Читать книгу Cuentos Habbaassi V - Juan Moisés De La Serna, Dr. Juan Moisés De La Serna, Paul Valent - Страница 5

LOS DOS AMIGOS

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Eran dos jóvenes que les había llegado la edad de demostrar que eran hombres y entre ellos no se conocían pues pertenecían a distintas comunidades y así aunque eran de la misma raza y tenían el mismo idioma.

Ellos tenían la misma edad aunque aproximada y era por las lunas por donde se regían en Etiopía y así todos los que habían nacido dentro de la misma luna tenían la misma edad, y a ellos les pasaba eso mismo.

Uno era grande y poderoso, tenía una enorme fuerza y resistencia, corría como el mejor y luchaba de la misma manera, pero no era muy listo, y se le notaba un poco paradito y tenía que tener a alguien que le guiase para ser feliz pues se sentía un poco perdido si no era así.

El otro por el contrario era pequeño, ágil como el primero, débil y sin embargo vivo en inteligencia, tenía mal genio y siempre estaba chillando a la gente, para que le obedeciera cosa que al parecer no era lo que los demás pensaban.

El encuentro entre ambos fue de forma valiente y sobrevivieron porque ambos se vieron en la necesidad de unir sus fuerzas, y fue de la forma siguiente como ocurrió.

Los jóvenes cada uno por un lado de una montaña se acercaban a ella sin verse ya que estaba cubierta de árboles menos en las partes altas que eran roca, y así había marchado en aquella dirección pues la prueba que se les había dicho es que tenían que conseguir alguna de las piedras verdes en que ella había y que habían llevado de este la antigüedad sus antepasados.

Ambos iban con miedo pues se les había advertido de numerosos peligros, animales y también semihombres que ahora vosotros conoceréis como osos, que eran terribles y así aunque se habían provisto de alimentos estos no olían para no atraer a los animales por el olor y ellos mismos se habían bañado en barro antes de salir ya que aunque no tenían con ello buen aspecto, eso les ayudaba con los insectos y con los olores humanos.

Habían cogido dos callados con una aguda punta en uno de ellos y dos de mano pequeños y afilados que ahora conocéis como cuchillos y que eran todos de madera y servían igual, para perforar y cortar, y además también llevaban en una vasija orines de León, el más fiero animal de la llanura que les podía salvar en caso de que fueran atacados, y pensaréis que cómo podían coger esos orines y os diré que para eso es un cuento, algo tiene de verdad y algo de ficción.

Adentrándose en el bosque que rodeaba la montaña vivieron varios días, andando lo más rápido posible pues se les había dicho que los mayores peligros están en el bosque y de noche aún más, pues el ojo está dormido y estas a disposición del que lo tenga despierto, y así por la noche dormían en altos árboles y sujetos para no caerse con lo incómodo que eso era y que al día siguiente requerían un tiempo para normalizar la posición de caminar.

Llegaron a la montaña con algún susto y mucho caminar y correr y con poca comida, pero llegaron y empezaron a subir, ambos lo hacían por distintas laderas llegando a una garganta común que rompía la montaña adentrándose en ella, iban bien y tenían que entrar en ella.

Pero parecía que también en aquel lugar era punto de paso de los medio hombres que ahora llamáis osos, y así cuando el joven grande y jugoso fue visto por dos de ellos desde una pequeña altura decidieron comer aquel día a aquella hermosa chuleta que venía sola hacia ellos, y en cuanto al joven menudo, es posible que lo vieran y le despreciaran o que ni le vieran, pero se centraron en aquel que ostentaba un buen menú.

El joven hermoso y grande vio venir a aquellos animales gruñendo hacia él a gran velocidad y el miedo le entró en el cuerpo y le salió por la garganta, dando gritos que dio a conocer a los que venían a por él que la carne era joven y quería escapar pues les había visto.

El joven grande se metió en una hendidura de las rocas y se aprestó a la defensa mientras chillaba más por miedo que con ánimo de asustar a aquellos que ya le habían visto, pero sus gritos alertaron al otro candidato a hombre y así se subió a unas peñas pensando que de esta manera era más grande y desde allí vio lo que el otro estaba pasando.

En principio pensó “esto le pasa por estar tan gordo”, pero luego se dijo, “mira que si no le cogen y vienen a por mí”, y cuando intentaba marchar pensó, “¿y si luego que le hayan comido quieren unos huesos frescos?”, y al final decidió ayudar a aquel que no conocía.

Se aproximó con cuidado y siempre por las alturas hasta que estuvo encima de los dos que querían comer y aquel que se resistía a ser comido.

Desde arriba y con certera puntería se hizo notar por los dos de abajo que recibieron las piedras con poco gusto, y que enfureció a los que esperaban la comida y así en su lenguaje le dijeron que no les molestase que luego le buscarían pero los Etíopes no entendían los lenguajes de aquellos medio hombres y menos cuando estos hablaban de mal humor.

El de arriba aumentó el número de los proyectiles y de tamaño y dado que era hacia abajo no tenía que hacer mucho esfuerzo y así aprovechó el que estaba resguardado para salir gritando y con los dos palos bien sujetos por delante clavándoles uno a cada uno que en ese momento estaban juntos mirando a las piedras que le caían.

Los animales que se sintieron heridos cambiaron de tono en la conversación y se enfurecieron quitándose los cayados clavados, pero el daño estaba hecho y así empezaron a salir borbotones de sangre y ellos gimiendo se marcharon.

Se hicieron amigos cuando se reunieron y aunque al principio cada uno quería ir por un lado lo pensaron mejor y siguieron juntos, llegando a un río de poca profundidad donde al parecer en el fondo se podía encontrar las piedras verdes que cada uno tenía que coger.

Aquellas piedras era su señal de mayoría de edad cuando volvían a la comunidad y se la colgaban de una correa para enseñarlo a todos durante un tiempo, dado que luego se cansaban de ella y quedaba como un adorno más, y terminaban en manos de las mujeres cuando elegía a su compañera, como regalo de amor.

Estaban cogiendo piedras cuando fueron sorprendidos por algo que nadie esperaba, una riada procedente de la montaña, o bien había llovido en las alturas y allí no, o bien el deshielo se había acumulado en algún sitio y luego se había liberado.

Ellos fueron los dos arrastrados un largo trecho hasta que las aguas encontraron un remanso, y así ayudándose uno al otro, salieron de las aguas con las piedras verdes que les había dado tiempo a coger.

Estaban doloridos, magullados y así el más débil tenía algún hueso roto, y pensó que su compañero lo abandonaría pues nada le retenía y él mismo tampoco estaba bien, no tenían comida ni agua limpia.

El joven perdió el conocimiento, pero cuando despertó, se encontró en sitio seco, y con fuego al lado, y con comida en el fuego.

Su joven compañero el grande le había ayudado, le había puesto al sol, y había ido a cazar y encender fuego.

Ambos se repusieron y la amistad se cimentó, y fue así como dos amigos de distinto sitios llegaron a ser uno tan importante para el otro que cuando tuvieron que separarse no lo hicieron.

Fueron primero a una comunidad, luego a otra y luego se marcharon juntos a buscar a una mujer en otro sitio, y encontraron a dos hermosas con las que vivieron.

Cuentos Habbaassi V

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