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Nota del autor

¿Alguna vez te has sentido prisionero de tu vida? Pues yo sí. Y muchas veces pienso que ser prisionero es parte de la vida. ¿Somos libres de desviarnos o estamos condenados a transitar el camino recto por el que ya hemos optado?

Trabajo desde hace ya varios años en seguridad privada, tengo una familia compuesta por cuatro hermosas mujeres, dos varones y nuestro queridísimo protector y peludo Thor. Los elegí una vez y los volvería a elegir mil veces más. Día a día, me esfuerzo para que nada les falte a ninguno de ellos.

Una mañana, al despertar, mis ánimos no eran los mismos. Me sentía agotado, sin fuerzas para levantarme e ir a trabajar. Sin embargo, al igual que todos los días; salí de mi cama, me di una ducha y, con una enorme sonrisa, me despedí de mi familia. Ni mi esposa, ni mis hijos notaron mi desgano. Con los ojos llenos de orgullo, me abrazaron y besaron para despedir a quien para ellos era un hombre y padre ejemplar. Fue entonces que me planteé esta pregunta: ¿seré un prisionero de la vida que elegí (o de la vida que me tocó)? Quedarme o no dependía de mí aunque traería consecuencias: descuentos en mi recibo de haberes, desconfianza por parte de mis superiores y, lo más importante, mostrar falta de responsabilidad y dar un mal ejemplo a mis hijos. No tenía muchas opciones con resultados positivos.

De camino al trabajo, no podía sacar esa pregunta de mi mente. Intentaba convencerme de que quizás sí era prisionero de mi vida, pero que eso debía ser parte de nuestra naturaleza. Antes de llegar al objetivo, pasé por un parque y al mirar uno de los árboles pude notar en una de sus ramas una representación de mi pregunta (o una representación de la respuesta): ¡una oruga en estado de metamorfosis! Voy a admitir que, al verla, comencé a reír. Parecía un loco, pues me reía de una pobre oruga convertida en capullo. Me pregunté si aquella oruga habría tenido opción o era parte de su destino inevitable convertirse en mariposa. ¿La oruga en estado de metamorfosis es libre o se encuentra atrapada dentro de su ineludible naturaleza? ¿Habrá deseado la oruga convertirse en mariposa o habría preferido vivir siendo oruga? Pues, querido lector/a, no tengo la respuesta a esa pregunta. Pero de algo estoy seguro y es que, si eres una oruga, sin importar tus deseos más íntimos, tus decisiones o lo que tú quieras ser, tarde o temprano la naturaleza te convertirá en mariposa.

Dejando un poco de lado la cuestión de si somos libres o no, ver a esa pobre oruga indefensa colgando de una rama hizo que me planteara otra pregunta: ¿quiénes somos y cómo nos ven los demás?, ¿somos lo que hacemos y decimos, o somos lo que pensamos y deseamos? Así, llegué a la conclusión de que hay dos personas en cada uno de nosotros: el yo que se levanta de la cama para ir a trabajar, y el yo que desea seguir durmiendo. Ahora, dependerá de cada uno saber a quién le da más valor.

Para dar otro ejemplo podríamos nombrar al hombre que va a visitar a su suegra sin ganas y por pedido de su esposa. ¿Qué es más importante para su esposa: que el hombre haya ido de todas maneras o el desgano que él sentía?

Todas estas preguntas y planteos fueron de gran ayuda al momento de escribir la siguiente obra. Se trata de una historia de suspenso en donde intento mostrar cómo un joven de quince años vive en constante lucha entre elegir hacer lo correcto o lo que siente deseos de hacer, y enfrentarse a la gravedad o consecuencias que derivan de cada decisión. Decisiones que, muchas veces, no se pueden deshacer. Una historia en donde intento personificar el subconsciente.

Querido lector/a, me veo en la obligación moral de aclarar que los hechos y personajes son ficticios. Todo lo relatado es producto de mi imaginación: la historia y sus protagonistas.

Sin más, les presento Irreversible.

Gracias por volver a elegirme.

J.P. Pulcinelli

Que los sueños no sean tu anestesia para soportar golpes.

Despertá y viví la vida.

Irreversible

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