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Apapache 2

Hay muchas formas de querer, pero solo una válida: bien.

5. Por si mañana ya no

A veces pienso que el dolor no es intangible,

que, al contrario que ella,

se podría atrapar.

Si la describo,

podría hacerse eterna.

Sentada al borde de un ventanal enorme,

fumando y riendo Madrid.

No mentiste cuando dijiste que te quedarías,

que no querías pasar más noches sola.

Me llenaste los ojos de comienzos,

de buenos hábitos,

de churros y anís.

Yo sé que no mentiste,

y aunque a la mañana siguiente ya no estabas,

no te culpo.

Las mujeres pájaro y el tiempo no se pueden capturar,

cogen las maletas,

aunque estas estén vacías,

y se redescubren en nuevos matices.

Y como si mañana todo se acabase,

sueñan con irse otra vez.

Siempre he pensado que odiar es de flojitos.

Aunque te vuelvas a ir mil veces,

aunque vivamos a medias tintas,

aunque me duela Madrid,

te quiero,

en diferido,

a plazos,

a ratos,

aun en páginas,

que ni siquiera,

están escritas.

6. Pompeya

«Cuando muere la risa, dime, ¿quién se queda?» Babi

Pompeya fue una ciudad romana ubicada en el sur de Italia. Esta quedó enterrada bajo metros de ceniza y piedra después de una catastrófica erupción del monte Vesubio en el año 79 d. C. Es probable que la erupción durase veinticuatro horas, pero los restos de ceniza y roca siguieron cayendo durante varios días más hasta cubrir la ciudad entera a seis metros de profundidad. Antes de esta erupción la palabra «volcán» no existía. Se le dio ese nombre en honor al dios Vulcano. Ni lava, ni cenizas, ni fuego. El elemento letal fue una nube ardiente formada por gases volcánicos, materiales sólidos y aire atrapado.

Pompeya relata muy bien esta historia tan nuestra, ubicada dentro de un portal al sur de mi consciencia.

Esta quedó enterrada bajo metros de caricias,

deseos y promesas,

después de una catastrófica conversación

en un porche de Valencia.

Es probable que las lágrimas durasen 24 horas,

pero los restos de pena, amor y rabia,

siguieran cayendo durante varios días más,

hasta cubrir un corazón entero

a 6 metros de profundidad.

Antes de esta erupción,

la palabra «desamor» no existía,

se le dio ese nombre en honor a ella.

Ni venganza, ni rutina, ni mentiras.

El elemento letal fue un adiós ardiente,

formado por nunca más volcánicos,

te quiero sólidos y dolor atrapado.

Donde hubo fuego, cenizas se volaron.

Pompeya, aunque tus ruinas hoy sean arte,

¿por qué no me avisaste de esto?

Y todo se quedó inmóvil,

sin darnos cuenta de que esta vez

se había parado para siempre.

7. Prefiero

Una sonrisa vive en las mentiras que le hicieron creer,

le hago señas desde fuera,

pero ella no quiere verme.

Si al final vas a quedarte,

tengo un requisito,

en mis principios quedó escrito: sinceros hasta el final.

Nunca lo dudes,

preferiré siempre una verdad que duela

a una duda que mate.

8. Hablemos de la lluvia

Cuando llueve y digo que hace un buen día,

mi madre aún se ríe irónica.

Las palabras dan un significado a ciertas cosas

que ya hemos consideramos unidas.

En realidad, no hay nada que sea porque sí y punto,

todo es más subjetivo de lo que se establece.

Para mí, la lluvia es un buen día,

el amarillo trae buena suerte

y un viernes no me lo jode un trece.

No hay que olvidar que las supersticiones

no dejan de ser creaciones de otros

y el tiempo ya las considera ajenas.

Lo bueno es que ya no me pregunto si aplaudiríamos,

o nos pondríamos guapos si nadie más nos viese.

Conozco la respuesta y esta es no,

no haríamos nada que no fuese involuntario.

Por eso, lo único que hago es escribir y escribirte,

y como lo hago por mí,

se convierte en algo íntimo y real.

Por eso, la gente se para, porque encuentran verdad,

pero solo la recordamos nosotros.

Él ya no me pasa fotos desde su ventana

cuando llueve.

Dice que es porque al margen de esto,

en su corazón siempre brilla el sol.

Me alegro por la luz,

pero recuerdo que me dijo

que si no estábamos triste de vez en cuando,

ya no valoraríamos lo contrario.

Yo tengo vacía la nevera,

pero tengo la mente llena de tulipanes,

caléndulas, jacintos, orquídeas, azucenas, jazmines,

magnolias y narcisos.

Son las flores que combinan con un vestido blanco,

y es mi manera de pedirte que te quedes.

El día que llovió y no cerraste la ventana

me recordó a otro en el que estabas apagado

y no quisiste dejar de estarlo.

Estático, como que la soledad,

abrazada a ti, te impida ver a otros,

que también querríamos hacerlo.

Es tan contradictorio como sentirse feliz,

pero triste,

porque ya no eres tú la causa.

Si al final acaba bien,

querré un nuevo principio.

Todos los días a las doce podré escribirte un poema,

porque si en algo se asemeja escribir al amor,

aunque parezca injusto,

es en que lo hago por mí.

Nunca he sabido hacerlo así,

pero ya estoy en ello,

y solo cuando llueva,

podremos brillar por dentro.

Isósceles

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