrotas de sus ejércitos”.

Hasta Napoleón en sus confesiones, en la isla de Santa Elena a Les Cases escribe: “Los españoles desdeñaron el interés para no ocuparse más que de la injuria... todos corrieron a las armas. Los españoles en masa se condujeron como un hombre de honor”.

El fin que persigue esta novela es dar a conocer a Francisco Roa, recuperar y actualizar su memoria, ya que sus hazañas se perdieron en el preterir de la historia, y otorgar el debido reconocimiento a todos los que lucharon con él, sin distinción de sexo, que dieron lo mejor de cada uno, contribuyendo a la expulsión del ejército invasor.

José Luis Borrero González

Roa, el guerrillero de Antequera

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