Читать книгу Manifiesto por una izquierda digital - José Moisés Martín Carretero - Страница 6
Introducci ón
ОглавлениеImaginemos el mundo dentro de 100 años, con la revolución tecnológica en el medio de la cual nos encontramos completamente asentada. ¿Cómo será entonces nuestra vida? ¿Trabajaremos? ¿Existirá el hambre? ¿Seguiremos sufriendo enfermedades incurables? ¿Cómo nos gobernaremos? Y ¿de qué forma nos informaremos? Vamos a ensayar en las próximas páginas algunas respuestas, lo menos descabelladas que podamos y siempre basadas en la información (mucha y variada) con la que ya contamos.
En primer lugar, vamos a ser optimistas. Exageradamente optimistas. Esto nos permitirá ver de una forma cristalina «el lado bueno» de la revolución digital. Después jugaremos a ser pesimistas (distópicos) poniendo de relieve «el lado malo» de estos supuestos avances. Este juego de exageraciones, y el modo en el que una versión critica a la otra, nos permitirá desplegar en los capítulos que siguen una visión final más equilibrada y sensata sobre el futuro. La izquierda necesita de esta visión —abierta a lo nuevo, pero realista en cuanto a su alcance— para poder tener incidencia y también más protagonismo en el mundo que viene.
¿Qué piensa la mayoría del mundo cuando planteamos la idea de «futuro»? Lo más habitual es escuchar sentencias cargadas de escepticismo, y eso resulta desconcertante. ¿Acaso es posible que ante la realidad que estamos viviendo la única idea alternativa que seamos capaces de articular es que todo se irá finalmente al infierno? Nadie niega que las amenazas son reales. Nadie está esgrimiendo la necesidad de ser optimistas de una manera hueca, acrítica y boba. Pero en esa actitud de mostrar un pesimismo automático acerca de todo no hay mucho más que una forma fácil e intelectualmente perezosa de parecer inteligente.
Claro que hay una catarata de desafíos, pero también tenemos detrás una historia que algo será capaz de enseñarnos. Se avecinan unos problemas colosales, pero a la vez contamos con un descomunal caudal de conocimiento al que echar mano, así como nuevas técnicas y más capacidad para comprenderlo, procesarlo y difundirlo. Solo en principio —pandemia mediante, sabemos mejor que nunca que las disrupciones existen— hoy podemos tener sobre el futuro un par de certezas: seremos más, nos concentraremos en ciudades, habrá más adultos mayores, tendremos menos recursos naturales disponibles y también más, mucha más, cada vez más tecnología. «Predecir el futuro no es tan difícil. Lo complicado es creer en todo lo que va a pasar», suele decir el británico Kevin Ashton, conocido por haber acuñado el término «Internet de las cosas». Algunos acontecimientos imprevistos que se han producido en las últimas décadas, como diversos actos del terrorismo internacional, o más recientemente, la pandemia de covid-19, demuestran que si bien es verdad que vivimos en un contexto muy volátil, y que una vez que estos hechos pasan, efectivamente pueden generarse cambios sobre tendencias que ya venían apreciándose, tampoco es que las transformaciones resulten tan profundas como en un principio podríamos haber esperado.
Es haciendo foco en este último punto —el avance digital que hasta hoy luce imparable— intentaremos a lo largo de las páginas que siguen analizar cómo cambió el paradigma primero, para ensayar después algunas preguntas, respuestas y reflexiones acerca de cómo produciremos, cómo nos informaremos, cómo nos cuidaremos y de qué manera nos organizaremos.
Algo —o mucho— tendrá que cambiar. Por lo menos para los que aspiramos a vivir en sociedades más justas, igualitarias, democráticas e inclusivas. Pero aquí no estamos jugando tanto a predecir milimétricamente cuáles serán esos cambios como a tratar de dilucidar lo que vendrá para ser capaces tanto de prevenir los males como de organizar la acción colectiva y, sobre todo, de decidir entre todos cómo queremos que el mundo sea.