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La espirulina y sus ventajas

La espirulina es, gracias a su increíble conjunto de propiedades, una de las mejores alternativas que tenemos para mantenernos sanos y además sostener el mundo superpoblado del futuro. Una lista de las ventajas más destacadas de esta cianobacteria incluye:

•La espirulina contiene una mayor proporción de proteínas que cualquier otro alimento.

•Sus propiedades nutritivas son de gran ayuda para recuperar la salud de las personas que sufren malnutrición, especialmente los niños.

•Muchas de las enfermedades más extendidas en las sociedades desarrolladas se reducen con el consumo de espirulina: hipertensión, colesterol alto, diabetes.

•Estimula el sistema inmunitario y limpia el organismo de productos tóxicos, protegiendo los riñones y el hígado. Ayuda a prevenir el cáncer y otras enfermedades como anemia, fibromialgia, VIH o herpes. Alivia los síntomas de las alergias, la artritis o el síndrome premenstrual.

•Es un gran suplemento dietético para deportistas y personas mayores. En momentos de mucha actividad o estrés, la espirulina aporta energía y fortalece el sistema inmunitario.

•El cultivo de espirulina permite la utilización de aguas no aptas para la agricultura o el consumo humano y no necesita tierra fértil. Los estanques donde se cultiva la espirulina se pueden instalar en cualquier terreno por árido que sea.

•Hace falta mucha menos agua para producir espirulina que para la mayoría de las cosechas agrícolas. La evaporación de los estanques es el principal factor que influye en la cantidad de agua necesaria para cultivarla.

•El proceso de cultivo requiere menor gasto de energía que otros alimentos como los cereales, la soja o la carne. Una vaca necesita consumir muchos kilos de pienso y gran cantidad de agua para crear un kilo de carne, mientras que el aporte energético necesario para obtener la misma cantidad de proteína a partir de la espirulina es mucho menor. La espirulina es cuarenta veces más productiva que el maíz, y hasta doscientas veces más que la carne, por unidad de espacio.

•Es un alga que captura gran cantidad de dióxido de carbono del aire, más que un bosque, y produce oxígeno. De hecho, las cianobacterias en su conjunto producen la mayor parte del oxígeno de la atmósfera.

•Es buena para el medioambiente: no gasta agua potable ni hay que deforestar bosques para obtener tierras de cultivo, no produce contaminación por fertilizantes, herbicidas o pesticidas.

•Los fertilizantes a base de espirulina aportan una gran cantidad de nutrientes y micronutrientes a los cultivos, con lo que estimulan el crecimiento y la producción de frutos.

•Es una gran fuente de proteínas para piensos de ganadería y piscicultura; estimula el sistema inmunitario de los animales, acelera su crecimiento y mejora el aspecto final de la carne.

•Por su capacidad de absorber nutrientes del agua se emplea en depuradoras para el tratamiento de aguas residuales.

¿QUÉ ES LA ESPIRULINA?

La espirulina es una cianobacteria filamentosa o alga verdeazulada. Es uno de los organismos vivos más antiguos. Apareció en el planeta hace 3.600 millones de años. El nombre espirulina viene del latín, significa ‘pequeña espiral’, y hace referencia a la forma y al diminuto tamaño de esta microalga, que no llega a medio milímetro.

Las algas verdeazules no son auténticas algas, sino organismos pluricelulares que están a medio camino entre éstas y las bacterias. Al principio se las denominó cianofitas, que significa ‘plantas azules’, pues tienen clorofila como las plantas superiores, pero cuando se vio que tenían células procariotas (sin núcleo diferenciado) como las bacterias, se cambió el nombre por cianobacterias (bacterias azules). Son los únicos organismos procariotas capaces de realizar la fotosíntesis. Las cianobacterias no se reproducen sexualmente, simplemente se multiplican por división celular y, por tanto, nunca mueren. Se van dividiendo pero siempre mantienen el mismo código genético. Las cianobacterias actuales son clones de las que existieron hace millones de años.

Las cianobacterias se van dividiendo pero siempre mantienen el mismo código genético

Hay dos especies de cianobacterias que se consumen como espirulina: Arthrospira maxima (también Spirulina maxima) y Arthrospira platensis (también Spirulina platensis). Estas especies se consideraban parte del género Spirulina (de ahí los sinónimos), pero hoy en día los científicos están de acuerdo en que pertenecen al género Arthrospira. El nombre espirulina, como denominación popular, se mantiene por costumbre.

Las distintas especies de espirulina (Arthrospira spp.) crecen de forma natural en muchas partes del mundo. En África se dan en Chad, Kenia, Etiopía, Egipto, Sudán, Argelia, Congo, Zaire y Zambia. En Asia se han encontrado en India, Myanmar, Pakistán, Sri Lanka, China, Tailandia y Rusia. En América en Perú, Uruguay, México y California. En Europa en España, Francia, Hungría y Azerbaiyán. En la mayoría de los lagos, la espirulina convive con diversas especies de algas, pero cuando las condiciones del agua son muy salobres y alcalinas éstas no pueden sobrevivir y el lago se convierte en un monocultivo de espirulina. Es lo que sucede, por ejemplo, en el lago Chad o en el lago Texcoco de México.

En España se encuentra de forma salvaje en el parque de Doñana (Huelva), especialmente en la Laguna de Santa Olalla, donde llegó transportada por los flamencos en su migración anual desde las lagunas africanas.

Algunos animales consumen espirulina como parte de su dieta, especialmente el flamenco enano, que es el más numeroso en África y se alimenta principalmente de esta microalga. Para ello su pico ha evolucionado de forma tal que le sirve para filtrar el alga dejando escapar el agua.

ESPECIES DEL GÉNERO ARTHROSPIRA


LAS CIANOBACTERIAS: CREADORAS DE LA ATMÓSFERA

Cuando la vida comenzó en el planeta, la atmósfera contenía mucho más dióxido de carbono del que tiene actualmente y carecía de oxígeno. Las bacterias procariotas, primeros organismos vivos, consumían minerales que estaban disueltos en los mares como nutrientes y liberaban metano y otros gases a la atmósfera. Algunas de estas bacterias aprendieron a producir su propia comida a partir de la luz solar rompiendo las moléculas de dióxido de carbono y agua para formar compuestos comestibles de carbono. Las cianobacterias fueron los primeros organismos capaces de realizar la fotosíntesis, transformando la materia inorgánica en materia orgánica por medio de la energía solar y liberando oxígeno como desecho. Ellas son las responsables de que la atmósfera actual contenga el oxígeno que nos permite respirar. A lo largo de millones de años el oxígeno liberado por las cianobacterias se fue acumulando en la atmósfera hasta alcanzar el nivel actual, que es del 21%.

Las cianobacterias fueron los primeros organismos capaces de realizar la fotosíntesis

El aumento del nivel de oxígeno favoreció a las cianobacterias y obligó a las primitivas bacterias metanogénicas (generadoras de metano) a refugiarse en los pocos lugares donde no había oxígeno, como el fondo de los océanos, los pantanos y los intestinos de los animales, donde todavía se encuentran a día de hoy. Con la desaparición del metano de la atmósfera, el planeta se enfrió. Gracias al oxígeno y su mayor aporte de energía, pudieron aparecer las células con núcleo o eucariotas, base sobre la que se desarrollaron las plantas y animales superiores.

Algunas especies de cianobacterias (pero no la espirulina) pueden fijar el nitrógeno del aire y usarlo como nutriente del mismo modo que hacen las plantas leguminosas. Gracias a esta capacidad, son especies que pueden colonizar hábitats muy extremos o desolados donde apenas hay nutrientes: desiertos, rocas volcánicas o zonas heladas. Se está investigando mucho este tipo de algas con vistas a desarrollar fertilizantes para la agricultura. El helecho mosquito (Azolla spp.) es un helecho acuático que crea una relación de simbiosis con una cianobacteria (Anabaena azollae), lo que le permite fijar el nitrógeno atmosférico en sus raíces. La agricultura tradicional de algunos países del sudeste asiático aprovecha esta propiedad de la Azolla para fertilizar los campos de arroz. En el momento de la inundación de los campos se inocula el agua con este helecho flotante, que rápidamente cubre toda la superficie y evita la proliferación de malas hierbas. La Azolla crece tan deprisa que puede duplicar su biomasa en solo tres días. Cuando el campo se seca, los helechos mueren y, al descomponerse, liberan el nitrógeno, que es aprovechado por el arroz. Gracias a esta técnica excepcional se reduce la necesidad de aplicar fertilizantes a los campos y se incrementa notablemente la producción de arroz, que se logra mantener año tras año.

Las cianobacterias se encuentran en casi todos los ecosistemas del planeta. Forman parte del plancton que flota en los océanos y los ríos, aparecen en las charcas o la tierra húmeda después de la lluvia, algunas viven en simbiosis con líquenes o esponjas de mar y hasta en el pelo de algunos animales. Hay cianobacterias en los ecosistemas más extremos de la Tierra, desde lagos salinos hasta manantiales de agua caliente. Tienen un papel esencial en la biología del planeta y son clave en muchos ecosistemas marinos como captadoras de carbono y fijadoras de nitrógeno atmosférico.

PRODUCTORAS DE OXÍGENO

Se calcula que existen más de 50.000 especies diferentes de cianobacterias. Entre todas son responsables de la producción de más de la mitad del oxígeno de la atmósfera y la materia orgánica del planeta.

La especie Prochlorococcus marinus es una diminuta cianobacteria marina extremadamente común y responsable del 50% de la fotosíntesis que se realiza en los océanos y del 20% del oxígeno de la atmósfera. Es el organismo fotosintético más abundante en el planeta. Se calcula que hay mil cuatrillones de individuos en el planeta (el número es gigantesco, un uno seguido de 27 ceros). Son tan pequeños que en un solo mililitro de agua marina puede haber unos 100.000, pero son tantos que su peso combinado supera el de mil millones de personas. Pese a ser una especie abundante y fundamental en la base de la cadena alimenticia de los océanos, no se descubrió su existencia hasta el año 1986.

HISTORIA DE LA ESPIRULINA

La espirulina (Arthrospira maxima y A. platensis) necesita para desarrollarse unas condiciones de salinidad y temperatura que no se dan muy frecuentemente. En algunos lagos volcánicos el agua alcanza una salinidad que permite el crecimiento de esta microalga e impide que otras especies tóxicas puedan desarrollarse. En estos lugares donde aparecen de forma natural monocultivos de espirulina, los seres humanos aprendieron a aprovecharla.

¿A quién se le ocurriría por primera vez comerse la espirulina? En estado salvaje, esta microalga forma densas masas verdes que flotan en la superficie de lagos tan salinos que sus aguas no pueden beberse ni utilizarse en la agricultura. No tiene un aspecto nada apetecible, por lo que podemos suponer que quien se decidió a probarla debía de estar hambriento. Seguramente, cuando comprobó que no solo no tenía mal sabor sino que además era muy nutritiva, compartió su descubrimiento con el resto de la comunidad, que siguió recogiendo y consumiendo la espirulina generación tras generación. Hasta donde se sabe, esto ha ocurrido al menos en dos ocasiones y en culturas separadas por más de 12.000 kilómetros de distancia: en el México precolombino y en África Central.

La espirulina necesita unas condiciones especiales de salinidad y temperatura

Los aztecas y el tecuitlatl

Los españoles que llegaron a México con Hernán Cortés en el siglo XVI descubrieron que los aztecas que vivían en los alrededores del lago Texcoco recogían las algas con unas finas redes y luego las secaban y las vendían en los mercados de Tenochtitlán, la capital del imperio, que se asentaba sobre una isla en el lago. Las aguas del Texcoco eran tan salobres que no se podían aprovechar para el riego o el consumo humano. De hecho, los habitantes de la zona se dedicaban a la producción de sal a partir del agua.

La crónica que en 1524 escribió Fray Toribio de Benavente explica que los aztecas llamaban a la espirulina «tecuitlatl», que significa ‘excremento de piedra’, pues observaron que solo se formaba en aguas muy mineralizadas. El tecuitlatl se empleaba a diario en un gran número de platos, generalmente con tortillas de maíz y salsa de chile.

Los aztecas llamaban a la espirulina «tecuitlatl», que significa ‘excremento de piedra’

En 1558, el libro La historia de las Indias y conquista de México de Francisco López de Gomara, secretario de Hernán Cortés, refiere que los aztecas «comen un tipo de tierra; pues con la ayuda de redes de malla muy menuda, abarren, en cierto tiempo del año, una cosa molida que se cría sobre el agua de las lagunas de Méjico, y se cuaja, y que ni es yerba, ni tierra, sino como cieno. Hay dello mucho; y en eras, como quién hace sal, la vacían, y ahí se cuaja y se seca. Hácenlo tortas como ladrillos, y no solo las venden en el mercado, mas llévanlas también a otros fuera de la ciudad y lejos. Comen esto como nosotros el queso, y así tiene un saborcillo de sal, que con chilmolli es sabroso. Se dice que es a causa de este producto que vienen tantas aves sobre la laguna durante el invierno, ella está cubierta de esto en ciertas partes».

Fray Bernardino de Sahagún dice en su Historia general de las cosas de la Nueva España que el tecuitlatl está formado «de grumos que proliferan sobre el agua del lago y son de un color azul claro, con los cuales ellos hacen galletas que comen tostadas».

El consumo de tecuitlatl formaba parte fundamental de la dieta azteca. En el valle de México la tierra cultivable no era demasiado abundante y, aun así, el imperio azteca fue capaz de alimentar una población muy numerosa; Hernán Cortés calculó que un cuarto de millón de personas vivía en Tenochtitlán. Su dieta se componía en un ochenta por ciento de maíz y frijoles combinados con otros productos agrícolas como tomate, chile y cacao. La carne era poco abundante y se reservaba para las clases dirigentes y la familia del emperador. Provenía de la caza y la cría de guajolotes (pavos) y perros, estos últimos de una raza sin pelo ni voz. Era una dieta bastante pobre en proteínas y vitaminas que los aztecas aprendieron a completar con el nutritivo tecuitlatl y otros productos que proveía la laguna, como pescados, ranas, gusanos e insectos.

Con la llegada de los españoles y la destrucción de la sociedad azteca, desapareció el consumo de espirulina

La sociedad azteca dependía en gran medida de la espirulina para alimentar a su gran población; solo en Tenochtitlán se consumían diez mil toneladas anuales. Las lagunas del valle de México estaban surcadas por calzadas que servían para separar las zonas de aguas salinas poco profundas, que eran las más adecuadas para el crecimiento del tecuitlatl. López de Gomara explica que «ellos vacían lugares como nosotros hacemos para recolectar la sal, y el puré se coge en masa seca». El tecuitlatl de los aztecas estaba formado por algas de la especie Spirulina maxima, también conocida como Arthrospira maxima.

Con la llegada de los españoles y la destrucción de la sociedad azteca, desapareció el consumo de espirulina. El drenaje de los lagos para crear tierras de cultivo redujo considerablemente el hábitat del tecuitlatl, que aún hoy sigue creciendo en algunas lagunas del valle de México. Con la caída del imperio azteca los españoles se olvidaron del tecuitlatl y tendrían que pasar cuatro siglos hasta que el mundo occidental redescubriese esta microalga.

Los Kanembu del lago Chad

En 1940 un investigador francés, Pierre Dangeard, publicó un pequeño informe en el que explicaba cómo los Kanembu, que viven junto al lago Chad en África Central, recogían algas verdeazules de pequeñas charcas cercanas al lago y elaboraban con ellas unas tortas que llamaban dihe. Las tortas, una vez secadas al sol, se vendían en los mercados de la localidad y constituían parte fundamental de la dieta kanembu. También había oído que las algas se daban en varios lagos del valle del Rift, al este del continente africano, donde servían de alimento a las numerosas colonias de flamencos. El informe del profesor Dangeard pasó completamente desapercibido y hubo que esperar casi un cuarto de siglo para que el mundo científico se interesase por la espirulina.

Las tortas ‘dihe’ constituían parte fundamental de la dieta kanembu

En 1964 una expedición belga cruzó África desde el Atlántico hasta el Mar Rojo. Al atravesar la zona de Ounianga Kevir, en Chad, un botánico llamado Jean Leonard, que participaba en la misión, observó unas tortas a la venta en un mercado de Fort Lamy (la actual Ndjemena). Los nativos le explicaron que provenían de zonas de alrededor del lago, y Leonard relacionó las tortas con el dihe del que había escrito Dangeard.

Leonard determinó que el dihe estaba elaborado con algas verdeazules de la especie Spirulina platensis (sinónimo Arthrospira platensis) y que era extremadamente rico en proteínas. Los Kanembu recogen las algas en la temporada de lluvias y en invierno, las épocas de mayor crecimiento de la espirulina. Antes del amanecer las mujeres se reúnen en la orilla de la laguna provistas de unos recipientes de barro con el fondo perforado donde van colocando la espirulina que recogen de la superficie del agua. Cuando han llenado los cuencos se dirigen a una zona de la orilla donde excavan una especie de huecos anchos y poco profundos en la arena y depositan en ellos las algas. La arena actúa como un cedazo: filtran el agua y dejan que el dihe se seque al sol. Estas tortas contienen más de un 60% de proteínas, entre el 15 y el 20% de azúcares, casi un 6% de grasa y gran cantidad de vitaminas.

Los Kanembu preparan con la espirulina un caldo llamado la souce, al que agregan grasa de res, cebolla, pimientos, gramíneas silvestres y pescado o lengua de vaca acompañada de albóndigas de mijo.

El lago Chad se está reduciendo debido a la desertificación y a la creciente demanda de agua por parte de los habitantes de sus alrededores. Si en 1960 era el cuarto mayor lago de África, con una extensión de 26.000 km2, en 2006 apenas cubría 900 km2, una superficie treinta veces menor. Se prevé que acabe secándose por completo a lo largo del siglo XXI, lo que privará al pueblo Kanembu de su principal fuente de proteínas y vitaminas. Se calcula que actualmente se extraen del lago cerca de 250 toneladas de espirulina al año.

Primera planta de producción en México

Al mismo tiempo que Jean Leonard redescubría el dihe del lago Chad, en México el director de Sosa Texcoco observaba cómo el alga crecía en grandes cantidades en los tanques de evaporación de la empresa. Desde 1967 y en cooperación con el Instituto Francés del Petróleo, que estudiaba el aprovechamiento del alga en África, experimentaron sobre el cultivo industrial, y a partir de 1973 pusieron en marcha una planta piloto de cultivo en el lago Texcoco, con una producción cercana a las quinientas toneladas anuales de espirulina seca. En 1979 la espirulina mexicana comenzó a exportarse a Estados Unidos, pero en 1982 se prohibió su comercialización por problemas de calidad. Aunque se intentó mejorarla con diversos procedimientos, como la esterilización del alga para destruir las bacterias que la contaminaban, la empresa no se recuperó. Pese a ser el primer productor mundial, Sosa Texcoco cerró por problemas políticos y laborales y detuvo la producción de espirulina.

Pocos años después se empezaron a instalar granjas de espirulina en Japón y Estados Unidos, sobre todo en los estados de California y Hawái. En las últimas dos décadas, China se ha convertido en el actor principal del mercado con una enorme cantidad de granjas de cultivo, donde cosecha la mitad de la producción mundial.

Actualmente se produce espirulina en un gran número de países: Estados Unidos, China, India, Tailandia, Taiwán, Cuba, Perú, Bangladesh, Brasil, Filipinas, Australia, Portugal, Israel, Vietnam, España, Japón, México. Cada año nuevos estados se suman a esta lista.

Cómo cura espirulina

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