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Introducción a la Edición en Inglés de 1995

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En 1544, el emperador Carlos V presidió de principio a fin una dieta imperial en Espira. Teodoro Beza describe los acontecimientos que precedieron a la dieta.

En el año anterior, Carlos V... con miras a dirigir todas sus fuerzas contra los franceses, prometió a los alemanes que por un período breve, hasta que un concilio general se llevase a cabo, el cual él se comprometió supervisar, ningún partido sufriría daño alguno por motivo de diferencias religiosas, sino que ambos disfrutarían de las leyes por igual. El Pontífice romano, Pablo III, se sintió sumamente ofendido y dirigió al emperador una protesta muy severa porque, ciertamente con tal acción, el emperador había puesto a los herejes en un mismo plano con los católico-romanos y como si hubiese metido su hoz en el trigal de otro hombre. El César dio la respuesta que parecía apropiada; pero Calvino, por razón de que la verdad del Evangelio y la inocencia de los creyentes fueron heridas profundamente por esa carta, reprimió la audacia del Pontífice. Una dieta del imperio se llevó a cabo por este tiempo en Espira, y Calvino, aprovechándose de la ocasión, publicó un tratado breve titulado La Necesidad de Reformar la Iglesia. Desconozco si alguna obra sobre el tema, se ha publicado en nuestro tiempo que sea más conmovedora o sólida como ésta.1

El valor principal de este tratado es que de una manera concisa manifiesta las disputas principales de la Reforma protestante. ¿Cuáles fueron los principales motivos para quejarse y que causaron que los protestantes demandaran la Reforma? ¿Qué asuntos fueron necesarios para separarse completamente de Roma? ¿Qué medidas fueron esenciales para lograr una reforma genuina? Calvino trata estas preguntas, declarando al principio, «Yo sólo deseo mostrar cuán justas y necesarias fueron las causas que nos forzaron a los cambios por los cuales somos acusados».

Por supuesto, las diferencias entre los papistas y los protestantes produjeron una lucha colosal sobre la doctrina de la justificación. La respuesta de Calvino a Sadoleto ilustra este conflicto hasta cierto punto recalcada,2 así como en las porciones más importantes de La Necesidad de Reformar la Iglesia. No obstante, la batalla sobre la doctrina de la justificación no fue la única lucha entre los Reformadores y Roma. Calvino declara el alcance más amplio de la Reforma: la necesidad de restaurar la doctrina y la práctica bíblica con respecto a los medios apropiados de adoración, la correcta administración de los sacramentos y el gobierno de la iglesia. Él escribe:

Si se pregunta, entonces, por qué cosas principalmente la religión cristiana tiene una existencia firme entre nosotros y mantiene su verdad, se verá que las siguientes dos no sólo ocupan el lugar principal, sino que encierran bajo ellas todas las demás partes, y consecuentemente la sustancia entera del cristianismo: a saber, un conocimiento, primero, del modo en el que Dios debe ser adorado apropiadamente; y, en segundo lugar, el origen de dónde se obtiene nuestra salvación. Cuando estas cosas no se consideran, aunque nos gloriemos con el nombre de cristianos, nuestra profesión es vacía y vana.

El reformador ginebrino menciona luego los sacramentos y el gobierno de la iglesia que fueron instituidos para la conservación de la doctrina.

Desafortunadamente, en muchas iglesias hoy en día, la fe reformada se identifica únicamente con los «cinco puntos del calvinismo», o con alguna otra representación mutilada de la teología del reformador. En este tratado de Calvino obtenemos una perspectiva más amplia.

Al exponer la necesidad de reforma, Calvino defiende a los protestantes contra la acusación de dividir la iglesia. Cada vez que los hombres alzan la voz para reformar, líderes religiosos corruptos difaman a los reformadores como cismáticos, y congregaciones corruptas se apropian para sí mismas el nombre de Iglesia. Calvino responde: «No basta, por lo tanto, tomar simplemente el nombre de Iglesia, sino que se debe usar discernimiento para cerciorarse de cuál es la verdadera iglesia y cuál es la naturaleza de su unidad.» Además, «cualquier hombre, que, por su conducta, muestra que él es un enemigo de la sana doctrina, cualquiera que sea el título del cual pueda mientras tanto vanagloriarse, ha perdido todo título de autoridad en la iglesia».

Calvino reprende el espíritu de tolerancia que se disfraza como «moderación». El reformador declara:

En una corrupción tan extrema de sana doctrina, en una corrupción de los sacramentos tan infame, en una condición de la Iglesia tan deplorable, aquellos que mantienen que no deberíamos haber actuado tan enérgicamente, quedarían satisfechos con nada menos que una tolerancia perversa por la cual deberíamos haber traicionado la adoración de Dios, la gloria de Cristo, la salvación de los hombres, la administración completa de los sacramentos y el gobierno de la Iglesia. Hay algo engañoso en el nombre de moderación, y la tolerancia es una cualidad que tiene una apariencia justa, y parece digna de elogio; pero la regla que debemos observar en todo lo que está en juego es ésta: nunca soportar con paciencia que el nombre sagrado de Dios sea atacado con blasfemias impías; que su verdad eterna sea suprimida por las mentiras del Diablo; que Cristo sea insultado, sus misterios sacrosantos contaminados, las infelices almas cruelmente destruidas y la Iglesia se retuerza en agonía bajo los efectos de una herida mortal. Esto sería no mansedumbre, sino indiferencia sobre cosas a las cuales todas las demás deberían posponerse.

El lector perceptivo verá muchas comparaciones entre el clima espiritual de los días de Calvino y el caos religioso en nuestra propia sociedad. Si las corrupciones religiosas demandaron reforma en ese tiempo, corrupciones semejantes demandan una reforma seria hoy en día. Presenciamos el espectáculo triste de iglesias protestantes fascinadas con ritos e innovaciones litúrgicas en la adoración. Líderes «evangélicos» prominentes han aprobado un pacto de paz con Roma.3 Muchas denominaciones «reformadas» toleran métodos evangelísticos, artimañas y manipulaciones sicológicas construidas sobre presuposiciones pelagianas. Si este tratado de Calvino demuestra algo, es cuán lejos los protestantes modernos se han alejado de las doctrinas y prácticas de la Reforma. La Necesidad de Reformar la Iglesia es más que un simple monumento histórico a la Reforma. Es un manifiesto que nos llama al arrepentimiento en una era de crasa corrupción religiosa.

Kevin Reed, EditorProtestant Heritage Press

La necesidad de reformar la Iglesia

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