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31 de enero - Autoestima

¡Son tantas las bendiciones!

“Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Estos no nacieron de sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios”

(Juan 1:12, 13).

Hemos dedicado el mes de enero al tema de la autoestima. Para muchas personas, los sentimientos de inferioridad son una realidad. Pero son muchas las fuentes de autoestima que nos vienen de la Palabra. En ella se nos habla de las continuas y seguras bendiciones para los hijos de Dios. Y eso debería ser la mejor forma de fortalecer la autoestima.

Cuando te sientas, cuando te levantas, cuando caminas, cuando piensas y cuando hablas, Dios está pendiente de ti. Antes de que pronuncies tus palabras, Jehová ya las conoce (Sal. 139:1-4).

Dios es amor y te comunica ese principio para que lo pongas en práctica y así pueda permanecer en ti y tú en él (1 Juan 4:16). Ese amor no es temporal, sino eterno y su misericordia es continua (Jer. 31:3).

Dios te concede muchas cosas buenas: dones, habilidades, talentos… todos vienen de un Dios absolutamente fiable, pues en él no hay mudanza ni sombra de variación (Sant. 1:17).

Cuando experimentes sentimientos de inferioridad o incapacidad por no tener medios suficientes para cumplir tu misión, piensa que el Señor te promete satisfacer todas tus carencias (Mat. 6:31-33).

Los planes de Dios para ti son de paz y no de mal y en última instancia te asegura conceder lo que esperas (Jer. 29:11). De hecho, él es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos (Efe. 3:20).

Al aceptar al Señor, él te considera “especial tesoro” (Éxo. 19:5) y, como tal, te cuidará y te consolará cuando pases tribulación; su consolación es eterna y te promete esperanza de forma gratuita (2 Tes. 2:16, 17). Además, su consolación te hará aprender cómo puedes tú también consolar a otros. Él está cerca de ti cuando tu corazón esté quebrado y tu espíritu abatido; por muchas que sean tus aflicciones, Dios te librará de todas (2 Cor. 1:3, 4). Y llegará el día cuando no habrá más necesidad de consolación, pues Dios enjugará toda lágrima y hará que no haya más muerte, ni más llanto, ni clamor, ni dolor (Apoc. 21:3, 4).

Todo esto es posible no por voluntad humana (Juan 1:13), sino por la acción directa de Dios. ¿Aceptarás la oferta? ¡Que Dios te bendiga para que así sea y recibas los privilegios que él desea otorgarte!

Un corazón alegre

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