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El llamado de Pedro

Mateo 4:18-20, RVR1960

«Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron».

Introducción

Según el relato mateíno, los hermanos Simón Pedro y Andrés son los dos primeros discípulos en ser llamados (Mt. 4:12-17). Al momento de su llamado «echaban la red» (Mt. 4:18) y «eran pescadores» (Mt. 4:18), y Jesús los invitó a seguirlo (Mt. 4:19) y ellos pusieron de lado «las redes» (Mt.4:20); y su nueva vocación comienza con las palabras, «le siguieron» (Mt.4:20).

1. La visión de Jesús

«Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores» (Mt. 4:18).

Jesús inició su ministerio en Capernaum, en la conocida como «la región de Zabulón y de Neftalí» (Mt. 4:13). Capernaum en la época de Jesús era una «ciudad marítima» de la Palestina (Mt. 4:13). El negocio de la pesca y la venta de pescados era su más fuerte economía. La pesca era también fuente de ingreso en los alrededores de ciudades como: Magdala significa «torre», Capernaum significa «aldea de Nahum» y Betsaida significa «casa de pesca» o «casa del pez». En estas aldeas se trabajaba en la agricultura y en la pesca.

1. Magdala: El Nuevo Testamento hace referencia directa a Magdala: «Entonces, despedida la gente, entró en la barca, y vino a la región de Magdala» (Mt. 15:39). Es probable que Jesús, desde la región de los gadarenos, cruzara luego en la barca hasta el puerto de Magdala, donde tuvo el encuentro con Jairo y la mujer del flujo de sangre. Aunque pudo haber sido que regresara al puerto de Capernaum.

«Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud, y él estaba junto al mar. Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo, y luego que le vio, se postró a sus pies, y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando, ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá» (Mc. 5:21-23).

Jesús de Nazaret se presenta enseñando y predicando en varias sinagogas de la Galilea:

«Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt. 4:23).

«Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios» (Mc. 1:39).

«Vino a Nazaret, donde se había criado, y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer» (Lc. 4:16).

«Y predicaba en las sinagogas de Galilea» (Lc. 4:44). «Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum» (Jn. 6:59).

En Magdala se ha descubierto la Sinagoga de Migdal, la más antigua de la Galilea. María Magdalena, cuyo apellido es una transliteración del griego Magdalené (Mαγδαληνή), significa de Magdala o Migdal, el gentilicio es Magdalena. Ella era oriunda de allí y los evangelios la mencionan.

«También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, quienes, cuando él estaba en Galilea, le seguían y le servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén» (Mc. 15:40-41).

«Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol» (Mc. 16:1-2).

«Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. Y yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando. Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron» (Mc. 16:9-11).

El Duc In Altum o «Boga Mar Adentro» (Lc. 5:4) es un hermoso santuario levantado sobre las ruinas arqueológicas de Magdala o Migdal. Tiene un atrio octagonal con ocho columnas recordando las mujeres identificadas con el ministerio de Jesús de Nazaret: María Magdalena (Lc. 8:2); Susana y Juana, la esposa de Cusa (Lc. 8:3); María y Marta (Lc. 10:38); Salomé, madre de Jacobo y Juan, esposa de Zebedeo (Mt. 20:20); la suegra de Simón Pedro (Mt. 8:15); María esposa de Cleofás (Jn. 19:25). Otras muchas mujeres (Mc. 15:41).

Una columna sin nombre es para cada mujer de fe de la historia y del mundo. Para esas mujeres del pasado y del presente cuyos actos heroicos de fe, dan testimonio del gran amor que sienten hacia el Amado Salvador y el corazón de servicio que expresan por la Iglesia.

En ese atrio hay cuatro capillas con murales en mosaicos de escenas de Jesús de Nazaret:

(1) Capilla «Andando Sobre Las Aguas». Jesús Rescatando a Simón Pedro del mar (Mt. 14:29-31).

(2) Capilla «Pescadores de Hombres». El llamado a Simón Pedro y a Andrés (Mt. 4:18-20).

(3) Capilla «María Magdalena». Después que Jesús la liberó de los demonios (Lc. 8:1-2).

(4) Capilla «Hija de Jairo». Jesús resucitando a la única mujer en su ministerio (Mc. 5:41-42).

En el santuario hay doce columnas con pinturas de los Doce Apóstoles cada uno con los símbolos que los identifican. El altar posee la forma de una barca del tiempo de Jesús de Nazaret, con el mástil en forma de cruz, y un cristal amplio que deja ver el mar de Galilea.

Y una capilla subterránea ecuménica o interconfesional llamada del «Encuentro» con una calle de piedras arqueológicas encontradas en el mercado de la localidad en la época de Jesús; el pintor chileno Daniel Cariola, un artista chileno, creo una pintura al óleo con diferentes pies en sandalias de la multitud, los apóstoles y las de Jesús de Nazaret. La mujer del flujo de sangre, tiene su brazo izquierdo o zurdo extendido y el dedo tocando el manto o talit de oración del Señor.

El Duc In Altum es uno de mis lugares favoritos de los santuarios de los Evangelios en la Galilea. La enfermedad de aquella mujer se encontró con el Sanador.

«Jesús fue con él, y toda la gente lo siguió, apretujada a su alrededor. Una mujer de la multitud hacía doce años que sufría una hemorragia continua. Había sufrido mucho con varios médicos y, a lo largo de los años, había gastado todo lo que tenía para poder pagarles, pero nunca mejoró. De hecho, se puso peor. Ella había oído de Jesús, así que se le acercó por detrás entre la multitud y tocó su túnica. Pues pensó: ‘Si tan solo tocase su túnica, quedaré sana’. Al instante, la hemorragia se detuvo, y ella pudo sentir en su cuerpo que había sido sanada de su terrible condición» (Mc. 5:24-29, NTV).

2. Capernaum: Parte de la ventaja económica de Capernaum (el hebreo lee Kfar Nahum) era que por allí atravesaba una carretera principal, conocida como la Via Maris y que conducía de Palestina a Siria, al Líbano y a Persia. Se le conoció también como el Camino de los Filisteos.

Isaías 9:1 menciona ese Camino del Mar o Via Maris: «Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles».

Los que hemos visitado Capernaum vemos descubrimientos arqueológicos que ilustran la importancia de esta ciudad galilea norteña. La presencia de las hordas romanas, la marcha de caravanas civiles y su centro religioso que era la sinagoga, frecuentada por Jesús de Nazaret, le daban a la misma un toque distintivo.

En Capernaum, a orillas del lago de Tiberias, y al norte del mismo, Jesús de Nazaret tuvo una visión, en aquella encrucijada de caminos, en la que distinguió a dos hermanos entre muchos pescadores, que respondían a los nombres de Simón Pedro y de Andrés, siendo mayor el primero.

3. Betsaida: Ciudad original de Simón Pedro y Andrés, aunque ellos residían en Capernaum. El discípulo Felipe era de Betsaida también. La misma se asocia con el ministerio de Jesús de Nazaret. Las ruinas de Betsaida fueron descubiertas hace 30 años por el Dr. Rami Arav. En el 2018, el Dr. Arav con un grupo de 20 arqueólogos descubrió la puerta principal de Betsaida, monedas de oro, jarros y llaves de casas. Prueba de un templo romano construido por Herodes Felipe fueron descubiertas.

«Vino luego a Betsaida y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase. Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea, y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. Él, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero veo que andan. Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase, y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos. Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea» (Mc. 8:22-26).

«Enseguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, en tanto que él despedía a la multitud. Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar, y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra» (Mc. 6:45-47).

«¡Ay de ti, Corazaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras. Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida, porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti» (Mt. 11:21-24).

Corazaín, Betsaida y Capernaum fueron escenarios de muchos milagros de Jesús de Nazaret. A esta tríada se la conoce como «El triángulo de los Evangelios». He tenido la oportunidad de visitar las ruinas de esta tríada. Especialmente en Corazaín, dentro de las ruinas de su antigua sinagoga, hay una silla en piedra conocida como «La Cátedra de Moisés» desde donde enseñaba el rabino.

El relato joanino afirma que Juan el bautista señaló a Jesús como «el Cordero de Dios» (griego Ἀμνὸς τοῦ Θεοῦ, Amnos tou Theou; latín Agnus Dei), y dos de sus discípulos lo siguieron. Uno de los dos discípulos se llamaba Andrés, hermano menor de Simón Pedro.

«El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día, porque era como la hora décima».

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. «Andrés halló a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)» (Jn. 1:35-42).

4. Genesaret: Se le llama también «Gennesar». Marcos 6:53-55 lee: «Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la orilla. Y saliendo ellos de la barca, enseguida la gente le conoció. Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en lechos, a donde oían que estaba».

En el Kibutz Ginosar se conserva, en el museo, una barca de la época de Jesús, la cual se exhibe a los visitantes. Se descubrió en el año 1986 por dos hijos de un pescador.

Juan el Bautista, que ganó su apellido por la acción de bautizar, según Jesús el Nazareno fue el mayor de todos los profetas, pero es el menor de todos los creyentes en el reino de los cielos. ¡El mayor es también el menor!

«Les aseguro que entre los mortales no se ha levantado nadie más grande que Juan el Bautista, sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él» (Mt. 11:11, NVI).

«Les aseguro que todavía no ha nacido un hombre más importante que Juan el Bautista. Pero en el reino de Dios, la persona menos importante es superior a Juan» (Mt. 11:11, TLA).

Andrés fue un discípulo de Juan el bautista, y una primicia para Jesús de Nazaret; este fue a su hermano Simón, que es probable que fuese otro discípulo del Bautista. Andrés testificó a su hermano Simón su nueva relación con el Mesías, al que presentó a Simón Pedro. Y allí, Jesús le dio a Simón, que tenía un nombre muy común, otro nombre o apodo al llamarlo «Cefas» en arameo o «Petros» en griego, que significa Piedra y de ahí Pedro:

«Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir Pedro)» (Jn 1:36-42).

En los listados del llamamiento o elección de los doce apóstoles en los evangelios, Simón Pedro siempre encabeza las listas y Judas Iscariote las cierra, como una manera de indicar al más importante como al menos importante de la nomenclatura:

«Los nombres de los doce apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo, Simón el cananita, y Judas Iscariote, el que también le entregó» (Mt. 10:2-4).

De este Jacobo, hermano de Juan, hijos de Zebedeo, nos dice Eusebio de Cesarea:

En aquel mismo tiempo (evidentemente el de Claudio), el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan.

Ahora bien, acerca de este Jacobo, Clemente, en el libro VII de sus Hypotyposeis, ofrece un relato digno de mención, según parece a partir de una tradición anterior a él. Dice que el que le había denunciado, emocionándose al presenciar su testimonio, confesó que «él también era cristiano».

Y sigue: «Así pues, ambos fueron llevados juntos, y por el camino, el que le entregaba pidió perdón a Jacobo, y él, tras observarle un momento, le dijo: ‘La paz sea contigo’, y le besó. De este modo ambos fueron decapitados juntos» (Historia Eclesiástica, Libro II, capitulo IX, 1, 2 y 3).

«Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios: a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro; a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananita, y Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa» (Mc. 3:14-19).

Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica, nos dice de Tomás y de Tadeo:

Entonces también fue llevada a cabo la promesa de nuestro Salvador, hecha al rey Osroene. Según esto, Tomás, impulsado por Dios, envió a Tadeo a Edesa como predicador y evangelista de la enseñanza de Cristo al mundo, que hemos demostrado hace poco en documentos escritos encontrados allí.

Tadeo, tras detenerse en aquel lugar, sana a Abgaro por la palabra de Cristo y deja maravillados a todos los presentes por sus asombrosos milagros. Y cuando los hubo dispuesto convenientemente con sus obras, guardándolos luego hacia la veneración del poder de Cristo, los hizo discípulos de la enseñanza del Salvador. Desde aquel momento hasta nuestros días toda la ciudad de Edesa está consagrada al nombre de Cristo, de este modo dan un singular ejemplo de nuestro Salvador y de sus buenas obras para con ellos (Libro II, capítulo I, 6 y 7).

«Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles: a Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor» (Lc. 6:13-16).

Eusebio de Cesarea nos dice: «Así, pues, se hallaban los judíos cuando los santos apóstoles de nuestro Salvador y los discípulos fueron esparcidos por toda la tierra. Tomás, según sostiene la tradición, recibió Partia; Andrés, Escitia, y Juan, Asia, y allí vivió hasta morir en Éfeso» (Historia Eclesiástica, Libro III, capítulo 1, 1).

El primer cuarteto de los discípulos de Jesús son: Simón Pedro, Andrés, Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, los Boanerges o Hijos del Trueno (Mt. 10:2; Mc. 3:16-18; Lc. 6:13-14).

El segundo cuarteto de los discípulos de Jesús son: Felipe, Natanael Bartolomé, Mateo el Publicano y Tomás el Dídimo (Mt. 10:3; Mc. 3:18; Lc. 6:14).

El tercer cuarteto de los discípulos de Jesús son: Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Cananita o el Zelote, Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote (Mt. 10:3-4; Mc. 3:18-19; Lc. 3:14-15).

Jesús de Nazaret tuvo dos parejas de hermanos entre la Dódeka: Simón Pedro y Andrés, hijos de Jonás, con Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo. En la Nueva Jerusalén las doce puertas tienen los nombres de las doce tribus, pero los doce fundamentos tienen los nombres de los doce apóstoles (Apoc. 21:14).

«El ángel que hablaba conmigo tenía en la mano una vara de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muralla. Cuando la midió se dio cuenta de que era cuadrada, que medía lo mismo de ancho que de largo. En realidad, medía 2220 kilómetros de largo, lo mismo de alto y lo mismo de ancho.

Después midió el grosor de las murallas, que eran de sesenta y cinco metros (según la medida humana que el ángel usó). La muralla estaba hecha de jaspe, y la ciudad era de oro puro y tan cristalino como el vidrio. La muralla de la ciudad estaba fundada sobre doce piedras, cada una adornada con una piedra preciosa: la primera con jaspe, la segunda con zafiro, la tercera con ágata, la cuarta con esmeralda, la quinta con ónice, la sexta con cornalina, la séptima con crisólito, la octava con berilo, la novena con topacio, la décima con crisoprasa, la undécima con jacinto y la duodécima con amatista.

Las doce puertas estaban hechas de perlas, ¡cada puerta hecha de una sola perla! Y la calle principal era de oro puro y tan cristalino como el vidrio» (Apoc. 21:15-21, NTV).

Los fundamentos de la ciudad de oro, que es un tetrágono, mide 1,400 a 1,500 millas de largo por ancho y alto, y como fundamentos tiene los nombres de la Dódeka, a quienes se les refiere como «los doce apóstoles del Cordero».

La Nueva Jerusalén con 1,400 a 1,500 millas de largo, ancho y alto, tiene el tamaño de 2 millones o 2.25 millones de millas cuadradas. Se puede comparar con un gran continente descendiendo del cielo a la tierra. Es de más tamaño que Inglaterra, de más tamaño que Alemania, más grande que la India y es dos terceras partes de los Estados Unidos de América. Pero se debe considerar también la altura de 1,400 a 1,500 millas. Eso sin tomar en cuenta que la misma longitud de largo y ancho, lo es de alto. Representando que en la Nueva Jerusalén hay espacio para todos los creyentes.

La organización del Ministerio Evangelístico de Billy Graham al igual que el Ministerio Evangelístico de Luis Palau, antes de sus campañas o cruzadas evangelísticas en cualquier ciudad, toman un tiempo para capacitar y preparar en las diferentes congregaciones el llamado «Plan Andrés», que consiste en alcanzar a personas, orar por ellos, amistarse con ellos, acompañarlos a la actividad y luego darles seguimiento. Esas personas se integran con parientes (Juan el Bautista y Jesús, Simón Pedro y Andrés) vecinos (Simón Pedro, Andrés, amigos de Felipe), amigos (Felipe y Natanael) y otras personas. El Plan Andrés ha dado resultados excelentes.

Jesús está interesado en salvar a la familia, en alcanzar a padres, a hermanos, y a madres con hijos, a abuelos y nietos, a tíos y sobrinos en necesidad de salvación.

Se nos declara en el relato mateíno que Jesús «vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores» (Mt. 4:18). Esa fue una visión de llamamiento. Físicamente Jesús de Nazaret los vio y espiritualmente también. No estaban ociosos, estaban trabajando. Jesús de Nazaret no buscará entre los ociosos a alguien para darle trabajo en su empresa del reino.

Se afirma, «... porque eran pescadores...». Tenían un oficio. Realizaban un trabajo que les ganó este título de «pescadores». Muchos hacen algo, pero no son ese algo, enseñan pero no son maestros, pastorean, pero no son pastores, evangelizan, pero no son evangelistas, predican, pero no son predicadores. Simón Pedro y Andrés «eran pescadores».

2. El llamado de Jesús

«Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres» (Mt. 20:19).

El encuentro inicial con estos hermanos pescadores ya lo tratamos en Juan 1:35-42; allí Andrés fue el instrumento para la conversión de Simón Pedro, aquí, en Mateo 20:19, Jesús de Nazaret llamó a Simón Pedro y a su hermano Andrés para ser «pescadores de hombres» o ganadores de almas.

La pasión que tenían para pescar en el mar de Galilea la tendrían ganando almas para Jesucristo. Esa misma pasión por su oficio, la transmitirían en su llamado como misioneros. Gente apasionada se necesita para la gran tarea de la evangelización.

Con el mismo ahínco con que realizamos un trabajo secular, debemos realizar el trabajo espiritual del Señor. Si somos mecánicos, seamos mecánicos espirituales, si somos barberos o peluqueros seamos barberos o peluqueros espirituales; si somos carpinteros, seamos carpinteros espirituales… lo que somos secularmente seámoslo espiritualmente ganando almas para Jesucristo.

Veamos esa expresión: «Venid en pos de mí…», es un llamado a acercarse a Él, a estar con Él, a obedecerlo a Él, a aprender de Él, a caminar con Él, a mirarlo a Él, a buscarlo a Él, a seguirlo a Él y a vivir con Él y para Él. «El mar sería el mundo; sus redes, la palabra; su pesca, los hombres» (Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia, CLIE, Barcelona 2013).

El verdadero discipulado no es llenarse de conocimientos teológicos, no es marearse o marear a otros con títulos religiosos, es llenarse del deseo de evangelizar y hacer misiones. Hay una epidemia de títulos religiosos entre los pentecostales. Los títulos son buenos, siempre y cuando no sean adornos sociales.

Un día le dije a mi amigo el Supt. Adjunto de Asambleas de Dios en México, Presbítero José M. Saucedo Valenciano, ahora Secretario Nacional: «Pepe, hay puertas que la unción no abre, pero un título las abre».

Se afirma, «... y os haré pescadores de hombres...». Uno no se hace predicador, ni se hace maestro, ni se hace pastor, ni se hace evangelista. Jesús de Nazaret tiene que transformar a uno en esa persona que Él necesita. Él nos tiene que transformar para ese ministerio al que nos llamó. Debemos transformarnos en «pescadores de hombres», en ganadores de almas, en presentadores de Jesucristo. Nuestros cuerpos deben ser el Cuerpo de Jesucristo.

3. La respuesta a Jesús

«Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron» (Mt. 4:20).

La reacción a ese llamado mesiánico fue algo instantáneo. Simón Pedro y Andrés no tenían dudas de que eran promovidos a un trabajo más seguro y con mejores beneficios en la vida del reino, que el que tenían como pescadores en el mar de Galilea. Se transformarían en pescadores en el mar del mundo.

Se afirma, «... dejando al instante las redes...». El discipulado llama a dejar algo, para hacer algo por el reino de Jesucristo. Muchos no quieren todavía dejar muchas cosas para trabajar por el Mesías Jesús de Nazaret. Quieren ministerios sin renuncias personales. Desean trabajar para el Señor, pero totalmente ocupados en otra cosa más importante para ellos o ellas.

¡Suelta mucho de lo que estás haciendo, para tomar la red que el Señor Jesucristo te quiere dar! ¡Renuncia a tu mundo, para obedecer al llamado celestial! ¡Deja eso para seguir esto! Cuando alguien dice: «Es que no tengo tiempo». Lo que en realidad está diciendo: «Esto no es tan importante para mí, para que yo saque tiempo y lo haga».

Se afirma, «... y le siguieron». ¡Eso es obediencia completa! ¡Es entrega total! Simón Pedro y Andrés se rindieron a la voluntad de Jesús de Nazaret, fueron arrestados por su amor y capturados por su llamado.

Decía san Agustín de Hipona en su libro de las Confesiones: «Quiero recordar mis pasadas fealdades y las corrupciones carnales de mi alma, no porque las ame, sino por amarte a ti, Dios mío. Por amor de tu amor hago esto (amore amoris tui facio istuc), recorriendo con la memoria, llena de amargura, aquellos mis caminos perversísimos, para que tú me seas dulce, dulzura sin engaño, dichosa y eterna dulzura, y me recojas de la dispersión en que anduve dividido en partes cuando, apartado de la unidad, que eres tú, me desvanecí en muchas cosas» (Libro II, I.1).

La Traducción En Lenguaje Actual de las Sociedades Bíblicas Unidas lee la comisión de Jesús, dada a Pedro y Andrés, así: «Síganme. En lugar de pescar peces, les voy a enseñar a ganar seguidores para mí» (Mt. 4:19).

Esa invitación para ganar seguidores para Jesucristo, fue aceptada sin reservas y sin demoras por estos sencillos pescadores del mar de Galilea. Los galileos eran vistos como campesinos y pescadores. Es la misma encomienda para ti y para mí, que ya somos salvos. Tenemos que multiplicarnos en otros. ¡Ganar almas para Jesucristo, debe ser la meta de todo aquel o aquella que ha nacido de nuevo!

A Jesús lo aceptamos como Salvador cuando como almas abatidas por las tormentas de la vida, y ahogándonos en el mar turbulento de este mundo, respondemos en fe a la oferta salvífica del Calvario. Pero a Jesús lo reconocemos como Señor cuando como almas redimidas y reconstruidas en la Fábrica del Calvario, respondemos afirmativamente a su invitación de seguirlo y de ser sus discípulos sin reservas personales.

Conclusión

Simón Pedro y Andrés, ambos fueron llamados en el mismo lugar, a la misma hora y por la misma persona, Jesucristo. El Señor Jesucristo toma la pasión que teníamos antes y la transforma, al ser llamados para ser sus discípulos, en una pasión mayor. El llamado para seguir a Jesucristo, involucra el dejar muchas cosas para abrazar cosas nuevas.

Sermones actuales sobre Pedro

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