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Otros usos del caracol

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Desde las épocas más remotas, la medicina y la farmacopea populares han utilizado sustancias naturales para sanar. Además de las plantas, que aún hoy en día están muy de moda, eran numerosas las materias animales que formaban parte de la composición de diversas pociones. Al igual que la hiel de serpiente, los caracoles gozaban de prestigio entre los magos y curanderos de antaño.

En la Antigüedad, Plinio e Hipócrates los recomendaban en ginecología para facilitar los partos. Curiosamente, muchos romanos los consideraban un buen remedio para las indigestiones (sin ningún tipo de salsa, evidentemente). El padre de la cirugía, Ambroise Paré (1517–1590), recetaba caracoles para el tratamiento de la epidermis de las mujeres – era creencia que la piel se volvía suave y satinada si se frotaba con un caracol—, y el caldo obtenido de su cocción contra la tos y la bronquitis.

Este caldo se prepara de la siguiente forma: durante 24 horas se pone en remojo una docena de caracoles. Luego, se agregan a una cazuela con un litro de agua, lechuga, dos dátiles, acedera y perifollo. Para conservar el máximo de baba, se rompen las conchas antes de la cocción. Se deja cocer a fuego lento por espacio de tres horas hasta que el líquido se reduzca un tercio. Mientras tanto, se diluyen 30 g de goma arábiga en un vaso de agua caliente y se vierte en el caldo.

Finalmente, se pasa por un tamiz fino y se bebe una taza muy caliente.

Asimismo, con los caracoles desde siempre se ha elaborado pasta y jarabe para combatir afecciones pectorales, pero al parecer no son tan eficaces como la esencia de eucalipto.

Son numerosas las investigaciones que se han efectuado en relación a las virtudes medicinales del caracol. Es así como se ha podido constatar que la sangre de dicho gasterópodo es muy rica en calcio (sólo así, lógicamente, puede regenerar su concha), por lo tanto, podría ser aconsejable contra el raquitismo. Pero son las segregaciones del caracol las que han atraído de forma especial la atención de los sabios. Se les atribuyen numerosas cualidades: curan verrugas y pecas, disminuyen la acidez gástrica y acaban con los dolores de cabeza. Es posible que sea cierto, pero hoy en día existen medicamentos igualmente eficaces y mucho más agradables de consumir.

En medicina, al igual que en cualquier otra ciencia, existen excesos que resultan cómicos, incluso ridículos. Por eso no podemos evitar la tentación de reproducir un fragmento del capítulo consagrado a las facultades de los caracoles que aparece en el libro Le Grand et le Petit Albert:

«Cosa admirable y extremadamente útil es el caracol y, sobre todo, tiene grandes propiedades para el cuerpo humano… No puedo silenciar los secretos maravillosos que he descubierto en estos animales: los aso en el horno dentro de una vasija bien cerrada y suministro los polvos así obtenidos, por espacio de 15 días y mezclados con la papilla, en el caso de lactantes, o con la sopa si ya han dejado de mamar, y con tal remedio curo toda clase de hernias, sin aplicar nada. Para aquellos que sean delicados, se hará destilar agua de los caracoles al baño María y deberán beberla con azúcar o desleída en papilla, con lo que se conseguirá el mismo efecto que con el polvo. Se toman porciones iguales de caracoles rojos y romero, se hace un picadillo bien fino, seguidamente se introduce en una olla emplomada y bien tapada, y se deja durante 40 días bajo estiércol de caballo. Transcurrido dicho tiempo, se extrae el aceite, que se verterá en un frasquito de cristal bien cerrado, y se deja al sol unos días. Este aceite cura en poco tiempo los cólicos que sufren las mujeres antes o después de dar a luz. Aquellas cuyo vientre esté arrugado a causa de los partos que hayan tenido también podrán utilizarlo, y de seguro que la piel del vientre se les volverá tan igual y suave como si todavía fueran doncellas.

«Los caracoles con concha tienen propiedades maravillosas, ya que triturados y aplicados sobre el vientre de un hidrópico hacen salir las aguas que hay entre dos pieles.

«Galeno nos enseña también un admirable secreto que yo mismo he experimentado frecuentemente, y que consiste en trocear caracoles y mezclar bien con polvo de incienso y acíbar hasta que se espese como la miel. Se aplica sobre la frente para curar cualquier flujo de los ojos. De este modo, yo mismo curé del día a la noche a un molinero que se había picado y dañado un nervio, aplicándole sobre el mal caracoles con las conchas y un poco de harina que había recogido en su molino.

«En el año 1535, en el que muchos enfermos morían de disentería sin que los médicos pudieran aportar remedio alguno, logré salvar a más de trescientos de tan peligrosa enfermedad, haciéndoles beber caracoles abrasados y pulverizados, y un poco de pimienta blanca y agallas.

«Bien triturados, si se aplican sobre el ombligo, detienen toda clase de menstruación. Hay quien dice que aplicados sobre una llaga atraen todo lo que haya quedado en el interior.

«Si se los destila, resultan admirables para curar retenciones de orina.

«Tomar caracoles y claras de huevo, aproximadamente una libra de lo uno y de lo otro, cuatro semillas igualmente frías, media onza de agua de lechuga, tres onzas de trementina de Venecia, machacar todo lo que se pueda, reducir a polvo y dejarlo todo mezclado por una noche, luego hacerlo destilar y no utilizar el agua obtenida hasta después de cierto tiempo. Se le dará a beber al enfermo en ayunas por la mañana media onza con un dracma de azúcar rosado, y antes de terminar dicho tratamiento por espacio de nueve días ya habrá sanado por completo».

No es necesario aclarar que semejantes prescripciones, que hay que calificar, como mínimo, de extravagantes, están garantizadas únicamente por su autor, que indudablemente tenía más de alquimista y mago que de verdadero médico.

Es curioso constatar que en cualquier época se acostumbran a encontrar las mismas indicaciones de botica acerca del caracol en relación con afecciones estomacales y bronquiales.

Pero el uso del caracol fuera de los fogones no se restringe a épocas pasadas, podemos decir que también acompaña a la propia evolución del ser humano.

Últimamente se está hablando mucho de las «maravillosas y revolucionarias» cremas a base de caracol para «rejuvenecer» la epidermis.

Para empezar, hay que diferenciar entre la baba y la secreción del caracol. La primera es el fluido que este animal utiliza para desplazarse y carece de cualquier propiedad «medicinal». La secreción, en cambio, es una sustancia que el caracol produce como mecanismo de defensa frente a distintas agresiones externas y con la que «repara» su concha. Así pues, es la secreción del caracol la que puede ayudar a retardar el envejecimiento cutáneo y reparar la piel.

Por esto, no todas las cremas a base de caracol que podemos encontrar son iguales. Para que posean propiedades antioxidantes y regeneradoras deben haber sido elaboradas únicamente con secreción de caracol y estar avaladas, como es lógico, por un estudio científico.

Cómo cocinar los caracoles

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