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Introducción
Prosiguiendo la investigación iniciada en la monografía El rodado regio hispánico: León y Castilla antes de la unificación (1157-1230), editado por el Centro de Estudios Históricos Profesor Carlos Salvador Ángel Segreti, del CONICET, en 2018 en Córdoba (Argentina), esta nueva entrega contempla las ruedas de Fernando III posteriores al enlace definitivo de León y Castilla en 1230.
Con aquella misma metodología, se deslindan primero, argumentados con detalle, cada uno de los modelos propuestos, para dejar paso al estudio interpretativo y terminar con el catálogo de las rotas elegidas, ordenadas cronológicamente.1 Las referencias al volumen anterior irán sujetas al índice de cada rey.
Al reproducir las cruces campales, y solo dentro de cada arquetipo, en lugar de ajustar todas a un mismo tamaño, se respeta ahora la proporción entre ellas, a fin de apreciar mejor las magnitudes, pero no así combinando modelos, pues algunas hubieran sido irrazonablemente grandes o pequeñas.2 En cualquier caso, el catálogo ofrece las medidas exactas de la mayoría.
Además de los contados gráficos de coordenadas que ilustran estadísticamente la primera publicación, con el tamaño absoluto de cada rueda y su reparto porcentual entre campo, orlas e intergráfilos, hay ahora otros dos: uno compara el diámetro, que solo incluye la primera orla, con el del total rodado, y otro muestra los períodos de actividad de cada artífice.
Vuelven a ser idénticas las normas de transcripción, aplicando como allí unas específicas para las leyendas orladas, adaptadas al criterio de las sigilares. Hasta 1230, la orladura se limitaba casi exclusivamente a la inscripción principal, pero a partir de ahora se irá generalizando un segundo anillo con la confirmación de mayordomo y alférez, y cuyas grafías aconsejan igual tratamiento, detallando en consecuencia aspectos paleográficos como mayúsculas y minúsculas,3 signos abreviativos o interpunciones.
Recordemos esas normas:4
— Cabal literalidad del texto, indicando con (sic) repeticiones inútiles, despistes del escribano o redacciones incongruentes.
— Todas las letras se transcriben en mayúsculas.
— Las abreviaturas desarrollan lo faltante entre paréntesis y en minúsculas.
— Las cruces se limitan a +.
— Deslinde de palabras según el uso actual.
— Signos de puntuación descartados.
— Fragmentos ilegibles o perdidos, entre corchetes.
— Interpunciones, mediante asterisco (*).
— Una interrogación en las lecturas dudosas: (?).
El novedoso orlado del confirmatorio de mayordomo y alférez exige dos nuevas reglas:
— En la gótica redonda de las leyendas principales el traslado de las erres mayúsculas es literal, a tenor de la segunda norma y teniendo en cuenta que casi todas las letras son allí capitales. Sin embargo, en la escritura de privilegios del segundo anillo, donde predominan las minúsculas, se vierten duplicadas —r(r)—, salvo que la ortografía exija mayúscula, pues, al ser su grafía idéntica a la del texto del diploma, convenía ajustarse al mismo parecer.
— Efes y eses altas con el astil duplicado se ponen simples a principio de palabra y dobles las demás.
En cambio, tanto en las transcripciones aportadas al texto fuera del catálogo como en las leyendas secundarias que sigan siendo exteriores rigen los criterios paleográficos usuales para manuscritos anteriores a los Reyes Católicos:
— Idéntico respeto a la literalidad del texto aunque sea incoherente, añadiendo (sic) en tal caso.
— Desarrollo de todas las abreviaturas sin especificar lo elidido, salvo en las leyendas exteriores de las fichas del catálogo.
— Para la nota tironiana, et en latín y e en castellano.
— También aquí f y s alta de doble astil irán simples cuando inicien palabra, pero duplicadas en otra posición.
— Todos los tipos de i (media, alta o baja) se transcriben igual.
— La n con signo braquigráfico de nasal pasa a nn.
— La R mayúscula no transcribible como tal se troca en rr aunque contravenga las normas ortográficas actuales.
— U y v en latín se mantienen así, y en romance, adaptadas a su valor fonético.
— Separación de palabras, acentuación, puntuación y uso de mayúsculas y minúsculas acordes a las reglas académicas vigentes.
— Fragmentos reconstruidos, entre corchetes.
— Lecturas inciertas, con interrogación: (?).
Los diecisiete casos de abreviatura Galle se han resuelto Gall(eci)e —contracción— y no Galle(cie) —suspensión— porque la letra final de los apócopes suele ser consonante.5
Aunque tampoco hay en las fichas del catálogo innovaciones sustanciales, conviene destacar tres cuestiones:
— El señalamiento de si las leyendas insertas en una segunda orla son por completo anilladas o no, porque, aunque lógicamente toman forma circular, no es raro ver huecos o adornos de cierre. Sería ocioso indicarlo en la inscripción principal, siempre perfectamente abrochada, salvo un pequeño hueco al final de la copia 60.
— Encabezará el traslado la ratificación del mayordomo, como hacían las rotas anteriores, por su predominio jerárquico,6 pero sin que ello presuponga el orden de redactado; señalando además qué flanco ocupa cada uno, y no el punto de inicio del enunciado que veíamos en el tomo precedente.7
— Aparece ahora, como opción aclaratoria léxica, la fimbria para designar una corona vacía de texto, meramente decorativa, pero cuya anchura aconseja distinguirla de la doble gráfila. Como regla general, son tenidas aquí por tales las que superan el 10 % Ø y aquellas otras que, aunque más angostas, puedan parangonarse a sus orlas vecinas; excluida 39 (10’5 %) porque, como en todo M-II es doble la gráfila que bordea el signo, pudo no ser intencionada.
Acordes al primer volumen, van en cursiva todas las citas de fuentes manuscritas y las de los impresos previos a 1872, y en redonda entrecomillada las de los posteriores, marcando la divisoria el artículo de Muñoz y Rivero «Del signo rodado en los privilegios reales anteriores a don Alfonso el Sabio»,8 que ha de considerarse pionero de la investigación científica sobre las ruedas.
Las referencias archivísticas van al uso de la bibliografía académica (nombre de archivo y signatura), salvo exigencia concreta de alguna institución para reproducir imágenes de su acervo,9 en particular las del catálogo o las de pie de foto.10
Julio González transcribió de Fernando III como rey conjunto de León y Castilla ciento cuarenta y cuatro privilegios que tenía por originales seguros y cuatro inciertos.11 El presente catálogo añade tres que el historiador palentino solo manejó en copias (3, 51 y 88) y uno más no contemplado en su colección (18); 84 va conceptuada aquí como una versión previa pero igualmente original de 85, aunque él la juzgara copia. En el lado contrario, suscitan dudas 4 y 45, que para don Julio eran intachables. En consecuencia, sumando unos y descontando otros, se conservan de este período al menos ciento cuarenta y siete rodados originales con toda certeza. Este libro selecciona y analiza setenta y seis de ellos; es decir, el 52 %.
Las desigualdades apreciadas como decisivas han ocasionado treinta y cuatro modelos distintos, de los que cuatro solo contienen sendas copias (M-III, M-IV, M-IX y M-XXXII), mientras que en el resto hay al menos algún original.
Agradecemos al director del Archivo Municipal de Toledo, Mariano García Ruipérez, que nos franqueara el acceso a sus fondos y facilitara medir los rodados, y a su colega metropolitano Alfredo Rodríguez González, la puntualidad en el envío de todas las digitalizaciones requeridas de la catedral primada. Igualmente, a Luis Miguel de la Cruz Herranz, jefe de la sección Clero Secular y Regular del Archivo Histórico Nacional, de la que procede un tercio de los privilegios de este libro, por habernos resuelto la duda relativa a las signaturas de los números 15 y 16 de la carpeta 284 y remitido las imágenes de 78, 94 y 99.12
También nos mandaron desinteresadamente fotografías de signos rodados Fernando Jiménez Berrocal (Archivo Histórico Municipal de Cáceres; la de 11), Raquel Molina López y Miguel Ángel Cabeza Nieto (Ayuntamiento de Lucena; la de 76); y con autorización expresa para su publicación, Ramón Beltrán Almazán (Archivo Histórico Municipal de Úbeda; las de 54, 56 y 57), Bonifacio Bartolomé Herrero (Archivo de la Catedral de Segovia; la de 73), Rafael Cantalejo San Frutos e Isabel Álvarez González (Archivo Municipal de Segovia; la de 72).
Xosé Manuel Sánchez Sánchez, técnico medievalista del Archivo de la Catedral de Santiago de Compostela, nos aclaró fecha, dimensiones y signaturas de las copias conservadas del privilegio 30, y la profesora de la Universidad de Alcalá Rita Ríos de la Llave nos previno de la inaccesibilidad actual al Archivo del Real Monasterio de Santo Domingo de Guzmán en Caleruega.
Gestionaron y autorizaron sin coste ninguno los permisos de publicación de imágenes de sus respectivos archivos Josebe Alonso Marigómez (Archivo Histórico del País Vasco), Yolanda Rodríguez García y Beatriz Fernández García (Archivo Municipal de Burgos), Antonio Gabarrón García (Archivo Municipal de Mula), Ana María Herrero Montero (Archivo Municipal de Oviedo), Paulo Manuel Lamuria Cascalheira Tremoceiro (Arquivo Nacional Torre do Tombo) y Joseba Iribar Garrastazu (Ayuntamiento de Motrico). Además, Francisca Amorós Vidal, del Archivo General de la Región de Murcia, nos puso en contacto con el Municipal de Mula.
Nuestra gratitud también a los compañeros de la Biblioteca de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, centro de referencia para cualquier consulta bibliográfica, y sobre todo a su jefa de préstamo interbibliotecario, Amaya Rico Francia.
Debemos un singular reconocimiento al doctor Isaac Caselles Jiménez, responsable de la Editorial de la Universidad Francisco de Vitoria, por interesarse en editar esta obra, y a los responsables académicos que han aceptado su publicación.