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Capítulo 2


Una propuesta... satisfactoria

Esa noche dormí en la planta baja, en el gran sofá, en la sala de estar. Madre sacó algunas sábanas y mantas guardadas, y la “cama” que hizo en el sofá fue casi confortable. Habría dormido bien, a no ser por lo que me había dicho mientras me metía en la “cama”.

–Ahora recuerda, Otho: debemos mantener cada cosa aseada y ordenada; por lo que cada mañana su trabajo será plegar las mantas y las sábanas, y colocarlas cuidadosamente en el armario del pasillo.

Si ya era bastante malo haciendo mi cama, sabía que no existía posibilidad alguna de conseguir que esas mantas estuviesen cuidadosamente dobladas. ¿Por qué? Porque eran dos veces más grandes que yo. Y se lo dije a Madre con mucho énfasis.

No sé si el Sr. King me escuchó o no, pero a la mañana siguiente sucedió algo divertido. Mientras yo estaba allí de pie, mirando mis artículos de dormir (mantas y sábanas) y preguntándose cómo haría para doblarlas, vi al Sr. King venir caminando hacia mí.

–Otho, ¿usted, ah-ah... piensa que podría ayudarlo?

Froté mis ojos y cambié mi peso de un pie al otro. Este señor King era verdaderamente un hombre divertido: se ofreció para ayudarme con el trabajo. Y no deseaba perderme una oportunidad como esta. Además, si no hubiera sido por su llegada a casa, no habría estado durmiendo en el sofá ni teniendo que doblar las mantas.

–Seguro, me encantaría que usted me ayude a doblarlas.

–Bueno, Otho, yo... me agradaría. Esto es realmente un trabajo para dos hombres. Y, ah, una cosa más: sería muy bueno que usted me llame George.

¡Un trabajo de dos hombres! Bueno, eso lo ponía todo bajo una luz diferente. Yo estaba feliz de ayudar en un trabajo de hombres. Buscar madera y alimentar pollos es tarea para nenes, y estaba cansado de ser tratado como un nene; pero justo ahora se le pedía a Otho Godsmark que hiciera un trabajo de hombres, y eso era realmente lo que iba a hacer.

Este Sr. King –me refiero a George– realmente debió haber doblado un montón de mantas en su vida, porque él me enseñó cómo mantener las dos esquinas juntas y luego reunirlas, para después él hacer el resto. Resultado: en un instante tuvimos todas las mantas y las sábanas dobladas y guardadas. Por supuesto, tú entiendes, lo hicieron dos hombres; él no podría haberlo hecho ni la mitad de rápido sin mi ayuda...

Tan pronto como me vestí, fue tiempo para alimentar a los pollos. George y Padre ya estaban trabajando en el granero dando de comer a los caballos y las vacas de ordeñe. En un momento dado, cuando luchaba por llevar el cubo de alimentos, oí pasos, y el cubo se hizo más liviano en mi mano. George caminaba a mi lado y me estaba ayudando a llevarlo.

–Otho, ya terminamos en el granero; así que pensé que tal vez, si no le significa un gran problema, podría mostrarme cómo alimentar a los pollos y recoger los huevos.

Él no tartamudeó en todo ese tiempo. Ahora bien, yo era realmente bastante bueno en la alimentación de pollos, y recogiendo huevos y otras cosas; así que, si George quería aprender cómo, pensé que bien podía mostrarle la manera de hacerlo.

Tengo que admitir que George asimilaba bastante rápido, porque, en la mitad del tiempo que usualmente toma decirlo, yo ya le había enseñado cómo hacerlo; así que, rápidamente sacamos todo el alimento y el agua para los animales, y regresamos a casa para el desayuno.

–Otho –dijo George mientras caminábamos–, tengo una propuesta para usted.

–¿Qué es una propuesta? –yo nunca había escuchado esa palabra antes.

–Bueno, es un trato, un acuerdo, algo por el estilo.

–¡Oh!

George tenía una manera de despertar la curiosidad, pero yo no quería parecer demasiado interesado.

–Lo que me gustaría proponerle, Otho, es que todos los días, cuando yo termine en el granero, lo ayudaré a alimentar a los pollos y recoger los huevos, si usted hace algo por mí.

Bueno, pensé que ya le había hecho un favor al enseñarle cómo alimentar a los pollos; pero, si quería hacer una prope... prepo... –ah, bueno, lo que fuera esa palabra–, al menos debía escucharlo.

–¿Qué tengo que hacer por usted?

–Otho, verá, creo que el Señor me ha llamado a ser un predicador; y yo estoy aquí para aprender a predicar. Tengo que practicar predicación mucho, así puedo hacer un buen papel y que la gente quiera escuchar. Y me preguntaba si, cuando tenga tiempo, usted podría ser mi audiencia y me permitiría practicar la predicación con usted. ¿Cree que sería justo que yo lo ayude a alimentar a los pollos si usted me ayuda en mi práctica de predicación?

–¿Significa que tengo que salir cada rato e ir a buscar madera para la estufa mientras usted practica la predicación?

Pueden ver que soy un hombre de negocios muy aguerrido; no iba a dejar que se aprovechara de mí, que hiciese alguna triquiñuela que me obligase a realizar más trabajo.

Pero George solamente se rió.

–No, Otho, no tendrás que salir a buscar algunas maderas. No iremos a la iglesia. Practicaremos aquí, en casa, en la sala de estar o en el granero.

–En eso estoy de acuerdo, George. ¿Cuándo empezamos? ¿Esta mañana?

–No, no esta mañana. Primero, tengo que conseguir material de estudio, pero será pronto.

Esa mañana, mientras desayunábamos, comencé a pensar. ¿Por qué este George King era locuaz e interesante mientras estábamos juntos, y me miraba a los ojos en lugar de mirar fijamente en el suelo, pero no así en la iglesia o en sábado? Tal vez, pensaba, solo se pone nervioso cuando tiene a su alrededor mucha gente.

Después de todo, con él ayudándome a alimentar a los pollos y a doblar mis mantas por la mañana –y a cambio todo lo que tenía que hacer era escucharlo predicar de vez en cuando–, quizá no fuese tan malo que viviera un par de meses con nosotros.

El rey que no podía predicar

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