Читать книгу Reflexiones sobre las políticas culturales brasileñas en el siglo XXI - Juca Ferreira - Страница 7
ОглавлениеDiscurso del ministro de Cultura, Juca Ferreira, en ocasión de la solemnidad de transmisión del cargo2
Es una alegría para mí este momento en el que asumo el liderazgo del Ministerio de Cultura. Quería agradecer por la emoción y por el cariño con el que estoy siendo recibido como ministro de Cultura. Confieso que no esperaba que fuese de otra manera. Tengo conciencia de la importancia del legado que deja el ministro Gil, de la respetabilidad que el Ministerio de Cultura hoy tiene entre los productores culturales, entre los artistas y en la sociedad en general. Podemos tener divergencias con uno u otro, pero logramos construir un espacio público de diálogo, de enfrentamiento en el plano de las ideas, con mucho respeto. Sé que todos tienen conocimiento de que estamos construyendo algo que es un legado muy grande para la sociedad brasileña.
Quería felicitar a mi amigo y ministro Gilberto Gil por la lucidez de su conducción y por su dedicación, y agradecerle también por su confianza en mi nombramiento. El ministro Gil sostuvo el nombramiento y eso, evidentemente, es fruto del trabajo conjunto. Recibo este traspaso del bastón ministerial con un cariño muy grande. Quería también agradecer al presidente Lula por la confianza, una confianza construida en el trabajo. El Ministerio de Cultura, bajo el liderazgo del ministro Gil, fue de una lealtad absoluta al presidente: estuvimos junto al presidente, bajo su liderazgo, trabajando para realizar en el ámbito de la cultura la misión delegada por el pueblo brasileño a su gobierno.
En los momentos más difíciles del Gobierno, el Ministerio de Cultura no paró de trabajar. Y trabajó de una forma incuestionable desde el punto de vista del respeto a la cosa pública, de la necesidad de que implantemos en Brasil una nueva dimensión del desempeño y de la manera de hacer política, del respeto a los mandatos populares que el gobierno recibió cuando Lula fue electo para el cargo de presidente. Recuerdo muy bien que el ministro Gil hablaba de buscar materializar la idea básica del gobierno, esa noción de que nosotros vamos a construir el Estado democrático que el pueblo brasileño necesita, al que tiene derecho y merece.
Somos concientes de la grandeza de lo que estamos haciendo. La cultura es una dimensión humana fundamental. No hay lugar para pensar en una agenda social solo basada en las necesidades materiales. Es preciso ampliar esa agenda y eso, para mí, es una de las grandes novedades del Gobierno de Lula. Salud, vivienda, comida, poder adquisitivo para comprar las chucherías industriales que todos desean y a las cuales tienen derecho, y el derecho al acceso a la cultura. Eso es una novedad que chocó y sorprendió a algunas personas en Brasil. En una entrevista, un productor cultural me preguntó si el Ministerio de Cultura no estaba perdiendo el enfoque al trabajar en la inclusión social. Yo tuve dificultad para responder. Por ejemplo, nosotros estamos incrementando la capacidad de producción del cine brasileño. Estamos logrando mantener como promedio, en estos años de administración del ministro Gilberto Gil, más de 80 películas por año, pero el número de brasileños que tienen acceso al cine es muy pequeño. ¿Es posible desarrollar una industria audiovisual en Brasil con ese grado de exclusión? No solo son dimensiones que no son contradictorias, sino que también son interdependientes: la cultura y las artes no se desarrollan en el vacío.
El Ministerio de Cultura del Gobierno anterior fue el único Ministerio que no realizó convenios con el IBGE para conocer los números de su área. Nosotros lo hicimos, y el IBGE ya entregó la primera camada de números de la cultura en Brasil. Son vergonzosos. Me gustaría leerlos aquí, porque son números muy contundentes para entender la necesidad de que asociemos desarrollo cultural, experimentación y creación con la posibilidad de acceso de todos los brasileños a la cultura. No hay posibilidad de desarrollar el país culturalmente si no hacemos el esfuerzo de incorporar a esa gran mayoría de brasileños que casi no tiene acceso a la cultura.
Apenas el 13% de los brasileños va al cine alguna vez al año; el 92% de los brasileños nunca entró a un museo; el 93,4% jamás visitó una exposición de arte. Nótese que casi todos los datos están en la tasa del 90%, algunos llegan al 70, 78%, lo que significa que menos del 30% de los brasileños, como mucho, están incorporados a algunas de esas actividades. Cerca del 80% nunca asistió a un espectáculo de danza, aunque el 28,8% vaya a bailar frecuentemente; es decir, valoran la danza. Más del 90% de los municipios brasileños no poseen salas de cine, teatros, museos o espacios culturales multiuso. El brasileño lee, en promedio, 1,8 libros per capita al año contra, por ejemplo, 2,4 de Colombia y 7 de Francia; aquí, el 73% de los libros se concentran en manos de apenas el 16% de la población. El precio promedio de un libro en Brasil es de R$ 25,00, lo cual es elevadísimo, si se lo compara a la renta de los brasileños de las clases C, D y E.
De los cerca de 600 municipios brasileños que nunca recibieron una biblioteca, 405 quedan en el nordeste y solo dos en el sudeste. Aproximadamente el 82% de los brasileños no tiene computadora en su casa y, de estos, el 70% no tiene acceso a internet. 56,7% de la población ocupada en el área de la cultura no está en blanco. Eso es vergonzoso.
Por eso, el Ministerio de Cultura de Brasil no puede contribuir al desarrollo cultural sin tener una mirada inclusiva, de disponibilidad del acceso y de incorporación de esos millones de brasileños que nunca entraron en un museo, que nunca fueron al cine, que nunca tuvieron acceso a una exposición de arte. Ese es un dato estratégico y yo quería aprovechar mi asunción para convocar a los artistas de Brasil, para que ellos también participen de esta cruzada, porque no hay posibilidad de que pensemos en la relación directa que el Ministerio tiene en la atención de las demandas del segmento artístico, sin pensar también en desarrollar ese compromiso con el conjunto de la sociedad y poner a disposición el acceso a la cultura para todos los brasileños.
El presidente me encomendó una misión. Nuestro principal programa del Ministerio es el Más Cultura3, que es un programa que es parte de la agenda social del gobierno. Ustedes habrán observado que él lo destacó especialmente en su discurso en el palacio4 y lo mencionó, prácticamente, como un indicador del aval a mi gestión. Yo noté eso, el presidente es muy perspicaz para enviar mensajes y yo también soy perspicaz para captarlos. Desarrollé esa cualidad trabajando con Gil, que es una persona que no envía muchos mensajes, pero involuntariamente en su discurso ya incluye demandas, proposiciones y sugerencias.
Con Más Cultura, el MinC5 busca trabajar el desarrollo de los lenguajes artísticos, la categorización del universo simbólico más sofisticado que es el del mundo de las artes y, al mismo tiempo, poner a disposición esa posibilidad de desarrollo cultural para todos los brasileños. Y lo hacemos por varios motivos. Primero porque en las periferias de las grandes ciudades brasileñas existen decenas de miles de grupos culturales. Yo creo que el número llega a más de cien mil. Justamente allí, donde Brasil es más heavy metal, allí donde la realidad social se encuentra más degradada, donde la violencia es la campeona, donde el Estado muchas veces solo llega a través de la policía disparando y generando consecuencias de inseguridad para las personas que allí viven, sumándose a la dosis de inseguridad generada por los marginales y narcotraficantes. En el momento en que hagamos un censo, vamos a descubrir que allí no solo existen manifestaciones culturales cursis. Hay producciones altamente sofisticadas en la periferia, a veces desarrolladas por la Iglesia católica, a veces por centros espiritistas, a veces por el candomblé, por la mãe de santo, por aquellos que tienen una noción clara de la importancia de la cultura para el desarrollo espiritual de las personas, a veces por un intelectual o un artista orgánico de la comunidad, que nació allí, a veces por un mestre de capoeira. Hay allí una diversidad de manifestaciones artísticas: danza, cineclubes, talleres literarios, teatro, capoeira.
El otro día hubo una muestra de un pequeño grupo de jóvenes en situación de riesgo tocando Bach en pleno sertón de Pernambuco, y tocando con un nivel de calidad. Ellos salen de la periferia de una pequeña ciudad y del campo directamente para tocar, y tocan bien, y seguramente ya se presentarán en el exterior. Hay, por lo tanto, una infinidad de manifestaciones artísticas. Entonces, me pregunto: ¿Por qué el Ministerio de Cultura de Brasil no debería relacionarse con esa dimensión de la cultura brasileña? ¿Por qué el MinC no debería relacionarse con esas personas que valorizan tanto la dimensión cultural que, a pesar de vivir en condiciones bastante difíciles, dedican una parte de su tiempo, de su dinero, a la cultura? El 4% de los ingresos de las familias de Brasil está dedicado a la cultura. Ese también es un dato del IBGE6. Es decir, de una forma indiferenciada, el pueblo que vive en la periferia gasta el mismo porcentaje en la cultura que lo que gasta la élite económica brasileña. Ese dato me llamó la atención. La cultura es la sexta inversión de las familias brasileñas. El Gobierno viene haciendo un esfuerzo para aumentar el poder adquisitivo de la población, para reducir las desigualdades. Según estadísticas comprobadas por las Naciones Unidas, nosotros tenemos alrededor de treinta millones de brasileños que, a través del aumento del poder adquisitivo, hoy ya son parte del mercado con posibilidades de compra, son personas optimistas que se están sintiendo en condiciones de construir planes para el futuro.
Yo creo que la reelección del presidente Lula se debe a ese hecho. Superamos el estadio político basado en los formadores de opinión y en la capilaridad de una estructura política que se alimentaba de esas desigualdades. La población pobre conoce el valor de un Gobierno como este, y remarco eso. Conoce profundamente a todas las fuerzas políticas que no tuvieron la sensibilidad para tener esa dimensión estratégica de la sociedad brasileña, que es la de construir igualdad; se están disolviendo, como si fuesen leche en polvo instantánea que no necesita batirse para disolverse. Están perdiendo espacio, cada vez tienen menos lugar. Son muchos los que ya comprendieron que reducir nuestras desigualdades es fundamental.
En todo el Nordeste, cualquier persona que quiera ser electa tiene que decir que admira al presidente Lula. Eso se está extendiendo hacia el Brasil entero. Ya es una referencia de la construcción del Brasil del siglo xxi. Ya no es posible la desigualdad que nosotros heredamos en estos quinientos años de construcción de un Brasil de las élites, que nunca comprendieron completamente la importancia de generar una cohesión social basada en la igualdad.
Yo creo que el Gobierno de Lula fue el mejor que tuvimos en la República, incluso comparado con el de Getúlio; con todas sus deficiencias, con todas sus ausencias, con la falta de utopía con la que vivimos, no solo en Brasil, sino en el mundo entero. Yo creo que el presidente Lula y su gobierno señalaron la posibilidad de una sociedad justa, igualitaria, pacífica, que incorpore a todo el mundo y que tenga un papel importante en el escenario de las naciones.
¿Cómo dimensionar a la cultura separada de ese proceso? Por el contrario, ese proyecto de nación no estaría completo, ese proyecto no sería profundo, ese proyecto no sería sustentable si no incorporase por lo menos dos dimensiones: la cultura y la educación, por un lado, y la sustentabilidad ambiental por el otro; es decir, el nuevo ciclo de desarrollo de Brasil no puede estar basado en el uso predatorio de los recursos naturales y de la naturaleza, ni puede dejar de lado a millones de brasileños. En ese sentido, comprendo perfectamente a los compañeros con quienes compartimos el mismo edificio, que son del Ministerio de Medio Ambiente, que “ligan” más que nosotros. Y ligan más cuando aciertan que cuando erran, porque la sociedad brasileña es una sociedad constituida en la idea de la extracción infinita de esos recursos, en el uso irresponsable de esos recursos.
Los portugueses del período colonial podían tener esa insensibilidad porque ellos explotaban los recursos naturales de aquí, pero vivían allá, en Europa. Pero esta nación que queremos constituir no puede ignorar la importancia estratégica que tiene para la calidad de vida de todos nosotros, para la supervivencia de la vida en el planeta Tierra, que la Selva Amazónica continúe en pie, que la Mata Atlántica recupere una parte, por lo menos, de su cobertura inicial, que el “cerrado”7 no quede a disposición de la destrucción absoluta, y tampoco el sertón, que es otro bioma fundamental y estratégico, que nuestros ríos sigan vivos. Esa es una dimensión fundamental que tiene que ser incorporada al proyecto de nación. La deficiencia no es gubernamental, es una mancha histórica cultural de nuestra sociedad.
Cuando Carlos Minc fue elegido, yo le dije lo mismo que le dije a la ministra Marina8: necesitamos asociar el Ministerio de Cultura al Ministerio de Medio Ambiente porque, en última instancia, la cuestión ambiental es una cuestión de sensibilidad, de visión del mundo y de comportamiento humano. Por lo tanto, es una cuestión del mundo de la cultura, no es una cuestión técnica, no es una cuestión legal, no es una cuestión de regulación, a pesar de ser también todo eso. Es una cuestión básicamente de comprometer a la sociedad con un proyecto de felicidad, de calidad de vida, que incorpore esa noción fundamental que los religiosos tienen, por ejemplo. El cariño con que el Candomblé trata a la naturaleza, la comprensión de que es sagrada, de que todo es sagrado. Las piedras son sagradas, las aguas son sagradas, y nosotros, los seres humanos, no tenemos viabilidad y posibilidad de supervivencia y desarrollo sin esa relación fundamental e intrínseca con todo eso que se da en la naturaleza y que para ellos, un pueblo espiritual, son manifestaciones de lo sagrado, de lo divino.
El segundo vector que la sociedad brasileña necesita incorporar es la dimensión cultural. No alcanza que el país distribuya la renta, a pesar de que ello sea una tarea tan gigantesca que cambió el escenario de las relaciones políticas de nuestra sociedad. Es necesario mucho más: por ejemplo, democratizar al Estado y democratizar todas las relaciones sociales en Brasil.
Hay momentos en que siento la falta de los movimientos sociales que en la década del setenta reclamaban y presionaban en las calles y que formularon una plataforma para el Brasil moderno, conteniendo desde el derecho a la educación, hasta los derechos de los homosexuales, el derecho de las personas a no ser perseguidas, no ser molestadas por sus orientaciones sexuales; que pusieron en agenda la cuestión de la tecnología, la necesidad de la inclusión digital, las problemáticas de las mujeres, el respeto a la cosa pública. No hay gobierno que funcione por fuera de la presión popular y de la contribución que la sociedad tiene en el sentido de empujarlo hacia delante.
El presidente Lula siempre dice en sus discursos: demanden, formulen y propongan. Yo, que estoy en el Gobierno, estoy siguiendo un camino empedrado. Si no hubiese presión de la sociedad, no avanzaríamos. La presión puede ser leal, puede ser civilizada, puede ser educada, puede partir del reconocimiento de que uno también está haciendo algo por el país y, al mismo tiempo, que aún queda mucho por hacer. El Gobierno tiene muchas deficiencias, nosotros tenemos deficiencias enormes y la participación de la sociedad es fundamental.
Sobre la cuestión cultural... Cuando yo defiendo exhaustivamente el legado del ministro Gil, hay un sector de la prensa que después de que apaga la cámara de televisión, me toca la espalda y me dice: “Oh, que bueno la lealtad que usted tiene con Gil”. Es evidente que tengo lealtad a Gil, pero no es por eso por lo que persevero. Estoy perseverando porque es un legado de la sociedad, es un patrimonio político. Cuando llegamos al Ministerio no había ni política de Gobierno, no había indicadores culturales, no había conciencia de que la política pública también es una manera de tratar ese derecho fundamental que es el derecho a la cultura, el derecho al acceso a la cultura, tanto en el sentido del disfrute, como en el sentido de las condiciones de expresión, tanto de los artistas que hacen de ello su medio de vida, su actividad principal, como de cualquier ciudadano.
Caetano tiene una canción que dice: “Qué bueno es tocar un instrumento...”. Creo que es en el tema Tigresa. ¿Por qué no se enseña en las escuelas públicas? Fue, pero dejó de ser, por un error en la concepción de lo que es la educación, entendida solo como formación para el mercado de trabajo.
Todo está relacionado, nosotros estamos poniendo al Ministerio de Cultura a disposición para todas las políticas públicas. Firmamos un convenio con el Ministerio de Justicia para jerarquizar a las periferias de las grandes ciudades brasileñas, para que aquellas personas puedan tener una mayor dignidad humana. Firmamos con el Ministerio de Desarrollo Agrario para desarrollar lo que ellos denominan Territorio de la Ciudadanía, que es el derecho al acceso a una serie de servicios públicos por parte de las poblaciones rurales de Brasil.
Hemos prestado atención a los pueblos indígenas. ¿Ustedes creen que sería viable y justo el hecho de que el Ministerio de Cultura de Brasil nunca haya tenido una relación sistemática con la Cultura de los pueblos indígenas hasta que llegamos al MinC? Yo lo considero una vergüenza. Una marca del etnocentrismo que necesitamos superar urgentemente, ya que el pueblo brasileño tiene la grandeza suficiente como para vivir con generosidad la experiencia de la diversidad cultural.
El otro día participé de la entrega de los premios a los proyectos culturales de los pueblos indígenas, que es una manera que encontramos para apoyarlos. Las leyes brasileñas no están preparadas para el tipo de relaciones que estamos estableciendo. No podíamos hacer una convocatoria pública de fomento para los pueblos indígenas, porque ellos no pueden presentar la documentación exigida. Entonces, transformamos nuestro apoyo en una premiación para fomentar proyectos indígenas en todo el país.
Luchamos diariamente contra una estructura legal que es totalmente anacrónica e inadecuada. No logra impedir la corrupción, pero instala una dificultad enorme para que el pueblo sea atendido en sus derechos.
Yo quería felicitar a ese militante de la cultura que es Sérgio Mamberti. El otro día, tomé conocimiento de algo que hizo la Secretaría que él dirige. Lo alabo por la osadía. Aceptó que los pueblos originarios presentasen sus proyectos oralmente, por teléfono o presencialmente. ¿No es genial? Los indígenas no tienen la obligación de respetar los procedimientos burocráticos, previstos exactamente para dificultar toda posibilidad de diseminación del acceso a los bienes y servicios culturales que el Estado tiene la obligación de dar.
El legado de Gil también pasa por ahí. Trabajar a partir de la comprensión de que el Estado es un patrimonio de la sociedad. El Estado es un instrumento de prestación de servicios. Tuvimos un momento de mucha tensión en nuestra trayectoria cuando verbalizamos que el destinatario principal del Ministerio era el pueblo brasileño, eran sus necesidades y demandas, y no los artistas. Al decir eso, sabíamos que estábamos luchando para crear una imagen de amplitud y de grandeza de nuestro trabajo. Es evidente que los artistas también se encuentran entre nuestras prioridades, porque el arte en sí es un bien, un patrimonio, un legado, una necesidad, un derecho. En todos los países del mundo donde hay un mínimo de estructuración democrática, el Estado cumple el papel de sustentar las actividades culturales y artísticas, desde las más refinadas y sofisticadas, que en general tienen un público menor, hasta las que tienen popularidad y diálogo con la mayoría de la población. Es fundamental que nosotros, que trabajamos en el Ministerio de Cultura, y los artistas comprendamos que el Ministerio de Cultura es un Ministerio como cualquier otro, que existimos para prestar un servicio a toda la población, tenemos que atender demandas y necesidades de la población.
Esos números, que presenté recién, son vergonzosos, pero ya habíamos diagnosticado eso antes de conocer los números. Sabíamos –y todo el mundo sabe eso en Brasil– que poca gente va al cine, que los museos no son accesibles ni para las escuelas.
Como señaló el presidente Lula, ampliamos en más de un 1000% los recursos para los museos y estamos haciendo un esfuerzo para que los ampliemos aun más. Claro, no todo son recursos, pero los recursos son fundamentales, los recursos son el aceite que lubrica todo, porque sin recursos nos quedamos sin posibilidades de accionar.
Llamo la atención sobre esto, porque este legado es un patrimonio de la sociedad brasileña. El ministro Gilberto Gil fue nuestro líder, nuestra cara visible, nuestro escudo y nuestro ariete. Cada vez que queríamos lanzar un mensaje, una señal, decíamos: “Gil, una tarea más para vos”.
Por ejemplo, la primera vez que él concurrió como ministro al Festival de Cine de Gramado, un año después de su asunción, fue para difundir nuestra idea de cuál era el papel del Estado en el desarrollo de la economía del sector audiovisual y en la producción de cine.
El mundo entero está regulando a su mercado audiovisual, mientras nos acusaron de ser dirigistas, de querer regular la opinión. Pero la elegancia, la delicadeza, la sensibilidad y la sutileza con que el Ministerio ha tratado a la producción cultural brasileña, en el área del pensamiento, en el área de la producción artística, son ejemplares. Primero, dijeron que el ministro Gil era estatista. Luego descubrieron que esa acusación no convencía, porque la imagen de Gil es bien sólida. Comenzaron entonces a decir que Gil era magnífico, pero que los asesores que trabajaban con él eran stalinistas. Claro, yo estaba incluido en esa historia. No somos stalinistas, no fui stalinista ni en mi juventud, yo siempre fui gramsciano.
Lo que nosotros queríamos es lo que el mundo entero ya hace. Queríamos ser un país productor de imágenes, a partir de las nuevas condiciones que la tecnología creó. Condiciones que brevemente van a permitir que una persona, en una sala en Nueva York, emita contenidos audiovisuales para Brasil entero. Si nosotros queremos tener la posibilidad de vernos en las pantallas de aquí y del mundo entero, en los televisores, en las computadoras, en los cines, tenemos que regular ese mercado y su producción.
Mientras tanto, ahora, muchos de los que nos acusaban de esto y aquello están golpeando la puerta del Gobierno y pidiendo que regulemos al sector. Según ellos, las telefónicas van a devorar al mercado de producción y de distribución audiovisual.
Ese es el carácter visionario del Ministerio de Cultura. Tenemos el mayor respeto por las ancestralidades de la cultura brasileña, por todas, sin diferencia. Por el Candomblé, por el que los pueblos indígenas aportaron, por el que los portugueses trajeron. Pero también miramos hacia el futuro, sabiendo que el futuro está llegando y no da mucho tiempo para que lo comprendamos y lo evaluemos.
Entonces, en el área audiovisual, si no nos apuramos, vamos a perder una oportunidad de oro. Digo de oro porque Brasil es el país que tiene las mejores condiciones para ser un gran productor audiovisual. Tenemos una riqueza cultural inmensa, tenemos mucha creatividad. Pero los privilegios constituidos y los derechos adquiridos han dificultado a la sociedad brasileña tener una estructura legal. Y el Ministerio ha tenido el coraje de entrar en ese debate.
En el primer mes de la gestión del ministro Gil, él dijo claramente: “Vamos a tratar a la cultura en tres dimensiones, como hecho simbólico, como derecho de la ciudadanía y como una economía”. Es fundamental tratarla de esa manera, es una necesidad para cualquier Ministerio de Cultura contemporáneo. Nosotros estamos a la vanguardia. Tuvimos reuniones en América Latina, en el Hemisferio Norte. Con esa compleja concepción de la gestión cultural, el ministro Gil dotó a Brasil de un Ministerio de Cultura contemporáneo. Confieso que no encontré aún ningún Ministerio de Cultura que tuviese la complejidad que nosotros tenemos. Los gobiernos de izquierda, en general, aceptan la dimensión de la vultura como un derecho social. Y los gobiernos de derecha ven a la cultura como un hecho simbólico, pero son pocos los que la entienden a partir de esas tres dimensiones de manera articulada, sin preconceptos. Hemos trabajado en eso. Creo que todavía no constituimos las políticas enfocadas hacia la cultura que necesitamos constituir, pero eso demora un poco.
Yo diría que no llegamos al 30% del camino que necesita ser recorrido, no llegamos ni a la mitad. Tenemos dos grandes tareas. Primero, constituir esas políticas públicas, dotar al Estado brasileño de la capacidad de dar estabilidad a esa dimensión de la vida humana que es el derecho al acceso a la cultura y al arte. Segundo, constituir un instrumento de relación de la cultura con el conjunto de las instituciones del país, del gobierno, del empresariado y de la sociedad, para que dispongamos cada vez de más bienes y servicios culturales en el país.
Necesitamos de presupuesto. Le dije al presidente en una charla que tuvimos: “Presidente, cuando el ministro Gil bajó de su despacho y usted aceptó su pedido para que yo me convirtiese en ministro, él habló de ese tema con los periodistas. Dijo que, infelizmente, nuestro presupuesto no llegó ni siquiera al 1% del total de las recaudaciones del Gobierno. Yo sentí que, con aquellas palabras, él me estaba entregando el bastón. Entonces, yo querría que usted comprenda que voy a mantener la misma presión para alcanzar al menos el 1% del presupuesto federal para que podamos poner a disposición los bienes y servicios que la sociedad necesita”.
Bajo cualquier indicador o desafío que se examine, somos mucho mejores que todo lo que encontramos y eso es fruto del liderazgo del ministro Gilberto Gil, de la grandeza del presidente y del esfuerzo de todos los funcionarios y trabajadores del Ministerio de Cultura. Pero no somos iguales en todo, el Ministerio es muy desigual y el área en que menos crecemos es justamente uno de los sectores más estratégicos para el conjunto simbólico brasileño, que es el de los lenguajes artísticos. Entonces, por eso, estoy poniendo al arte como prioridad en esta fase.
Lo que veo, es que el hecho de que yo sea un ministro de continuidad, no quiere decir que yo sea un ministro idéntico. Necesito mantener la bicicleta en movimiento, sino la bicicleta se cae. El Ministerio necesita redefinir sus desafíos, sus metas y una de ellas es fortalecer la Funarte9 y el diálogo con los artistas, construir políticas públicas de danza, de teatro, de artes visuales, de fotografía y de todos los lenguajes que están bajo la responsabilidad de la Funarte, que fue la institución más desestructurada por aquel golpe que sufrimos las instituciones culturales durante el gobierno de Collor. Creo que faltó un poco de perspicacia de parte nuestra, que deberíamos haber invertido un poco más en la Funarte y en las políticas para las artes.
Vamos a reformar la Ley Rouanet. No voy a aprovechar este momento para presentar la reforma, pero estoy ansioso por entrar en diálogo con los artistas, porque tengo la certeza de que nuestra reforma va a ser muy bien recibida por los productores culturales brasileños. Vamos a simplificar, vamos a racionalizar, vamos a hacerla más justa, más ágil y a superar sus deficiencias con coraje. Prometo mantener el mismo coraje que tuvo el ministro Gil durante todo este período y eso nos obliga, de vez en cuando, a asomarnos al borde del abismo, pero no siento ningún vértigo y tengo el coraje para ir a discutir a donde sea. Algunas personas se acercan y me dicen: “¿Ya desde el principio vas a poner en discusión una ley tan problemática como la Ley Rouanet?”. Sí, claro, es evidente que lo tengo que hacer, porque si hay una expectativa del mundo cultural yo pongo el pecho. Como ministro, quiero estar al frente de las conversaciones y de los debates y de los diálogos con el colectivo artístico y cultural en general. Tengo la certeza de que la coincidencia va a ser enorme.
También precisamos modernizar la Ley de los Derechos de Autor, la ley y los procedimientos recaudatorios. La mayor queja que tenemos de los artistas es que no ven transparencia en el sistema de recaudación de los derechos autorales. La sociedad brasileña está repactando todo. Independientemente de la voluntad de quien sea, estamos viviendo un proceso en el cual la sociedad brasileña parece estar preparándose para vivir el siglo XXI. Todo está en cuestión, quien no note eso en su área de actividad va a estar listo. Todo está en cuestión en Brasil.
En todas las áreas de la vida social hay demandas de modernización, de actualización, y nosotros lo vamos a hacer en el área cultural, vamos a hacerlo porque es necesario. No podemos tener miedo, no podemos vacilar. Solo pido respeto, ya que la actividad pública en Brasil está muy degradada. A veces, para evitar el debate, las personas agreden el honor del otro, intentan descalificar al interlocutor solo porque piensa diferente y creo que es una tarea democrática jerarquizar a la esfera pública de Brasil, al punto de que nadie sea agredido por tener cualquier opinión, independientemente del grado de aceptación de los demás. Eso es fundamental. En estos casi seis años, los intolerantes no fuimos nosotros, fue un pequeño segmento del mercado que no quiso discutir la regulación de la economía del sector audiovisual, sector con el cual hemos tenido un respeto absoluto y prometo mantener ese respeto porque es mi naturaleza y es la naturaleza de los funcionarios del Ministerio. No somos estatistas, lo que nos caracteriza es que entendemos el papel del Estado.
Pienso que, en una sociedad como la nuestra, en la cual el Estado se volvió ilegítimo después de años de autoritarismo y régimen militar y, posteriormente, sometido durante toda una década a la arenga neoliberal, es necesario reconstituir delicada y pacientemente el papel del Estado. A veces, ese papel es el de regulador; a veces es el de brindar los medios; a veces es el de garantizar el espacio público; y, a veces, es el de garantizar los derechos, como debe hacerse ahora con las tierras de los pueblos indígenas. El Estado tiene muchas responsabilidades que son insustituibles, el mercado es por definición concentrador y excluyente. Al mercado solo le interesa quien tiene dinero en el bolsillo, esa es la lógica básica. Eso no es Marx, eso es Adam Smith. Él decía que el Estado es fundamental para la realización plena del capitalismo, exactamente por eso. Ningún capitalista individual, ningún sector es capaz de pensar más allá de la ganancia; le cabe al Estado compensar eso, representando los intereses generales de la sociedad.
En el área de la cultura tenemos esa responsabilidad y lo estamos haciendo con una dignidad absoluta. Entonces, si alguien pregunta cuál es el distintivo principal de esta gestión, yo les respondo que el diálogo, diálogo y más diálogo. Vamos a ampliar el diálogo. Creemos en lo que estamos haciendo. El presidente Lula me delegó la continuidad.
La recepción y el cariño con que estoy siendo recibido son por el legado que el ministro Gil está dejando. Apostaron por mí como la persona indicada para conducir este proceso y asumo eso con tranquilidad, inclusive porque la transición fue lenta, tan orgánica que la llamé transición Dorival Caymmi, en homenaje a él. Gil se quería ir, no queríamos que él se fuera y, sin notarlo, en los últimos meses fui asumiendo un rol que él ejerció con mucha dignidad, mucha grandeza y mucho liderazgo. Me siento listo para asumir esta responsabilidad.
Quiero terminar reafirmando que considero una suerte para Brasil que un gran artista popular se haya asociado a un gran presidente popular para dar dignidad a la dimensión cultural en el proyecto de nación. Muchas gracias a todos y a todas. Vamos a trabajar.
2 Brasilia, 28 de agosto de 2008.
3 El programa Más Cultura fue lanzado en octubre de 2007, y es el reconocimiento de la cultura como una necesidad básica, un derecho de todos los brasileños, al igual que la alimentación, la salud, la vivienda, la educación y el voto. Al crear el programa, el Gobierno nacional incorporó a la cultura como un vector importante para el desarrollo del país, incluyéndola en la agenda social como una política estratégica de Estado para actuar en la reducción de la pobreza y la desigualdad social. http://www.cultura.gov.br/mais-cultura
4 Se refiere al Palacio del Planalto Central, la Casa de Gobierno de Brasil ubicada en Brasilia.
5 Ministerio de Cultura.
6 Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.
7 Región del Brasil que se constituye en el segundo mayor bioma del país. Una sábana que incluye al Estado de Goias, la mayor parte del Matto Grosso, Mato Grosso do Sul, el estado de Tocantins, la parte occidental de Minas Gerais y Bahía, la parte sur de Maranhão y Piauí, y partes pequeñas de São Paulo y Paraná.
8 Marina Silva. Exministra de Medio Ambiente del primer gobierno de Lula.
9 Fundación Nacional de Artes. Creada en 1975, la Funarte es el órgano del Gobierno Federal para la promoción de las artes visuales, la música, el circo, la danza y el teatro.