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1 Los Registros Akásicos:
Cronistas del pasado

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Los registros que han sido escritos, han sido escritos . . .

Entonces la pregunta natural de la entidad, de aquello que se ha dado, es: ¿De qué fuente, o cómo, se lee dicho registro de las actividades del pasado? ¿Cómo se puede saber que se está dando un registro VERDADERO de las actividades en un período de cuya historia no existe PALABRA escrita? Sin embargo la propia entidad ve, y se le está enseñando, y está estudiando, los registros escritos en la naturaleza, las piedras, las colinas, los árboles, en lo que se ha llamado el registro genealógico de la propia naturaleza. Igualmente cierto, pues, es el registro que la mente anota sobre la película del tiempo y el espacio, de las actividades de un cuerpo con su alma hecha a imagen y semejanza del Creador. Por lo tanto, siendo espíritu en su forma, [su archivo se encuentra] sobre los registros EN el tiempo y el espacio.

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Imagínese dueño de un megacomputador que guarda cada acontecimiento, pensamiento, imagen, o deseo que haya ocurrido en la Tierra. Imagine también que, más que una simple compilación de datos y palabras escritas, ese equipo contiene incontables videos y fotografías que ofrecen al espectador la versión por un testigo ocular de todo lo ocurrido dentro de cualquier marco de tiempo histórico. Por último, imagine que esta enorme base de datos no sólo hace el seguimiento de la información desde una perspectiva objetiva sino que también mantiene la perspectiva y emociones de cada persona involucrada. Por increíble que pueda parecer, esta descripción es una representación bastante fidedigna de los registros akásicos.

Edgar Cayce, denominado el psíquico más documentado de todos los tiempos, así como un místico del siglo veinte, ayudó a miles de personas con su notable capacidad intuitiva. Durante más de cuarenta años, Cayce dio lecturas, o disertaciones psíquicas, usando los registros akásicos como recurso básico. El talento fundamental de Cayce fue su capacidad de acceso a la información de estos registros y la habilidad para transmitir los datos que capacitarían a las personas para descubrirlo todo, desde el propósito esencial de su vida hasta la causa oculta de un problema de larga data. Se trata de un recurso de información que, según Cayce, ha estado y está a disposición de todos.

Para explicar la factibilidad de todo esto, Edgar Cayce dijo que las personas pueden entrar en sintonía con los registros akásicos en la misma forma que se puede armar un aparato de radio que sintonice las ondas hertzianas. Aunque la naturaleza de los registros no es física, una persona que se sintonice, de todas maneras «escucha», «lee» y «experimenta» su información. Para ilustrar lo que una persona podría percibir mientras visualiza esa información, Cayce dijo a una chica de dieciocho años que los registros akásicos del mundo mental se podrían comparar con una sala de cine del mundo físico (275-19). Esta película se podría volver a proyectar para tratar de entender lo ocurrido en la experiencia de una persona en cualquier período, en cualquier momento, o mientras ocupaba cualquier lugar en la historia. Dentro de estos datos también habría un registro de lecciones aprendidas, oportunidades perdidas, culpas adquiridas y experiencias ganadas. Además, aunque las acciones de una persona se pueden malinterpretar o malentender en el mundo físico, los registros akásicos mantienen un registro objetivo de la «vida real» de cada persona, porque lo que en ellos se informa fue su verdadera intención.

En 1934, en el curso de una lectura para un agente de transporte de mercancías (416-2), Edgar Cayce trató de definir un poco más estos registros. No sólo habló de lo que son los registros akásicos, sino que explicó cómo se escriben, y explicó cómo es que cualquier persona puede acceder a esa información. Al parecer, cualquier tipo de actividad—sea acción, pensamiento, deseo o acto—crea alguna clase de vibración. Esta vibración produce una marca sobre (lo que Cayce llamaba) la madeja del tiempo y el espacio, y de alguna manera queda identificada permanentemente con la persona a que corresponde. Aunque no puede verse, es una energía etérica que para una persona parasensorial es tan evidente, como la palabra impresa lo es para una persona vidente.

Cuando existe el pensamiento o la actividad del cuerpo en cualquier entorno específico, esa misma actividad genera las impresiones hechas en el alma . . .

En cuanto a los registros efectuados por una actividad tal, están escritos sobre lo que se conoce como tiempo o espacio, en forma muy similar a la manera en que se escriben los mensajes cuya naturaleza es familiar para el cuerpo en su actividad actual. Tal como se usan los instrumentos de grabación, así la actividad de la ENERGÍA utilizada deja su impronta en la onda etérica que registra entre tiempo y espacio lo que se DESEA que permanezca, respecto a aquello que está impulsando o produciendo. Así como las personas utilizan cifras y caracteres para comunicarse, asimismo hace el alma sobre las páginas o registros de tiempo y espacio.

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Sin embargo, como para complicar nuestra posibilidad de entender estos registros y trabajar con ellos, en la lectura 538-32 Cayce explicó a su esposa Gertrude que es muy factible que cualquiera que intente leerlos (un psíquico, una persona parasensorial, la propia entidad, etc.) malinterprete la información. Al parecer, la percepción de la base de datos akásica es matizada por la experiencia y antecedentes mentales de la persona que está leyendo la información A MENOS QUE el propósito sea totalmente desinteresado y orientado a prestar ayuda. En otras palabras, dos personas podrían tener interpretaciones muy diferentes de los mismos registros debido a sus respectivos sistemas de creencias, antecedentes, experiencias, y motivaciones personales.

En el curso de una lectura para un médico de treinta y ocho años de edad, la naturaleza subjetiva de los registros akásicos se explicó así:

Por consiguiente, las interpretaciones de éstos pueden variar un poco, según las fases en las cuales se aborden. Como en las experiencias materiales, al visualizar un acontecimiento o suceso las entidades tienden a dar SU versión según la reacción sobre su ideal; y sobre las tendencias del propósito de la persona que lo visualiza.

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A la misma persona se le dijo que cada experiencia de la vida de una persona podía dejar una buena o mala impresión en estos registros akásicos. Al parecer cada ocurrencia en la vida tiene la capacidad de ser una influencia constructiva o destructiva, según lo que la persona haga con esa experiencia. Distintas desiciones dejarán impresiones muy diferentes en los registros.

Puesto que estos registros son tan completos, tan exactos, y tan personalizados, la pregunta lógica sería: ¿Entonces, cuál es el propósito de los registros akásicos? En pocas palabras, la respuesta es hacer un seguimiento de cada alma y ayudarla en su crecimiento y transformación personales. Sin embargo, a fin de analizar adecuadamente y comprender la percepción que Edgar Cayce tenía de los registros, es necesario contar con un conocimiento adecuado de lo que se podría llamar «la cosmología Cayce». Básicamente, esa cosmología se puede resumir en la siguiente afirmación: Dios es esencialmente amor y el Universo está completamente organizado. A partir de ese concepto está la premisa de que cada persona fue creada a propósito, como alma, para convertirse en compañera del Creador.

Ratificando las escrituras bíblicas, según las lecturas de Cayce, fuimos creados «a imagen y semejanza» de Dios (Génesis 1:26) y por consiguiente nuestro estado natural es espiritual. La vida no empezó al momento del nacimiento físico: hubo una existencia en espíritu, anterior a la existencia física. Dios ha dado a cada alma libre albedrío y la oportunidad de encontrar su expresión; de encontrarse a sí misma, por así decirlo. Puesto que las almas son creadas a imagen y semejanza de Dios, es sólo a través de un proceso de experiencias personales—una decisión que lleva a otra, y luego otra, y luego otra—que los compañeros de Dios podrían ganarse su propia individualidad, siendo en verdad parte de Él pero de todos modos seres individuales por derecho propio. Una vez que hayan descubierto su individualidad, de nuevo volverán en conciencia para ser otra vez sus compañeros y cocreadores.

Desde el punto de vista de Cayce, aunque actualmente estamos teniendo una experiencia física, nuestros cuerpos simplemente son un alojamiento temporal. Tal como un automóvil se descarta cuando el dueño ya no lo encuentra útil, nuestros cuerpos también se hacen a un lado cuando han cumplido su función. No somos cuerpos físicos con almas, sino seres espirituales que por el momento están viviendo una existencia física. Si esto es cierto y fundamentalmente somos seres espirituales, podríamos preguntar: ¿entonces qué estamos haciendo aquí? La respuesta que propone la información de Cayce es que básicamente estamos recopilando experiencias.

Según las lecturas, el alma, básicamente creativa por naturaleza, anhela encontrar su propia expresión. De hecho, la pregunta básica que el alma se hace repetidamente podría ser: ¿Quién soy yo? Esta pregunta se repite infinitas veces en la medida que cada alma elige experiencias específicas para encontrarse a sí misma. El alma obtiene conocimiento de primera mano no solo acerca de su propia identidad, sino que también aprende que sus desiciones conducen a determinadas experiencias. Con el tiempo, las experiencias y el conocimiento adquiridos por el alma la llevarán a la sabiduría. Inevitablemente, la sabiduría conduce a la compasión y por último, el amor será el resultado final. En este punto, el alma ya conoce su identidad personal así como su verdadera relación con Dios. El alma deberá llegar a entender que su esencia básica y la de Dios son una y la misma, AMOR:

Por consiguiente, de manera innata, la entidad siempre está deseando probar algo nuevo. Eso está bien, siempre y cuando su base esté cimentada en la verdad. Porque en cualquier parte la verdad es siempre la misma: es ley. Y amor es ley, ley es amor. Amor es Dios, Dios es Amor. Es la conciencia universal, el deseo de expresiones armoniosas para el bien de todos. Ese es el patrimonio de la humanidad, si se acepta la forma y manera en que se puedan aplicar, primero: el propósito espiritual, y después: la aplicación mental. Y el éxito material será grato a todos.

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La educación del alma en conciencia se emprende a través de un proceso de causa y efecto. Este modelo de crecimiento de causa y efecto fue analizado en casi dos mil lecturas de Cayce que exploraron el tema de la reencarnación. En lugar de ser un proceso fatalista, la influencia del pasado de cada quien sencillamente proporciona un marco de potenciales y probabilidades. Esas posibilidades están todas inscritas en los registros akásicos. Las desiciones, acciones y libre albedrío de una persona en el presente, realmente determinan la experiencia vivida en esta ocasión. Para Cayce, no es importante lo que una persona hubiera sido alguna vez (ni siquiera lo que hubiera hecho), lo primordial es que la persona se concentre en el presente con las oportunidades y retos que encare en esta época, en este lugar, actualmente. En el lenguaje de las lecturas:

En los estudios, pues, sepan a DÓNDE van.

[ . . . ] encontrar que sólo vivieron, murieron y fueron sepultados bajo el cerezo del jardín de la abuela, ¡no los hace ni un ápice mejores vecinos, ciudadanos, madres o padres!

En cambio, saber que se expresaron con crueldad y sufrieron por ello, pero en el presente pueden corregirlo siendo rectos: ¡ESO sí que vale la pena!

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A otra joven mujer se le dijo que de su pasado poseía un don innato para la música (275-33), y que con meditación y armonía ella podría volver a despertar esos talentos en el presente. «Porque, así como una persona se sintoniza con aquello que ha alcanzado, aunque sea en un MOMENTO del tiempo, también se despierta su capacidad para CONOCER incluso aquello que ya HABÍA conocido a través de la [pasada] experiencia». En otro ejemplo, a una mujer de cuarenta y seis años que recibió una lectura acerca de sus vidas pasadas se le dijo cuáles vidas estaban influyendo en mayor grado en el presente (757-8). Su lectura detallaba encarnaciones en Norteamérica en tiempos coloniales, Inglaterra durante las Cruzadas, en la antigua Persia y el antiguo Egipto. De cada una de esas experiencias, se habían desarrollado ciertas inclinaciones que todavía formaban parte de la personalidad e individualidad de la mujer. En Norteamérica, ella había adquirido la habilidad para ayudar a las personas a cooperar y comunicarse unas con otras, de manera que individuos con diversos antecedentes y motivaciones pudieran aprender a trabajar juntos. De largos períodos de aislamiento en Inglaterra, conservaba una íntima añoranza de dedicar tiempo siempre en su vida a la reflexión y contemplación. De una encarnación como personaje de la nobleza persa, había adquirido el deseo de estar rodeada de esplendor y belleza. Su interés en el pensamiento religioso se remontaba a un trabajo similar que ella había empezado en el antiguo Egipto. Cada uno de estos rasgos simplemente actuaba como otra influencia en la vida actual de esa mujer. Nada era determinante; por el contrario, en su vida actual la mujer podía hacer buen o mal uso de estas inclinaciones, e incluso ignorarlas.

Por ejemplo, el impulso de estar sola podría aplicarse en el presente como tiempo para su revitalización personal a fin de asistir mejor a quienes la rodeaban, pero con igual facilidad podía convertirse en una actitud distante o en el egoísta deseo de anteponer siempre sus propias necesidades. Según la interpretación de Cayce, las influencias del pasado siempre son moldeadas por la voluntad, deseos y propósitos de la persona en el presente.

En el caso de esta mujer, además del material de vida correspondiente al pasado, se encontraron interesantes percepciones. En el curso de la lectura, Cayce describió qué tipo de información estaba escrita en los registros akásicos, como había hecho su impresión esa información, y también la influencia que este tipo de material podría ejercer sobre la persona en el presente. Después de entrar en trance e ingresar a conciencia en los registros akásicos, Cayce inició su disertación. La lectura de la mujer dice, en parte:

Sí, tenemos la entidad y esas relaciones con el universo y las fuerzas universales, latentes y manifiestas en las personalidades de la entidad ahora conocida como o llamada [757], tal como las han registrado las experiencias de la actividad y viaje del alma a través de los entornos que corresponden a esas impresiones, o esas que se convierten en manifiestas influencias o fuerzas de la experiencia de una entidad en su actual estadía en la Tierra.

De la experiencia particular de esta entidad surgen naturalmente preguntas de cómo o en qué forma se efectúan los registros de la estadía o actividad de una entidad en una esfera o espacio, de modo que otros puedan leerlas o interpretarlas. ¿Son como cartas escritas? ¿O como fotografías de las experiencias de una entidad? ¿Están en forma de presagios o caracteres que representan ciertas influencias o actividades sobre de la Tierra? Sí, todas esas, amiga mía, y más, porque son como la madeja de la vida misma, la expresión de la fuerza divina del propio Dios Padre, expresándose en formas que se convierten en manifestaciones en una experiencia material. Porque en verdad estar ausente del cuerpo es estar presente con todas esas influencias y fuerzas infinitas que pueden actuar y sobre las que se puede actuar, desde las emanaciones de influencias divinas que pueden ser visualizadas como si fueran pinturas, escritas como pensamientos en caracteres de las diversas expresiones a través de las cuales esas entidades se comunican entre sí, con ideas o caracteres que representen esas ideas en sus expresiones deunas a otras. Como en todas las formas de capacidad comunicadora de una entidad o alma con otra—una mirada, la expresión de alguna parte o forma anatómica, de la palabra, o de un giro, así como el corte o forma del ojo, la forma de la boca, el arco de la ceja, o cualquier influencia de las comunicaciones—, denotan aquello que es para el engrandecimiento de los propios motivos o impulsos; y son las expresiones de ese propósito, ese deseo, al cual esa alma o expresión o entidad ha sido llamada. Estas son formas o maneras por medio de las cuales se escriben dichas [impresiones] en el Libro de la Vida, y pueden ser leídas y conocidas por las personas.

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En esencia, la vida es una aventura de experiencias por medio de las cuales se reta a un individuo a convertirse en una mejor persona por haberlas tenido. Una experiencia sola no determina quién es el individuo como persona, sino cómo el individuo decide afrontar esas experiencias. Desde el punto de vista de la reencarnación, el crecimiento de un individuo está basado en buena medida sobre lo bien que él o ella se las arregle con las oportunidades y circunstancias que se presentan en la vida diaria.

Lamentablemente, más que ver que los individuos son «cocreadores» muy activos en el transcurrir de sus viajes de vida, son muchas las veces que la reencarnación se ha malinterpretado como un viaje fatalista a través de experiencias y relaciones que pertenecen a un individuo debido a su «karma». Bajo este enfoque, las desiciones tomadas en el pasado de alguna manera han grabado en piedra el futuro, y la vida simplemente se vuelve un proceso inercial. Este definitivamente no es el enfoque de Cayce para la reencarnación y el karma, en el suyo cada vida está plena de un número casi ilimitado de oportunidades. En algún momento, Edgar Cayce afirmó que los enfoques de la reencarnación que no tienen en cuenta la importancia del libre albedrío, crearon lo que él denominó un «fantasma» kármico (136-18): una total falta de entendimiento de las leyes que operan. Desde su punto de vista, los individuos son activos participantes de sus propios viajes de vida y no simplemente observadores a veces reacios.

La palabra karma es un término sánscrito que significa trabajo, acción, o acto. También se puede interpretar como «causa y efecto». Aunque se muestran de acuerdo con este concepto, las lecturas de Edgar Cayce tal vez constituyen una de las más enigmáticas y exclusivas contribuciones filosóficas: la idea de que el karma se puede definir como un recuerdo. No se trata de una deuda que se deba pagar, y tampoco es necesariamente una serie de circunstancias específicas que se deban experimentar por causa de acciones o fechorías del pasado. Karma es simplemente un conjunto de patrones subconscientes de memoria. Es un depósito de información almacenado en los registros akásicos que el subconsciente aprovecha en el presente. Tiene elementos positivos así como otros que parecen negativos. Por ejemplo, es muy probable que una afabilidad inmediata hacia un individuo que se acaba de conocer sea «kármica» como lo es una animosidad inmediata hacia algún otro. De hecho, ¡esta memoria del subconsciente tiene un efecto e influencia sobre lo que pensamos, cómo reaccionamos, lo que elegimos, e incluso cómo lucimos! Pero el componente del libre albedrío siempre está a nuestro alcance.

En un aspecto, esta idea del «karma como memoria» se puede descomponer aún más de manera que poseamos recuerdos en términos de deseos que hemos traído con nosotros desde el pasado, recuerdos de situaciones que todavía debamos aprender e incluso recuerdos en forma de modelos que seguimos eligiendo para experimentarlos, pero en términos más sencillos se puede entender como memoria. Aunque el recuerdo está allí, la libertad de elegir permite a un individuo determinar el camino que tome en su vida actual. En la vida cotidiana, tal vez no siempre podremos entender por qué atrajimos una determinada situación, y de hecho el por qué podría no revestir tanta importancia, lo importante es cómo decidamos responder.

En 1944, mientras daba una lectura para un bombero de cuarenta años de edad, Cayce habló del hecho de que la información de vidas pasadas que estaba leyendo estaba relacionada específicamente con el ciclo de vida que el individuo afrontaba en ese momento. A continuación, la sugerencia de Gertrude a Cayce de acceder a la información de los registros akásicos y una parte de la lectura:

Gertrude Cayce: Darás las relaciones de esta entidad con el universo y las fuerzas universales. Darás las condiciones de su naturaleza, latentes y presentes en su vida actual y también en las anteriores apariciones en el plano terrestre; dando tiempo, lugar y nombre, y lo que en cada vida construyó o retardó el desarrollo de la entidad. Y dirás las capacidades de la presente entidad, aquello que podría lograr y cómo. Responderás las preguntas cuando yo las haga:

Edgar Cayce: Sí, aquí tenemos los registros de esa entidad ahora llamada o conocida como [3902]. Al interpretar los registros, escritos o impuestos o impresos sobre la madeja del tiempo y el espacio, o los registros akásicos en el libro de los recuerdos de Dios, encontramos lo siguiente:

Seleccionaremos entre estos registros los que aplicados a la experiencia ofrezcan la mejor interpretación del cómo y el por qué hay ciertas ansias manifiestas y latentes en las capacidades de la entidad actualmente, que aplicadas en forma creativa y constructiva, pueden dar una mayor capacidad a la entidad para que se dedique a ser un canal, una manifestación de esas influencias divinas que son causa y propósito de su aparición en la Tierra actualmente . . .

En cuanto a las apariciones en la Tierra, encontramos que han sido por demás variadas. De ninguna manera se pueden dar todas sino las que son parte de la concientización o conciencia de la entidad en el presente ciclo de su experiencia. Y estas están en el período en que se pueden aplicar. Tal como se indica, lo mental se debe aplicar para el desarrollo del ser material, así como del ser mental y espiritual. Manténgase alejado de la crítica, siempre. [Énfasis del autor].

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Independientemente del ciclo que haya aflorado en la vida de uno, el alma experimenta constantemente las consecuencias de las desiciones que tomó anteriormente. Este concepto está expresado en la terminología bíblica como: «Uno cosecha lo que siembra», y por lo general expresado como: «El que a hierro mata . . .» por los que estudian la reencarnación. Esto significa básicamente que los individuos experimentan en sí mismos los efectos que sus actos anteriores han producido en otras personas. En lugar de estar predestinados, los individuos siguen controlando sus vidas (y sus percepciones) a través de la forma en que eligen responder a las situaciones que ellos mismos han atraído. En últimas, todas las experiencias son para el crecimiento personal de cada quien.

Vale la pena anotar que el crecimiento del alma puede ocurrir incluso cuando un individuo haya elegido la opción «errada». Por ejemplo, en un caso que será estudiado más a fondo en el capítulo siguiente, una mujer (1523) obviamente había tomado la decisión errada cuando se casó con su primer marido. Sin embargo, esa decisión los capacitó a ella y su marido para que superaran ciertos modelos de conducta que se habían originado doscientos años atrás. Aunque había que vérselas con la memoria (o karma) del pasado, se habría podido superar en una forma más fácil. Resulta interesante anotar que las lecturas a menudo sugieren que es mejor tomar una opción errada, que ser indeciso y no hacer nada, porque el desarrollo del espíritu solamente es posible a través del movimiento, crecimiento y actividad.

En la cosmología de Cayce, el caudal de experiencias del pasado de cada alma actúa como memoria subconsciente en el presente. Si el alma consigue encarar esa memoria—la cual se manifiesta a través de los deseos, sentimientos, atributos e incluso los miedos de cada quien—es posible superar defectos y debilidades, así como expresar talentos y capacidades.

En cuanto a las relaciones personales, Edgar Cayce afirmó que jamás conocemos a alguien por casualidad, y nunca nos conectamos con otra persona emocionalmente (en forma positiva o negativa) al momento de conocerla. Las relaciones constituyen un proceso experimental y de aprendizaje. En otras palabras, recogemos nuestra relación con otra persona exactamente en el punto que quedó la última vez. Por ejemplo, a dos individuos de los archivos de Cayce (los casos 288 y 294) se les dijo que «estos dos han estado juntos» (294-9), y han experimentado todas las relaciones imaginables desde padre e hija, empleado y empleador, madre e hijo, hasta marido y mujer. En otro caso (1222-1), se le dijo a una mujer que en parte la razón por la que su marido era tan dominante y exigente era porque en una vida anterior él la había comprado. Dijo Cayce: «¡Él la compró a usted! ¿No actúa a veces así?». A lo que la mujer respondió: «¡Sí, en efecto!». La naturaleza y el desarrollo de todas las relaciones son una parte de toda la información contenida en los registros akásicos.

Un giro interesante del concepto de que las personas siempre se están encontrando con la memoria que previamente construyeron en sus relaciones de unas con otras es que en realidad no existe karma entre las personas. Karma sólo existe con el propio ser de cada quien. Estos patrones de comportamiento y memoria están almacenados en los registros de uno mismo. El reto conceptual, sin embargo, es que las personas parecen avenirse más efectivamente con su propia memoria kármica, o «encontrarse a sí mismas», a través de su interacción con otras. Es esta interesante dinámica de encontrarse uno mismo a través de las relaciones con otros lo que a menudo hace que los individuos perciban a esos «otros» como base de sus frustraciones y provocaciones en lugar de asumir su responsabilidad personal.

Con todo, a pesar del hecho de que el karma pertenece a cada quien, cada alma es atraída constantemente hacia determinados individuos y grupos que los capacitarán para encontrarse con ellos mismos en circunstancias y relaciones. A su vez, esos individuos y grupos son atraídos a personas específicas en un esfuerzo por avenirse con su propia memoria kármica.

Este concepto de patrones cíclicos con grupos de personas se comprueba entre los contemporáneos de Cayce. A un buen número de personas de las que recibieron lecturas, con frecuencia se les habló de vidas en la historia que tuvieron su curso en la Atlántida, el antiguo Egipto, Persia, Palestina, Europa, América colonial, y después, como contemporáneos de Cayce, en la primera mitad del siglo veinte. Debido a este modelo, y al número de personas que solicitaron lecturas de vidas pasadas para ellos mismos y sus familias, algunas relaciones individuales se pueden rastrear hasta miles de años atrás.

En el esfuerzo por comprender la dinámica del karma de grupo que puede estar en juego en nuestras propias vidas, es posible recopilar percepciones en las experiencias de otros. Las experiencias de esas personas y el desarrollo de sus relaciones a través del tiempo nos pueden facilitar algunas percepciones interesantes de cómo funciona este proceso de avenirse con los registros akásicos del pasado, así como la dinámica conexión entre el libre albedrío y la memoria kármica. Al explorar la biografía de otras personas y compararla con la historia de sus almas podríamos descubrir el karma en acción. El proceso de vida y muerte, renacimiento, y desplazamiento hacia la individualidad, es parecido para cada uno de nosotros. Comparar los registros y la historia del alma de otros puede capacitarnos para tomar desiciones más informadas a medida que encaramos nuestra propia memoria kármica y nos encontramos con patrones de comportamiento del pasado.

Con eso en mente, uno de los casos más fascinantes de los archivos de Cayce es el de una mujer de veintinueve años de edad que recibió su primera lectura en junio de 1938. Lo que distingue este caso de cientos de otros es que a lo largo de los siguientes seis años y medio (antes de la muerte de Cayce en 1945) esta mujer obtuvo la asombrosa cantidad de ochenta y tres lecturas para diecisiete miembros de su familia. Estas lecturas la capacitaron para entender cómo se relacionaban algunos de sus problemas actuales no sólo con el presente, sino con un período que había tenido lugar más de cien años atrás; ¡antes de que siquiera hubiera nacido! Más aún, descubrió que la mayoría de su grupo familiar había estado «enredado» durante miles de años. Estos eventos y experiencias continuaron anotándose en los registros akásicos, lo que originó el impulso y la razón para muchas de las actuales experiencias de la mujer.

Los Registros Akasicos segun Edgar Cayce

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