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Capítulo 1 Delimitación del objeto de estudio
ОглавлениеLa comunicación por Internet, o red de redes, estuvo circunscrita durante sus primeros años a la emisión y recepción de diversos signos, señales, mensajes, etcétera, desde equipos estacionarios, fijos, situados sobre una mesa o tablero, en un local o edificación cerrados. También, de modo general, la utilización de estos instrumentos estuvo limitada a los espacios urbanos. Solo en la última década, esta tecnología asumió una naturaleza predominantemente móvil o portátil y, desde entonces, también ha sido posible utilizarla en locaciones rurales.
Al contrario de lo que algunos temían que sucediera con la irrupción del smartphone, este no afectó tanto el negocio telefónico ya existente (fijo y de celular o móvil), sino el universo mercantil de las computadoras, puesto que el nuevo instrumento se constituyó, desde entonces, en el principal y más común medio de comunicación por Internet.
La diferencia sustancial que, por causa de su extraordinaria versatilidad, ha adquirido rápidamente el pequeño instrumento portátil que permite la comunicación por Internet también ha repercutido en su propagación intensiva, su sostenida difusión y su continua diversificación. Cada vez con más frecuencia y en mayor número, la operación de navegar por Internet se realiza por medio de múltiples instrumentos móviles o portátiles, entre los que se encuentran los llamados teléfonos inteligentes o smartphones, las laptops, las tabletas, los relojes, los lentes, los cascos y otros equipos, instrumentos y herramientas que se modifican o inventan continuamente. Algunos de ellos que van adosados a los cuerpos de las personas suelen ser calificados como wearables o utilitarios. Pero, ya sea que se trate de unos o de otros implementos, la finalidad de todos es extender al máximo las redes electrónicas que hacen posible la circulación por la web con fines de información, comunicación, entretenimiento y otros muchos, en cualquier tiempo (real o diferido) y en cualquier espacio (cerrado o abierto, privado o público).
Los seres humanos siempre han creado y mantenido redes sociales y de comunicación para interactuar entre sí. Algunas de ellas son de carácter personal, cara a cara, en las que hay contacto físico, corporal, directo y real, como la red familiar, vecinal, de compañeros de colegio, universidad, trabajo, etcétera. Otras redes son de carácter mediático, es decir que requieren de un instrumento o un soporte físico adicional al del cuerpo humano para su funcionamiento, tal como la red del correo postal, el teléfono y las diferentes modalidades de telecomunicación, las cuales se valen, respectivamente, del papel, el cable, la onda electromagnética o una combinación de diversos recursos físicos.
Hace más de una década, Manuel Castells denominó acertadamente la naciente red de redes como la galaxia Internet a fin de contrastarla con la galaxia Gutenberg nacida con la imprenta hace más de quinientos años. Este autor, sumándose a muchos otros, también destacó la mayor potencialidad social, política y económica de las múltiples redes que nacen de la electrónica digital y que conforman esta nueva realidad tecnológica de la comunicación y la cultura. Castells también anotó que estas redes sociales o virtuales no solo proporcionan un alcance espacial mucho más extenso y un alcance temporal mucho más rápido que las antiguas, sino que también son mucho menos vulnerables o dependientes de los poderes gubernamentales que las anteriores redes de comunicación.
Las redes estaban circunscritas básicamente al entorno de la vida privada, mientras que las jerarquías centralizadas eran el feudo del poder y la producción. Sin embargo, actualmente la introducción de la tecnología de información y comunicación de base informática, y en especial de Internet, permite que las redes desplieguen su flexibilidad y adaptabilidad, afirmando así su naturaleza evolutiva. (Castells, 2001, p. 16)
La red de redes o Internet ha causado gran impacto desde su aparición hace más de veinte años. La resonancia masiva que este fenómeno tecnológico, de comunicación y de cultura ha producido en tan corto tiempo es mucho mayor que el ocasionado por todos los anteriores medios, lenguajes y formas de comunicación. Pero han sido todavía mucho más impresionantes los múltiples efectos suscitados desde el momento en que esta red social y de comunicación internética sufrió dos cambios radicales de orden tecnológico: la miniaturización y la portabilidad del instrumento que le sirve de soporte. Estos dos factores, que inicialmente podrían haber sido considerados adjetivos o poco relevantes, son los que, en realidad, han determinado en forma decisiva las actuales dimensiones trascendentales del fenómeno Internet y son el anticipo del futuro mucho más impactante e influyente que tendrá sobre muchos otros aspectos de la vida de la gente, en el ámbito individual y colectivo.
Además de la miniaturización y la portabilidad, hay otros factores que también pueden explicar la expansión inusitada del Internet móvil hasta convertirlo en el medio de comunicación más importante desarrollado en tan corto tiempo, con tan gran número de usuarios y con tal capacidad de absorción de la gente. Uno de estos factores es el continuo abaratamiento del instrumento o equipo que posibilita conectarse a la red, lo que hace que prácticamente cualquier persona pueda pagar su adquisición y mantenimiento. Otro factor es el de la simplicidad cada vez mayor que tiene el instrumento para realizar sus operaciones y funciones básicas, por lo cual resulta accesible a personas de todas las edades y de todos los niveles educativos, sin que, en general, se requiera un entrenamiento ajeno o especializado de terceros para ello. Finalmente, también ha concurrido a la gran asimilación de esta tecnología la gran velocidad, instantaneidad, o inmediatez con que el Internet móvil realiza múltiples operaciones y funciones, lo que produce en el usuario una experiencia de fascinación sin precedentes, que le hace sentir y creer que en un solo y breve instante está viviendo en muchos tiempos y espacios. En suma, debido a los factores referidos y a otros muchos, este instrumento tecnológico de comunicación ofrece a los usuarios la posibilidad de vivir una realidad sensorial e intelectual mucho más envolvente que la que cualquier otro medio de comunicación les había brindado hasta ahora.
Estas y otras mutaciones técnicas y mercantiles sustanciales (a las que no se les puede calificar simplemente de “circunstancias”) han posibilitado que se pueda acceder a Internet desde un instrumento que cabe en una mano, un bolsillo, una cartera y que se haya convertido, para muchos, en una especie de segunda piel, un miembro más, un apéndice, una prótesis inseparable del cuerpo.
Al inicio de esta investigación, tuve que afrontar y resolver los dilemas que se fueron planteando una y otra vez acerca de los alcances y límites que se debían establecer a un objeto de estudio tan amplio. Finalmente, este quedó situado dentro del marco de observación, análisis y comprensión de las infracciones normativas que conlleva la tenencia y utilización masiva del instrumento móvil o portátil de Internet como nuevo medio de comunicación y como uno de los principales generadores de la actual cultura digital.
El proceso de planteamiento de cuestiones e interrogantes en torno a esta realidad se inició con la investigación y, en mayor o menor medida, ha seguido durante todo su desarrollo.
Algunas de las preguntas principales que se han buscado responder a lo largo del trabajo son:
1) ¿Es apropiado, necesario, importante, etcétera, que la normativa oficial, privada o social limite en algunas situaciones la utilización de los dispositivos móviles o portátiles de comunicación por Internet?
2) ¿Puede o debe esperarse que, si se instaura dicha normativa oficial, privada o social, tenga éxito (es decir, sea eficaz) en lograr el acatamiento mayoritario de las reglas de restricción del uso de dichos instrumentos en algunas situaciones de la vida cotidiana?
3) ¿Es válido explicar la frecuente y masiva conducta de los peruanos en el uso del Internet móvil en espacios públicos que viola las normas restrictivas como una nueva manifestación de la cultura nacional de transgresión?
En vista de la aparición tan reciente del fenómeno de Internet y del consiguiente desconocimiento general que se deriva de ello, me ha parecido necesario que en varias partes y momentos de la investigación, sobre todo al inicio de este texto, se incida detenidamente en la tarea de proporcionar datos y proponer reflexiones en torno a la naturaleza y a las funciones de este instrumento y medio de comunicación en el mundo de hoy. Es necesario más aún teniendo en cuenta que esta investigación también pretende aportar propuestas y planteamientos en torno a la regulación o autorregulación de Internet, por lo que resulta indispensable conocer suficientemente cuál es el objeto al que se va a dirigir nuestra atención e intención normativas.
Luego de estas ineludibles aclaraciones y advertencias, paso a señalar que, en forma específica, la investigación ha optado por circunscribirse al examen de algunas situaciones cotidianas en que son frecuentes las violaciones de las reglas restrictivas sobre el uso de los instrumentos móviles o portátiles de Internet y a la evaluación de los retos que estas conductas transgresoras plantean a la eficacia o vigencia real, es decir, a la práctica o aplicación cotidiana, de los diversos sistemas normativos, sean de orden legal u oficial como de orden privado o institucional, e incluso el social o informal.
¿Por qué es importante el planteamiento de esta investigación? Porque la convivencia cotidiana en el país, sobre todo en los espacios públicos, se ha vuelto, en general, más conflictiva cada día, en parte porque un gran número de personas tiende a infringir las reglas básicas de orden legal, institucional y social que regulan la interacción personal. Esta situación de permanente conflicto se ha ido manifestando cada día de manera más notoria hasta configurar la que ha sido llamada por varios estudiosos del país como cultura de transgresión nacional, o de anomia de convivencia cotidiana en los espacios públicos, como yo le llamo.
A esta realidad negativa que produce múltiples perjuicios de todo orden, ha venido a sumarse en los últimos años el uso del instrumento de Internet móvil, antes más conocido como teléfono celular o teléfono móvil, sin respetarse las reglas que limitan su uso en determinadas situaciones. Me parece que este hecho, que podría parecer irrelevante (y seguro así va a seguir siendo considerado por algunos, no obstante la lectura de esta obra), tiene una gran trascendencia. Por un lado, porque dichos usos infractores pueden ser una nueva y mucho más impactante expresión del poco respeto y aprecio, el menosprecio o el desprecio que los peruanos tienen en su vida cotidiana por los demás en los espacios públicos. Por otro lado, porque estas conductas indebidas pueden constituir una vía de reforzamiento masivo de la cultura de transgresión normativa imperante en el país. Si se deja que este modo de comportamiento de los ciudadanos siga creciendo sin que nadie diga ni haga nada, es posible que la convivencia cotidiana se haga cada vez más insoportable, se produzcan daños mayores para todos y se aleje cada vez más la posibilidad de corregirlo. Larga y dramática experiencia sobre esto tenemos en el país. Los fenómenos negativos que se dejaron crecer (por ejemplo, la falta de institucionalidad, la corrupción, el terrorismo, la informalidad, etcétera) han durado y costado mucho más.
Cuando ocurre una situación de anomia social, ha dicho el autor argentino Carlos Nino, la gente solo puede recurrir a dos tipos de “soluciones” para tratar de resolverla: una es la anarquía, mediante el enfrentamiento de todos contra todos, como sucede —dijo el autor, tomando el ejemplo del caos en el tráfico vehicular argentino— entre los vehículos de igual tamaño en las pistas. La otra vía de posible solución es la dictadura, en que el propietario o conductor del vehículo más grande —en el Perú, sería el camión, el bus, la combi— se impone en las pistas a los más pequeños, dominándolos, sobrepasándolos, arrinconándolos, golpeándolos, etcétera (Nino, 2014, p. 252).
Aunque la situación de anomia general tiene antiguas raíces en nuestro país, ha sido solo en el último medio siglo que ha crecido y se ha expandido de modo masivo, en todos los lugares y en todas las áreas, como nunca se había visto. Hasta ahora hemos estado afrontando este “mal nacional”, como ha sido llamado por el sociólogo Hugo Neira, haciendo prevalecer, por un lado, la anarquía, es decir que cada ciudadano, erigido como centro individual de poder, se enfrenta a los otros en la vida cotidiana, tratando de “ordenar” las relaciones entre sí. También hemos recurrido, por otro lado, a la dictadura, es decir, a la promoción, instauración y sostenimiento de un poder omnímodo que se impone sobre todas las personas, cuyo último ejemplo podría ser el gobierno de Fujimori de los años noventa.
Todos los estudiosos revisados en el capítulo cuarto de este libro coinciden en que, de uno y otro de estos escenarios, presentes y futuros, solo nos puede liberar la vía del derecho, de la institucionalidad, del orden. En suma, del respeto a las leyes. Estas son como los puntos de encuentro mínimos que se pueden establecer entre los distintos pareceres e intereses de los múltiples integrantes de un grupo y que permiten la cohesión social indispensable para su supervivencia, convivencia y desarrollo. Por eso, la mejor definición de democracia es la siguiente: el sistema en que nadie está por encima de las leyes.
Las cuatro situaciones de uso infractor del Internet móvil que han sido escogidas para ser observadas en esta investigación, por cuanto considero que pueden resultar útiles para el logro del propósito principal de reflexionar sobre la relación entre los sistemas normativos y el Internet móvil, son: durante el manejo vehicular, en la asistencia a clases universitarias, a funciones cinematográficas y a reuniones familiares o de amigos. Según mi apreciación, las cuatro situaciones seleccionadas tienen suficiente relevancia legal y social como expresiones de la cultura nacional de incumplimiento normativo masivo que domina cada vez más la realidad del país, sin distinción de posición social, económica, nivel educativo o cultural, lugar de nacimiento u otra característica.
A continuación, adelanto una primera y breve fundamentación sobre la validez de la elección de las cuatro situaciones de transgresión del uso del Internet móvil en la vida cotidiana.
La primera de ellas se refiere al notorio y masivo uso ilegal del Internet móvil durante la conducción de vehículos, conducta que se observa tanto en el sector del transporte público como en el privado. Conforme a los abundantes datos que circulan y a los ojos de cualquier observador, hace años que el transporte nacional, urbano y rural, ha colapsado y con él todo el sistema normativo que lo regula. Lamentablemente, los daños de gran repercusión que esta situación causa todos los días no han despertado el interés ni han llevado a la acción eficaz de ninguno de los cuatro últimos gobiernos, aunque varios de esos males, sin exageración, son equiparables a los del terrorismo, en pérdida de vidas, afectación de la integridad física y deterioro de la propiedad. Además, y quizás la más importante consecuencia nociva de esta caótica realidad del manejo vehicular, es que, sobre todo, la propagación nociva de la permanente conducta ilícita de los empresarios, choferes y personal del transporte público (sin dejar de lado la conducta semejante de los particulares y los peatones), también ha servido como instrumento importante de afianzamiento y reforzamiento de la cultura nacional transgresora y de su máxima principal dominante de que aquí “todo vale”. Debido a esta realidad negativa de nuestro sistema de transporte terrestre (sobre todo, urbano, pero, luego, también el interurbano), nuestra cultura nacional dominante se ha ganado el vergonzoso apelativo de “cultura combi”. Estos términos aluden al tipo de modelo de la camioneta que llenó las pistas del país luego de que se autorizó a inicios de los años noventa la importación libre de vehículos, con lo que cambió la forma ordenada predominante de su conducción o manejo en el país. Efectivamente, desde hace varias décadas, los propietarios y los conductores de los vehículos de transporte público, con sus respectivos ayudantes y jaladores (y luego, por contagio, los choferes particulares), son los principales protagonistas de la cultura nacional cotidiana del desprecio y menosprecio no solo de las reglas de tránsito, sino de la vida, la integridad, la seguridad y la tranquilidad de todas las personas, sobre todo de los pasajeros, peatones y otros conductores que son los bienes que protegen dichas reglas. El llamado sector de transporte “público”, en realidad, es manejado más “privadamente” que ningún otro del país, siguiendo los caprichos permanentes de los propietarios y conductores sobre rutas, precios, paraderos, etcétera. Muchos de estos operadores cuasidelincuentes (hay que llamar las cosas como son), libres de toda atadura pública, oficial o legal, han contribuido de manera decisiva a implantar (y, luego, a mantener) en el país la cancelación de todas las normas elementales de orden social y legal indispensables para la sobrevivencia y convivencia en los espacios públicos de las ciudades y en las carreteras del país.
Ante esta situación —tímidamente descrita en relación a lo terrible que es la verdadera realidad—, la investigación se pregunta si es aceptable dejar que, además, los conductores de vehículos públicos y privados hagan tabla rasa de la prohibición de utilizar el teléfono celular al manejar, lo que aumenta significativamente los riesgos y los daños para la vida, el cuerpo, la salud, la propiedad.
La segunda situación observada en esta obra es la de la utilización indiscriminada, frecuentemente subrepticia, en suma, indebida, del equipo internético móvil (primero de las laptops, las tablets y ahora, con más frecuencia, de los teléfonos inteligentes) durante las clases universitarias. A esta conducta de masiva propagación del uso de la tecnología digital para fines ajenos al desarrollo de las clases puede atribuírsele, hipotéticamente y de modo general, una responsabilidad importante en el decaimiento general del trabajo académico y, en especial, en la pérdida de la atención y del aprovechamiento de los alumnos. No obstante la importancia de este hecho negativo sobre el desarrollo de un sector fundamental del país, como es el de la educación superior, en la investigación no se ha podido encontrar información documentada sobre la adopción de política alguna, privada ni pública, dirigida a evitar las interferencias de la tecnología internética en las clases. Tampoco se ha sabido si las autoridades universitarias han asumido, en forma explícita y pública, una política de desregulación sobre la materia. Simplemente, se ignora el problema y no se toma posición institucional alguna al respecto. Debido a este vacío normativo, las infracciones (por llamarlas de algún modo) de la regla sobre restricción del uso del Internet móvil en clases hasta ahora son establecidas (o no) y tipificadas por cada profesor en forma individual, según su parecer. También las consiguientes medidas correctivas o sanciones son ideadas y aplicadas por cada docente según su punto de vista. Como es de suponerse, tal incertidumbre normativa repercute en interrupciones de las clases, llamadas de atención, confrontaciones y, a veces, incluso actos violentos verbales, gestuales y de conducta, todo lo cual no solo desmerece el ámbito académico, sino que entorpece de manera radical su desarrollo. Hay que anotar, además, que esta situación se produce dentro de una actividad como la universitaria, que, de acuerdo con la observación general, se encuentra en grave deterioro desde hace varias décadas, por lo que el año 2015 se ha puesto en vigencia la Nueva Ley Universitaria 30220 que contiene una reforma legislativa sustancial y que, por ello mismo, no está exenta de polémica.
Ante esta situación de desregulación universitaria, aparentemente asumida no por convicción, sino por inacción, la investigación se pregunta si no resulta aconsejable que las universidades dediquen un tiempo a estudiar el asunto y a establecer consciente y deliberadamente las medidas que resulten pertinentes para que los equipos internéticos contribuyan al proceso educativo.
En cuanto a la utilización del Internet móvil durante el espectáculo cinematográfico, hay que empezar haciendo notar que este entretenimiento público es el de mayor consumo popular en el país. Desde los años noventa, con la introducción de las multisalas y el cambio integral del modelo del mercado cinematográfico, el desarrollo de la actividad de exhibición pública de películas ha seguido incrementándose notoriamente. Debido a las características de su oferta de programación y a sus precios, los cines no solo han mantenido, sino que han aumentado las preferencias del público de toda edad y de toda condición social y económica. Aunque, en los espacios de ingreso a las salas de cine y también mediante algún anuncio proyectado con antelación a la película principal, se advierte al espectador sobre la restricción de uso del Internet móvil durante las funciones, son frecuentes las transgresiones y los consiguientes conflictos cada vez más violentos que se desatan a causa de ellas, sin que, en general, intervengan los empleados a cargo del espectáculo para atender y resolver las pugnas imponiendo el cumplimiento de la norma empresarial cinematográfica. También es necesario destacar que, desde el año 1994, el sector empresarial de la distribución y exhibición cinematográficas carece de regulación y supervisión oficiales especializadas sobre el espectáculo que brinda, por cuanto el Decreto Ley 20574 del año 1974 y su último Reglamento aprobado mediante el Decreto Supremo 002-81-0CI/OAJ sobre la Junta de Clasificación de Películas han sido dejados sin efecto de manera informal por las mismas autoridades del Ministerio de Educación, que son las responsables de aplicarlas. Esta situación legal anómala, generada durante el primer gobierno de Fujimori, ha sido mantenida por las sucesivas autoridades de Educación de los gobiernos de Valentín Paniagua (2000-2001), Alejandro Toledo (2001-2006), Alan García (2006-2011), Ollanta Humala (2011-2016) y, ahora, Pedro Pablo Kuczynski. A ninguno le ha importado ni interesado que, con la complicidad estatal, se haya instalado y se mantenga la desregulación informal en el sector de la distribución y exhibición cinematográficas, y que los empresarios hayan asumido la facultad de clasificar las películas y de resolver los incidentes que se produzcan en las salas, como el referente al uso transgresor del Internet móvil durante la proyección de las películas.
Ante esta situación de perturbación frecuente causada en el público que concurre al espectáculo masivo de mayor arraigo, la investigación se pregunta si no deberían las empresas exhibidoras hacer que sean realmente efectivos sus mensajes disuasivos sobre el uso del IM durante las funciones y, así, ganar todos con ello: respeto, dinero y disfrute del entretenimiento.
Finalmente, respecto a la cuarta situación escogida para observación, sustancialmente diferente al conjunto de las tres anteriores, que es la del uso del Internet móvil en las reuniones familiares o de amigos, todos somos testigos de las constantes llamadas de atención, o discusiones, que se suscitan al respecto entre los integrantes de la familia o en grupos de amigos. Es frecuente, en dichas ocasiones, el fenómeno conocido como phubbing, que consiste en que los asistentes dan preferencia al uso del aparato de telecomunicación (antes teléfono celular o móvil, hoy Internet móvil) en desmedro de la interacción directa con las personas presentes. La proliferación de este comportamiento de dar prioridad a la comunicación virtual sobre la presencial plantea cada vez más interrogantes y despierta cada vez más el interés de los estudiosos de Internet. En esas reuniones, algunos de los asistentes arguyen que el instrumento tecnológico afecta gravemente el intercambio familiar o amical directo, mientras que otros lo niegan. Por todo ello, esta situación de uso transgresor del IM en la vida cotidiana también merece ser observada y analizada, aunque este comportamiento no viole una norma legal o institucional, sino solo una norma individual o social que, a veces, se expresa espontáneamente durante el mismo evento. No puede dejar de reconocerse, sin embargo, que esta situación es fuente de discusiones y pugnas que no siempre se manejan o resuelven positiva o pacíficamente en el momento de la reunión, sino que, incluso, se prolongan hasta el hogar y, quizá, agravan las relaciones ya deterioradas.
Ante esta situación, la investigación se pregunta si hay suficiente conciencia personal y familiar respecto a cómo evaluar y afrontar esta nueva forma de interacción y de posible adicción, sobre todo, de los más jóvenes.
Entre algunos de los logros que se han pretendido alcanzar con el desarrollo de esta investigación, se halla el de conocer si, de modo general, el uso transgresor de los instrumentos móviles o portátiles de Internet, especialmente en las situaciones que han sido observadas, constituye una nueva expresión y un nuevo factor de reforzamiento o incremento de la actitud ciudadana masiva que he calificado de “anomia de convivencia cotidiana”, sobre todo en los espacios públicos, dentro del fenómeno general de anomia o de cultura nacional de transgresión, es decir, de incumplimiento cotidiano mayoritario de una serie de normas mínimas o básicas de civismo, educación, urbanidad, cortesía, etiqueta (o como se les quiera llamar), que tienen que ver, fundamentalmente, con el respeto por los demás. Son normas, en algunos casos, todavía formalmente vigentes en el plano legal, institucional y social en el país, pero cada vez con más escasa aplicación en la práctica.
La más lejana inspiración de esta obra proviene de alrededor del año noventa. Un alumno del curso de Sociología de Derecho, motivado por el estudio que hicimos en clase de la creciente situación problemática del tránsito vehicular en el país, me trajo la obra Un país al margen de la ley. Estudio de la anomia como componente del subdesarrollo argentino (Nino, 2014) del destacado abogado argentino Carlos Santiago Nino, de quien he sabido, al realizar esta investigación, que lamentablemente falleció en forma prematura (1943-1993).
Aunque, obviamente, son muy grandes las diferencias entre ambos países, sus gentes, sus historias y sus problemas, muchas de las valiosas observaciones y reflexiones del autor me impactaron entonces por su proximidad con nuestra propia realidad, incluso al desarrollar en detalle el problema del tráfico vehicular, entre otros que van a aparecer una y otra vez en este trabajo. Tengo que reconocer, por tanto, que dicha obra, felizmente reeditada varias veces por los sucesores del autor y que he podido adquirir personalmente en Buenos Aires el año 2016, me ha servido mucho, también ahora, para la realización de esta investigación y su consiguiente publicación. Debido a esta deuda de gratitud, varios de los pensamientos de Carlos Nino, aunque no tantos como hubiera querido, serán citados en extenso a lo largo de este libro. Para empezar, hay que acotar la utilidad de la calificación de “anomia boba” introducida por dicho autor para referirse a la que él halla muy vigente en su país y que define así: “Tipo de ilegalidad masiva… de acciones colectivas que se caracterizan por padecer de una ineficiencia que sería superada por la observancia de ciertas normas jurídicas, morales, religiosas, sociales, etcétera” (2014, p. 40).
Esta enunciación, como es evidente, resulta inspiradora también para nuestro trabajo.
La última, pero no menos importante, pretensión que persigue esta investigación es la de identificar, conocer y comprender mejor algunos de los desafíos de carácter sociojurídico que de forma general, pero en especial sobre las cuatro situaciones estudiadas, plantea el uso de la tecnología del Internet móvil como nuevo fenómeno cultural y de comunicación. Por ello, a lo largo de toda la obra, pero sobre todo al final de ella, también se esbozan algunas someras reflexiones sobre cómo podrían afrontarse algunos de dichos retos normativos de manera menos ineficaz de como se ha abordado hasta ahora.