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Naomi colocó los platos en el fregadero y rápidamente limpió la cocina, tratando de borrar de su mente la imagen de Uri agonizando. No quería ni pensar en la posibilidad de perder a Lash de tal forma.

—¿Qué estás haciendo? —Lash se puso detrás de ella y con un dedo recorrió su cuello.

—Limpiar. —Metió las judías en un tarro y colocó los cartones de bingo en una cajita.

—Lo que dije iba en serio. —Él cogió la caja de sus manos y la volvió a dejar en la mesa.

Unos ardientes ojos color miel se posaron sobre los de ella y lentamente vagaron hasta su boca. Recorrió su labio inferior con el pulgar mientras lo miraba fijamente, maravillado.

Ella respiró entrecortadamente e inhaló su delicioso aroma, que le hizo olvidar a Uri, a Rachel, el Infierno y la muerte. —¿Y qué dijiste?

Se acercó más a ella, rozando ligeramente sus labios con suyos mientras estos le susurraron: —Ya lo sabes.

Él levantó la cabeza y le lanzó esa sexy sonrisa que siempre provocaba que su cuerpo pareciera estar en llamas. Sus largos dedos se entremetieron por su cabello. Levantó un grueso mechón hasta su nariz e inhaló. Su pecho retumbó de placer, haciendo que a ella se le debilitaran las rodillas.

Suavemente, sin apartar la mirada de la suya, él le retiró el pelo sobre el otro hombro. Enroscó los dedos en su nuca y tiró de ella hacia él.

Ella se estremeció cuando su lengua, caliente y húmeda, se arremolinó alrededor de su oreja. Dejó escapar un suave gemido.

—¿Te estoy distrayendo? —Su voz era profunda y sensual.

—N-no —dijo ella entrecortadamente mientras aquellos ardientes labios se presionaban contra su cuello e iban deslizándose hacia abajo. —¿Dijiste algo relacionado con unas actividades?

Él le cogió la mano y la colocó sobre su pecho. Ella pudo sentir el calor abrasador de su cuerpo tonificado debajo de la camisa. —Ajá. —Su pecho resonó, provocando que su mano sintiera un hormigueo.

Puso su mano sobre la de ella y los ojos se le iluminaron de forma provocativa. —¿Te gusta el nuevo y mejorado Lash?

Él guió su mano hacia abajo por su pecho y ella se deleitó al sentir sus endurecidos músculos. —Sí —suspiró ella mientras trazaba con los dedos las líneas de sus abdominales. —Más de lo que tú crees.

—Demuéstramelo —dijo con voz áspera, con deseo.

Enrollando los dedos en su sedoso pelo, ella tiró de él haciendo que sus febriles labios se desplomaran sobre los suyos. Unos calientes y húmedos labios le devoraron la boca; su mentón le rasgaba la barbilla con cada zambullida de su lengua, dejándosela rosada y magullada.

Ella le sacó la camiseta de un tirón, desesperada por sentir su piel y la calidez de su pecho. Se separaron durante un momento para arrojar la ropa al suelo. Seguidamente, Lash se inclinó para levantarla y ella rodeó con fuerza su cintura con las piernas.

Ella sintió el frío de la pared contra su espalda mientras Lash se apretaba contra ella. Ella gimió por su dureza vibrando, queriéndolo, necesitándolo. Podrían hacerlo mil veces y aun así no era suficiente.

Ella arañó su espalda cuando los labios de él recorrieron su cuello hasta sus senos. Inclinó la cabeza hacia atrás gimiendo y apretando las piernas con más fuerza. Lash gimió.

Ella recorrió con la lengua su marcado mentón, disfrutando de su áspera barba de tres días. Él gimió nuevamente y ella jadeó cuando a él se le puso más dura aún.

Antes de que se diera cuenta se produjo un fuerte traqueteo en la mesa y las sillas cayeron al suelo cuando Lash salió atropelladamente de la cocina hacia el dormitorio con ella en brazos.

Cuando la soltó, esta cayó en una nube de suavidad. Lash se puso sobre ella con ojos llenos de pasión. —Eres tan hermosa.

Lentamente, se recostó a su lado y pasó los dedos sigilosamente sobre sus labios, cuello y alrededor de sus senos. Ella gimió por su tacto ligero como una pluma.

—Ven aquí. Ella tiró de él, acercándolo.

Su cuerpo, duro como una piedra, se presionaba contra sus pechos al besarla intensamente.

—Naomi, mi Naomi —murmuró mientras le chupaba el cuello, saboreándola —. Te amo.

Su corazón se llenó de amor por él. Jamás se cansaba de escuchar esas palabras.

—Eres mía. Para siempre —le susurró.

Una sensación perturbadora la invadió al escuchar la expresión "para siempre", que resonó en su cabeza. Entonces se le vino a la mente la imagen del afligido rostro de Rachel.

—Espera, Lash —dijo sentándose en la cama—. Es que estaba pensando en algo.

—Limpiaré todo el lío de la cocina después. —Él le dio un tirón de la espalda y en medio de los besos dijo—: Menos pensar y más hacer.

Ella se volvió a sentar de nuevo. Algo no encajaba. Pero, ¿qué? Nunca antes había tenido esta extraña sensación. ¿Por qué ahora? —Algo va mal.

Él gruñó y se puso bocarriba. —¿Qué podría ir mal? Estamos solos; estamos juntos.

—No es eso.

—¿Qué es entonces?

—¿Deberíamos estar juntos?

Él se levantó de golpe pareciendo aterrorizado. —¿Tienes dudas sobre nosotros?

—¡No, no! En absoluto. —Inmediatamente ella se sintió culpable por hacerle pensar eso—. No es eso a lo que me refiero. Tú eres el único para mí. No podría estar sin ti. —Ella se inclinó y le besó intensamente.

Él suspiró aliviado. —¿Qué pasa entonces?

—Solo me refería a que si deberíamos hacer, ya sabes, esto. —Naomi señaló su desnudo, su glorioso cuerpo desnudo.

Él dio un tirón de ella y acarició su cuello con la nariz. —Mmm...Sin duda.

Naomi se estremeció cuando le acarició los senos. Volvió a caer sobre la cama. Sí, esto estaba bien. Se sentía muy bien. ¿En qué estaría pensando?

Le acarició el pecho. Él se sintió estupendamente.

—Dios, Naomi. Te quiero muchísimo.

¡Dios!

—Espera, Lash —jadeó, tratando de recuperar el aliento. Lentamente, los recuerdos de las largas tardes en las clases de catecismo y los sermones de Welita sobre la castidad resurgieron—. Lo que quería decir es ¿deberíamos estar juntos así sin estar casados?

Él se echó hacia atrás y la miró atónito. —¿Casados?

Ella se mordió el labio inferior, sin estar segura de cómo abordar el tema. No es que fuera una puritana ni nada por el estilo. Lash no era el primero con el que estaba. El pensamiento de tener sexo antes del matrimonio nunca antes le había importado pese a los sermones de Welita y su padre sobre permanecer casta. Pero ahora las cosas eran distintas. Era un arcángel. ¿No se suponía que tenía que ser un modelo a seguir o algo así?

—Bueno, no sé si los ángeles se casan o tienen algún tipo de unión formal. Me refiero a que no sé si cosas como el matrimonio significan aquí lo mismo que en la Tierra.

Sus labios dibujaron una sonrisa. —Así es. Varias parejas de ángeles hacen votos de compromiso, Uri y Rachel, por ejemplo. —Le metió un mechón de pelo detrás de la oreja—. ¿Es eso lo que quieres?

Ella le miró fijamente a los ojos. —Sí. Quiero unirme a ti, para siempre.

Él tomo su rostro entre sus manos. Sus ojos estaban llenos de tanto amor que a ella le costaba respirar. —No hay nada que desee más que unirme a ti. Hablaré con Michael mañana y haré los arreglos necesarios. —Después se inclinó y la besó.

Lentamente, Naomi sintió cómo volvía a caer sobre la cama y cómo él le acariciaba la parte interna de sus muslos.

Gimió y el sentimiento de culpabilidad reapareció nuevamente. —Lash, tal vez deberíamos esperar hasta que se haga oficial.

Él gruñó y se volvió a poner bocarriba. —Me estás matando, Naomi.

—Lo siento. Es solo que, bueno, tal vez sería mejor si hiciéramos esto de forma correcta.

—¿Por qué ahora? Hemos estado haciendo esto sin parar desde que llegaste aquí. —Se levantó y le lanzó una intensa mirada—. Y si mal no recuerdo, tu fuerte entusiasmo era una de las razones por las que construí nuestro hogar a este lado de la montaña, lejos de oídos y miradas indiscretas. Creo que hasta podrías haberle reventado los tímpanos a Gabrielle, basándome en las miradas asesinas que me ha estado echando últimamente.

Ella se quedó con la boca abierta y su cara empezó a sonrojarse. Además de tener una mejor vista y fuerza, los ángeles también tenían un oído amplificado. La mayoría de las veces, eso era algo positivo. Pero cuando vives en distritos colindantes y quieres privacidad, no lo es tanto.

—Yo... Tú... Bueno... —Se sintió muy avergonzada.

Él se rió entre dientes y le dio un beso en la punta de la nariz. —Estás muy linda cuando te pones nerviosa.

—¡Argh! —Se levantó de la cama y se puso una bata—. Lo digo en serio.

Él se apoyó contra el cabecero de la cama, con los brazos detrás de la cabeza. —Dime: ¿cuál es el verdadero problema?

Ella se sentó en el borde de la cama. Él podía leerla como si fuera un libro abierto. —Es por lo que dijo Rachel sobre ella y Uri. No quiero que eso nos ocurra a nosotros.

Sus ojos se volvieron serios y extendió el brazo para acariciar su mejilla. —No nos pasará. Estoy aquí, contigo. No me voy a ir a ninguna parte.

—¿Pero y si nos metemos en problemas por tener sexo prematrimonial? No quiero correr ningún riesgo.

—Naomi, eso no va a pasar.

—Me sentiría mucho mejor si lo hiciéramos oficial. —Ella se inclinó y le besó con suavidad.

Él la miró y negó con la cabeza, riéndose. —Si de verdad eso va a hacer que te sientas mejor...

—Sí, lo hará. —Ella sonrió—. Cuéntame cómo es la ceremonia.

—Bueno, no es muy diferente de las que probablemente estés acostumbrada a ver. Michael oficia una ceremonia vinculante, y los novios hacen sus votos de compromiso el uno al otro frente a los testigos.

¿Has estado alguna vez en una?

—Uri y Rachel tuvieron su ceremonia hace tiempo. Fue en 1987 o 1988. No estoy seguro. Lo que tengo claro es que fue en los 80. Él llevaba ese extraño peinado que llevaba el miembro de la banda Flock of Seagulls que estaba tan de moda entonces.

Ella se echó a reír al imaginarse a Uri peinado como si llevara un par de alas en la cabeza que combinarían con las de su espalda. Ese estilo causó furor en la década de los 80. El amor de su padre por la música alternativa y las bandas de new wave hicieron que estuviera expuesta a una amplia gama de moda y peinados. —Sí, definitivamente me lo puedo imaginar haciéndolo.

La risa de Naomi se acalló, volviéndose seria otra vez mientras pensaba en la ceremonia. Nunca se había imaginado casada o prometida a alguien, no hasta que conoció a Lash. Sabía que era algo que a Welita le encantaría ver. Y su padre, a él le habría encantado caminar a su lado cogido a su brazo. Las lágrimas le pincharon los ojos al pensar que su familia no estaría allí para verlo.

—Pensaba que eras feliz con todo esto. —dijo él con voz suave.

Ella levantó la mirada hacia él y forzó una sonrisa. —Lo soy. Me estoy comprometiendo contigo. —Ella besó sus labios suavemente.

—Se honesta. No queremos empezar nuestro “para siempre” con secretos, ¿verdad?

Ella suspiró. —Es solo que a veces echo de menos a mi familia. No estarán aquí para verlo. Y mi padre, nunca llegaré a experimentar esto con él.

Ella abrió los ojos de par en par con sorpresa mientras el rostro de él empalidecía. Sin mediar palabra, él se levantó de la cama, fue a la cocina y se sirvió un vaso de agua.

Ella observó que los músculos de su espalda estaban tensos cuando miró hacia otro lado, en silencio. —¿Lash?

Bajó la bebida antes de girarse hacia ella. Sus labios estaban húmedos mientras hablaba. —Ojalá pudiera hacer algo para arreglar eso.

—Oh, Lash. No es tu culpa que mi padre se haya ido o que yo esté aquí. Tan solo necesito recordarme a mí misma que estando aquí puedo cuidar mejor de mi familia.

—Eh, Naomi. —Se limpió la humedad de los labios con el dorso de la mano—. Hay algo que necesito contarte sobre eso.

—¿Qué pasa?

Se lamió los labios nerviosamente y abrió la boca, a punto de decir algo, pero volvió a cerrarla.

—¿Lash? —A ella le entró pánico. Algo iba mal. ¿Por qué estaba actuando de una forma tan extraña?

Él sacudió la cabeza y luego la miró con una sonrisa que no terminaba de ser creíble. —Tienes toda la razón. Juntos podemos cuidar de Welita y de los demás. ¿Sabes qué? Podríamos ir a echarles un vistazo por la mañana.

—¡Eso me encantaría! —Ella sonrió y entonces, de repente, frunció el ceño—. No, espera. No creo que debamos hacerlo. Gabrielle me dijo muy claramente que me mantuviese alejada del puente durante un tiempo.

—Ah, no le importará. Seremos muy rápidos.

Ella tenía una lucha interna entre querer seguir las órdenes de Gabrielle y ver a Welita. Estaba deseando contarle lo de su ceremonia con Lash. Esa era la cosa más cercana a Welita que hizo desde que estaba allí—Tal vez debería ir yo sola.

—Quiero ir contigo.

—No quiero que te metas en problemas. ¡Tú solo vuelve!

—¿Vas a dejar de preocuparte? Estaré bien. Además, a mí no me han dicho que me mantenga alejado del puente —sonrió—. Me encantaría verlos. Pronto ellos también serán mi familia.

Ella lo rodeó con sus brazos. —Lash, me has hecho la mujer más feliz del mundo. Te amo.

Él se echó hacia atrás, buscando su mirada. —¿Pase lo que pase?

Ella parpadeó con sorpresa. —Por supuesto. ¿Por qué haces una pregunta tan tonta como...

Ella dio un respingo al escuchar un repentino golpe en la puerta. —¿Quién será? Los únicos que vienen por aquí son Uri y Rachel. —Naomi se colocó bien la bata y caminó sin hacer ruido hacia la puerta.

Él le agarró la mano. —No.

Ella se rió. —¿Qué pasa contigo hoy? Estás muy nervioso.

—Iré yo —dijo.

Ella negó con la cabeza mientras él se metía los pantalones vaqueros frenéticamente. —Actúas como si viviésemos en medio del barrio más peligroso de Houston.

Él corrió hacia la puerta de entrada y la abrió. Su mandíbula se tensó y las manos se le cerraron formando puños.

—¡Hermano! —gritó Jeremy entrando y dándole una palmada en la espalda al pasar junto a él—. ¿He llegado demasiado tarde para el bingo?

Tras La Caída

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