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Discurso de transmisión del cargo10 (3/01/2011)

Me Gustaría comenzar agradeciendo.

Primero, y muy especialmente, al presidente Lula, por la confianza que depositó en mí. Por todo su apoyo a nuestra gestión. Sin su comprensión en cuanto al papel estratégico que la cultura ocupa en un proyecto de nación, difícilmente habríamos llegado a donde llegamos.

También me gustaría agradecer al exministro Gilberto Gil, a quien debo la invitación para estar a su lado desde el comienzo de este camino. También agradecer el apoyo recibido por parte de los funcionarios y trabajadores del Ministerio. Sin ellos, ciertamente, el MinC no habría sido exitoso. Hicimos del Ministerio de Cultura una obra colectiva.

No podría dejar de agradecer también el apoyo recibido de tantos artistas, productores culturales, inversores, profesionales y ciudadanos. Con ellos consolidamos un nuevo nivel de participación e inclusión de la sociedad en la formulación y construcción de políticas públicas para la cultura.

Me despido del Ministerio de Cultura con la certeza del deber cumplido. Además, fuimos más allá del deber y de las obligaciones. En estos últimos ocho años, en los dos gobiernos del presidente Lula, nosotros, los ministros, funcionarios y trabajadores, nos entregamos en cuerpo y alma a hacer de un ministerio inexpresivo, como el que heredamos de los gobiernos anteriores, un instrumento poderoso de apoyo a artistas, creadores, intelectuales, inversionistas y productores.

Todo eso era nuevo cuando asumimos en 2003. Éramos parte de las transformaciones históricas que la elección de nuestro querido presidente Lula vendría a realizar. Tuvimos que vencer la inercia y la tradición, la dificultad de la comprensión acerca de la importancia de la cultura para el desarrollo de Brasil, de la importancia de la cultura para la jerarquización de las relaciones sociales y de la importancia de la economía cultural, como también la falta de comprensión de la importancia de la dimensión simbólica para la realización de la condición humana de cada brasileño y de todos. Por eso, era estratégico capacitar al Ministerio de Cultura para construir políticas que permitiesen atender las necesidades y demandas culturales del pueblo brasileño.

Afirmamos todo el tiempo que Brasil no tendría éxito al enfrentar los desafíos que tenemos por delante en el siglo XXI sin garantizar el desarrollo cultural y el acceso de todos; insistimos durante todo este tiempo que no alcanza con aumentar el poder adquisitivo de los brasileños.

La grandeza de la obra del presidente Lula exige que se garantice el acceso pleno a la cultura, que esté al alcance de todos. El cambio de un Ministerio sin significado a otro que se convirtiera en un instrumento central en el proyecto de desarrollo del país, y en un instrumento de construcción de derechos sociales y desarrollo económico, asumió una importancia estratégica en medio de tantas acciones de nuestro presidente obrero.

Pero no me ilusiono. Sé que aún hay mucho por hacer y que se precisa hacer mucho por la cultura de nuestro país. Por eso no me considero plenamente satisfecho, pero sí me considero realizado.

Puedo decir, con tranquilidad, que estuvimos a la altura de la grandeza histórica del gobierno de Lula, tratando a las cosas públicas con el máximo respeto, preparando al Ministerio de Cultura para atender las necesidades y demandas culturales de la sociedad, tratando a los artistas con todo el respeto y el cariño que los creadores necesitan y al cual tienen derecho, democratizando las políticas culturales, republicanizando nuestras acciones y responsabilizando al Estado por la diversidad cultural del país y por los derechos culturales de los brasileños.

Buscamos asumir nuestra responsabilidad con todo el cuerpo simbólico de la nación, desde las culturas de los pueblos indígenas, pasando por el generoso conjunto de las artes, de la emergente cultura digital hasta las manifestaciones tradicionales, sin privilegios ni discriminaciones. Pusimos a la arquitectura, al diseño, a la moda y al artesanato en el lugar que se merecen: el de ser partes del mundo simbólico, componentes de la cultura brasileña.

Nos relacionamos positivamente con todos los gobiernos municipales y estaduales, independientemente del color político del funcionario, y tratamos a todos los artistas, creadores y productores culturales de una forma igualmente respetuosa. Allí reside una de las mayores conquistas: fuimos mucho más allá de la frágil tradición republicana de nuestro país, y me enorgullece que hayamos protegido a la cultura brasileña y a sus artistas y creadores, de las querellas y desavenencias político-partidarias que son parte del mundo político en todas las democracias. Intentamos todo el tiempo estar a la altura de la grandeza de la cultura brasileña.

La cultura en nuestro país, durante la gestión del gobierno de Lula, pasó a ser tratada como una necesidad basica, tan importante como la comida, la vivienda, la salud, etc. Esa fue una gran victoria. Tal vez la mayor de todas en nuestra área. Pusimos a la cultura al nivel de las políticas públicas más importantes de Brasil. Contribuimos para que la cultura fuese incorporada al proyecto de desarrollo del país. Y fuimos más allá: federalizamos, democratizamos y descentralizamos las acciones del Ministerio de Cultura; procuramos seguir rigurosamente la orientación del presidente Lula, de actuar dentro de los patrones de un Estado democrático, republicano y responsable con el desarrollo cultural del país.

Dejamos como legado un nuevo marco institucional y legal para la cultura brasileña. Un marco en construcción, con puntos importantes que fueron ampliamente debatidos y consensuados por la sociedad. Los proyectos de ley que aún se discuten en el Congreso –a quien agradezco por el compañerismo, la comprensión y el apoyo–, tales como el Procultura11 y el Vale Cultura12, entre otros, complementan esta nueva institucionalidad favorable al desarrollo cultural del país. La modernización de la legislación del derecho autoral en Brasil es una necesidad para garantizar tales derechos a los creadores y posibilitar el desarrollo de una economía cultural saludable, capaz de convivir con el espacio creado por las nuevas tecnologías.

La gestión que ahora asume encuentra una institución que finalmente cobró relevancia, despertando un inédito interés en la sociedad y en la opinión pública. Una institución que posee, actualmente, siete veces más recursos presupuestarios, comparado con los que que teníamos al llegar. Una institución que discute la política cultural con todos los sectores culturales. Una institución con indicadores, planificación, con políticas y procesos en curso. Está claro que hay mucho por hacer, pero las vías para recorrer el siglo XXI ya están tendidas.

Estoy convencido de que nada de ello habría sido posible si no fuese parte de un proceso histórico, parte de las conquistas de la democracia brasileña, y si no representáramos a la voluntad de una gran mayoría. Esa gran mayoría que recibió con alegría la invitación hecha por el presidente Lula para que Gilberto Gil ocupase la cartera de Cultura.

Finalmente, deseo mucho éxito al gobierno que comienza, y a la nueva ministra, y me pongo a disposición para colaborar en todo lo que esté a mi alcance para que logremos el Brasil que queremos, un Brasil de todas y todos. Hasta luego.

10 Brasilia, 3 de enero de 2011.

11 Procultura fue un programa instituido por ley que se llamó Programa Nacional de Fomento e Incentivo a la Cultura. Incluía transferencia de recursos para proyectos culturales que concretasen los principios culturales establecidos por la Constitución y con una amplia participación popular.

12 El Vale Cultura es un beneficio que le otorga 50 reales mensuales a cada trabajador en blanco, por cuenta del empleador, para utilizar en espectáculos, cine, instrumentos musicales, libros, etc. http://www.cultura.gov.br/mais-cultura

Reflexiones sobre las políticas culturales brasileñas en el siglo XXI

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