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Introducción o «guía de uso»

La idea de este libro surgió hace muchos años, cuando yo era una joven bailarina y, al solicitar los consejos de un médico para combatir mis dolores durante la danza, escuché lo siguiente: «Si continúas bailando, acabarás en una silla de ruedas». Ninguna otra explicación, ningún apoyo sobre cómo, a pesar de mis límites corporales —o gracias a ellos—, podría continuar bailando, sobre cómo podría modificar o adaptar mi técnica de baile para evitar los dolores y las lesiones. Mis profesores tampoco sabían cómo aliviar mis molestias corporales. Me hubiera gustado contar entonces con una obra práctica sobre medicina de la danza. Ni en sueños me imaginaba que yo misma llegaría a escribirla.

Cuando, años más tarde, me atreví con la danza acrobática y, además de mi compromiso con el teatro, inicié mis estudios de medicina, experimenté en carne propia lo que supone entender los procesos corporales. Por las mañanas acudía al entrenamiento y a los ensayos y luego me iba a la sala de anatomía; estaba asombrada. Los dolores desaparecieron, el développé lo elevaba aún más, y mi equilibrio había mejorado. Había «aprehendido» lo que sucede dentro del cuerpo.

Hoy, compruebo, a diario, desde mi trabajo como médico y docente, cuánto ayuda el conocimiento de su propio cuerpo al bailarín. El objetivo de esta obra es proporcionar al bailarín un conocimiento práctico y comprensible de la medicina, el análisis del movimiento, las ciencias del deporte, la dinámica espiral y la osteopatía.

Bailar es algo más que aprender unos pasos. La danza no se reduce únicamente a aspectos físicos y, sin embargo, el cuerpo es el instrumento del bailarín. Conservarlo sano, reconocer a tiempo las sobrecargas y prevenir las lesiones son condiciones imprescindibles para bailar durante mucho tiempo y sin molestias. Ya sea en el ballet clásico, el hip hop o el jazz, la salsa, el claqué o el baile moderno, la medicina de la danza proporciona esenciales conocimientos a los bailarines de todo tipo, que estos sabrán aprovechar.

¿Un libro de teoría para el bailarín?, eso no suena bien. El bailarín es una persona práctica, que desea reunir todas sus experiencias de la sala de baile y transformar sus conocimientos en movimiento. ¡Así debe ser! Lo que uno siente con su propio cuerpo pretende también transformarlo en el entrenamiento; lo que uno experimenta lo quiere, a su vez, transmitir. Esta obra, con sus indicaciones de autoevaluación y sus numerosos ejercicios y consejos de entrenamiento, ofrece una ocasión propicia para trasladar esos conocimientos teóricos a la práctica.

Quisiera hacer algunas puntualizaciones sobre los ejercicios: en la mayoría de los casos, estos se deben realizar con ambos lados del cuerpo. Parece razonable comenzar con el lado «malo». Sin embargo, algunas excepciones confirman la regla: si el ejercicio en uno de los lados solo se puede realizar con dolor o si no está clara la secuencia de los movimientos, vale más entrenar «el lado favorito». De hecho, la percepción de los movimientos y la coordinación fina suelen aprenderse mejor en ese lado.

Pese a todos los esfuerzos, algunos de los ejercicios no se pueden entender bien sin una adecuada preparación personal. Por ello es esencial la paciencia. Ciertos movimientos resultan completamente extraños al cuerpo; se precisa tiempo para suprimir patrones de movimiento arraigados y automatizar otros nuevos. La idea del movimiento, su imagen, lo que sucede en el interior del cuerpo, ayuda a la búsqueda de la forma «ideal» del movimiento.

Para fortalecer los músculos, hay que repetir varias veces los movimientos. Para la mayoría de los ejercicios que se realizan en la sala de ensayo se aconsejan 25 repeticiones, para establecer una suerte de compromiso entre el fortalecimiento del músculo y su uso. Esta no es más que una referencia orientativa. En particular, al principio, menos suele significar más…

Los ejercicios ayudan a prevenir las sobrecargas y a combatir de manera selectiva ciertos patrones desfavorables del movimiento, pero jamás suplen a una exploración médica. Si aparecen molestias serias o los dolores permanecen durante largo tiempo, se debe consultar con un médico o un fisioterapeuta especializados en la danza.

Los pasos de la danza reciben, a menudo, nombres diferentes según el estilo. Para evitar malos entendidos, los movimientos de la danza se han descrito con el vocabulario de la danza clásica. Ello no significa que se excluyan las demás modalidades. Todo lo contrario, la terminología del ballet clásico es conocida por la mayoría de los bailarines, puesto que suelen pasar horas aprendiendo ballet, incluso si practican otro tipo de danza en el escenario. Además, los movimientos y designaciones del ballet clásico se usan en muchos otros estilos de baile.

Los lectores quizá utilicen esta obra de forma diferente, según su necesidad. Quien lea el libro de principio a fin encontrará una revisión de los aspectos más importantes de la medicina de la danza. Quien busque ayuda selectiva para solucionar problemas de entrenamiento, dolores o lesiones, encontrará rápidamente que la obra se ha dividido en las distintas regiones corporales y ámbitos temáticos y hallará referencias cruzadas y un índice de materias que le facilitarán la consulta. Quien, después de la lectura, sienta curiosidad y desee profundizar en algunos temas, puede consultar el apartado «Otras lecturas recomendadas» al final de la obra.

Por encima de los conocimientos de anatomía y de la doctrina del movimiento, más allá de la prevención y de la optimización del entrenamiento, no debe olvidarse que el cuerpo dispone de una inteligencia propia para moverse, inteligencia que debe aprovecharse en toda su dimensión en la práctica de la danza.

Antes de empezar...

La nomenclatura médica de esta obra no sigue un sistema científico riguroso. Algunos de los términos anatómicos han quedado obsoletos y se han trasladado al léxico general y también se aplican en las clases de danza.

Al describir el movimiento he renunciado de manera consciente al uso de la forma verbal pasiva. No se habla de que el hueso «es movido», sino de que el hueso «se mueve». En rigor, el hueso no puede moverse, sino que es la musculatura la que lo mueve. No obstante, a veces vale la pena imaginarse el movimiento a partir de determinados puntos óseos. La musculatura correspondiente entra así de forma automática en acción.

En general, las indicaciones sirven por igual a bailarinas y bailarines. No resulta fácil resolver esta dificultad lingüística. Utilizar siempre estas dos palabras también resultaría complicado, igual que aplicar la nueva forma «bailarín/a». Así pues, para facilitar la lectura, el término «bailarín» engloba a las personas de ambos sexos. Es verdad que más de dos tercios de los bailarines son mujeres, y que podría haber elegido «bailarina» como sinónimo para abarcar ambos sexos. Sin embargo, de esta manera habría reforzado aún más el prejuicio, aún extendido, de que la danza es algo que interesa sobre todo a la mujer. Y este no es, desde luego, el objetivo de esta obra.

Práctica de la danza

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