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CAPÍTULO 2

Origen de la aceleración social

Una vez que se ha iniciado algo, el resto prosigue por su propio impulso.

Hermann Hesse

Lo primero que debemos rastrear son los orígenes de lo que denominamos aceleración social, pues si bien hablamos de un fenómeno complejo, también es cierto que su historia es relativamente reciente: “Es difícil proporcionar una fecha y un lugar precisos para el comienzo de la aceleración moderna [...] Las investigaciones existentes sugieren que los orígenes de la aceleración moderna son probablemente múltiples”.[1]

Aunque no podemos precisar una fecha concreta de inicio, sí podemos identificar un proceso ligado a ella y, por tanto, afirmar que el mundo contemporáneo vive, desde los albores de la primera Revolución Industrial, una constante aceleración social que afecta tanto al ser humano como al mundo que lo circunda.

James Gleick, en la sociedad estadounidense, constató la “aceleración de prácticamente todo”: amor, vida, discursos, política, trabajo, tv, entretenimiento, etc. Según convincentemente han demostrado historiadores como Reinhart Koselleck, la sensación general de una aceleración ha acompañado a la sociedad moderna al menos desde mediados del siglo xviii.[2]

Hay consenso general respecto al inicio del proceso de la Revolución Industrial, pues los historiadores sitúan los cambios iniciales que permitieron esta revolución primero en Inglaterra y después en Estados Unidos; no debe extrañarnos que la propia aceleración social, heredera de dicho acontecimiento, esté ligada a sus procesos y consecuencias (como el desarrollo tecnológico, el capitalismo, la obsolescencia programada, etcétera).

Inglaterra fue el primer país donde se dio un cambio de régimen político que modificó sus estructuras sociales. La guerra civil inglesa (1642-1651) terminaría por convertir la monarquía absoluta en un régimen constitucional, que si bien siguió siendo monárquico, también conformó una estabilidad política y económica que impulsaría el desarrollo técnico e industrial que comenzaría a ser tendencia en toda Europa.

Estados Unidos, heredero de las costumbres británicas, después de alcanzar su independencia en 1776, construyó un régimen democrático que haría posible su desarrollo técnico-científico, el cual serviría de modelo para los nacientes estados americanos que propiciarán un crecimiento potenciado de sus industrias. Lo anterior producirá un importante movimiento político, comercial, social y cultural en sus territorios: la Revolución Industrial que aumenta la velocidad en todas las áreas de la experiencia humana y crea un clima de dinamismo agitado y propulsivo.

Las revoluciones industriales

La Revolución Industrial es un proceso que podríamos clasificar en cuatro fases para su estudio, cada una de las cuales es perfectamente identificable:

1 La primera fase puede situarse entre 1760 y 1860, cuando las principales fuentes de energía para el desarrollo de la industria fueron el carbón y el vapor de agua. En esta época se desarrollaron la máquina de vapor y los primeros ferrocarriles, los cuales impulsaron los medios de transporte dentro del propio territorio; asimismo, se desarrollaron la máquina de escribir y el telégrafo, fundamentales para el desdoblamiento de la comunicación y la velocidad de la información.

2 La segunda fase puede situarse entre 1860 y 1914, cuando surgieron la electricidad y la máquina de combustión interna como las nuevas fuentes de energía. En esta época mejoraron los transportes y aumentaron su velocidad y tamaño, se crearon los aviones y poco tiempo después vería la luz el Modelo T de Henry Ford; también hubo un notable desarrollo de la industria de las armas, surgieron el teléfono, el cine y la radio que evidencian los vertiginosos cambios sociales; el futurismo, la vanguardia artística, elogiaría este frenesí.

3 La tercera fase, conocida también como Tercera Revolución Industrial, comenzó en 1914 y concluye hacia 1989 –el periodo del siglo corto–, siguiendo la idea del historiador Eric Hobsbawm. Se crearon fuentes de energías renovables y alternativas, los trenes son de alta velocidad y enorme puntualidad, los viajes aéreos son cotidianos, los viajes por mar se realizan en edificios flotantes, la televisión dio paso a las computadoras, los videojuegos y la telefonía móvil, se desarrollaron los electrodomésticos y la producción masiva de prácticamente todo.

4 La última fase de industrialización comenzó con el advenimiento de internet y continúa ese despliegue en lo que se ha denominado la era del transhumanismo; comenzó con los medios de comunicación on demand, la creación de los teléfonos inteligentes, el streaming, la venta de productos por internet (agudizada durante la pandemia por covid-19). Es común encontrar a la gente en la calle con un dispositivo en las manos o en los oídos en una conexión casi permanente.

Consideramos relevante la puntualización de la diferencia entre las revoluciones industriales para comprender el origen de la aceleración social y, sobre todo, la razón por la que la última está aumentando aún más la velocidad en el siglo xxi. Esta clasificación también funciona como evidencia argumentativa para demostrar lo que Hartmut Rosa denomina como aceleración del cambio social, donde explica que los cambios sociales ocurren, históricamente, con mayor frecuencia conforme transcurre el tiempo.

Oleadas de aceleración

De modo similar a la forma histórica que presenta la Revolución Industrial, la aceleración social no es un proceso constante, sino que evoluciona en oleadas, cada una de las cuales enfrenta una considerable resistencia, así como a procesos de reversión parcial en diferentes prácticas cotidianas, a saber, la academia, la política o la cultura.

El proceso de aceleración tecnológica no se ejecuta de manera uniforme lineal, sino que viene en oleadas, encontrando continuamente obstáculos, resistencias y contramovimientos que pueden ralentizarlo, interrumpirlo o incluso revertirlo temporalmente [...] a casi todos los picos de aceleración les sigue un discurso de aceleración y desaceleración en el que, por regla general, el llamado a la desaceleración y el deseo nostálgico por el perdido ‘mundo lento’.[3]

Cada una de estas oleadas de aceleración, cada una de estas fases de industrialización ha tenido sus propios impulsores y detractores, así como sus consecuencias sociales; para poner un ejemplo, imaginemos la enorme cantidad de regulaciones gubernamentales que trajo consigo la aparición de los automóviles, o el cambio en los hábitos de la vida cotidiana con la comercialización de los televisores, por no hablar de las transformaciones en los procesos cognitivos en la era digital. Hartmut Rosa aborda algunas de estas problemáticas, particularmente la que tiene que ver con la imposibilidad de atender la creciente demanda de regulaciones que la sociedad necesita en contraste con la velocidad de las transformaciones sociales en esta misma materia.

Es importante examinar estos procesos para una mayor comprensión de la problemática compleja que plantea la teoría de la aceleración social de dicho autor, particularmente el análisis de la que atravesamos actualmente.

La más reciente ola de aceleración fue la revolución digital que comenzó en la década de los años ochenta del siglo pasado; aunque perfectamente podría mencionarse una ola pandémica derivada de la anterior que, al igual que en olas de aceleración anteriores a ella, presenta una serie de actores que las impulsan –Nicholas Negroponte, Bill Gates, Steve Jobs, Elon Musk, entre otros–, y una serie de actores y movimientos detractores –los globalifóbicos, Theodore Kaczynski, Serge Latouche–, así como los teóricos del decrecimiento –Evgeny Morozov, etcétera–. En esta lucha ideológica, se evidencia que el sistema industrial tardomoderno ha rebasado ya, por mucho, la capacidad humana de adaptación y resistencia del sistema mismo; y en buena medida, se debe a la alta velocidad en que vivimos.

Un caso claro de que el sistema acelerado ha rebasado la capacidad del ser humano para reaccionar se encuentra en los temas económicos: la crisis financiera mundial de 2008 provocó efectos desestabilizadores e impredecibles debido a la velocidad acelerada de las transacciones. En los tiempos del trueque, el bien recibido contenía el valor dado, cuando apareció el dinero, fue la función de ese signo la que adjudicaba el valor; hoy en día el dinero se puede mover a gran velocidad a través de espacios virtuales: no es más que el vehículo para un movimiento en el que todo lo que no está en movimiento se extingue por completo.

Concretamente, el dinero es uno de los factores más importantes de la aceleración social, no sólo porque socialmente ha cambiado de forma y se ha convertido en una idea virtual –pensemos en el bitcoin–, sino que además es considerado por Hartmut Rosa como uno de los motores que impulsa la aceleración del sistema mismo: “El cambio en las circunstancias monetarias provoca un cambio en el ritmo de la vida [...] ya que todos somos productores y consumidores, entonces el individuo ganaría mucho más de lo que tenía que gastar”.[4]

En el corazón del mundo contemporáneo yace una dinámica de aceleración que no puede ser ignorada por ningún estudio serio sobre la modernidad. Es fundamental comprender que son las fuerzas “invisibles” las que realmente constituyen la realidad contemporánea y no las leyes humanas que pretenden el ordenamiento del mundo. La sociedad moderna no está regida y coordinada por reglas normativas explícitas, sino por una fuerza normativa silenciosa de reglas temporales, las cuales se presentan bajo la forma de plazos, cronogramas y otros límites del tiempo.

No se puede sostener que la aceleración sea la síntesis de la sociedad moderna, porque no es una sustancia sino un proceso; pero sí se puede afirmar que la aceleración es la fuerza impulsora y la lógica detrás de la dinámica del mundo que hemos generado: el tiempo no es un campo particular de lo social, más bien un elemento central en todas sus dimensiones.

Para Hartmut Rosa, es indispensable que los estudios sobre el mundo contemporáneo incluyan la variable del tiempo, pues no es una variable estática, sino dinámica y es clave para la resolución de las acciones humanas. La historia está llena de ejemplos, en las grandes batallas de la humanidad ganaron la partida los que llegaron a tiempo, por mencionar algunos: las guerras de Secesión o de Crimea con el telégrafo; la victoria de Obama en las elecciones de 2008, asociada con el uso de Twitter, o la de Donald Trump en 2016, con el escándalo de los analíticos de Facebook; asimismo, el uso del radar durante la segunda Guerra Mundial permitió a los aliados ganar la guerra submarina.

[1] Hartmut Rosa, High-speed Society…, p. 8. “It is difficult to provide a precise date and place for the commencement of modern acceleration […] Existing research suggests that the origins of modern acceleration are probably multiple”.

[2] Cfr. Hartmut Rosa, “Aceleración social: consecuencias éticas y políticas de una sociedad de alta velocidad desincronizada”. Persona y Sociedad, Universidad Alberto Hurtado, 1, XXV (2011), p. 11.

[3] Hartmut Rosa, Social Acceleration: A New Theory of Modernity. New Directios in Critical Theory, Nueva York, Columbia University Press, 2013, p. 41. “Technological acceleration process does not run in a uniformly linear fashion, but comes in surges, continually encountering obstacles, resistances, and countermovements that can slow it down, interrupt it, or even temporally reverse it […] almost every surge of acceleration is followed by a discourse of acceleration and deceleration in which, as a rule, the call for deceleration and the nostalgic desire for the lost ‘slow world’”.

[4] Hartmut Rosa, High-speed Society…, p. 41. “Change in monetary circumstances brings about a change in the pace of life […] since everyone is a producer as well as a consumer, then the individual would earn only that much more as he had to spend”.

Los bordes del tiempo

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