Читать книгу Solo por una noche - Katherine Garbera - Страница 7

Capítulo Tres

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Volver a casa, a Nantucket, siempre era un momento agridulce para Juliette Bisset. Su madre, Vivian, y ella habían tenido siempre una relación difícil mientras estaban en la ciudad, pero era curioso que, en Nantucket, siempre habían estado extrañamente unidas. A Musette, su hermana pequeña, le encantaba estar allí. Hacía casi veinticinco años que había fallecido. Seguía echándola de menos.

–Me imaginaba que te encontraría aquí.

Juliette se volvió. Era Adler, su sobrina, la hija de Musette. Se imaginó a su hermana muerta de risa porque su hija fuera a casarse con un miembro de la familia rival.

–No puedo dejar de pensar en tu madre, estando aquí para tu boda.

–Yo tampoco. La echo de menos –dijo Adler.

–También yo –contestó, abrazándola–. Es como si estuviera aquí con nosotras.

–Eso espero. Es una de las razones por las que he escogido Nantucket para la boda. Aquí es donde éramos más felices. Espero que las gardenias florezcan a tiempo para llevarlas en el ramo de novia.

Juliette sabía que Musette las ponía en la habitación de la niña cuando era pequeña.

–Seguro que sí.

Adler se volvió a mirar las otras lápidas del cementerio familiar. La mayoría de sus antepasados estaban enterrados allí.

–¿Por qué no tiene nombre esta lápida?

Juliette sintió un peso de plomo en el estómago y la garganta se le cerró. Aquella pequeña lápida contenía su secreto más hondo y oscuro.

–Es la del bebé que nació muerto.

–Oh… qué triste. ¿Era de la abuela?

–No. Anda, volvamos a casa antes de que empiece a llover.

Adler se colgó del brazo de su tía para volver a la casa mientras hablaba de los detalles de última hora de los que tenía que ocuparse antes de que los invitados comenzasen a llegar, pero Juliette tenía el pensamiento en otra parte… en aquella diminuta lápida. A veces deseaba no haber ocultado nunca su nacimiento, pero las cosas no tenían marcha atrás, así que su bebé quedaría escondido para siempre allí.

Volvieron a la casa por la puerta de la playa, en cuanto entraron, Dylan, el corgi de Vivian, corrió hacia ellas.

–¿Ha estado bien el paseo, Juliette? –preguntó su madre al verlas llegar. Vivian rondaba los setenta, pero aparentaba menos edad. Llevaba unos pantalones blancos ajustados y un blusón que solo se había metido de un lado, y con un martini en la mano, se acercó a su hija para abrazarla. Luego, hizo lo mismo con Adler, pero lanzó un beso al aire. Juliette se había pasado años comparándose con los demás, y por un momento los celos viejos asomaron en su interior, pero los apartó con decisión. Ella también tenía una hija con la que, por fin, empezaba a sentirse unida, algo que jamás se habría esperado que ocurriera a aquellas alturas de su vida, ya con sesenta y un años.

–¿Un martini, chicas?

–Bien–dijo Adler.

–Por supuesto –añadió Juliette. Aquel fin de semana iba a ser duro en más de un sentido, e iba a hacer cuanto estuviera a su alcance para enfrentarlo con encanto y una sonrisa irrompible.

–¿En cuánto valoras tu colaboración? –le preguntó Iris a Zac. Seguían con la negociación. Iris intentaba continuar centrada, pero es que olía tan bien, y con el beso de antes…

–Estoy organizando mi propio equipo para competir en la Copa América.

Ella parpadeó. No era lo que esperaba oír. Sabía poco de esa competición, excepto que el director general de Oracle había ganado la copa para Estados Unidos unos años atrás, y que para lograrlo había tenido que invertir un montón de dinero y de tiempo.

–¿Así te ganas la vida? ¿Navegando? ¿O es una afición?

–Es mi trabajo. Tengo también otros intereses, pero dedico la mayor parte del tiempo a entrenar y a participar en regatas por todo el mundo. He estado en Australia estos últimos años, y esperaba poder capitanear el equipo con el que estaba entrenando, pero ellos han tomado otra dirección y a mí no se me da bien acatar órdenes, así que estoy probando por mi cuenta. Necesito inversores que quieran patrocinarnos.

–Puedo ayudar –dijo–. De hecho, mi padre maneja toda clase de inversiones y creo que quizás podría estar interesado en algo así. Siempre está intentando diversificar, y esto es un nicho.

–Lo es –corroboró–. ¿Quieres que sepa que me has contratado?

–No. Lo que estoy pensando ahora es que tú y yo vamos a estar juntos cuatro días en la boda y, dado que esto va a ser una inversión muy importante, ¿podríamos extender el acuerdo, digamos, tres meses, para poder terminar con mi lanzamiento de producto? Luego podrías seguir adelante con lo del equipo y podríamos separarnos, pero así no parecería que ha sido solo para la boda.

Ahora que sabía lo que él quería, era más fácil seguir centrada. Se acercó a la pizarra, sacó dos cuadernos y lápices antes de pulsar el botón del intercomunicador para llamar al asistente.

–Hola, Bran. Soy Iris. ¿Podrías enviarnos unos refrescos a la sala de conferencias pequeña?

–Por supuesto, Iris. Pediré fruta y esas galletas que te gustan. ¿Quieres algo fresco o café?

–¿Quieres café? –preguntó a Zac.

–Genial.

–Sí, por favor. Café para dos.

–Por supuesto –dijo Bran, y colgó.

Empujó uno de los cuadernos hacia Zac y se sentó. Él se sentó a su lado.

Demonios… era imposible no observarlo mientras se movía. Tenía una gracia liviana y masculina. Aún seguía mirándolo cuando se sentó.

–¿Qué estamos haciendo?

–He pensado que podríamos escribir lo que necesitamos. ¿Qué te parece lo de los tres meses?

–Ni siquiera estoy seguro de lo que quieres de mí.

–Necesito que seas mi novio en público. Que te hagas fotos conmigo, claro. Tienes que darme permiso para que las utilice en las redes sociales. Hay un evento de cuatro días que es la boda, y necesito que estés a mi lado todo el tiempo. Una vez haya terminado la boda, creo que tendremos que salir una o dos veces por semana, además de intercambiar algunos comentarios en los medios y quizás un par de vídeos en directo para poder estar de actualidad. El lanzamiento de producto será dentro de seis semanas y entonces empezaré a viajar y a hacer eventos. No estaremos juntos, así que harían falta algunos intercambios en las redes sociales y seguramente, si encaja con tu calendario, podrías venir a verme en alguna de mis apariciones. Te daré mi agenda para que podamos ver si se puede hacer.

–Eh… no sé, la verdad. Ser tu chico durante el fin de semana es una cosa, pero todo lo demás es mucho compromiso. Tengo que empezar a contratar a mi equipo y a trabajar para que el barco que he diseñado se empiece a fabricar. Voy a tener el tiempo medido. Puedo hacer la boda, pero después, tendrás que buscarte la vida.

–Entonces, olvídalo. Necesito a alguien. La verdad es que ahora que te han fotografiado conmigo, te necesito a ti, señor… no conozco tu apellido.

–Bisset. Mi padre es…

–Creo que no necesitamos de momento hablar de las familias. Lo único que me interesa son los detalles. Voy a darte un buen montón de dinero, y vas a tener que ganártelo.

–Estás invirtiendo en mi equipo, Iris –dijo–. Una inversión de la que obtendrás beneficios. Estoy haciendo esto porque me gustas, carita de ángel –se inclinó y sintió su aliento en la mejilla–. Y creo que yo también te gusto, o no me habrías sugerido nada de todo esto.

Su piel era tan suave como parecía, y cuanto más tiempo pasaba con Iris, más contento estaba de haber tomado la decisión de ayudarla, pero estar con ella en la boda era una cosa; tres meses de citas y apariciones sería una farsa difícil de mantener.

Pero ella no iba a dar marcha atrás. Podía ver la determinación en su mirada. Y tal y como decía, ahora que los habían fotografiado juntos, era él o nadie. Y no quería dejarla en la estacada.

–Me gustas –dijo ella por fin, rozó su labio con el índice y apartó la mano.

–Bien. Entonces, hagamos que esto funcione –dijo, recostándose en la silla. Necesitaba inversores y, a menos que le estuviese mintiendo, podía proporcionar un sólido respaldo. Aquel lugar pertenecía a su padre, así que tenía dinero de verdad sobre la mesa. Tendría que hacer que su acuerdo de tres meses funcionara.

–Hagámoslo –dijo ella–. Voy a confeccionar una lista de los eventos a los que necesito que asistas en los próximos tres meses. Tú hazme un resumen de tu agenda.

–¿No deberíamos asegurarnos antes de que tus inversores están abordo? ¿O vas a ser tú sola?

–Eh… sí, por supuesto. Déjame ver lo que tienes. Creo que un grupo inversor sería mejor, pero le preguntaré a mi padre.

Le entregó el folleto y ella comenzó a leerlo, tomando notas en su cuaderno.

–Bien –dijo, una vez hubo terminado–. Creo que tienes un plan bastante sólido. No sabría decir por qué no has podido conseguir la financiación por tus propios medios.

–Yo tampoco.

–Quería que trabajásemos primero en nuestra parte del acuerdo, pero creo que padre va a necesitar un tiempo para analizar esto, así que lo mejor es que vayamos a buscarlo y hablemos. De todos modos, diga lo que diga él, yo voy a invertir en tu equipo.

–¿Por qué?

–Porque tú me vas a ayudar a mí. Me gustan los hombres que hacen honor a su palabra, y por lo que he leído en este documento, estás cualificado y sabes lo que tienes entre manos.

–No estoy buscando limosna.

–Y no es eso lo que vas a recibir. No soy una inversora pasiva. Espero informes trimestrales.

–¿Ah, sí?

–Por supuesto, pero no te preocupes que, como vas a salir mucho conmigo, me irás informando sobre la marcha –le guiñó un ojo. Apartó la silla y se levantó, pero él la detuvo.

–No quiero que pienses que eres la jefa.

–¿Por qué no? Es que lo soy. Voy a redactar un contrato que recoja nuestro acuerdo para los próximos tres meses. Y tendremos el contrato de inversión separado, ¿te parece? Tenías razón –añadió–. No quiero que mi padre se entere. Sería mejor que pareciera que estás conmigo.

–Lo estoy.

–Perfecto. Sigue así. Voy a buscarle.

–Aún no.

–¿Qué? ¿Por qué no?

–Porque piensas que soy mucho mejor actor de lo que soy en realidad –dijo, poniendo la mano en su cintura para ver si se apartaba. No lo hizo. Solo ladeó la cabeza y lo estudió con sus hermosos ojos castaños. De nuevo Zac volvió a tener la sensación de que era dos personas muy distintas: fuerte y confiada en el trabajo, un poco tímida y reservada en la esfera personal.

–No estoy segura de que sea buena idea –respondió, apoyando la mano en su pecho.

–¿Por qué no?

–Porque estamos fingiendo ser una pareja, y no quiero que se desdibuje la línea.

–Tenemos que hacer que parezca real. Si me apartas cuando te toque, nadie se lo va a tragar.

Iris se mordió el labio inferior y Zac ahogó un gemido. Le ponía como nadie lo había hecho desde hacía mucho tiempo, pero aquello era trabajo, y en parte eso era lo que quería explicarle: que tenía que dar la impresión de que eran amantes cuando en realidad eran extraños.

Solo por una noche

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