Читать книгу Cuentos Habbaassi V - Juan Moisés De La Serna, Dr. Juan Moisés De La Serna, Paul Valent - Страница 9
HAB DE LAS PIEDRAS VERDES
ОглавлениеSe conoce el nombre de Hab desde una antigüedad de más de ocho mil años, algunos dicen que así se llamó el primer hombre/mujer que llegó a humano en el pasado, otros dicen que así se llamó el pueblo que vino de Sirius como Maestros a enseñar a los animales/hombres para pasar el salto en la evolución, y cuyas enseñanzas están recogidas en las Escuelas del Conocimiento de Hab y Ssinia (Etiopía) cuyo pueblo guardián son los Hab-Baa-Ssi.
Uno de los niños que había salido de las Escuelas y que ya tenía la categoría de Guía, había escogido para sí mismo ese nombre, y él en una ocasión contó el siguiente cuento.
En el pasado había como todos sabéis dos pueblos los Baa o pueblo que vivía en las montañas, y los Ssi pueblo que vivía en los llanos, y en muchas ocasiones ambos habían comerciado, pues a los de las montañas les gustaba mucho la miel y también querían frutos y también maderas, y por el contrario los de los llanos querían las piedras verdes que aquellos traían y que eran magníficas y tenían un gran valor, pues los comerciantes de los pueblos de los alrededores así lo apreciaban.
Sucedía que dichas piedras los de las montañas no les daban valor, y así por muchas de ellos, los del llano les daban pocas cosas, y así estuvo mucho tiempo hasta que los comerciantes pensaron que era mejor subir a las montañas y hacer negocio directamente con quien traía esas piedras.
Así el primero subió con unos animales cargados de miel y de madera, que sabía que era lo que querían los de arriba y se presentó en uno de los pueblos de las montañas que nunca habían recibido a nadie, y asustó mucho a todos, y así resultó que era un primer encuentro entre dos razas, ya que aquel comerciante no pertenecía a los Ssi, pues tenía la piel blanca, y era un Egip-Coito.
Aquel hombre no tenía el propósito de hacer comercio, sino de descubrir dónde recogían las piedras los hombres que vivían en las montañas, y así lo intentó y nada consiguió, y terminó de hacer negocio, y vendió todo con provecho, y cuando se marchó del lugar y volvió a bajar a los llanos, se quedó dormido y cuando despertó se encontró con que tan solo tenía las piedras que valía su mercancía y no todas las que le habían dado, y miró por todas partes, y también intentó volver a subir a buscar más piedras pero no recordaba el camino.
Aquel hombre cuando llegó a su destino y lo contó a los hombres Ssi, estos se rieron de él y le dijeron,
–Nunca subas a las montañas, a ellos no les gusta, y siempre que se ha hecho, al que lo ha intentado le ha sucedido lo mismo que a ti. No sabemos cómo lo hacen pero es justo el precio de lo que has llevado. A nosotros ya nos ha pasado varias veces, y hemos desistido y así dejamos que vengan ellos, y que nos del lo que quieran y quedamos en paz, y fíjate que nos pagan muchas veces el valor de lo que les damos.
Al hombre Egip-Coito, le sentó muy mal y al mismo tiempo pensó en volver a su tierra donde preparó una expedición de hombres armados, dispuestos a conseguir conocer de dónde se sacaban aquellas piedras verdes, y con el pretexto del comercio o con el de las armas conseguirlo, y así con una veintena de hombres y muchos animales cargados con todo lo necesario para la guerra, y disfrazados de comerciantes volvieron al pueblo de los Ssi, los cuales cuando los vieron les temieron pero aun así les dijeron,
–Si subís ninguno saldrá con vida, volver atrás y dejar las armas, ellos conocen quien va como amigo y quien no.
Pero el hombre tenía en su corazón el color verde de las piedras y el valor que ellas tenían, y marchó a las montañas, obligando a varios Ssi, a ir con ellos, los cuales se vieron atados por el cuello, para que no se escapasen y conocieron las cadenas de hierro.
Llegaron al pueblo de los Baa, el cual estaba abandonado, y pararon a dormir allí, y en aquel pueblo ocurrió algo importante, por la noche todos durmieron, por el cansancio o por la altura, o porque alguien les hizo dormir, y los hombres Ssi, también.
Cuando era de día los hombres Ssi estaban libres de sus cadenas y muy lejos de las montañas, alguien los había transportado durante la noche, seguían teniendo las heridas en sus manos y en sus cuellos, pero de los Egip-Coitos nada sabían y volvieron a su pueblo contando muchas anécdotas inspiradas por el misterio y el miedo.
Los Egip-Coitos tuvieron otra suerte, ellos se despertaron y se encontraron con que no estaban los hombres Ssi, no estaban las cabalgaduras, ni las armas, ni la comida, ni sus ropas, estaban desnudos, y se encontraban en las montañas, no en el pueblo donde habían llegado.
Alguien los había llevado lejos, y además no estaban todos juntos, estaban en varios grupos, cada uno de ocho, menos el jefe que él si estaba solo, y tuvieron frió, y miedo, y aunque era verano y lucía el Sol, en las montañas, desnudos los hombres blancos de Egip-Coitos lo pasan mal.
Como pudieron, pues andaban descalzos, cuando ellos normalmente estaban con calzado de montaña, descendieron de las montañas con intención de llegar a los pueblos Ssi.
Fueron llegando a distintos pueblos, los cuales conocían ya la historia y les recibieron y les ataron y así les atendieron y les dieron de comer y les hicieron trabajar, y cuando llegaron los comerciantes, les vendieron por su libertad a los que les compraron que practicaban la esclavitud, aunque dijeron,
–Les daremos libertad.
Aunque nunca más se la dieron, aunque eran de la misma raza, pues fueron de amo en amo hasta el final de sus días.
Sin embargo el hombre que había mandado a aquellos no tuvo tanta suerte, ya que cuando consiguió llegar al pueblo de los Ssi, lo hizo al pueblo donde había cogido a los otros, y les había puesto cadenas, y cuando le vieron le dieron las gracias, de forma que alimentó a las hormigas, pues los Ssi, conocen que los Egip-Coitos esclavizan a los hombres y les maltratan y les torturan y les quitan la condición de hombres y les convierten en animales, de carga o de lo que haga falta, y ellos consideran a los que así tratan a los demás animales peligrosos, con los que no quieren tener trato.
Así cuando vieron a aquel que así les había tratado no queriendo ellos darle muerte se lo regalaron a sus hermanas las hormigas, a las cuales les supo bien, pues en poco tiempo le habían dado el tratamiento que ellas dan a los que tienen malas ideas.
Pasó un tiempo y volvieron a aparecer los del pueblo Baa de las montañas, a negociar con los Ssi de los llanos, y nada se habló de lo ocurrido y todos respetaron su silencio, pero estando contentos por tener a tan buenos vecinos.