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II. MÁS EN CONCRETO SOBRE LA TECNOLOGÍA

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Como ya señalamos al comienzo, la tecnología es una forma de acción, de resolver problemas, de actuar sobre el mundo. La tecnología busca que funcionen las cosas.

En estos momentos, las máquinas calculan, juegan al ajedrez, transcriben el habla, tienen más memoria que el más dotado de los humanos. Los algoritmos nos ayudan a encontrar la mejor ruta o dónde comer. Los robots, realizan una serie de labores que nos parecerían impensables hace unos años. La inteligencia artificial nos ayuda a encontrar patrones y a movernos con cierta seguridad en cantidades ingentes de información. No hay ser humano capaz de analizar todas nuestras interacciones. Ante esta nueva situación, el psicólogo de la Universidad de Stanford, Michael Kosinski, nos plantea: ¿qué pasaría si dejáramos que los algoritmos lo decidieran todo, aunque no sepamos cómo hacen sus pronósticos?, ¿no dejamos, también, que nuestros políticos, militares o jueces decidan sin que sepamos qué pasa dentro de sus cabezas?

En otro orden de cosas, cabe preguntarnos, como hace el matemático Marcus Du Sautoy en su obra “Programados para crear”: ¿pueden las máquinas ser creativas?, ¿es la creatividad un atributo exclusivamente humano?, ¿serán capaces de desarrollar resultados que vayan más allá de la inteligencia humana que las programó? El trabajo de nuestro autor se centra en cómo la inteligencia artificial está revolucionando nuestro mundo y cómo las máquinas están aprendiendo a pensar, a componer música o a escribir. Es una aspiración del ser humano por recrear la mente humana y el vértigo que produce el pensar que la máquina cobre vida propia. Considero que es muy acertado por parte de Marcus Du Sautoy llamar a la inteligencia artificial, “inteligencia aumentada” o “inteligencia alternativa”.

Como venimos haciendo, es preciso decir, aquí también, que no todos son tan positivos a la hora de valorar las aportaciones que brinda la inteligencia artificial. Para otros profesionales no se trata tanto de predecir y especular sobre el futuro de la inteligencia artificial como ver las formas de prevenirnos de ella. Son más de uno los que ejercen de Casandra y nos advierten, esperando que no ignoremos sus mensajes sobre la fascinación y el impacto que ejerce la técnica y la inteligencia artificial sobre nosotros y nuestras vidas.

Para la investigadora Joanna J. Bryson, los ordenadores no serán mejores a la hora de tomar decisiones. De igual forma, el “pope de lo fantástico” Ted Chiang nos dice que siempre se ha preguntado “por qué la ciencia-ficción ha creído que el robot o el androide es, de entrada, perfecto”. También tenemos la posibilidad, como nos señala Daniel Kahneman, en entrenar al algoritmo para que resulte distinto a cómo es.

Si hay una lección que debemos aprender de todo este mundo tecnológico, donde la inteligencia artificial juega un papel determinante, es que debemos tener una actitud y una mente abierta al cambio.

En estos momentos, toda persona o empresa que quiera progresar tiene que formarse y aprender, al menos a la misma velocidad que cambia el entorno, teniendo en cuenta que el entorno tecnológico evoluciona muy rápido. A la vez, tenemos que reivindicar a la inteligencia artificial como instrumento del bien común. La inteligencia artificial y los algoritmos, como herramientas que son en manos de las personas, tienen que estar al servicio de dichas personas. Los algoritmos no son entes abstractos y surgidos de la nada. Su funcionamiento debe ser regulado. Es cierto, que la tecnología se desarrolla a una gran velocidad y la legislación va mucho más lenta. Lo cual nos plantea otra de las cuestiones importantes: ¿cómo afecta todo este mundo del que estamos hablando a nuestras Democracias?; ¿la tecnología nos está llevando o nos puede llevar a otra forma de totalitarismo?; ¿puede la tecnología, a través de la inteligencia artificial, llevarnos a una “colonización digital”?; ¿están nuestros representantes políticos formados en todo este mundo tecnológico que va a ser fundamental para nuestro futuro?; ¿nos facilitarán a los ciudadanos una mejor participación en los asuntos de la vida pública?…

Antes todas estas cuestiones, se nos revela el Análisis como un factor clave y determinante. Hoy es muy frecuente escuchar el dato es “el petróleo del siglo XXI” y que, incluso las decisiones, como ya hemos apuntado, se pueden automatizar. A lo cual tenemos que responder diciendo que es cierto que el dato es “el petróleo del siglo XXI” pero nosotros añadimos que “la refinería” es el Análisis. El dato solo, no sirve. Necesitamos análisis que nos reduzcan la incertidumbre y nos eviten la arbitrariedad. El decisor debe apoyarse para la toma de decisiones en el mejor análisis posible. No podemos predecir el futuro, lo que sí sabemos es que las decisiones que hoy tomamos marcarán nuestros próximos años. Es más, muchas de estas decisiones que vamos a tener que tomar ahora van a estar relacionadas con las tecnologías y con el mundo de la inteligencia artificial.

En esta breve e incompleta aproximación, no podemos dejar de decir algo sobre el papel que juega Europa. Una Europa que todavía carece de autonomía en muchos terrenos. Willem Jonker, en su informe sobre “La infraestructura digital europea y la soberanía de los datos” nos alerta sobre la falta de soberanía de Europa en el ámbito digital. Es preciso que tomemos conciencia de cómo la tecnología es demasiado importante para que Europa tenga que depender de proveedores que no sean europeos. Europa necesita construir una realidad digital europea soberana con la consiguiente regulación y respetando los valores democráticos.

Es esa defensa de los valores democráticos y de los Derechos Humanos, la que nos plantea la cuestión ética: ¿se pueden introducir los conceptos éticos en un algoritmo?, ¿quién es el responsable en un mundo tecnificado?, ¿no se diluyen las responsabilidades hacia la máquina?… Los seres humanos podemos asumir responsabilidades e incluso tomar conciencia de que estamos cometiendo un error. Las máquinas no pueden hacer semejante acción. ¿Se puede respetar y obedecer a un jefe digital que te controla absolutamente en todo momento?, ¿cómo dialogar con un jefe robot o negociar con un algoritmo?, ¿los robots tienen derechos, obligaciones e intenciones morales?, ¿se les puede considerar personas jurídicas?, ¿deberían los robots pagar impuestos?, etc.

Es tal la cantidad de dilemas éticos que se nos plantean que tenemos la necesidad, como gran prioridad, de crear comités éticos que nos ayuden en todas estas cuestiones. De todas formas, por mucho desarrollo tecnológico que se produzca, el factor humano sigue siendo el elemento, no solo diferenciador, sino también el más determinante a la hora de tomar decisiones en el campo de la tecnología y el ámbito de la inteligencia artificial.

Inteligencia artificial y defensa. Nuevos horizontes

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