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Prefacio

Escribí este ensayo en diciembre del año 2000 y enero del 2001, es decir, durante el período que sigue inmediatamente a la acusación a Pinochet por secuestro y desaparición de personas en el caso Caravana de la muerte. A mi mirada rígida de estudiante de filosofía le parecía urgente —me sonrío ahora recordando este sentido para las urgencias que nadie más que uno y un puñado de amigos tienen— refundar los derechos humanos. El problema no era menor para un filósofo que, aunque principiante, estaba ya demasiado entrenado con las muertes del sujeto, del hombre y con las superaciones de la metafísica. ¿Qué hacer? Un texto inédito de Pablo Oyarzún me caía del cielo1. Se trataba de un ingenioso ensayo escrito a comienzos de los años noventa que sugería entender la tortura con las herramientas filosóficas del § 17 de la Crítica de la facultad de juzgar de Kant sobre la “figura humana” como ideal de belleza. Se me confiaba así la pista para una fundamentación “estética” de los derechos humanos. No calculé, ni en ese momento ni hasta bastante tiempo después de iniciada la redacción de mi texto, las consecuencias teóricas con que me iba a tropezar. Lo bello (o como diré hacia el final del libro: lo digno-de-ser-mirado) no abre paso al bien moral. El gusto, aunque inmediato y concretísimo, no puede dictar pautas para la acción. Se tiene o no se tiene, como dicen, y la belleza acontece o no acontece, con perfecta indiferencia a cualquier regla o principio que la pudiera hacer acontecer, y con perfecta indiferencia para lo que sea que constituya el “bien” y el “mal” de ese acontecer. Forzar la conexión entre estética y moralidad en un sistema filosófico que prohíbe con más fuerza que ningún otro esa asociación era quizás prueba de virtuosismo escolar, pero solo podía terminar destruyendo la posibilidad de lo que me había propuesto. Esta destrucción me permitió descubrir, sin embargo, una dimensión de la experiencia que, debido a su gratuidad y a su reticencia a erigirse en principio universal, nos deja mucho más cerca del vértigo, de la constitutiva incertidumbre de la decisión moral.

Santiago de Chile, 15 de marzo de 2012

1. El texto, titulado “La figura y la ley”, aparecería más tarde en el número 4 de Et Cetera, Revista de Filosofía de la Universidad de Playa Ancha, 2001.

El imperativo de la humanidad

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