Читать книгу ¿Qué le haría a mi jefe? - Kristine Wells - Страница 6

CAPÍTULO 3

Оглавление

—Pues guay.

¿Pues guay…? menuda labia, ahora sí que va a caer enamorado de ti.

Por suerte no me contrataron para redactar discursos.

—¿Te gusta mi despacho?

Cuando se da la vuelta, creo… ¿o es mi imaginación que está un poco más cerca de lo que debería?

—Vamos al lío…

Dios de mi vida, vamos donde quieras. Pero en lugar de eso digo:

—¿Cómo dice?

Me mira sin perder la sonrisa de guaperas, que guaperas suena un poco despectivo en mi cabeza, pero es que es una sonrisa taaaaan de guapo.

—Janna…

¡No! ¿Me estaba hablando? Y yo en la inopia.

—¿Sí?

—Estoy impresionado.

Asiento.

Claro.

Impresionado.

¿Por qué? Pero en lugar de preguntar eso me sale un extraño ruido de mi boca, como una pedorreta o algo así como diciendo, por supuesto que estás impresionado, no esperaba menos, porque tengo unos ojos marrones de lo más vulgares… un cabello que se me encrespa y del que tengo tentaciones de deshacerme de él y rapármelo al cero y un cuerpo sin forma alguna a no ser que me ponga una superfaja Kardashian.

—¿Impresionado?

—Sí.

¡Oh! ¡Qué ojazos!

—Gra... cias.

—Este borrador es lo mejor que he visto en mucho tiempo, quizás años —dice muy entusiasmado—. Señor… quizás el mejor de toda mi vida, al menos viniendo de alguien tan joven.

Asiento, porque si hablo seguramente se me desencajará la mandíbula y haré un puto cuadro.

—Esto es mucho más que un borrador, es un proyecto, casi perfecto. Creo que con unos retoques que me dejaras hacerle, podría ser simplemente magnífico.

Parpadeo.

Él me sigue mirando con entusiasmo.

Parpadeo.

No es posible que acabe de decirme, lo que creo que ha dicho.

—Janna…

—James...

Él se ríe.

—Te he dejado sin palabras, ¿eh?

—Créeme, no suele ocurrir muy a menudo. —Sigo parpadeando a cámara lenta mientras sus palabras se filtran en mi cerebro. Y entonces comprendo algo—. ¿Ya ha visto mi proyecto?

James asiente.

—Lo vi anoche en el despacho de Clark.

Me quedo muda… quizás por primera vez en mi vida. No sé qué decir, ni qué conclusiones sacar.

—¿Acaso Clark se lo enseñó y le pareció bueno? Pero si…

Si me ha dicho que es una mierda.

James no me presta demasiada atención, está ojeando el portafolio con mucho detenimiento. Su sonrisa apenas ha desaparecido, pero en su rostro se puede ver claramente su concentración máxima.

¡Jesús! De verdad le gusta.

—Ciertamente, Janna… es mi proyecto favorito para el hotel de Cadwell.

Yo asiento, pero no tengo ni idea de en qué situación me deja esto. Porque Clark me acaba de despedir dándome una patada en el trasero, y yo… en fin, sí, iba a robar mi proyecto, propiedad intelectual de la empresa.

—Veo que estás con la boca abierta.

—Eso es decir poco.

Si tú supieras.

—¿Qué te parece si hablamos de ello mientras comemos?

¡Un ictus! Me está pegando un ictus. No es coña, de verdad que la tensión se me acaba de disparar y solo puedo parpadear. ¿Noto mi lado izquierdo?, ¿y el derecho?

Me pellizco ambos brazos.

Sí, estoy bien. Puedo sentir mi cuerpo, es todo un alivio.

—¿Comer?

—Sí, Janna, espero que te guste comer.

¡Dios! ¡Me parto! ¡Esa sí que es buena! Si es lo único que hago cuando no trabajo. Incluso lo otro único que hago cunado no trabajo, es hacer maratones de pelis y series, y siempre lo hago comiendo.

—¿Que si me gusta comer?

Él asiente.

—Eso es.

—¿Usted invita?

—Eso haré.

—Entonces es una suerte que sea millonario.

No puede contener una carcajada y eso capta la atención de alguno de los empleados que se dirigen a sus despachos. Le sonríen, al fin y al cabo es el jefe y puede hacer lo que quiera y tener una carcajada de lo más estridente..

¡Jolin! Menudo buen rollo en las plantas superiores. ¿Por qué nos amargamos tanto los de abajo?

Luego suspiro, está claro que es porque queremos llegar aquí arriba. Y seamos sinceros, ¿quién no querría estar aquí arriba? Con él.

Lo miro sin poder evitarlo.

Lo que dicen las revistas es cierto, es un hombre condenadamente sexy. No puedo dejar de pensar en todas las guarrerías que le haría a ese pobre hombre, en el despacho con paredes de cristal, dentro del ascensor, sobre una mesa del restaurante..

Para… Es genial que pienses en empotrar al jefe contra uno de los paneles del ascensor para enrollarte con él. Sí ¿Y sobre la mesa de su despacho? La miro y parpadeo. ¿Y el baño? En esta planta debe haber un baño de mármol precioso…

¡Genial! Sigue pensando en mármoles y menos en follarte a tu jefe.

Jadeas.

—¿Ocurre algo?

—¿Eh? No, no, simplemente que esta no es mi zona de confort.

James me mira comprendiendo a qué me refiero.

—¿Las plantas superiores?

Me encojo de hombros.

—Yo no me preocuparía por eso. —Parece tan seguro de sí mismo—. Pronto lo será.

Lo miro escéptica.

—¿Por qué lo crees? —Acabo de tutear al jefe ya casi sin darme cuenta. Esto es genial.

—Quiero que sigas trabajando para mí.

Intentos tomar aire lentamente por la nariz, pero necesito oxigeno así que lo toma rápidamente por la boca y me pongo a toser como una loca.

¿Quiere que trabaje para él?

¿Qué demonios significa eso? ¿El despido de Clark es válido? En fin, no debería serlo, porque James Stemphelton es el jefe de mi jefe…

—¿Estás bien?

Su mano, su increíble y perfecta mano masculina se pone encima de uno de mis hombros.

La miro como si fuera una pulsera de diamantes de Tiffani’s.

Jadeo.

—Sí.

—No lo pareces.

—Creo que se llama estar en shock.

Él se ríe, como si lo que acabara de decir fuera una broma.

—Eres muy graciosa.

Y tú estás tremendo. Pero no lo digo en voz alta. ¡No, santo Dios! De haberlo hecho me tiro del piso sesenta, o seguramente sería él quien me despediría. Cosa que seguro hará cuando sepa que fantaseo con arrancarle los botones de la camisa.

Me humedezco los labios y me acaloro de solo pensarlo.

Por suerte su voz me distrae.

—Verás, yo suelo ser un hombre que me enorgullezco de saber tratar con cierta clase de personas. Sobre todo, los cretinos. Pero de vez en cuando se me cuela alguno en la empresa. No sé si me entiendes.

Mira, eres demasiado guapo y acabamos de conocernos, es normal que me distraigas y no te pille.

—La verdad es que no.

—Bueno, pues Tina, tiene mucho mejor olfato que yo. A ella no se le pasa ni uno. Me refiero a los capullos.

¡Hala! El jefe ha dicho capullos.

—Los capullos no tienen cabida en Stemphelton.

¡Así se habla! ¡Abajo los capullos!

—Clark va a flipar, porque no he conocido nadie más capullo que él.

De pronto me pongo roja como un tomate y me tapo la boca. Genial, eso sí que lo han escuchado mis oídos, porque lo he dicho en voz alta.

Para distraerle y dejar de escuchar sus risotadas, se ve que me encuentra la mujer más desternillante sobre la faz de la Tierra, carraspeo y le pregunto:

—¿Quién es Tina?

—¡Ah! —Me guiña un ojo.

¿Por qué me guiña un ojo?

¿Acaso cree que estoy celosa? ¡Menuda bobada!

Seguro que está superbuena…

—Ella es el amor de mi vida, mi secretaria y más leal consejera.

Mierda, está pillado.

Me deshincho como un globo. Pues claro, ¿cómo un hombre como aquel podría estar soltero?

Me encojo de hombros. Tan buena suerte no podía ser real.

—Tina me recomendó echar un vistazo a tu proyecto —me dice volviendo al entusiasmo inicial sobre el asunto que nos ha traído a la última planta del edificio—, al parecer, tus compañeras ayer estaban hablando de lo duro que trabajas. Así que se interesó por ti, e hizo que yo también tuviera interés en conocer tu proyecto. Además, hace veinte minutos Claudia ha llamado a Tina para pasarle el informe de noticias.

¡No jodas!

—Jolines… estas chicas.

Informe de noticias, ¿eh?

—Bajé por la noche —continúa diciendo James— y te vi en tu sitio, pero no quise molestarte.

El jefazo buenorro me vio trabajando hasta tarde, y no quiso molestarme, es una monada.

—¿En serio?

—Una hora después ya no estabas, pero había un informe sobre la mesa de Clark que ojeé con cuidado.

—¿Así fue cómo lo vio? —Parpadeo sorprendida, gratamente.

Él asiente.

—Y también lo vi esta mañana, al menos una copia que hizo Clark.

—¿Una copia?

—Me lo subió esta mañana temprano para decirme lo mucho que había trabajado en él.

—¿Qué coño…?

Él asiente.

Estoy a punto de pedir perdón, pero mis ojos se entrecierran. Es una suerte que ese capullo esté en la primera planta o de lo contrario no tendría tiempo para calmarme lo suficiente y tendría que arrancarle la cabeza de cuajo.

—Ha hecho pasar mi proyecto por suyo. —¡Estoy indignada!

Sí, ¡Indignémonos!

—Al menos lo ha intentado. Pero ya no debes preocuparte, Clark ha dejado de ser una molestia, o lo dejará de ser hoy mismo.

No entiendo muy bien lo que quiere decir, y la verdad, me importa un comino cuando mi jefe me toma de la cintura y me empuja hacia el interior de su despacho.

—Siéntate, creo que has tenido muchas emociones fuertes.

Asiento, pero Clark queda en segundo plano cuando miro hacia arriba. El cuello estirado casi se me parte al verlo desde abajo. Es tan condenadamente perfecto.

—¿Sabe que me ha despedido? —pregunto como de pasada, por decir algo.

Asiente.

—Créeme, no serás tú quien hoy pierda su trabajo. De hecho quiero que pases a trabajar en la última planta, conmigo.

Vayaaaa… el jefe es la caña.

Miro a mi alrededor, ¿trabajar yo? ¿En la última planta? Es todo cristal y unas vistas que solo había visto en las revistas.

—Así que… ¿trabajar aquí donde está la gente importante?

—Si te refieres a mí, sí. Suelo estar por aquí. Soy el jefe ¿recuerdas?.

Se me cae la baba y las bragas, estoy segura de que ya deben ir por las rodillas. Rio como una tonta.

—Sí, claro, jefe. —Escucho una voz socarrona a mi espalda.

Las palabras salen de boca de una pelirroja, con unos labios retocados por un buen cirujano y una pose de supermodelo.

—Ella es Tina.

Asiento mientras parpadeo.

Tina tiene unos cincuenta años y estoy segura de que está muy lejos de jubilarse. Parece manejar todo el cotarro.

—Es el amor de mi vida —dice él sin ninguna clase de pudor.

¡Toma ya! No lo dice literal. Se me ilumina la mirada. Bueno a menos que… Soy odiosa, ¿por qué creo que las personas con diferencia de edad semejante no pueden estar juntas?

—Lástima que tu no lo seas de la mía.

—¡Me partes el corazón! —dice fingiéndose indignado.

—Lo siento, tu amor por los libros polvorientos me supera.

De alguna manera, su falta de interés en el jefe buenorro, me alivia. Muy bien, Janna, como si el superjefe buenorro fuera a fijarse en ti.

¡Cállate! Tiene mi proyecto y le gusta un montón. Y todo gracias a Tina.

La miro con ojitos.

La quiero.

—Hola, Tina, encantada. —Le tiendo la mano y estoy tan nerviosa como una colegiala en su primer baile.

De alguna manera creo que la aprobación de Tina es la prueba definitiva para saber si estoy o no despedida.

—Oh, no, el placer es todo mío —dice ella y parece muy sincera.

Se acerca contoneando sus caderas. Ahí va una mujer muy segura de sí misma. Lleva un vestido azul precioso y contrasta con su cabellera rojiza, y esos ojos azules… Vale, tiene cincuenta años, pero ya te digo yo que ya no estoy tan segura de que el jefe no haya dicho eso de el amor de mi vida de manera literal.

—Creo que te debo mucho —le digo sin poder contenerme. Y es que, si no fuera por ella, ahora mismo estaría sin trabajo. Bueno, por ella y por Claudia. Vaya dos… seguro que entre las dos saben todos los secretos de la oficina.

—No hay de qué, Janna. —Se ve feliz y sonriente—. Estoy contenta de ver esto. Eres la única mujer que le ha hecho bajar sesenta plantas solo para hablar.

—Oh, vaya.

¿Está hablando del jefe?

James la mira con reproche, pero de esos que dejan claro que se está divirtiendo.

—A veces bajo esas sesenta plantas, Tina.

Ella menea la cabeza.

—Pero no para hablar, si se trata de una mujer atractiva. Y de momento…

James levanta las manos por la broma.

Vaya dos. Son divertidos.

—Bueno, Tina, ahora en serio...

—El jefe se pone serio. —Me mira a mí y me guiña un ojo.

—Quiero que le hagas un nuevo contrato a Janna, tal y como hablamos ayer.

No digo nada, pero no me pasa desapercibido el comentario de que ayer estuvieron hablando de mí.

Miro a Tina con más cariño que antes, a ella le voy a deber mucho, y a Claudia. Seguro que alguna de las dos se dio cuenta de que Clark quería robarme el proyecto de Cadwell y despedirme para que nadie lo supiera.

¡Como si los de la planta baja fuéramos tontos! Se hubiesen dado cuenta, ¿no? No tengo nada claro, pero respiro hondo y a gusto.

Tengo trabajo, y el jefe buenorro me mira contento, tanto como lo estoy yo.

De pronto me quedo en blanco al escuchar las palabras de James Stemphelton.

—Trabajarás para mí.

Dudo.

—Yo… ya lo hago.

—Trabajarás directamente para mí —me dice, mirándome fijamente a los ojos. Dios, son hipnóticos.

—Quiere decir más estrechamente.

Hace como si sus dos manos se convirtieran en un comecocos y avanzan una hacia la otra hasta que fingen besarse.

—¡Tina! —la reprende.

Ella se encoge de hombros.

Pero a mí lo de trabajar más estrechamente me suena a porno y lubricante. Pero me encojo de hombros. Igual me apunto. ¡Claro que sí! ¡Apúntate! A mi voz interior le va la marcha.

—Bueno... ¿Cuánto más estrechamente trabajaremos?

A Tina le entra la risa y sé que eso ha sonado muy porno. Lo que quiero decir es si seguiré en la planta baja o me dará más responsabilidad. Y… entonces las bragas se caen por completo al escucharle decir con voz grave.

—Pronto lo averiguarás.

Una risa tonta se me escapa de entre los labios y Tina me mira riéndose a la vez.

¿Qué? Joder, es que es muy difícil resistirse al jefe buenorro.

Lo sigues mirando con tus grandes ojos almendrados. No sabes si eso implica algo pecaminoso, por favor, que así sea. Pero te apuntas a todo.

No, no, chica mala. Trabajar estrechamente querrá decir hacer cosas que Tina no puede. Solo eso, zorrón pervertido.

—Lo que sea. Cuente conmigo.

James parece más que complacido.

—Quiero tu proyecto de Cadwell. La casa que elegiste… es la ideal y muy importante a nivel personal para mí.

—Lo sé —digo muy segura—. La elegí porque estuve indagando y es del marido de su madre, su padrastro que también está en la junta, por lo que en teoría la compra de la propiedad saldrá a muy buen precio. Puede darles a la empresa unos beneficios espectaculares si se lleva bien...

Mi voz se va apagando al ver la cara del señor Stemphelton.

Hay un silencio sepulcral hasta que Tina suspira.

—¿Qué? —pregunto mirando a la pelirroja. Luego mis ojos se vuelven hacia el jefe.

—Nada, solo hay un pequeño problema.

Tina le mira escéptica.

—Es un pequeño problema —dice James tajante queriendo acabar con la conversación.

—¿Es algo del proyecto que haya hecho yo?

—No, no. —La pelirroja hace un gesto con la mano para decirme que no me preocupe en absoluto—. Pero el problema no es pequeño.

Y ahora sí que mira fijamente a James, como si lo acorralara para admitir la verdad.

—Lo solucionaré.

—¿Y de qué naturaleza es el problema? —pregunto muy cauta.

Tina se apresura a hablar. Parece estar en su naturaleza revelar información que ella quiere que se sepa.

—En la compra de los terrenos.

James frunce el ceño.

—Gracias —dice.

—De nada.

No me estoy enterando de la película.

—Pero los terrenos son de su padre.

—Padrastro —admite James.

—De aquí el gran problema —asegura Tina mirando a James directamente a los ojos, y alzando además una ceja, como desafiándolo a llevarle la contraria.

—Gracias a ti no lo será, querida pelirroja.

Tina aplaude.

—Sabía que te gustaría mi plan.

¿Qué plan?

—Has hecho un buen trabajo y me encanta la solución que has encontrado.

¿Qué solución?

Tina suspira.

—Yo solo espero que no te vuelvas loca. —Me habla directamente a mí pero palmea el hombro del jefe—. Eres amiga de Claudia y no quisiera verte en un manicomio. Porque es donde estarás si te dejas manejar al antojo del jefe.

James se señala.

—Ese soy yo.

Eso ya lo tengo claro, gracias.

Su sonrisa es deslumbrante, devastadora.

—¿Puedo saber por qué yo soy la solución?

Tina suspira.

—Bueno, digamos que hay alguien que no tiene en muy alta estima a James por su vida disoluta de libertino.

¿En serio le está hablando así al jefe? ¡Vaya! Me encanta Tina.

—Tina, llévate a Janna, prepárala para lo que viene.

Lo que dice no me cuadra, ¿a quién demonios no iba a gustarle el señor James Stemphelton?

Lo miro queríendo hablar con él, pero James se dedica a menear la cabeza y encaminarse hacia su escritorio. Cuando Tina me coge del brazo y me saca de allí, lo hace de manera que pareceos dos amigas que van a contarse una confidencia.

—Me das miedo.

—No es ami a quien debes temer.

Me guiña un ojo, y no sé de que me habla. Pero estoy a punto de averiguarlo.

¿Qué le haría a mi jefe?

Подняться наверх