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Agradecimientos


Uno jamás publica un producto terminado. Siempre las reflexiones que se consignan en un texto académico están en construcción, son entregas parciales sobre temas a los que les hemos dedicado algún tiempo y de los que aún nos queda mucho por investigar. Presentar, al menos, una aproximación a una discusión sobre la ciudad que me recibió hace algunos años y en la que presencio a diario diversas imágenes de desigualdad hubiera sido una tarea imposible sin el apoyo de una cantidad de personas, cuya generosidad desborda a mis agradecimientos.

En primer lugar, quiero manifestar la deuda que tengo con mi compañera Eri: su dulzura, entrega, amor y comprensión han sido indispensables para continuar en este camino. Jamás tendré cómo pagarle. A mi amigo Pipe Villa por toda su ayuda y espíritu crítico. Al decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de Uniremington Luis Hernando Aguinaga, quien siempre ha sido claro en manifestar que a la gente se le debe apoyar y dar la oportunidad. A mi profesor Hernando Londoño de la Universidad de Antioquia por todo su apoyo y enseñanzas. A la Vicerrectora de Investigaciones Lina María Yassin. A la coordinadora de procesos editoriales del Fondo Editorial Remington Diana Molina Molina por toda su gestión. A mi mamá, tías, mi hermana Sandra y toda mi familia, quienes siempre me apoyaron para que pudiera cursar mis estudios.

Y aunque se sale de los agradecimientos, quiero recordar aquí que la universidad es el lugar donde se debaten las verdades incómodas, como bien lo dijo Alejandro Gaviria (2019) en su discurso de posesión como rector de la Universidad de los Andes. El comentario del exministro de Salud da pie a una reflexión sobre las falencias del modelo de medición de ciencia y tecnología nacional, que privilegia el dato y el número de publicaciones por encima del contenido, en lugar del rigor en las reflexiones y las propuestas académicas serias. Finalizo con las palabras de Gaviria (2019):

Las verdades incómodas no solo conciernen al mundo exterior. Atañen también al mundo universitario. Por coherencia, al menos, la crítica social no puede prescindir de la autocrítica. Existen otras tantas verdades incómodas sobre la universidad moderna: su papel en la perpetuación de ciertos privilegios, la falta de curiosidad por el mundo, la excesiva especialización, la obsesión con los rankings y la transformación de la investigación en una actividad industrial (“aquí nadie lee porque todo el mundo está muy ocupado en escribir artículos que nadie lee”, decía uno de mis colegas economistas en un momento de candidez).

Que alguien salve a Medellín

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