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La marca del destino

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Sófocles, el más grande escritor de tragedias griegas, aprendió a descifrar los enigmas del alma humana como nadie lo había hecho antes y como nadie podría hacerlo en el futuro, hasta que apareció Shakespeare, dos mil años después. Es el único que se le acerca.

Fue Sófocles el primero que dejó por escrito aquella frase luminosa, eterna, radiante como el Sol pero al mismo tiempo inquietante y de una desgarradora verdad: “Nadie escapa a su destino”.

Hoy, con el permiso de ese maestro incomparable, quiero revelarles a ustedes que yo también he hecho mi propio hallazgo: descubrí que nadie escapa a las bromas del destino. Ni siquiera los sabios más venerables de la historia humana.

Después de tanto buscar y rebuscar, rastrear, averiguar y desentrañar los pormenores de libros y leyendas, puedo afirmar que no existe un ejemplo mejor que el de Ptolomeo. Nació en Grecia y murió en Egipto. Fue astrólogo, geógrafo y matemático y vivió en el siglo segundo de la era cristiana. La verdad es que desde la cuna y hasta la tumba, la vida de Ptolomeo parece una cuchufleta inventada en Colombia.

Para empezar, nuestro hombre se llamaba así porque nació en Ptolemaida, que no era la gigantesca fortaleza militar colombiana que lleva el mismo nombre, a ciento diez kilómetros de Bogotá, en tierras del municipio de Nilo, jurisdicción de Cundinamarca. Cuando Ptolomeo vio la primera luz del mundo, Ptolemaida era una modesta población, vecina de Macedonia, en el occidente griego.

Pero, como la vida se complace en enredar aún las cosas, y para hacer aún más apasionante esta broma del destino, Nilo es el mismo nombre del río que pasa cerca de Tebaida, la ciudad del Alto Egipto donde murió Ptolomeo. Pero es que, además, esa Tebaida tampoco es el próspero municipio que existe con ese mismo nombre en nuestro departamento del Quindío, situado en el centro de la geografía colombiana, tirando un poco hacia el oeste

Pero eso no es todo. Si a ustedes les parece que Ptolomeo era un cochino que andaba haciendo sus necesidades en cualquier parte, sepan, además, que su segundo nombre era Simeón y que, de remate, su familia era oriunda del Orinoco. Los investigadores terminaron por descubrir que Ptolomeo era primo del alcalde de Zalamea, que tenía un bisabuelo arameo y que vivió en una casita situada en un meandro del río Nilo.

Pobre hombre.

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