Читать книгу Cartas. Libros I-V - Libanio - Страница 8
ОглавлениеCARTAS SUELTAS
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A Clearco (372/3 - 382/4)1
Al escribir esta carta tenía la intención de pedirte que le echases una mano al virtuoso, aunque pobre, Faustino, y pensaba que estas mismas credenciales, su carácter y su pobreza, serían suficientes para lograr tu ayuda. Pero hete aquí que Celso se presentó y, nada más enterarse de lo que me proponía hacer, me dijo que hacía ya tiempo que te habías ocupado de ayudarle, pero que no habías podido lograr nada de lo que te proponías. Yo, si fuera otro quien me ofreciera [2] una excusa como ésa, me daría por satisfecho y aceptaría que, pese a tu empeño, no fuiste capaz de hacerme el favor. Pero ojalá nunca se acostumbre Clearco a oponer esa clase de excusas, pues tal proceder es indigno y motivo de reproche; como si no bastara un solo gesto de tu cabeza para que se cumpla tu voluntad.
2
A Elébico (383 ó 387)
El fiel Florenciano no me ha traído cartas tuyas. Pero me juró que yo disfrutaba de tu afecto y me ha convencido para que te escriba primero. Y como no puse en duda lo que me decía y me causaba maravilla que la breve conversación de aquella tarde la tomases como el principio de una amistad, te he escrito para darte las gracias por ese afecto que me profesas y para pedirte que me escribas. Pero si no puedes por la enorme cantidad de asuntos que te tienen ocupado, con todo, ya es para mí importante el solo hecho de gozar de tu aprecio.
3
A Clearco (372/3 - 382/4?)
También ahora acude Olimpio2 a refugiarse en ti, que tantas veces lo has socorrido, esperando, en virtud de los beneficios que ya ha obtenido, tenerte como aliado para prosperar.
4
A Clearco (372/3 - 382/4?)
Este que ves es el hijo de Olimpio, que tantas enseñanzas recibió de mí y que por sí mismo tiene conocimientos nada escasos con vistas al oficio de agente3. Deseoso de obtener tu amistad y ansioso por ganársela a través de mí, que os quiero a los dos, acude a tu presencia con esta carta mía, en la que deposita las esperanzas de su anhelo.
5
A Paulino (382/4?)
Talasio4 es, después de un dios, el responsable de que no haya perecido ahogado en la procelosa tormenta de mis males. Por tanto, creo que también le debes estar agradecido por sus desvelos para conmigo y que con sumo gusto también deberías pagarle tu deuda. Y bien; te es posible pagarle [2] si velas por la ley y haces que de nuevo sea dueño de unas tierras de las que se ha visto despojado por un hombre de lo más descarado. Es hermoso que quien comete una injusticia aprenda que es posible que, aun estando tú ausente, harás que Talasio alcance sus justas pretensiones.
6
A Temistio5 (fecha desconocida)
Leoncio deseaba que te enterases por mí de que goza de nuestro aprecio. Y, en efecto, afirmo que lo apreciamos y con justicia, porque es noble, inteligente y piensa que merece ser estimado por honrar a quienes conviene.
7
A Aristéneto (fecha desconocida)
Tú hablaste mal de mí y yo bien de ti. Mas nadie nos hará caso, ni a ti ni a mí.
8
A Italiciano (365?)
También somos humanos y en nada mejores que nuestros semejantes. Por consiguiente, no ultrajes las estatuas de los dioses hasta el punto de olvidarte de la mesura cada vez que me elogias, ni tampoco creas que ya no te quiero porque no te lleguen con frecuencia cartas de nuestra parte. Pues la culpa de ello la tienen mis muchas ocupaciones y piensa que es posible que un hombre pueda sentir afecto por otro aunque no le envíe cartas, ya que también tú me querías el tiempo durante el cual no me escribías; y aunque no me hubieses mandado esta carta de ahora, aun así me habrías seguido queriendo. Y eso a pesar de que, por más que en [2] ella exponías hermosas razones y hacías bonitas promesas, ningún acto acompañaba a tus palabras. Mas no considero este hecho como señal de que no me tienes afecto, sino que me convenzo a mí mismo de que, por mucho que lo desees, no has tenido posibilidad de cumplirlo. Pues creo que es preferible tener esta creencia que buscar por donde sea excusas para hacerte reproches.
9
A Marciniano (392?)
Me avergüenza pedirte un favor a pesar de no haberte beneficiado nunca en nada y de no tener siquiera la esperanza de hacerlo. Pero, con todo, puesto que el motivo de mi inquietud es un hijo6, me es necesario pedírtelo. Así que ten a bien perdonarme. Te ruego encarecidamente que nos concedas [2] oír algo bueno acerca de Romano, que es por quien me intereso. Y ello sucedería si gozara de tu benevolencia, pues, si la obtuviera, tendría en breve cuanto corresponde a quien lleva largo tiempo ejerciendo como abogado. Otro favor te pido: si me vas a conceder esta merced, te ruego que me escribas para decírmelo.
10
A Heladio (353 ó 354)
Me haces injusticia cuando llamas fraude a la incapacidad. Pues lo primero corresponde a quienes merecen odio y lo segundo a quienes merecen compasión. Pero tú mezclas lo que no se puede asociar: la desgracia y la maldad. Reconozco que estoy prendado de Bérito7 por muchas razones y de Atenas por todas, pero no puedo ir a ninguna de las dos. Tengo entendido que Hera fue encadenada y que no pudo moverse hasta que vino a liberarla el inventor de sus ataduras8.
11
A Araxio (356 ó 353/4)
Cuando eras gobernador de Palestina no descuidabas escribirme, pero ahora que estás al frente de muchas provincias9 te has olvidado de hacerlo. De modo que, cuando estabas lejos, te acordabas de los amigos, pero ahora que te has establecido cerca de nosotros te vuelves olvidadizo. [2] ¿Cómo te comportarás entonces si aumenta tu poder y ves a tus amigos? ¿No es evidente que, incluso, añadirás el desprecio si, en respuesta a tu comportamiento, se generaliza la indiferencia hacia ti? Pero a pesar de todo nos gustaría verte colmado de más honores todavía, aun cuando nos detuvieras y azotaras.
12
A Heorcio (post. 380)
No conoces, querido Heorcio, ni la cantidad ni la gravedad de las enfermedades que se han abatido sobre mí, ni tienes idea del tiempo que he pasado enfermo, pues de lo contrario jamás me habrías lanzado esos reproches habiéndote olvidado de compartir mi dolor. Pero lo cierto es que la ignorancia, por donde quiera que lo mires, es dañina para los mortales y, en este caso concreto, te ha impulsado a verter acusaciones sobre mí en vez de darme ánimos. Pero no te reprocho que no estés al tanto de nuestras dificultades. Sin [2] embargo, tal vez argumentaría alguien como tú, siempre dispuesto a hacer reproches, que las desconocías por no preguntar, y que no me preguntas porque me aborreces. Y así, al echarte en cara tu arrogancia, tú mismo te verías envuelto en cargos mayores. Pero no voy a hacer eso, pues no me parece justo mancillar una firme amistad con una calumnia. Muy al contrario, cada vez que se presenta una situación así, busco una causa lo más razonable posible que explique los hechos; y así es como hago en mi interior la defensa de mis amigos. Tú, en cambio, no haces buen uso de [3] tus facultades oratorias cuando arguyes que son otros los autores de la acusación, pues a éstos te los has inventado en tu carta. Porque, ¿qué te ha pasado que no los reducías al silencio, sino que les hacías caso? En cuanto a lo que dices de mi arrogancia, da gracias a Heracles, protector de las desgracias, si no te llevas tu merecido. Ya he castigado mediante un discurso10 a una ciudad entera por haber dicho eso.
13
A Juliano (363 ó 353/4)
Por la pena que nos ha causado la noticia de tu enfermedad11, también hemos caído enfermos. Porque ¿qué cosa habría más dulce para nosotros que verte restablecido de nuevo? Tal vez sería adecuado que Seleuco nos notificara [2] también cómo has salido de la crisis. Por eso precisamente creo que hay que considerar afortunado a Entrequio, pues verá Bitinia en el mejor momento. Y el mejor momento será [3] cuando tu cuerpo disfrute también de salud. Dándote las gracias por apreciar a este hombre, te pedimos que añadas a éste otro favor: que lo llames a tu presencia.
14
A Prisciano (353)
Dionisio no pisoteó su juramento, sino que regresa a tu lado con mi carta, que fue exactamente lo que juró que haría. Cuando llamas afortunada a nuestra ciudad12, en la que te ha dado pavor establecerte, te burlas porque puedes. Porque si en realidad creyeras que es así, ¿qué te ha pasado para que, teniendo ocasión de compartir mi felicidad, no hayas querido hacerlo? Si desconoces los riesgos que corremos, [2] cometes una injusticia, pues las ignoras por desidia, viviendo tan cerca como vives. Pero si estás enterado y me consideras dichoso a pesar de mis desgracias, demuestras ser el más temerario de los hombres. Pero si tienes por propio [3] el modo de proceder de Dinias13, juzgas con sensatez. Ni siquiera yo mismo lo considero ajeno, pero verás mi diligencia en la carta que te enviaremos para salir en defensa de este anciano.
15
A Zenobio (352 ó 354)
He tomado la determinación de castigar el silencio con el silencio. Y, con todo, sé muy bien que el castigo es más leve de lo que merece la ofensa. Porque no es lo mismo que yo me vea privado de tus cartas, que lo que tú te pierdes por no recibir regularmente las mías, sino que el daño que voy a sufrir por mi castigo es tanto mayor cuanto más hermosas son tus epístolas que las mías.
16
A Talasio (352 ó 353)
Nobles eran las cualidades de las que te sabía dueño cuando te encontrabas aquí con nosotros, pero las que ahora oigo mencionar se acercan a las de un filósofo: libertad de expresar los pensamientos, un carácter enemigo de la maldad, amor por la gente honrada, valentía a la hora de beneficiar a unos y de mandar a paseo a otros. Pero lo más importante de todo es que el oro, que tiene el mayor poder entre [2] los mortales, ha sido derrotado víctima de tu desprecio. Con sólo oír a Gorgonio decir que te admira, me he quedado maravillado, ya que, si no fuera su espíritu afín al tuyo, no se [3] habría comportado así. Por tanto, consigue para nosotros, por intercesión suya, aquel asunto por el que también le pregunto: mi regreso. Pues ardo en deseos de comprobar en persona lo que oigo que me dicen14.
17
A Florencio (365)
La persona que lleva esta carta que tienes en tus manos es quien te ha escrito en realidad, pues es muy justo considerar su autor a quien me ha convencido para tener tal osadía. Porque yo me encontraba atenazado por la vacilación, pero Taciano, irresistible, me ha colocado la mano sobre el papel y me ha asegurado que no me arrepentiría de escribirte. Por todo lo dicho, tú serás quien deba mostrarme si ha sido mejor dejarse persuadir y escribirte, que no haber tenido tanto atrevimiento.
18
A Caliopio (388)
¿Cuál de los dioses o de los démones logró que Taciano, a quien admiramos por los cuatro costados, se apaciguase con nosotros? Dímelo tú, Caliopio. Pues estás perfectamente enterado de lo que ocurrió con él. Y si no deseas hablar, forzoso es que yo oficie de adivino. No estoy en condiciones [2] de averiguar de qué dios se trata, como cuando Homero supo que fue Atenea quien acudió de parte de Hera a Aquiles y que la diosa pudo contener su cólera15. Pero al hombre gracias al cual los dioses llevaron a cabo esta acción, a él sí que lo he encontrado cabalmente. Se trata de un conciudadano [3] mío, de una de las principales familias de la ciudad, que ha bebido de la misma crátera que yo en el jardín de las Musas16. En un principio ejerció la abogacía, pero ahora redacta rescriptos en el palacio de los dos emperadores, tanto del padre como del hijo17, y ha cometido una ofensa muy grave. Pues probablemente no sea afrenta baladí el no haberse vanagloriado poco por el hecho de que la destreza oratoria de Taciano pusiera más de relieve la tuya. Y lo que era más terrible: que contaba con la ayuda de Temistio. En todo caso, puso de manifiesto su arte retórica cuando nos llenaba de reproches y su humanidad cuando prometió que nos echaría una mano.
1 Entre paréntesis dejamos constancia del año en que se escribió cada carta. Seguimos la datación de la edición de FOERSTER.
2 Las dos cartas van dirigidas a Clearco 1 a favor de Olimpio 11, hijo de Olimpio 4, quien fue alumno de Libanio (cf. Carta 539), posiblemente durante su etapa como profesor en Nicomedia. Véase el pormenorizado comentario de esta carta en A. LÓPEZ EIRE, Semblanza de Libanio, México, 1996, págs. 281-302.
3 Se trata del cargo de agens in rebus (en gr. stratiṓtēs), una de cuyas funciones principales era la de ejercer de correo imperial.
4 Posiblemente se trata de Talasio 4, en cuya defensa escribió Libanio su Disc. XLII. Sus propiedades estaban en Samosata. No obstante, también puede ser Talasio 2.
5 Primera carta del epistolario destinada al filósofo TEMISTIO, de cuyas obras ya tenemos traducción española en el vol. 273 de esta colección.
6 Se trata de su alumno y recomendado, Romano, no del hijo de Libanio, Cimón. Sobre la costumbre de Libanio de llamar hijos (paîdes) a sus estudiantes, léase P. PETIT, Les étudiants de Libanius, París, 1956, págs. 33-34.
7 La actual Beirut, famosa en tiempos de Libanio por sus escuelas de derecho.
8 Il. V 393 ss. Esta epístola data de la época en que Libanio trataba de conseguir un destino oficial en Antioquía por razones médicas. Como se deduce de su Autobiografía (Disc. I 94 ss.) y de lo dicho en cartas como la 430 y 473, la enfermedad de Libanio era más fingida que real.
9 Araxio fue nombrado vicarius Asiae.
10 El Disc. II, titulado A quienes lo llamaron insolente, cuya traducción se incluye en el tomo II de los Discursos de LIBANIO publicado en esta misma colección. Dicho discurso está datado con seguridad en 380-381, lo que ofrece un claro terminus post quem para esta epístola. Sin embargo, sigue abierto el debate sobre si la Carta 12 forma parte de un conjunto indisoluble (Cartas 10-16) y deben ser datadas todas en el mismo año (353-4), tesis de SEECK (pág. 467) que defiende ardorosamente J. Martin, o bien hay que situarla en tomo al 380, fecha de composición del Disc. II, tesis iniciada por G. R. SIEVERS (Das Leben des Libanius, pág. 149, n. 85) y que cuenta entre sus defensores a Foerster y a A. F. Norman. Véase un resumen de la cuestión en J. MARTIN, Libanios. Discours II-X, París, 1988, págs. 11-13.
11 El propio JULIANO habla de esta enfermedad en su Carta a Temistio 259d, donde se cita a Araxio, el destinatario de la Carta 11.
12 En el 353 Libanio se encontraba de nuevo en Constantinopla, donde lo pasó muy mal. Fue el Emperador quien le forzó a abandonar su puesto en su querida Nicomedia en el año 349, y nuestro sofista hizo todo lo posible para conseguir el traslado a Antioquía (véase la introducción y Disc. I 74 ss.).
13 Véase DEMÓSTENES, Contra Leptines 145-151. En el discurso de Demóstenes, Dinias aparece como uno de los oradores que defienden la propuesta de ley de Leptines, que pretendía poner fin a las distinciones otorgadas a cuantos habían realizado un servicio destacable en Atenas, por considerar abusivo su número. Así pues, Libanio, considerando razonable la reserva de Prisciano a hacer con él una excepción, le pone en un compromiso comparando la desidia de su destinatario con el interés que él mismo pone en defensa del portador de la misiva.
14 Talasio 1 era entonces el prefecto del pretorio por Oriente en tiempos del césar Galo, cuya residencia se encontraba en Antioquía, a donde deseaba regresar Libanio.
15 Como puede verse al comienzo de la Ilíada (I 194 ss.).
16 Caliopio 3 también era antioqueno y, como Libanio, fue discípulo de Zenobio.
17 Teodosio y Arcadio.