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No es una exageración decir que el computador ha transformado (y sigue transformando) el planeta. Bien sea en cuanto a tecnología, transporte, comunicación, educación o entretenimiento, la era del computador ha revolucionado el mundo y la forma en que nos entendemos y nos llevamos unos con otros. No hay segmento de la sociedad moderna al que no haya afectado. La cantidad de información almacenada ahora en la memoria del computador, que diariamente circula vía Internet, es literalmente inconmensurable. Y, sin embargo, este vasto complejo de sistemas de computación y bases de datos colectivas no llega siquiera a aproximarse al poder, la memoria o la omnisciente capacidad archivadora de los Registros Akásicos.

Para mayor claridad, los Registros Akásicos o «Libro de la Vida» se pueden comparar con el sistema de supercomputación del universo. El vocablo Akasa proviene de la palabra que en sánscrito significa «espacio ilimitado» y equivale a un depósito general de la totalidad de la información de todas y cada una de las personas que alguna vez han vivido. Más que un simple archivo de acontecimientos, los registros akásicos constituyen un depósito de cada hecho, palabra, sentimiento, pensamiento e intención que haya tenido lugar en todas las épocas de la historia del mundo. Mucho más que un simple depósito de recuerdos, estos registros akásicos son además interactivos y ejercen una tremenda influencia sobre nuestra vida cotidiana, nuestras relaciones, sistemas de sentimientos y creencias, y sobre los potenciales y probabilidades que atraemos.

Los registros akásicos contienen la historia de cada una de las almas desde los albores de la creación. Estos registros nos conectan unos con otros. Contienen el estímulo de cada símbolo arquetípico o relato místico que ha tocado profundamente los patrones de comportamiento y experiencia del ser humano. Han sido la inspiración de sueños e invenciones. Nos hacen experimentar atracción o repulsión de unos por otros. Moldean y dan forma a todos los niveles de la conciencia humana. Son una parte de la Mente Divina. Son juez y jurado imparcial que trata de guiar, educar y transformar a cada quien para que se convierta en lo mejor que pueda llegar a ser. Encarnan una siempre cambiante y fluida selección de futuros posibles que se convierten en potenciales cuando usamos y aprendemos de los datos ya acumulados.

Se puede encontrar información sobre estos registros akásicos—este Libro de la Vida—en las tradiciones y leyendas populares, la mitología y en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Su rastro se puede seguir hasta los pueblos semíticos, los árabes, asirios, fenicios, babilonios y hebreos. Cada uno de estos pueblos albergaba la creencia de que existe algún tipo de tablillas celestiales que contienen la historia de la humanidad y también toda clase de información espiritual.

En las escrituras bíblicas, la primera referencia a un libro sobrenatural se encuentra en Éxodo 32:32. Después que los israelitas cometieron el terrible error de adorar al becerro de oro, fue Moisés quien intercedió por ellos, ofreciendo asumir toda la responsabilidad y que su nombre se borrara «del libro que Tú has escrito» en compensación por aquella acción. Más adelante, en el Antiguo Testamento, vemos que no hay nada con respecto a una persona que no sea conocido en este mismo libro. En el Salmo 139, David apunta el hecho de que Dios lo ha escrito todo acerca de él y todos los detalles de su vida, incluso las imperfecciones y acciones aún por ocurrir.

Para muchas personas este Libro de la Vida sencillamente es un símbolo de aquellas destinadas al cielo y tiene sus raíces en la costumbre de anotar los registros genealógicos de los nombres o tal vez en los primeros censos efectuados. La religión tradicional sugiere que este libro—en forma simbólica o literal—contiene los nombres de todas aquellas dignas de la salvación; y ha de ser leído en lo concerniente al juicio divino (Dan. 7:10, Rev. 20:12). En el Nuevo Testamento, se nos dice que las personas redimidas por Cristo aparecen en el Libro (Filipenses 4); las que no aparecen en el Libro de la Vida no entrarán al reino de los cielos.

Un interesante corolario: en la antigüedad el nombre de una persona era simbólico de su existencia. Según Sir James George Frazer, autor de The Golden Bough [La rama dorada]—uno de los volúmenes más extensos sobre mitología mundial—es tal el vínculo entre el nombre de cada quien y la propia existencia «que a una persona se le podía hacer magia a través de su nombre tan fácilmente como a través de su cabello, uñas, o cualquier otra parte material de su ser». En el antiguo Egipto, borrar el nombre de una persona de un registro equivalía a destruir el hecho de que hubiera existido jamás.

Más cerca de nuestra era actual, reconocidos psíquicos y místicos de los tiempos modernos—personas que de alguna manera han logrado percibir más allá de las tres dimensiones—, han sacado a la luz una gran cantidad de información contemporánea. Según la inmigrante rusa Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891), mística y fundadora de la Sociedad Teosófica, los registros akásicos son mucho más que un simple recuento de datos estadísticos que pueda extraer una persona parasensorial: poseen un estímulo creativo que actúa sobre el presente.

Akasa es uno de los principios cósmicos: es una materia plástica, creativa en su naturaleza física, inmutable en sus más elevados principios. Es la quintaesencia de todas las formas de energía posibles: materiales, psíquicas, o espirituales, y contiene en su interior los gérmenes de la creación universal, que brotan bajo el impulso del Espíritu Divino.

Alquimia y la Doctrina Secreta

Rudolf Steiner (1861-1925), filósofo austriaco, educador, y fundador de la Sociedad Antroposófica, tenía la capacidad de percibir información más allá del mundo material: un «mundo espiritual» que para él era tan real como el mundo físico para los demás. Steiner sostenía que era posible desarrollar la capacidad de percibir este otro mundo y capacitar a una persona para que viera acontecimientos e información tan absolutamente concretos como el presente:

[ . . . ] el humano puede penetrar hasta los orígenes eternos de las cosas que se desvanecen en el tiempo. En esa forma, amplía su poder de cognición al dejar de limitarse a las evidencias externas en lo que respecta al conocimiento del pasado. Entonces puede ver en los acontecimientos lo que no es perceptible para los sentidos, esa parte que el tiempo no puede destruir. Penetra desde la historia transitoria a la que no es transitoria. Es un hecho que esta historia está escrita en caracteres diferentes a los de la historia común y corriente. En gnosis y en teosofía se le conoce como la «Crónica de Akasa» [ . . . ]. A los ojos del no iniciado, que todavía no puede convencerse a través de su propia experiencia de la realidad de un mundo espiritual aparte, es fácil que el iniciado parezca un visionario, o algo peor. Aquel que ha adquirido la capacidad de percibir en el mundo espiritual llega a conocer acontecimientos pasados en su carácter eterno. Esos eventos no se le presentan como testimonio muerto de la historia, sino en plena vida. En cierto sentido, lo acontecido sucede ante él.

Memoria cósmica

En lo que concierne a intuiciones contemporáneas, quizá la fuente de información más amplia con respecto a los registros akásicos, proviene del trabajo de Edgar Cayce (1877-1945) como clarividente, místico cristiano y fundador de la Association for Research and Enlightenment, Inc. [Asociación para la Investigación y la Iluminación]. Durante cuarenta y tres años de su vida adulta, Edgar Cayce tuvo la capacidad de reclinarse en un diván, cerrar los ojos, cruzar las manos sobre el abdomen, y entrar en cierto tipo de estado alterado en el cual encontraba disponible prácticamente cualquier tipo de información. La precisión de la obra psíquica de Cayce es evidente en cerca de una docena de biografías y literalmente centenares de libros y cintas que exploran diversos aspectos de su información y de la infinidad de temas que analizó.

Cuando le preguntaban sobre la fuente de su información, Cayce respondía que en realidad eran dos. La primera, la mente subconsciente de la persona para la cual estaba haciendo la lectura y la segunda, los registros akásicos. Cayce describió así estos registros:

En el tiempo y el espacio están escritos los pensamientos, actos y actividades de una entidad—en cuanto a sus relaciones con los entornos, su influencia hereditaria; como se ha orientado—o el criterio extraído por el ideal de la entidad o según lo que sea este último.

De ahí que, como se le ha llamado a menudo, el registro sea el libro de los recuerdos de Dios; y cada entidad, cada alma—en la manera en que actúa cada día en el mundo material—hace el bien o el mal o indistintamente, según lo que practique en su ser en cuanto a la manera ideal de aprovechar el tiempo, la oportunidad y la EXPRESIÓN de aquello por lo cual cada alma emprende una manifestación material.

Por lo tanto, la interpretación aquí realizada al abrirlo [el registro] para esta entidad va con el deseo y la esperanza de que la experiencia resulte útil y prometedora.

1650-1*

La mayoría de las veces, cuando daba una lectura en la que se discutía la historia del alma de una persona y su estadía a través del tiempo y el espacio, Cayce comenzaba con una afirmación como: «Sí, tenemos al frente los registros de la entidad ahora conocida como o llamada ____________». Y esta es su descripción del proceso de acceso a estos registros:

*Me veo a mí mismo como un punto diminuto por fuera de mi cuerpo físico, el cual yace inerte frente a mí. Me encuentro oprimido por la oscuridad, inmerso en un sentimiento de aterradora soledad. De repente, soy consciente de un blanco rayo de luz. Siendo ese pequeño punto, me desplazo hacia arriba siguiendo la luz, convencido de que debo ir tras ella o me perderé.

A medida que avanzo por ese sendero de luz, gradualmente empiezo a captar diferentes niveles con movimiento. En los primeros, las formas son horribles y confusas, grotescas, como las de una pesadilla. Más adelante empiezan a aparecer a cada lado formas de seres humanos contrahechos, con alguna parte del cuerpo agrandada. De nuevo hay un cambio y alcanzo a ver unas figuras grises y encapuchadas que vienen bajando. Poco a poco, su color se va aclarando. Entonces hay un cambio de dirección, esas formas se desplazan hacia arriba, y el color de las vestiduras se vuelve más claro rápidamente. Luego van apareciendo a ambos lados, las imprecisas siluetas de casas, paredes, árboles . . . pero todo está inmóvil.

A medida que avanzo, encuentro más luz y movimiento en lo que parecen ser ciudades y pueblos comunes y corrientes. Al aumentar el movimiento, empiezo a captar sonidos, al principio ruidos sordos no muy claros, después música, risas y trinos de pájaros. Hay más y más luz, los colores se vuelven preciosos y se escucha el sonido de una música maravillosa. Las casas van quedando atrás, adelante sólo hay una mezcla de sonidos y colores. De repente llego a un salón de registros. Es un lugar sin techo ni paredes, pero soy consciente de ver un anciano que me entrega un libro grande, un registro de la persona de la cual busco información.

Caso 294-19, informe de archivo.

Registro en mano, Cayce tenía la capacidad de seleccionar la información más indicada para asistir a la persona en ese momento de su vida. Con frecuencia, una lectura podía sugerir que lo provisto era sólo una selección del material disponible, pero que a la persona se le estaba dando lo que sería «más útil y prometedor». Una vez que la persona había intentado trabajar con esa información recibida, y aplicarla, era frecuente que lecturas posteriores suministraran otras percepciones.

Tal vez como una forma de aludir al hecho de que los registros akásicos no eran simplemente una transcripción del pasado sino que además incluían el presente y el futuro, al igual que ciertas probabilidades, Cayce inició la lectura 304-5, con esta curiosa afirmación:

Sí, tenemos el cuerpo aquí, y el registro tal como fue hecho y como puede ser hecho según la voluntad ejercida, así como la condición independiente de la influencia o efecto de la voluntad con la que se creó. Tenemos condiciones que habrían podido ser, que son y que pueden ser. No se deben confundir las tres y tampoco trocar los propósitos de ninguna [Énfasis del autor].

Refiriéndose al Libro de la Vida, Cayce afirmó que era «el registro de Dios, tu registro, tu alma por dentro y el conocimiento de la misma» (281-33). En otra lectura (2533-8), se pidió a Cayce que explicara la diferencia entre el Libro de la Vida y los Registros Akásicos:

P. ¿[Qué significa] El Libro de la Vida?

R. Es el registro que la propia entidad escribe en la madeja del tiempo y el espacio, con paciencia. Éste se abre cuando el ser ha logrado estar en armonía con el infinito, y puede ser leído por aquellos en armonía con esa conciencia . . .

P. ¿El Libro de los recuerdos de Dios?

R. Ese es el Libro de la Vida.

P. ¿Los Registros Akásicos?

R. Aquellos elaborados por la persona, como se acaba de indicar.

Las lecturas de Edgar Cayce sugieren que cada uno de nosotros escribe la historia de su vida a través de sus pensamientos, acciones e interacciones con el resto de la Creación. Esta información nos afecta a cada momento. De hecho, los registros akásicos afectan de tal manera nuestras vidas, así como las probabilidades y potenciales que atraemos, que cualquier exploración en ellos inevitablemente nos suministra percepciones de nuestra propia naturaleza y nuestra relación con el universo.

Hay mucho más en nuestra vida, nuestra historia y nuestra influencia individual sobre el mañana, de lo que quizás nos atrevemos a imaginar. Al acceder a la información de los registros akásicos, base de datos del computador del universo, es mucho lo que se nos puede revelar. El mundo como lo hemos percibido colectivamente apenas es leve sombra de la realidad. Este libro se ha compilado con la esperanza de dar a las personas una visión más allá de esa sombra.

Kevin J. Todeschi

Virginia Beach, Virginia

*-Todas las lecturas fueron numeradas, a fin de mantener la confidencialidad. El primer número (por ejemplo: «1650») se refiere a la persona o grupo que recibió la lectura. El segundo se refiere al número de la serie. En este ejemplo (1650-1), la enumeración representa la primera lectura para la persona identificada como [1650].

Los Registros Akasicos segun Edgar Cayce

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